Manifiestos
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INNOVACIÓN, SUSTENTABILIDAD Y DESARROLLO.
UN NUEVO MANIFIESTO*
Centro steps, Universidad de Sussex**
UN NUEVO MANIFIESTO
Vivimos en una época de adelantos sin precedentes en ciencia y tecnología.
El mundo está cada vez más globalizado e interconectado. No obstante, la
pobreza se agudiza, el medio ambiente está en crisis y el progreso hacia los
objetivos de desarrollo del milenio se ha estancado.
* Aquí se reproduce el documento originalmente publicado en <https://steps-centre.
org>. La publicación en español se encuentra disponible en <https://steps-centre.org/wp-
content/uploads/manifesto-laspanish.pdf>, bajo licencia Creative Commons, atribución-
no-comercial-sin derivados. El texto original en inglés fue publicado en 2010 bajo el
nombre “Innovation, Sustainability and Development: A new Manifesto”, en <http://
steps-centre.org/anewmanifesto/wp-content/uploads/steps-manifesto_small-file.pdf>. La
presente reproducción respeta las licencias establecidas en la versión original y su traduc-
ción al español no se encuentra alcanzada por la licencia de revista Redes.
** El Centro  (Social, Technological and Environmental Pathways to Sustainability
–Vías Sociales, Tecnológicas y Ambientales hacia la Sustentabilidad–) es un nodo global
interdisciplinario de investigación y vinculación con políticas que unifica estudios de desa-
rrollo con estudios sociales de ciencia y tecnología. Con sede en el Institute of Development
Studies (Instituto de Estudios de Desarrollo) y  Science and Technology Policy Research
(Investigación de Políticas de Ciencia y Tecnología) de la Universidad de Sussex,  tiene
socios en África, Asia y América Latina, y está financiado por el Economic and Social
Research Council (Consejo de Investigación Económica y Social). El proyecto “Innovation,
Sustainability, Development: A New Manifesto” ha recibido contribuciones de todos los
miembros del Centro, pero en particular de Melissa Leach, Andy Stirling, Ian Scoones,
Adrian Ely (coordinador), Elisa Arond (asistente), Julia Day (encargada de comunicaciones)
y Harriet Le Bris (coordinadora administrativa). Agradecemos el consejo y apoyo de Geoff
Oldham y Martin Bell. Agradecemos a José Opazo, Mariano Fressoli y a Elisa Arond por su
ayuda en la traducción de este texto.  Centre, University of Sussex, Brighton. Correo
electrónico: <steps-centre@ids.ac.uk>. Sitio web: <http://www.steps-centre.org>.
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El gasto global anual en investigación y desarrollo supera un billón de
dólares estadounidenses. Las aplicaciones militares y relacionadas con la segu-
ridad son el área de mayor inversión. Y no obstante, en las partes más pobres
del mundo, miles de niños mueren de enfermedades transmitidas por el agua,
más de mil millones de personas sufren hambruna y más de mil mueren
durante el embarazo y el alumbramiento. Al mismo tiempo, las generaciones
futuras enfrentan enormes desafíos sociales, ambientales y económicos de
amenazas como el cambio climático. Pese a ello, frecuentemente la goberna-
bilidad, la economía y las políticas globales funcionan en desmedro de los
intereses de países y personas más pobres, lo cual acentúa las desigualdades.
Superar estos desafíos globales interrelacionados de reducción de la
pobreza, justicia social y sustentabilidad ambiental es el mayor imperativo
moral y político de nuestra era. La ciencia, la tecnología y la innovación de
muchos tipos cumplen roles esenciales en este esfuerzo. Pero junto con
muchos otros, el Centro  cree que este imperativo solo se puede cum-
plir cabalmente si hay un cambio radical en nuestra forma de pensar en y
llevar a cabo la innovación. Por innovación nos referimos a nuevas formas
de hacer las cosas. Esto incluye no solo ciencia y tecnología, sino también
(y de manera crucial) el conjunto relacionado de nuevas ideas, institucio-
nes, prácticas, comportamientos y relaciones sociales que dan forma a
patrones, fines, aplicaciones y resultados científicos y tecnológicos. Para
esto, resulta fundamental que nos movamos de la idea de que el progreso
está definido simplemente por la escala o el índice de cambio (acerca de
quién está “adelante” o “detrás” en una supuesta carrera unidireccional
hacia adelante). En su lugar, la atención se debe centrar en las muchas direc-
ciones alternativas que puede seguir el cambio científico, tecnológico e ins-
titucional asociado. En resumen, necesitamos una nueva política de
innovación. Esto no tiene que ver con estar “favor” o “en contra” de la cien-
cia o la tecnología, sino con plantearnos preguntas reales sobre elección y
opciones: “¿cuál ciencia?”, “¿cuál tecnología?” y, en especial, “¿la innovación
de quién?” y “¿qué clases de cambio?”. En otras palabras, necesitamos
fomentar formas (y direcciones) de innovación más diversas y mucho mejor
distribuidas en pro de una mayor justicia social.
En el centro de este cambio en la agenda de innovación global se encuen-
tra un mayor respeto por la diversidad cultural, la diversidad regional y la
responsabilidad democrática. Dicho cambio es posible. De hecho, en ini-
ciativas inspiradoras en muchos lugares del mundo, este cambio ya se está
dando. Pero estos esfuerzos a menudo se ven fragmentados, con poco apo-
yo, y muestran resistencia por relaciones de poder desiguales. Desafiar estas
fuerzas significa promover innovación que realmente funcione para perso-
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nas marginadas y entornos amenazados en la actualidad. Esto requiere la
apertura de nuevos espacios políticos, con la captación de movimientos
sociales, empresas más pequeñas y voces excluidas. El resultado será una
deliberación y argumento más vigorosos sobre los muchos posibles estilos
y direcciones a seguir por la investigación y la innovación. Significa tam-
bién cambiar radicalmente las formas en que se moldea la innovación, a
través de: crear una agenda, aportar fondos, creación de capacidad, convenios
organizacionales y monitoreo, evaluación y responsabilidad. Asumimos cada
uno de estos retos específicos en nuestras recomendaciones finales.
Este Nuevo Manifiesto traza una posición política, observada desde el
punto de vista particular de un centro de investigación preocupado por
estos desafíos. No obstante, nuestra finalidad no es hacer valer un solo pun-
to de vista.
Lo más importante es que esperamos poder ayudar a catalizar y provo-
car un debate más vibrante y explícitamente político respecto a patrones y
direcciones globales de la innovación. Con esta voluntad, proporcionamos
una serie de vínculos a ejemplos y análisis más detallados en el sitio web del
Nuevo Manifiesto: <http://www.anewmanifesto.org>.
Aunque no es nuestra intención lograr una síntesis representativa, la
producción de este Manifiesto ha tomado mucho de (y les debe mucho a)
numerosos colegas, colaboradores y críticos. Lo más valioso es que incluye
a los cientos de participantes en veinte mesas redondas en países desde
China hasta Venezuela, desde India hasta Zimbabue, desde Nigeria hasta
Sri Lanka. Como parte de nuestra iniciativa Nuevo Manifiesto de bases más
amplias, el Centro  se ha comprometido a dar su asistencia en proce-
sos más profundos de diálogo y discusión acerca de innovación, utilizando
su propio sitio web como plataforma para voces discordantes, incluidas
aquellas que critican nuestra propia postura. Desafortunadamente solo
podemos aceptar contribuciones en inglés.
Nuestra finalidad no es solo la de fomentar el debate, sino también de
catalizar acción. Esto tomará inevitablemente formas contrastantes en luga-
res diversos. Nuestra esperanza es que, de la mano con muchas otras inicia-
tivas paralelas en todo el mundo, este esfuerzo ayude a producir formas y
resultados de innovación más diversos y equitativos.
DE LA ESCALA A LA DIVERSIDAD
¿Por qué el Centro  produce un Nuevo Manifiesto ahora? Esta no es
la primera vez que nuestras instituciones con sede en la Universidad de
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Sussex han buscado contribuir al debate político sobre innovación para el
desarrollo.
En 1969, Naciones Unidas encargó un estudio que se dio a conocer
como el “Manifiesto de Sussex”, el cual fue publicado al año siguiente. Este
manifiesto argumentaba que la ciencia y la tecnología eran guiadas de
manera abrumadora por los intereses de la riqueza y no de la pobreza glo-
bal. Con el final de la década de 1960, que fue testigo de la llegada del hom-
bre a la Luna, la floreciente Revolución Verde y un programa global de
erradicación de la viruela, esta era una época de gran interés en el potencial
que tenían la ciencia y la tecnología de abordar los retos más severos en el
desarrollo de la humanidad.
Hace cuarenta años, el “Manifiesto de Sussex” se centraba en la escala y
la ubicación de la actividad científica y tecnológica. Este primer manifiesto
hacía honor a su época; distinguía entre las así llamadas naciones “en desa-
rrollo” y las “avanzadas” de una manera que hoy día es problemática.
Argumentaba que las agendas de investigación necesitaban centrarse en los
países “en desarrollo” del mundo y en sus necesidades, donde se pedía con
vehemencia a las naciones “avanzadas” que destinaran el 5% de sus propios
gastos en investigación y desarrollo a la solución de problemas en países “en
desarrollo”. El Manifiesto sugería metas desafiantes sobre el presupuesto
público para la investigación y desarrollo y para servicios científicos y tecno-
lógicos. Sostenía que los países “en desarrollo” debían incrementar la pro-
porción del producto interno bruto gastado en investigación y desarrollo del
0,2% al 0,5% en la década de 1970. Además, se pedía con vehemencia a los
países “avanzados” destinar el 5% de sus presupuestos totales para ayuda a
la creación de capacidad, incluyendo “[…] asistencia directa, financiera y
técnica para la creación de una ciencia autóctona en los países en desarrollo”.
Reconociendo que sería “una insensatez que no hubiese una reforma para
que las instituciones llevaran a cabo estas actividades”, el “Manifiesto de
Sussex” destacaba la importancia de una reforma organizacional.
Los impactos e implicaciones precisos del manifiesto original son diver-
sos y disputados. Sin embargo, a la par de otras varias iniciativas relaciona-
das durante este período, este manifiesto original ayudó a impulsar objetivos
y propuestas ampliamente progresistas para el desarrollo de capacidades
autóctonas en ciencia y tecnología. Desde entonces, ha habido logros sig-
nificativos. La proporción del gasto global en investigación y desarrollo en
países “en desarrollo” ha aumentado del 2% en 1970 a aproximadamente
el 5%. Sin embargo, mucho de este presupuesto se concentra en unas pocas
economías que se industrializan rápidamente, incluyendo a China, India y
Brasil. El gasto en inversión y desarrollo en países “en desarrollo” se ha ele-
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vado a aproximadamente el 1% del producto interno bruto agregado. No
obstante, fuera de los centros de innovación emergentes en economías en
rápida industrialización, los niveles de investigación y desarrollo como por-
centaje del producto interno bruto se mantienen más o menos en los regis-
tros de la década de 1970 en algunos países (en especial en África). Además,
y de manera crucial, estas cifras agregadas no dicen nada acerca de la direc-
ción que siguen las vías de la innovación, la distribución de actividades inno-
vadoras en los países o los resultados logrados para las personas más pobres
y marginadas en su diversidad de entornos y situaciones.
Cuarenta años más tarde, volvemos a ser testigos de esfuerzos interna-
cionales coordinados por resolver problemas globales mediante el uso de la
ciencia y la tecnología. Los adelantos modernos parecen ser más promiso-
rios que nunca antes, y la participación del sector privado y fundaciones
filantrópicas se ha sumado de manera importante a este potencial. Ahora
se presentan dos argumentos en favor de este énfasis persistente en la cien-
cia y la tecnología como solución central a los desafíos del desarrollo. En el
primero, las innovaciones científicas y tecnológicas se ven como rutas para
el crecimiento económico nacional en una economía global intensamente
competitiva. Esto ha llevado de manera indirecta a reducir la pobreza y a
crear capacidades para poder proteger el medio ambiente (en línea con un
modelo de desarrollo económico del “goteo” o “chorreo”). No obstante,
aunque los adelantos científicos y tecnológicos han contribuido indudable-
mente al crecimiento en áreas particulares, los beneficios (y a veces los ries-
gos) se han distribuido de manera muy poco uniforme.
El segundo argumento responde a este problema a través de un enfoque
más directo en los desafíos particulares de la pobreza y el medio ambiente.
La suposición aquí es que las soluciones científicas y tecnológicas dirigidas
(“silver bullets”) se pueden implementar y aplicar a escala. En particular,
nuevas inversiones filantrópicas y públicas-privadas han ampliado masiva-
mente el alcance para abordar desafíos que una vez fueron ignorados por-
que su solución se consideraba poco rentable. Estos enfoques han generado
aciertos (vacunas para enfermedades infantiles y tecnologías de cultivo diri-
gidas a superar los retos en el sector agrícola de “países de bajos ingresos”).
Sin embargo, estos éxitos no son una realidad en todas partes; estas inicia-
tivas a menudo fracasan frente a la diversidad y el dinamismo de las reali-
dades sociales y ecológicas locales.
De maneras diferentes, estos argumentos sobre innovación para el desa-
rrollo se centran casi exclusivamente en ciencia y tecnología. De igual for-
ma, hacen énfasis en la escala y el ritmo de la actividad innovadora y no en
su dirección, distribución o diversidad.
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UNA NUEVA AGENDA 3D
En otras áreas del debate sobre las políticas contemporáneas, la discusión
se desvía de la ciencia y la tecnología por sí solas hacia una apreciación más
profunda de la innovación.
Nos estamos moviendo desde las preocupaciones estrechas con la inves-
tigación y el desarrollo hacia un entendimiento más amplio de los sistemas
de innovación (que abarcan prácticas relacionadas con políticas, capacida-
des institucionales, procesos organizacionales y relaciones sociales). Hay un
reconocimiento de los roles cruciales de una serie más amplia de institucio-
nes e interacciones, incluyendo laboratorios, empresas, entes financiadores,
gobiernos, agencias internacionales y organizaciones de la sociedad civil.
Esto nos ayuda a apartarnos de un modelo simple de progreso técnico hacia
la aceptación de una gama más amplia de interacciones detrás de la inno-
vación de todos los tipos (pasando por escalas locales y globales).
Sin embargo, una serie más numerosa de preguntas suelen permanecer
sin respuesta en los debates en torno a políticas. La primera es acerca de las
direcciones técnicas, sociales y políticas que sigue el cambio: “¿para qué sirve
la innovación?”; “¿qué tipos de innovación y a lo largo de qué vías?” y
“¿hacia qué metas?” Tomar estas preguntas con seriedad requiere que exa-
minemos preguntas de distribución de una manera más aguda. Para cual-
quier problema dado: “¿para quién es la innovación?”; “¿de quién es la
innovación que cuenta?” y “¿quién gana y quién pierde?”. A su vez, esto da
origen a otras preguntas acerca de diversidad: “¿cuáles (y cuántos) tipos de
innovación necesitamos para abordar cualquier reto en particular?”. Este
énfasis en la dirección, la distribución y la diversidad se sitúa en el centro
de la nueva agenda 3 de innovación.
DIRECCIÓN
Hacer la pregunta “¿para qué sirve la innovación?” incluye (pero va más allá
de) aspectos de priorización en diferentes sectores, como el militar, la salud
o la energía. También requiere que pensemos en las direcciones particulares
del cambio que son posibles en cualquier sector dado. Por ejemplo, incluso
en el campo reducido de la producción de electricidad con baja emisión de
dióxido de carbono, existe un sinfín de trayectorias a seguir para la innova-
ción. Entre ellas se cuentan las que hacen hincapié de forma alternativa en:
energía renovable distribuida a pequeña escala; renovables centralizados a
gran escala en infraestructuras que se extienden en continentes; fusión
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nuclear, y combustibles fósiles con captura y almacenamiento de carbono.
No se puede explotar todo el potencial de ninguna de estas estrategias sin
disminuir el apoyo a otras. Esto implica inevitablemente elecciones y com-
pensaciones políticas. Algunas trayectorias (como las infraestructuras
nucleares altamente especializadas, con grandes capitales invertidos, centra-
lizadas, a gran escala y con largos plazos de entrega) pueden “desplazar”
alternativas. Donde las trayectorias son difíciles de revertir, las elecciones
requieren un escrutinio democrático aún más meticuloso.
Incluso donde las elecciones se asientan en torno a una trayectoria ópti-
ma asumida, esto puede resultar confuso. Las alternativas a menudo son
opacadas por intereses políticos y el ejercicio del poder. Por ejemplo, a
veces suponemos que la agricultura industrial de altos insumos presenta
la solución ideal a problemas de suministro de alimentos y hambruna. No
obstante, esta aparente condición óptima refleja perspectivas particulares,
impulsadas fuertemente por poderosos intereses comerciales e institucio-
nales. En realidad, las soluciones alternativas de bajos insumos son efecti-
vas y eficientes en muchos escenarios. De la misma forma, en el sector de la
salud, la actividad de innovación se centra en opciones (como la producción
de fármacos) que maximizan los beneficios privados a través de derechos de
propiedad intelectual. Esto se ve reforzado por los intereses y las prácticas
de poderosas compañías y legisladores, que marginan la atención a medi-
das de salud pública “libres”. Es así como las políticas aparecen en todos los
niveles de toma de decisiones con respecto a la dirección de la innovación.
La dirección importa porque da forma a la distribución de beneficios,
costos y riesgos a partir de la innovación. En muchos países de bajos ingre-
sos, la agricultura industrial puede funcionar bien para aquellas personas
que pueden pagar por los insumos, pero a menudo margina a pequeños
agricultores en contextos de más alto riesgo y con mayor escasez de recur-
sos. Las trayectorias para la innovación basadas en la propiedad intelectual
en el terreno de la salud propician notoriamente que solo el 10% del pre-
supuesto mundial para la investigación en salud se destine a curar enferme-
dades que afectan al 90% de la población mundial. Por lo tanto, los aspectos
de la dirección van más allá de meramente cuestionar la implementación
de tecnología o críticas convencionales del fracaso en la distribución de los
beneficios de la innovación. Grupos y lugares marginales pierden también
debido a las consecuencias negativas de aferrarse a las trayectorias dominan-
tes y porque las trayectorias alternativas que satisfacen sus necesidades se
ven opacadas, excluidas y apartadas (“desplazadas”). Estas son las razones
por las que se cuestionan activamente las direcciones de las trayectorias
dominantes y por las que se reconocen y se da apoyo a alternativas.
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DISTRIBUCIÓN
Como las personas y los lugares marginales son excluidos tan a menudo, la
apreciación de trayectorias de innovación alternativas necesita enfocarse
específicamente en la distribución de beneficios y contemplar cuestiones de
diferencia social, equidad y justicia. Los acuerdos sociales para la evaluación
de trayectorias de innovación necesitan ser inclusivas y deliberativas y lle-
varse a cabo continuamente desde el comienzo de todo proceso de innova-
ción. Solo de esta forma podemos garantizar una distribución amplia y
equitativa de beneficios e impactos, prestando atención seria a la naturaleza
altamente diferenciada de necesidades y experiencias en el mundo real (por
lugar y circunstancia, género y generación, identidad y etnicidad). De par-
ticular importancia aquí son los muchos casos en los que mujeres y hom-
bres marginales crean innovaciones propias, mejorando con ello sus vidas
en situaciones político-económicas difíciles y haciendo uso de conocimien-
tos y tecnologías autóctonos, enraizados en culturas, historias y prácticas
locales. Algunos ejemplos incluyen innovaciones de agricultores en la pro-
ducción de cultivos y ganado, de habitantes de barrios pobres para asegurar
el suministro de agua y de practicantes de la medicina para combinar enfo-
ques locales y biomédicos en nuevas formas creativas. Dichas innovaciones
locales no ofrecen soluciones simples, pero su reconocimiento y apoyo pue-
de contribuir de modo importante a la redistribución del poder y los recur-
sos necesarios para lograr una mayor justicia social. De la misma manera,
el crecimiento de la demanda entre grupos de ingresos relativamente bajos
cerca de la “base de la pirámide” en todo el mundo presenta una enorme
oportunidad (y aún poco reconocida) para procesos de innovación vincu-
lados a pequeñas empresas con el propósito de fomentar un crecimiento
económico equitativamente distribuido.
Otros enfoques que vinculan activamente la ciencia con los intereses de
comunidades excluidas pueden ayudar a reorientar los resultados de distri-
bución de la innovación hacia las necesidades de los grupos más pobres. Por
ejemplo, enfoques participativos para el cultivo de plantas comienzan con
las inquietudes de los grupos tradicionalmente más marginados, como las
mujeres y los agricultores de escasos recursos, involucrándolos en el diseño
y la implementación de la selección y prueba de diferentes variedades de
plantas. Estos enfoques incluyen a los usuarios de manera centralizada en
el proceso científico y permiten la adaptación y conformación sensible al
contexto de tecnologías (prestando atención a sus dimensiones sociales y
técnicas). Un ejemplo simple aquí es el uso de mosquiteros en Kenia
Occidental, que aumentó considerablemente cuando se les cambió el color
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que se utiliza para las mortajas. Las iniciativas ciudadanas y los movimien-
tos sociales desempeñan papeles clave en la “apertura” de trayectorias de
innovación ocultas. Estas pueden ayudar, tanto para generar formas de inno-
vación con raíces locales como para garantizar que los beneficios de todas
las formas de innovación se compartan más ampliamente. Abundan ejem-
plos de los roles decisivos que desempeñan los movimientos sociales, desde
los orígenes de industrias globales como la energía eólica hasta sus papeles
decisivos en el saneamiento urbano, mejoras de barrios marginales pobres,
suministro de energía en zonas marginadas y garantizar el acceso a medica-
mentos y atención médica accesibles.
Aunque estas iniciativas distribuidas en forma ascendente no presentan
panaceas, se requiere prestar una atención mucho más seria a estos tipos de
innovación (incluyendo en los más altos niveles de la política) a fin de hacer
frente a los retos de la justicia social y la distribución equitativa.
DIVERSIDAD
Tomar con seriedad la dirección y la distribución significa reconocer la
importancia de (y buscar de forma deliberada) una diversidad de trayecto-
rias de innovación. Solo de esta manera podemos resistir los procesos de
concentración y “lock-in” que, como hemos dicho antes, limitan las direc-
ciones posibles para las trayectorias de innovación y dejan a un lado las vías
favorecidas por grupos más marginales. De la misma manera, la atención a
la diversidad fomenta la sensibilidad a diversos contextos ecológicos, eco-
nómicos y entornos culturales diversos. Diseñar políticas que mejoren deli-
beradamente la diversidad proporciona un medio clave para fomentar la
resiliencia (protegiéndonos de nuestra incertidumbre e ignorancia del futu-
ro). Por ejemplo, en los enfoques hacia el desarrollo de cultivos en África,
mejorar activamente la biodiversidad agrícola con múltiples tipos y varie-
dades responde a diferentes contextos agronómicos y sociales, además de
compensar las incertidumbres vinculadas a mercados globales y al cambio
climático.
En muchos sectores, la protección de la experimentación creativa en
diversos nichos (que implican diferentes combinaciones de usuarios, empre-
sas y aplicaciones) permite el surgimiento de nuevos mercados y rutas de
innovación. Por ejemplo, muchas características de la “vivienda sustenta-
ble” han surgido de estos tipos de nichos diversos, apoyados y protegidos
inicialmente al margen de la industria dominante. Vínculos progresivos
entre nichos experimentales y la industria de la vivienda continúan fomen-
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tando el aprendizaje y la innovación, demostrando con ello la forma en que
la diversidad puede generar más diversidad.
Fomentar la diversidad significa también prestar atención a las dimen-
siones social y organizacional (y también técnica) de la innovación. Por
ejemplo, en enfoques comunitarios de “saneamiento total”, el enfoque ya
no está en el reto técnico de la construcción de letrinas. En su lugar, un
proceso participativo innovador conlleva a diversas soluciones locales que
combinan acuerdos sociales e innovaciones tecnológicas. Asimismo, dispo-
siciones sociales innovadoras pueden conectar innovaciones tecnológicas de
maneras novedosas. Por ejemplo, la Honey Bee Network (Red de Abejas
de Miel) en la India vincula un movimiento amplio de emprendedores de
comunidades rurales (inventores de una amplia gama de tecnologías, des-
de equipo para trepar a palmeras hasta lavadoras potenciadas por bicicletas)
a una institucionalidad de intercambio de información abierta o pública.
Esto permite a las personas de toda la India (y en realidad de todo el mun-
do) a tener acceso a, y lograr desarrollo con base en el desarrollo de pro-
ductos y el apoyo al marketing.
Sin embargo, un argumento a favor de la diversidad no significa que
todo se vale”. En sociedades plurales siempre habrá intereses, perspectivas,
prioridades (y opciones) irreconciliables. Como hemos dicho, nuestro fin
muy específico es el de promover las direcciones particulares de innovación
que satisfagan de manera más efectiva las necesidades de las mujeres y los
hombres más pobres. Esto requiere un enfoque mucho más deliberado en
la política de la diversidad tecnológica. Alimentado por una evaluación
social inclusiva, el debate político debe examinar de manera crítica la forma
en que diferentes trayectorias de innovación encajan o no entre sí. Por ejem-
plo, en el sector de la energía necesitamos observar con detenimiento qué
opciones de bajo consumo de carbono son compatibles y dónde están los
límites y las compensaciones. Una diversidad de sistemas de pequeña escala
de recursos renovables y turbinas de gas integrados en redes de distribución
de electricidad a nivel local pueden funcionar bien juntos para reducir las
emisiones de carbono. Esto se puede lograr también empleando un con-
junto de tecnologías nucleares, de captura y almacenamiento de carbono,
hidroeléctricas y renovables centralizadas a gran escala. Pero estos dos tipos
diferentes de tecnologías no encajan entre sí tan fácilmente. La pregunta es:
¿cuál diversidad? Al igual que los ejemplos anteriores de elecciones entre
rutas de innovación individuales, la sociedad también enfrenta elecciones
importantes entre variedades alternativas de trayectorias de innovación.
De este modo, la política de la diversidad tecnológica nos trae de vuelta
a cuestiones de dirección y distribución: enfocarnos en qué portafolios
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diversos (y qué opciones en particular dentro de estos) presentan los mejo-
res caminos para abordar imperativos e incertidumbres de reducción de la
pobreza, la justicia social y la sustentabilidad ambiental.
UNA VISIÓN DE LA INNOVACIÓN
Surgiendo de la agenda 3, ¿cuál es nuestra visión de la ciencia, la tecnolo-
gía y la innovación para el desarrollo en el futuro?
Nuestra visión es la de un mundo donde la ciencia y la tecnología actúan
en forma más directa en pro de la justicia social, el alivio de la pobreza y el
medio ambiente. Esto requiere innovación que sea transformadora (que dé
una nueva forma a las relaciones sociales y de poder para hacer posible inno-
vación en nuevas direcciones). Significa desafiar la dominación de trayec-
torias impulsadas simplemente por beneficios privados y fines militares.
Significa innovación para la sustentabilidad, prestando atención a la inte-
gridad ecológica y valores ambientales y sociales diversos. Significa que los
beneficios de la innovación se compartan de manera amplia y equitativa, y
que no sean capturados por intereses minoritarios y poderosos. Significa
alentar formas abiertas y plurales de rutas de innovación (sociales y técni-
cas; de alta y baja tecnología; aquellas que no se han descubierto aún, ade-
más de aquellas que son reconocidas más comúnmente). Significa organizar
la innovación de forma entrelazada, en redes distribuidas e inclusivas,
implicando a personas y grupos diversos, entre otros los que se encuentran
en condiciones de pobreza y marginados. Y significa también ir más allá de
las élites técnicas en grandes organizaciones internacionales, estatales y
comerciales para dar apoyo e impulso a la energía, creatividad e ingenio de
usuarios, trabajadores, consumidores, ciudadanos, activistas, agricultores y
pequeñas empresas. Como resultado, este es un mundo donde todas las
direcciones viables de la innovación científica, tecnológica y social más
amplia se analizan como asuntos de legítimo argumento político, al igual
que en otras áreas de la política pública. Ya no resulta creíble que políticos
y líderes de negocios señalen sus direcciones favorecidas de innovación
como algo “basado únicamente en la ciencia”, “en pro de la innovación”,
en pro del desarrollo” o “en pro de la tecnología” (como si no hubiese alter-
nativas igualmente válidas). Es un mundo donde el escepticismo acerca de
alguna trayectoria de innovación en particular ya no puede ser indiscrimi-
nadamente excluido como “antiinnovación” más de lo que la oposición a
una política específica cualquiera se considera en términos generales una
antipolítica”. De esta forma (ya sea local, nacional o internacionalmente),
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la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo se modelan, dise-
ñan y regulan a través de procesos inclusivos, democráticos y responsables.
Es un mundo donde florece e interactúa una diversidad deliberada de tra-
yectorias de innovación.
Hay muchas personas en el mundo que comparten (y aspiran a lograr)
este tipo de visión. La pregunta crucial es: ¿cómo se puede hacer realidad
un mundo así?
ÁREAS DE ACCIÓN
La visión que nos mueve es ambiciosa y de ámbito general. Su significado
en contextos, lugares y personas en particular, desde luego, variará enorme-
mente (como también variarán los medios para lograrla). No obstante, las
siguientes recomendaciones de bases amplias tienen la intención de catali-
zar y provocar acciones concretas específicas en diferentes lugares.
Nuestras recomendaciones se organizan en torno a diferentes áreas de
acción que hemos identificado al principio de este Manifiesto: conformar
una agenda; provisión de financiamiento; creación de capacidades; organi-
zación; monitoreo, evaluación y responsabilidad o transparencia. Cada con-
junto de acciones contempla dimensiones contrastantes de los sistemas de
innovación. Por lo tanto, van dirigidas hacia diferentes personas y organi-
zaciones que tienen responsabilidad en cada una de estas áreas.
CONFORMAR UNA AGENDA
La conformación de agendas para políticas e inversión en ciencia, tecnolo-
gía e innovación necesita ser informada por una consideración explícita-
mente política de dirección, distribución y diversidad de la innovación. Por
consiguiente, necesitan rediseñarse las arquitecturas institucionales para
establecer prioridades de innovación en los niveles nacional e internacional
para hacer posibles intereses diversos y nuevas voces, incluyendo los de per-
sonas marginales que viven en mayor pobreza, quienes serán involucrados
en un debate inclusivo. En algunos países y escenarios, esto implicará tra-
bajar a partir de arreglos institucionales existentes; en otros requerirá esta-
blecer nuevos foros.
Dentro de los países recomendamos que los gobiernos establezcan y
apoyen “Foros de Innovación Estratégica”. Como quiera que se denomi-
nen, estos organismos establecidos por instrumentos legales y normativos
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deben ser los responsables mandatarios de revisar las asignaciones de fon-
dos, debatir decisiones de inversiones importantes, deliberar acerca de áreas
controversiales de opciones de ciencia y tecnología, y auditar la distribución
de riesgos y beneficios de rutas de innovación potenciales. Estos foros tam-
bién deben ser inclusivos: constituidos por (y reuniendo a) diversos toma-
dores de decisión y actores con intereses en el futuro de la ciencia y la
tecnología, incluidos grupos de ciudadanos y movimientos sociales que
representen los intereses más marginados. Estos foros contemplarían acti-
vidades de innovación del sector público y privado, con poderes legales para
solicitar evidencia. Reportarían a parlamentos (y, a través de estos, a la
sociedad civil más amplia) de forma anual y periódica.
En el nivel internacional, recomendamos el establecimiento de una
“Comisión Global de Innovación”. Rompiendo el modelo convencional de
comisión, este sería un organismo de deliberación ampliamente constitui-
do, ampliamente interconectado (entre otras áreas) en la sociedad civil glo-
bal y haciéndose responsable con las comunidades menos empoderadas a
nivel mundial. Operaría bajo el amparo de Naciones Unidas, pero con un
rol formal en organismos de comercio como la Organización Mundial de
Comercio. La Comisión facilitaría un debate político abierto y transparente
acerca de inversiones importantes con implicaciones globales o transfron-
terizas, transferencias de tecnología entre el norte y el sur y ayuda interna-
cional pública y filantrópica destinada a la ciencia, la tecnología y la
innovación. Además de reportes anuales, cada año se llevaría a cabo una
serie de encuestas enfocadas acerca de temas específicos, incluyendo la res-
puesta a foros nacionales de innovación estratégica o representaciones con-
certadas por redes de la sociedad civil global.
PROVISIÓN DE FINANCIAMIENTO
La provisión de financiamiento para la ciencia, tecnología e innovación (ya
sea de fuentes públicas, privadas o filantrópicas) necesita destinarse con una
determinación mucho mayor a superar los retos de aliviar la pobreza, la jus-
ticia social y la sustentabilidad ambiental. Esto requiere que se contemplen
las necesidades y demandas de mujeres y hombres más pobres y marginados
como usuarios potenciales de tecnologías, además de los resultados de la
innovación, en las decisiones de distribución de los fondos.
Por lo tanto, recomendamos que todas las agencias que financian la
ciencia y tecnología (de manera individual o colectiva) revisen con regula-
ridad sus carteras para cerciorarse de que una proporción significativa y cre-
126 CENTRO STEPS, UNIVERSIDAD DE SUSSEX
ciente de sus inversiones se destine directamente a vencer estos desafíos.
Estas agencias deben mejorar también de manera progresiva el equilibrio
en las inversiones en servicios básicos de ciencia, tecnología, ingeniería y
diseño. Deben demostrar un giro hacia un mayor apoyo para las dimensio-
nes social, cultural y económica de los sistemas de innovación. Se deben
producir cuentas transparentes vinculadas a estos criterios y ponerse a dis-
posición del escrutinio público, incluido el de foros relevantes de innova-
ción estratégica.
Con el fin de alentar la diversidad en las trayectorias de innovación,
recomendamos distribuciones de fondos específicos para dar apoyo a la
experimentación en nichos, y a la interconexión y el aprendizaje en ellos,
implicando al sector privado, grupos de la comunidad y empresarios indi-
viduales. Para poder democratizar el proceso de innovación, recomendamos
que se establezcan directamente procedimientos para involucrar a los usua-
rios finales de ciencia y tecnología (incluyendo a personas más pobres y
marginadas) en la distribución de los fondos. Y recomendamos también
que se mejoren los incentivos para que el sector privado invierta en formas
de innovación destinadas a aliviar la pobreza, mejorar la sustentabilidad
ambiental y la justicia social (como convenios de compras anticipadas, pre-
mios de tecnología o reducciones de impuestos). Los logros de este tipo
deben ser reconocidos de manera más deliberada y ser publicados amplia-
mente: a nivel nacional, regional y global.
CREACIÓN DE CAPACIDADES
La creación de capacidades para la ciencia, la tecnología y la innovación
debe ir más allá de un enfoque en la ciencia de élite y los así llamados “cen-
tros de excelencia” para dar apoyo a la ciencia que trabaje más directamente
para satisfacer diversas necesidades sociales y ambientales. Como comple-
mento vital para capacitar a científicos y expertos en tecnología, esto signi-
fica extender el alcance de la creación de capacidad a otros actores en el
sistema de innovación, incluidos empresarios locales, grupos de ciudada-
nos, pequeñas empresas y otros. Un reto clave para mejorar los procesos de
innovación consiste en crear vínculos entre grupos y facilitar la inclusión
de personas que de otro modo quedarían excluidas.
Por lo tanto, instamos una extensión del apoyo a la creación de capaci-
dades hacia el “enlace de profesionales” que puedan vincular conocimientos
técnicos con contextos sociales, ecológicos y económicos particulares.
Además, recomendamos inversiones en la creación de capacidades centra-
127
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 113-129
das en mejorar la posibilidad de ciudadanos y usuarios de participar acti-
vamente en procesos de innovación, no solo como receptores pasivos, sino
también como usuarios, creadores e inventores activos. Asimismo, reco-
mendamos dar apoyo a redes de la sociedad civil y movimientos sociales
para facilitar el intercambio de tecnologías, prácticas y experiencias y apren-
dizajes más amplios. El apoyo a la creación de capacidades debe permitir
además a estos grupos participar en debates políticos nacionales e interna-
cionales acerca de ciencia, tecnología e innovación (por ejemplo, a través
de membresías en foros de innovación estratégica y la Comisión Global de
Innovación).
A su vez, esto implicará inversiones en nuevas prioridades de capacita-
ción, incluyendo reformas clave a la educación terciaria, ulterior y superior
en las áreas de ciencia, tecnología y desarrollo. Estos requerirán nuevas ins-
tituciones (o antiguas renovadas) que vinculen activamente la ciencia y la
tecnología a necesidades y demandas localizadas, además de nuevas plata-
formas de aprendizaje, virtual y presencial. También incluirán una mayor
provisión de participación de las comunidades locales en la educación ter-
ciaria, ulterior y superior, así como también espacios abiertos para el apoyo
a la innovación de una clase que haga posibles formas de innovación más
inclusivas, entrelazadas y distribuidas.
ORGANIZACIÓN
La organización para la innovación requiere identificar y dar apoyo a con-
venios sociales e institucionales que hagan posibles tecnologías que trabajen
en contextos particulares, y para satisfacer las necesidades de mujeres y
hombres más pobres y marginales. Recomendamos que las empresas, las
organizaciones públicas y filantrópicas que desarrollen innovaciones tecno-
lógicas específicas inviertan en planes concretos para garantizar que se con-
templen los aspectos sociales culturales e institucionales de la aplicación.
Además, se necesita compartir las experiencias locales con estos aspectos
organizacionales de la innovación y aprender de ellas de una forma más
amplia. Esto requiere un enfoque abierto, distribuido y entrelazado, con
inversión activa en vínculos entre grupos públicos, privados y de la socie-
dad civil.
Por lo tanto, recomendamos que las inversiones futuras (de los sectores
público y privado) destaquen en especial funciones de enlace, conectando
organizaciones originalmente separadas y vinculando la actividad de inves-
tigación y desarrollo en condiciones favorables y desfavorables. Aunque en
128 CENTRO STEPS, UNIVERSIDAD DE SUSSEX
muchos casos no se requerirán nuevas organizaciones, es posible que se
necesite una inversión estratégica en organismos facilitadores y coordina-
dores. Estos organismos deben ser complementados por el apoyo a organi-
zaciones, redes y movimientos locales, y la posibilidad de compartir la
innovación de manera informal lateral. En general, la inversión debe exten-
der su enfoque de la ciencia básica para enfatizar otros aspectos del sistema
de innovación, incluyendo servicios de ingeniería, diseño y servicios cien-
tíficos, además de emprendimiento social. También recomendamos que se
incremente el apoyo a plataformas de innovación abiertas, imponiendo
límites en sistemas basados en propiedad, los que son definidos de manera
estrecha y que por lo tanto obstaculizan la competencia y restringen la acti-
vidad innovadora.
Proponemos que a un nivel nacional, y encabezado por foros de inno-
vación estratégica, se desarrolle un marco amplio para políticas de ciencia
e innovación que sitúe el alivio a la pobreza, la justicia social y la sustenta-
bilidad ambiental como metas centrales. Las bases legales, normas regula-
torias y las prioridades de inversión que surjan de dicha política deberán
reflejar de manera explícita dichas prioridades, y deberán ser supervisadas,
revisadas y auditadas de manera transparente y responsable.
MONITOREO, EVALUACIÓN Y RESPONSABILIDAD
Una mayor responsabilidad y una plena transparencia se deben situar en el
centro de sistemas de innovación democratizados (en el sector público y
privado, y en los niveles local, nacional e internacional). Esto requiere la
participación activa de los ciudadanos en el establecimiento de prioridades,
el monitoreo y la evaluación de las actividades de innovación.
Recomendamos que en todos los países se definan pruebas de referencia
de los criterios, relativas a las prioridades de aliviar la pobreza, lograr la jus-
ticia social y la sustentabilidad ambiental, de modo que se vuelvan la base
de indicadores para el monitoreo de los sistemas de innovación. En el nivel
internacional, con la supervisión de la Comisión Global de Innovación, se
deben establecer criterios similares para realizar monitoreo y reportes anua-
les. Además, recomendamos mejorar los sistemas y las metodologías de
recopilación de datos, cambiando el enfoque de indicadores como las publi-
caciones, las patentes y los niveles agregados de gastos, a evaluaciones de los
resultados de desarrollo más amplios de los esfuerzos de innovación. A
todas las organizaciones (trátese de dependencias gubernamentales, funda-
ciones filantrópicas, organizaciones no gubernamentales y empresas del sec-
129
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 113-129
tor privado registradas en un país en articular) que invierten en investigación
y desarrollo por arriba de cierta cantidad se les debería requerir reportar sus
gastos en relación con estos criterios. Estos datos deberían estar disponibles
sin costo y estar abiertos al escrutinio público.
Por último, proponemos que los foros de innovación estratégica (u orga-
nismos similares) deban tener una obligación legal de reportar públicamen-
te y con regularidad a los parlamentos nacionales y a la Comisión Global
de Innovación la dirección, distribución y diversidad de la innovación, pre-
sentando datos completos de todas las organizaciones de investigación y
desarrollo.
Ninguna serie prescriptiva de acciones puede ser suficiente ni universal-
mente apropiada para satisfacer de manera plena la visión que persigue este
Manifiesto. Su éxito necesariamente implicará contribuciones diversas de
diferentes personas y lugares. Requerirá cambios en las relaciones de poder,
la cultura y los valores, así como también instituciones, procedimientos y
prácticas, entre muchas personas y grupos de todo el mundo. El valor
potencial de acciones como las que identificamos aquí es su capacidad de
ayudar a catalizar y hacer posibles estas nuevas políticas: aprovechando la
energía, creatividad y compromiso de grupos marginados, pequeñas empre-
sas y la sociedad civil (además de sistemas de innovación organizados exis-
tentes). Solo de estas formas se podrá cumplir cabalmente la promesa de
generar direcciones más diversas y equitativamente distribuidas para la
innovación.
PALABRAS FINALES
Lo que se necesita es nada menos que una nueva y vigorosa política global
crítica de innovación. Como muchas otras áreas del quehacer público, las
direcciones que sigue la innovación son un asunto de legítimo involucra-
miento y desafío democrático. Esto requiere redistribuciones fundamenta-
les de atención, recursos y poder. El resultado será el florecimiento de una
diversidad de trayectorias más vibrantes y creativas (científicas, tecnológi-
cas, organizacionales y sociales). Solo de esta forma el ingenio humano
podrá verdaderamente alzarse triunfante ante los imperativos de alivio de
la pobreza, la justicia social y la sustentabilidad ambiental.
131
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 131-132
EL MANIFIESTO DE LA CIENCIA LENTA*
The Slow Science Academy
Somos científicos. No escribimos blogs. No escribimos en Twitter. Nos
tomamos nuestro tiempo.
No nos malinterpreten –decimos que a la ciencia acelerada de comien-
zos del siglo –. Decimos que al flujo constante de publicaciones en
revistas con referato y a su impacto, decimos que sí a los blogs científicos y
a las necesidades de los medios de comunicación y las relaciones públicas,
decimos que sí a la creciente especialización y diversificación en todas las dis-
ciplinas. También decimos que sí a la repercusión de la investigación en el
cuidado de la salud y la prosperidad futura. Todos nosotros también esta-
mos en ese juego.
Sin embargo, sostenemos que esto no puede ser todo. La ciencia nece-
sita tiempo para pensar. La ciencia necesita tiempo para leer, y tiempo para
equivocarse. La ciencia no siempre sabe qué es lo que puede ser en este
momento. La ciencia se desarrolla con paso vacilante, con movimientos
erráticos y saltos hacia adelante impredecibles –no obstante, y al mismo
tiempo, se desplaza a gatas en una escala de tiempo muy lenta, para la cual
debe haber espacio y a la cual debe hacerse justicia.
Durante siglos, la ciencia lenta fue prácticamente la única ciencia plau-
sible; hoy, planteamos, merece revivir y necesita protección. La sociedad
debe darles a los científicos el tiempo que necesitan, pero, lo que es más
importante, los científicos deben tomarse su tiempo.
Necesitamos tiempo para pensar. Necesitamos tiempo para asimilar.
Necesitamos tiempo para encontrar las dificultades para entendernos entre
* Título original: “Slow Science Manifesto” (2010). Disponible en <http://slow-science.
org/>. Traducción al español de Alberto Lalouf. Fuente: <http://slow-science.org/>. Texto
original en inglés no alcanzado por la licencia de la revista Redes.
132 THE SLOW SCIENCE ACADEMY
nosotros, especialmente cuando fomentamos el diálogo perdido entre las
humanidades y las ciencias sociales. No podemos decirles continuamente
qué significa nuestra ciencia, para qué es buena, simplemente porque toda-
vía no lo sabemos. La ciencia necesita tiempo.
Sean pacientes con nosotros, mientras pensamos.
LA SLOW SCIENCE ACADEMY
A partir de las ideas que se expresan en el manifiesto precedente, creemos
que ese tiempo para pensar y para perseguir el diálogo y la disputa cara a
cara debería ponerse a disposición de la actual generación de científicos
activos de alto nivel. Sostenemos que la ciencia, así como la sociedad en su
conjunto que está financiando nuestra tarea, obtendrá un gran beneficio en
el (muy) largo plazo si se estimula y mantiene viva una cultura de pensar
no-en-tiempo real / desconectada-de-las-redes integradora y sustentable.
Las academias han sido el hogar exclusivo de la ciencia por largo tiempo
–mucho antes de que se introdujeran las revistas científicas y cambiaran las
reglas de juego–. Actualmente, las academias de investigación difícilmente
cumplan todavía algún papel. Allí donde aún existen, su membresía es un
objetivo de trayectoria y un incentivo para eminentes científicos experi-
mentados y otros personajes reconocidos, antes que un espacio de retiro
que acompañe la vida laboral.
La Slow Science Academy, fundada en Alemania en 2010, ofrecerá esa
torre de marfil, a menudo desacreditada, pero totalmente necesaria.
Reunirá grupos de investigadores de temas de ciencia básica junto a men-
tes selectas de áreas afines a la ciencia y ofrecerles espacio, tiempo y –en
definitiva– recursos para que lleven a cabo su labor principal: discutir, pre-
guntarse, pensar.
133
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 133-138
DECLARACIÓN DE SAN FRANCISCO SOBRE
LA EVALUACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN*
American Society for Cell Biology et al.
Existe una necesidad apremiante de mejorar la forma en que las agencias
de financiación, las instituciones académicas y otros grupos evalúan la
investigación científica. Para abordar este tema, un grupo de editores de
revistas académicas se reunió durante la reunión anual de la American
Society for Cell Biology () en San Francisco, California, el 16 de
diciembre de 2012. Este grupo desarrolló una serie de recomendaciones,
conocidas como la “Declaración de San Francisco sobre la Evaluación de la
Investigación”. Invitamos a los grupos interesados de todas las disciplinas
científicas a mostrar su apoyo añadiendo sus nombres a esta declaración.
Los productos de la investigación científica son muchos y variados, e inclu-
yen: artículos de investigación que informan sobre nuevos conocimientos,
datos, reactivos y software; propiedad intelectual y jóvenes científicos capa-
citados. Las agencias financiadoras, las instituciones que emplean cientí-
ficos y los propios científicos tienen el deseo y la necesidad de evaluar la
calidad y el impacto de los resultados científicos. Por lo tanto, es impe-
rativo que la producción científica se mida con precisión y se evalúe con
prudencia.
* Título original: American Society for Cell Biology et al. (2012), “San Francisco
Declaration On Research Assessment ()”. Disponible en <https://sfdora.org/read/>.
Aquí se reproduce el documento en español disponible en <https://sfdora.org/read/es/> y
publicado bajo licencia Creative Commons –atribución 4.0–. Traducción al español real-
izada por Beatriz Pardal-Peláez. Este documento también fue publicado en Revista oRl,
<http://dx.doi.org/10.14201/orl.17845>, y está disponible bajo los términos de licencia
Creative Commons –atribución 4.0–. Esta reproducción respeta las licencias establecidas
en la versión original y su traducción al español y no se encuentra alcanzada por la licencia
de revista Redes.
134 AMERICAN SOCIETY FOR CELL BIOLOGY
ET AL.
El factor de impacto se utiliza con frecuencia como parámetro principal
con el que comparar la producción científica de individuos e instituciones.
El factor de impacto, calculado por Thomson Reuters,
[1]
se creó original-
mente como una herramienta para ayudar a los bibliotecarios a identificar
revistas para comprar, no como una medida de la calidad científica de la
investigación en un artículo. Teniendo esto en cuenta, es fundamental com-
prender que el factor de impacto tiene una serie de deficiencias bien docu-
mentadas como herramienta para la evaluación de la investigación.
Estas limitaciones incluyen:
A. Las distribuciones de citas dentro de las revistas son muy sesgadas
(Adler, Ewing y Taylor, 2008; Nature, 2005; Seglen, 1997).
B. Las propiedades del factor de impacto son específicas de cada campo:
es un compuesto de múltiples tipos de artículos altamente diversos, inclu-
yendo trabajos de investigación primaria y revisiones (Adler, Ewing y
Taylor, 2008; Vanclay, 2012).
C. Los factores de impacto pueden ser manipulados (o evaluados) por
la política editorial (The o Medicine Editors, 2006).
D. Los datos utilizados para calcular el factor de impacto no son trans-
parentes ni están abiertamente disponibles para el público (Rossner, Van
Epps y Hill, 2007 y 2008; Vanclay, 2012).
A continuación, hacemos una serie de recomendaciones para mejorar la
forma en que se evalúa la calidad de la producción científica. Los produc-
tos que no sean artículos de investigación crecerán en importancia a la hora
de evaluar la eficacia de la investigación en el futuro, pero el documento de
investigación revisado por pares seguirá siendo primordial para la evalua-
ción. Por lo tanto, nuestras recomendaciones se centran en las prácticas
relacionadas con los artículos de investigación publicados en revistas revi-
sadas por pares, pero pueden y deben ampliarse reconociendo productos
adicionales, como los conjuntos de datos, ya que son productos de investi-
gación importantes. Estas recomendaciones están dirigidas a agencias finan-
ciadoras, instituciones académicas, revistas, organizaciones que
proporcionan métricas e investigadores individuales.
Estas recomendaciones cubren una serie de temas:
–La necesidad de eliminar el uso de métricas basadas en revistas, tales
como el factor de impacto, en consideraciones de financiamiento, nombra-
miento y promoción.
[1] El Journal Impact Factor actualmente es publicado por Clarivate Analytics.
135
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 133-138
–La necesidad de evaluar la investigación por sus propios méritos en
lugar de basarse en la revista en la que se publica la investigación.
–La necesidad de capitalizar las oportunidades que ofrece la publicación
en línea –como flexibilizar los límites innecesarios en el número de pala-
bras, figuras y referencias en los artículos, y explorar nuevos indicadores de
importancia e impacto.
Reconocemos que múltiples agencias financiadoras, instituciones, editores
e investigadores ya están fomentando mejores prácticas en la evaluación de
la investigación. Dichos pasos están comenzando a aumentar el impulso
hacia enfoques más sofisticados y significativos para la evaluación de la
investigación que ahora pueden ser desarrollados y adoptados por todas las
partes clave involucradas.
Los signatarios de la “Declaración de San Francisco sobre la Evaluación
de la Investigación” apoyan la adopción de las siguientes prácticas en la eva-
luación de la investigación.
RECOMENDACIÓN GENERAL
1. No utilice métricas basadas en revistas, como el factor de impacto, como
una medida sustituta de la calidad de los artículos de investigación indivi-
duales, para evaluar las contribuciones de un científico individual, o en las
decisiones de contratación, promoción o financiación.
PARA LAS AGENCIAS DE FINANCIACIÓN
2. Sea explícito sobre los criterios utilizados para evaluar la productividad
científica de los solicitantes de fondos de investigación, especialmente para
los investigadores que están iniciando su carrera investigadora, que el con-
tenido científico de un artículo es mucho más importante que las métricas
de publicación o la identidad de la revista en la que fue publicado.
3. Con el fin de evaluar la investigación, considere el valor y el impacto de
todos los resultados de la investigación –incluidos los conjuntos de datos y
el software– además de las publicaciones de investigación, y considere una
amplia gama de medidas de impacto que incluyan indicadores cualitativos,
como la influencia sobre la política y prácticas científicas.
136 AMERICAN SOCIETY FOR CELL BIOLOGY
ET AL.
PARA LAS INSTITUCIONES
4. Sea explícito sobre los criterios utilizados para realizar decisiones de con-
tratación, permanencia y promoción, destacando, especialmente para los
investigadores que están iniciando su carrera investigadora, que el conteni-
do científico de un trabajo es mucho más importante que las métricas de
publicación o la identidad de la revista en la que fue publicado.
5. Con el fin de evaluar la investigación, considere el valor y el impacto de
todos resultados de la investigación –incluidos los conjuntos de datos y el
software–, además de las publicaciones de investigación, y considere una
amplia gama de medidas de impacto, incluidos los indicadores cualitativos
del impacto de la investigación, como la influencia sobre la política y prác-
ticas científicas.
PARA LAS EDITORIALES
6. Reduzca profundamente el énfasis en el factor de impacto como herra-
mienta promocional, idealmente dejando de promover su uso o presentan-
do la métrica en el contexto de una variedad de métricas basadas en revistas
–por ejemplo, factor de impacto de cinco años, EigenFactor (véase <http://
www.eigenfactor.org/>), mago (véase <http://www.scimagojr.com/>),
h-index, tiempo editorial y de publicación, etc.– que proporcionan una
visión más amplia del rendimiento de la revista.
7. Ponga a disposición una variedad de métricas a nivel de artículo para alen-
tar un cambio hacia la evaluación basada en el contenido científico de un artí-
culo en lugar de las métricas de publicación de la revista en la que se publicó.
8. Fomente las prácticas de la autoría responsable y la provisión de infor-
mación sobre las contribuciones específicas de cada autor.
9. Independientemente de que una revista sea de acceso abierto o basada en
suscripciones, elimine todas las limitaciones de reutilización de las listas de
referencias en los artículos de investigación y haga que estén disponibles bajo
la dedicación de dominio público de Creative Commons (véase <http://
opencitations.wordpress.com/2013/01/03/open-letter-to-publishers>).
10. Elimine o reduzca las restricciones sobre el número de referencias en
137
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 133-138
los artículos de investigación y, cuando corresponda, ordene la citación de
la literatura primaria a favor de las revisiones para dar crédito al grupo o los
grupos que primero informaron de un hallazgo.
PARA LAS ORGANIZACIONES QUE PROPORCIONAN MÉTRICAS
11. Sea abierto y transparente al proporcionar datos y métodos utilizados
para calcular las métricas.
12. Proporcione los datos bajo una licencia que permita la reutilización sin
restricciones y proporcione acceso computacional a los datos, cuando sea
posible.
13. Especifique que no se tolerará la manipulación inapropiada de las
métricas; sea explícito sobre lo que constituye una manipulación inapro-
piada y qué medidas se tomarán para combatirla.
14. Tenga en cuenta la variación en los tipos de artículos –por ejemplo,
revisiones frente a artículos de investigación– y en las diferentes áreas temá-
ticas al utilizar, agregar o comparar métricas.
PARA LOS INVESTIGADORES
15. Cuando participe en comités que toman decisiones sobre financiación,
contratación, permanencia o promoción, realice evaluaciones basadas en el
contenido científico en lugar de en métricas de publicación.
16. Cuando sea apropiado, cite literatura primaria en que las observaciones son
referidas primero, en lugar de revisiones para dar crédito donde debe darse.
17. Utilice una gama de métricas e indicadores basadas en declaraciones
personales y de apoyo, como evidencia del impacto de artículos individua-
les publicados y otros resultados de investigación (véase <http://altmetrics.
org/tools/>).
18. Impugne las prácticas de evaluación que dependen indebidamente del
factor de impacto y promueva y enseñe prácticas que se centren en el valor
y la influencia de los resultados de investigación específicos.
138 AMERICAN SOCIETY FOR CELL BIOLOGY
ET AL.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Adler, R., J. Ewing y P. Taylor (2008), Citation statistics. A report from the
International Mathematical Union. Disponible en <https://www.mathu-
nion.org/fileadmin/IMU/Report/CitationStatistics.pdf>.
Nature (2005), “Editorial: Not so deep impact”, Nature, vol. 435, Nº 7.045,
pp. 1003-1004.
Rossner, M., H. Van Epps y E. Hill (2007), “Show me the data”, Journal of
Cell Biology, vol. 179, Nº 6, pp. 1091-1092.
—— (2008), “Irreproducible results: A response to Thomson Scientific”,
Journal of Cell Biology, vol. 180, Nº 2, pp. 254-255.
Seglen, P. O. (1997), “Why the impact factor of journals should not be used
for evaluating research”, bmj, vol. 314, Nº 7.079, pp. 498-502.
The o Medicine Editors (2006), “The impact factor game”, plos Medicine,
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Vanclay, J. K. (2012), “Impact Factor: Outdated artefact or stepping-stone to
journal certification”, Scientometrics, vol. 92, Nº 2, pp. 211-238.
139
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 139-147
ESTATUTO DE LA DESEXCELENCIA
(VERSIÓN 1.1)
L’Atelier des Chercheurs (lac) - Université Libre
de Bruxelles*
¿POR QUÉ “DESEXCELENCIA”?
En este comienzo del siglo , la “excelencia” anda por doquier; en la
industria, la alimentación, el deporte, en la televisión y hasta la intimidad
de nuestros hogares. Expresa la superación de sí mismo y de los demás, el
crecimiento continuo de los desempeños, el éxito en un mundo que llama-
mos “en profunda mutación”, donde solamente sobrevivirán los más
fuertes.
Recuperado en la década de 1980 por el pensamiento neoliberal y
gerencial, la “excelencia” tiene una dimensión encantadora que puede pres-
tarse a la sonrisa, en efecto, hay una gran distancia entre los eslóganes de
los nuevos gerentes y la realidad que se supone que describen o producen
estos eslóganes. Pero la sonrisa desaparece rápido en cuanto medimos los
efectos concretos de la gestión basada en la “excelencia”: competencia exa-
cerbada, desvalorización del conocimiento construido en la experiencia,
transformación continua de las prácticas profesionales, precarización, indi-
ferencia respecto de los contenidos, evaluaciones estandarizadas y repetidas,
tienen, como corolario, el riesgo de perder la autoestima, desmotivarse, dis-
minuir efectivamente la calidad del trabajo realizado.
* Anne-Emmanuelle Bourgaux, Emanuelle Bribosia, Brigitte D’Hainaut-Zveny, Jean-
Michel Decroly, Chloé Deligne, Olivier Gosselain, Jean-Jacques Heirwegh, Pierre Lannoy,
Guy Lebeer, Alexandre Livingstone Smith, Esteban Martinez, Jacques Moriau, Carla
Nagels, Julien Pieret, Valérie Piette, Camille Reyniers, Barbara Truffin, Mathieu Van
Criekingen, Karel Vanhaesebrouck, Eléonore Wolff. Correo electrónico: <lac@ulb.ac.be>.
Título original: “Charte de la désexellence”. Documento original en francés disponible:
<http://lac.ulb.ac.be/LAC/charte.html>. Traducción realizada por Alberto Lalouf. Texto
original en francés no alcanzado por la licencia de revista Redes.
140 L’ATELIER DES CHERCHEURS (LAC) - UNIVERSITÉ LIBRE DE BRUXELLES
Afectado más tarde que otros sectores, el mundo universitario adoptó
la ideología de la “excelencia” con la fe de los conversos. Inmediatamente
después de los acuerdos de Bolonia, que consagraron principalmente la
competencia entre las universidades europeas, pareció crucial para cada uni-
versidad mantener su sello característico; transformar a la institución en
una máquina de guerra capaz de absorber los mejores créditos, los mejores
docentes-investigadores, el mayor número de estudiantes y de reforzar su
posicionamiento en el escenario nacional e internacional. En un contexto
de penurias y de crisis, la preocupación por un retorno rápido de las inver-
siones contribuyó también a sistematizar la gestión por medio de indicado-
res en los dominios de la investigación y la enseñanza.
Pero después de más de una década de reformas ininterrumpidas, nos
enfrentamos a un deterioro y no a una mejora de nuestros universos de tra-
bajo. Por supuesto, hemos aumentado nuestras capacidades de comunica-
ción. Por supuesto, nos hemos puesto a producir esos “indicadores de
excelencia” que garantizan un buen posicionamiento en las evaluaciones y
en los escalafones. Pero esas aptitudes no dicen nada de la calidad de nues-
tro trabajo. Peor aún, ocultan el constante descenso de su calidad: adapta-
ción de los campos de estudio y los objetos de investigación, multiplicación
de resultados inválidos y fraudes, pérdida de perspectiva y espíritu crítico,
construcción de una relación comercial en el aprendizaje, sustitución de los
conocimientos y la reflexión por saberes instrumentales, etc. Detrás de la
escenografía de cartón pintado, esta política de la “excelencia” viene a dar
un resultado exactamente opuesto al que pretende promover.
Sobre esta constatación es que ha surgido la noción de “desexcelencia”.
Lejos de incitar a la pereza o la mediocridad, invita a preocuparse por la
calidad efectiva del trabajo, que se vincula tanto con la naturaleza de lo que
se logra como con la satisfacción que deriva de ello. Según esta perspectiva,
inspirada en el trabajo artesanal, la calidad se cultiva conciliando la acción
con el sentido, lo que representa un desafío a la gestión actual de las uni-
versidades. El llamado a la “desexcelencia” no es para lamentar una “edad
de oro” –que además, nunca existió– sino para oponerse en nuestras prác-
ticas a la desviación actual de las universidades.
¿POR QUÉ UN “ESTATUTO DE LA DESEXCELENCIA”?
Desde hace algunos años, se escuchan las críticas en el mundo académico;
en Francia y Bélgica, principalmente, surgieron movimientos independien-
tes que denuncian los abusos de las prácticas actuales en la investigación y
141
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 139-147
la enseñanza y que llamaron tanto a una desaceleración –la Slow Science
como a un regreso a los valores que favorecen el desarrollo de un trabajo de
calidad: colaboración, desinterés, honestidad, placer.
Se hicieron diversos llamamientos y peticiones en este sentido, que fue-
ron respaldados por miles de científicos en el mundo. En tanto comparti-
mos los fundamentos de dichas declaraciones, las hemos firmado y
contribuimos a su difusión.
Igualmente nos parece que no es suficiente con la sensibilización, la dis-
cusión y la firma de una petición. Más allá de la denuncia, es crucial esta-
blecer la medida de nuestra responsabilidad en la adopción y el desarrollo
de la ideología de la “excelencia”. En una ocasión u otra, todos somos sus-
ceptibles de servir como engranaje de la máquina gerencial. Aceptando cier-
tas reformas, al cumplir con ciertos mandatos –particularmente, aquellos
que conciernen a la competencia entre personas y a las políticas de evalua-
ción–, nos convertimos en actores de nuestra propia destrucción.
Un modo de superarlo es transformarnos y transformar nuestras prác-
ticas, se trata, en suma, de poner en práctica nuestros valores, antes que
reclamar –¿indefinidamente?– un cambio por parte de responsables políti-
cos y funcionarios académicos que hoy parecen más preocupados por la
imagen que por el efectivo funcionamiento de la universidad.
Fruto de una reflexión colectiva que debe continuar y expandirse, el
propósito del “Estatuto de la desexcelencia” es apuntar sobre todo a des-
contaminar nuestras prácticas, a rechazar la noción de la “excelencia” como
sustituto de un trabajo honesto y bien hecho. Apunta igualmente a cons-
truir una universidad de servicio público, democrática y accesible, una uni-
versidad diferente a la que se edifica frente a nosotros.
¿CÓMO EMPLEAR ESTE ESTATUTO?
Este estatuto no está hecho para firmarse y adoptarse en su versión actual,
no se trata de “sumarse” para la cuenta o adoptar un estandarte cualquiera,
sino de apropiarse de un modo crítico, de una serie de propuestas relativas
a la enseñanza, la investigación, la administración y el servicio a la
comunidad.
Estas propuestas pueden modularse en función de los perfiles individua-
les y las posibilidades de acción. Les guste o no a los nuevos gerentes, el
universo académico también comprende los múltiples intersticios en los
que se desarrollan las formas de resistencia. Pero ¡no estamos llamando tam-
poco al suicidio profesional! Esta es la razón por la que proponemos este
142 L’ATELIER DES CHERCHEURS (LAC) - UNIVERSITÉ LIBRE DE BRUXELLES
estatuto en primer lugar a los miembros del cuerpo académico, que poseen
un margen de maniobra más amplio.
Para asegurar la existencia de una comunidad universitaria basada en el
diálogo y la solidaridad entre sus estamentos, esperamos que este estatuto
sea apropiado por un gran número de personas y adquiera vida propia, a la
manera de un software de código abierto, transformable por todos.
ESTATUTO DE LA DESEXCELENCIA
Enseñanza
Para nosotros, la enseñanza es una misión esencial de las universidades. No
es un bien de consumo y no debe ser un activo rentable.
En consecuencia, me comprometo a:
Promover la lógica del conocimiento en la organización de la enseñan-
za y no de una orientada a “ganarse” a les estudiantes.
• Defender el libre acceso de les estudiantes a la universidad.
Oponerse a la gestión de los campos de la enseñanza sujeta a los fenó-
menos de moda y su popularidad reflejada en el número de inscriptes.
• Denunciar los discursos y las iniciativas que transformen a las univer-
sidades en instituciones puramente profesionalizantes, que prometan la
adquisición de competencias estrictamente operacionales.
• Rechazar el trato a les estudiantes como “clientes” o “consumidores”,
principalmente: poniendo en el centro de la enseñanza aquello que hace a
su fortaleza, el placer y la riqueza de la investigación para la construcción
de saberes –por ejemplo, a través de la multiplicación de los vínculos entre
las cátedras, los seminarios y los trabajos prácticos y por el desarrollo de
dispositivos pedagógicos que permitan la construcción conjunta del cono-
cimiento–; combatiendo la infantilización de les estudiantes en el proceso
de aprendizaje (debido, entre otras razones, a la estandarización de los con-
tenidos y las tareas), lo que contribuye en mayor medida a mantenerlos en
la posición de “estudiantes” que a formar adultos curiosos y críticos; evitan-
do recurrir a evaluaciones predefinidas y estandarizadas.
Mantener una exigencia intelectual con respecto a les estudiantes,
explicándoles sus obligaciones y responsabilidades en materia de trabajo
personal, exponiendo los objetivos y exigencias de la materia, discutien-
do con elles el sentido y las razones de la organización de los contenidos,
solicitando sus devoluciones sobre la enseñanza practicada… y tomándo-
las en cuenta.
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REDES
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Promover en el dictado de mi cátedra reflexiones que permitan la
adquisición y el desarrollo de herramientas a fin de asegurar a los estudian-
tes una mejor comprensión del mundo y un mejor control de su desarrollo.
• Rechazar el diseño de “esquemas-marco de aptitudesque no tengan
como objetivos principales la satisfacción personal e intelectual de les estu-
diantes y les docentes a través de la construcción de saberes (pensamiento),
del saber-hacer (métodos) y el saber-ser-estar (valores).
Promover reflexiones pedagógicas colectivas a nivel de sectores y
departamentos para remediar las deficiencias evidentes de la evaluación
estandarizada de nuestra práctica docente.
• Asegurar que la ayuda didáctica centralizada y su eventual tecnicidad
no implique un aumento de la estandarización y la uniformidad de la
enseñanza.
• Negarse a promover, participar u organizar capacitaciones o pasantías
discriminatorias desde el punto de vista financiero.
Negarse a incorporar o promover docentes-investigadores exclusiva-
mente sobre la base de su experiencia en investigación o su capacidad para
obtener financiamiento. En este aspecto, las aptitudes pedagógicas deben
ser la prioridad.
• Valorar la experiencia profesional como criterio para incorporar per-
sonal solo cuando pueda contribuir a las misiones de enseñanza e investi-
gación de la universidad.
• Exigir que en todo procedimiento de evaluación interna o externa de
nuestra enseñanza sean explícitos los criterios y los objetivos, y que dicha
evaluación permita la expresión de opiniones basadas en otros criterios.
Investigación
Para nosotros, la investigación produce conocimientos diversos y abiertos.
No es una actividad productivista y utilitarista. No tiene por objetivo la
fabricación de productos terminados.
En consecuencia, me comprometo a:
• Considerar la investigación y la docencia como inseparables, tanto en
la práctica como en sus principios. La investigación se enriquece con el
conocimiento que surge del sistema educativo y la docencia permite la
transmisión del conocimiento y las preguntas que resultan de la investiga-
ción de nuestros predecesores y contemporáneos.
Defender la libre elección de los temas de investigación, fuera de todo
criterio de rentabilidad.
144 L’ATELIER DES CHERCHEURS (LAC) - UNIVERSITÉ LIBRE DE BRUXELLES
Rechazar las lógicas actuales de evaluación y escalafonamiento que
ponen a competir tanto a les investigadores como a las instituciones de
investigación y que desvalorizan el trabajo colaborativo: negando todo cré-
dito a los rankings internacionales, cuyas finalidades y métodos deben ser
incansablemente denunciados; no participando y no sometiéndose a eva-
luaciones sino bajo la condición de que promuevan la autoevaluación de
los grupos de investigación (esto implica que los criterios de evaluación
hayan sido discutidos de forma colegiada y que se centren principalmente
en contenidos); rechazando la importación de planillas estandarizadas de
evaluación al campo de la investigación; rindiendo cuentas a la sociedad,
sin por ello depender de las demandas sociales o privadas; hay que defender
la perspectiva de una investigación a la escucha del mundo, pero suficien-
temente autónoma para no verse subordinada a sus agendas.
• Respetar las reglas en los procedimientos de incorporación o promo-
ción de los docentes-investigadores: sin mecanismos de incorporación que
desfavorezcan implícitamente a les candidates “locales”; sin hegemonía de
criterios cuantitativos en la evaluación del historial científico (ubicación en
el escalafón de egresados, número de publicaciones, factor de impacto, índi-
ce h, índice de citado…), concediendo prioridad al juicio sobre el conteni-
do de los antecedentes y trabajos; sin utilizar el antecedente de posdoctorado
en el extranjero como criterio de selección (principalmente porque discri-
mina a quienes disponen de menos recursos económicos y a las mujeres);
exigiendo formularios de candidatura o planillas de recomendación que
incorporen criterios cualitativos y la posibilidad de exponer argumentos sin
predeterminaciones (¡es esencial que las interfaces de internet no se blo-
queen cuando se dejan cajas de texto vacías y que siempre habiliten el agre-
gado de información!); exigiendo el mantenimiento de becas accesibles a
les candidates cuyos perfiles se aparten de los criterios cuantitativos y exi-
giendo que sus criterios de elegibilidad se mantengan a lo largo del proceso
de selección; sin conceder prioridad a la institución académica anfitriona
(unidad o centro de investigación, laboratorio…) en los criterios de selec-
ción de antecedentes individuales; sin desplazamientos que no sean solven-
tados por programas financieros que cubran el costo de una estadía en el
extranjero, incluyendo, cuando corresponda, para la familia.
• No someterme a la obsesión del productivismo en materia de publica-
ciones, dotarme del tiempo necesario y la capacidad de difundir los frutos
de mis investigaciones más allá del mundo académico, lo que implica: no
conceder crédito alguno al uso de indicadores bibliométricos en la gestión
de las carreras y la selección de proyectos de investigación; no averiguar
jamás el valor de mis propios indicadores (factor de impacto, índice h, índi-
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ce de citado…) o el de mis colegas (mejor aún, crear “Zonas libres del factor
de impacto”); llamar la atención de les jóvenes investigadores acerca de los
peligros de una ideología de la excelencia que otorga prioridad a la cantidad
y velocidad antes que al contenido; favorecer la publicación de textos de sín-
tesis (artículos, capítulos, libros) antes que a practicar el fraccionamiento
(una idea, un paper) o la repetición (que apunta sobre todo a engordar el
); negarme a firmar un artículo en cuya redacción no hubiera estado acti-
vamente implicade; favorecer el establecimiento de fechas límite que sean
suficientemente extensas como para permitir la escritura de calidad; favore-
cer la escritura en común de trabajos publicados bajo la firma de colectivos;
no circunscribirme al inglés como idioma en mis publicaciones; estar atento
para no firmar contratos de edición que permitan la apropiación mercantil
de mis trabajos; publicar en revistas de Acceso Abierto tan sistemáticamente
como sea posible; continuar publicando en revistas locales, regionales, nacio-
nales y en las editoriales universitarias vinculadas a la difusión pública de los
resultados de investigación; favorecer la discusión colectiva de mis investi-
gaciones, dentro y fuera de los medios académicos; continuar redactando
textos que pongan el fruto de mis investigaciones a disposición del público
lego (en revistas comunitarias, por ejemplo); negarme a que el trabajo de
publicación se convierta en un pretexto explícito o implícito para ignorar o
rechazar el involucramiento en otros sectores de la actividad universitaria.
• Combatir la transformación de las unidades o laboratorios de investi-
gación en células gerenciales: favoreciendo la administración colegiada y
democrática (en particular, a través de la renovación regular de sus directi-
vos); y si esto resultara imposible, creando otras estructuras que lo permitan;
exigiendo el reconocimiento de estructuras interdisciplinarias de investiga-
ción en el seno de la universidad; autorizando diferentes modalidades de
vinculación de las personas con las unidades de investigación, así como de
desvinculación; no restringiendo la asociación de nuestras investigaciones a
los límites impuestos por los agrupamientos o redes institucionales (“¡yo me
asocio con quien quiero!”); considerando, en toda circunstancia, a les doc-
torandes como socios de la investigación, lo que supone una desinfantiliza-
ción de los informes profesionales y el cese de los pedidos incesantes de
garantías de formación”; protegiendo la libertad académica de les docto-
randes en la realización de sus investigaciones; reivindicando que los gastos
de inscripción para la tesis se incluyan en el presupuesto de financiación de
esta; informando claramente a les aspirantes al doctorado o a un cargo ren-
tado en investigación sobre las perspectivas limitadas de futuro profesional
en el seno de la universidad; comprometiéndome, a pesar de la precariza-
ción de las condiciones de trabajo y la presión sobre los salarios, a respetar
146 L’ATELIER DES CHERCHEURS (LAC) - UNIVERSITÉ LIBRE DE BRUXELLES
en todas las circunstancias el derecho laboral y la integridad de las personas
en sus trabajos; rechazando el uso con fines personales de los resultados de
investigación surgidos del trabajo de colaboradores.
Rechazar la realización de tareas de gestión que perjudiquen mis
actividades de enseñanza e investigación (informes de todo tipo, procesos
de evaluación a repetición, elaboración de propuestas para la obtención de
financiamiento).
• Considerar a los frutos del trabajo de investigación financiados (total
o parcialmente) por fondos públicos como del conjunto de la sociedad.
Exigir que los contratos de investigación firmados con actores priva-
dos y públicos no obstaculicen el empleo y la difusión de los resultados de
mi trabajo para todo público.
Administración
Para nosotros, la administración es un componente esencial del funciona-
miento de la universidad. No es un equipamiento pasivo y maleable para
los nuevos gerentes de la institución.
En consecuencia, me comprometo a:
Exigir el nombramiento de un plantel de personal administrativo de
carrera, en número suficiente, al que se le aseguren condiciones de trabajo
satisfactorias (en términos de salario, espacios laborales, autonomía para orga-
nizarse…). Esto implica: no impulsar nuevas iniciativas de enseñanza o de
investigación sin asegurarse de que los medios administrativos disponibles per-
mitirán su ejecución; solicitar y escuchar el consejo del personal administrati-
vo; reivindicar un mayor peso a la administración en la toma de decisiones.
Valorizar y movilizar los recursos internos en materia de organización
del trabajo y de gestión, antes que recurrir a técnicas o conocimiento exper-
to externo (gerencial, informático…) que no se adapte a las características
específicas de la universidad.
• Permitir a la administración el trato a los estudiantes en pie de igual-
dad, en el marco del respeto real a las reglas establecidas y sin la considera-
ción estratégica de sus perfiles (por ejemplo, su nacionalidad).
Servicio a la comunidad
Para nosotros, las universidades tienen la misión de servir a la comunidad.
Deben ser lugares abiertos y conectados a las cuestiones sociales y mante-
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nerse como tales. Este servicio no debe reducirse a las investigaciones que
respondan a las exigencias inmediatas de las autoridades o los mercados
(incluyendo el laboral), ni a la provisión de capacidades mediáticas y faltas
de contenido que respondan exclusivamente a la lógica de la visibilidad ins-
titucional o personal.
En consecuencia, me comprometo a:
Defender la libertad de expresión de los miembros de la universidad
acerca de las cuestiones sociales, incluyendo las que impliquen una crítica
a la institución.
• Incentivar el aporte de los actores, los saberes y los valores universita-
rios en la sociedad (asociaciones, movimientos, colectivos comprometidos,
sociedades científicas locales…) con una perspectiva de aprendizaje mutual
y de emancipación colectiva.
Responder favorablemente a las solicitudes de conocimiento experto
por parte de la sociedad civil.
Crear las herramientas que permitan el contacto y la discusión entre
científicos y legos, ya sea espacios, acontecimientos, medios de comunica-
ción, formas de expresión, etcétera.
Rechazar la demanda por visibilidad a cualquier precio, rehusando
principalmente las invitaciones mediáticas en caso de que impongan for-
matos temporales irreconciliables con las explicaciones complejas o que no
ofrezcan el derecho de observar los contenidos difundidos.
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EL MANIFIESTO DE LEIDEN SOBRE INDICADORES
DE INVESTIGACIÓN*
Diana Hicks** / Paul Wouters*** / Ludo Waltman****
/ Sarah de Rijcke***** / Ismael Rafols******
Los datos sobre las actividades científicas están siendo cada vez más utiliza-
dos para gobernar la ciencia. Evaluaciones sobre investigación que fueron
en su día diseñadas individualmente para su contexto específico y realizadas
por pares, son ahora rutinarias y están basadas en métricas (Wouters, 2014).
El problema es que la evaluación pasó de estar basada en valoraciones de
expertos a depender de estas métricas. Los indicadores han proliferado: nor-
malmente bien intencionados, no siempre bien informados y a menudo
* Título original: Diana Hicks, Paul Wouters, Ludo Waltman, Sarah de Rijcke e Ismael
Rafols (2015), “The Leiden Manifesto for research metrics”, Nature, vol. 520, Nº 7.548,
pp. 429-431. Disponible en <https://www.nature.com/news/bibliometrics-the-leiden
-manifesto-for-research-metrics-1.17351>.
Aquí se reproduce la traducción de Ismael Rafols y Jordi Molas Gallart –Ingenio (-
)– publicada en Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, vol. 10, Nº 29,
pp. 275-280, 2015. Disponible en <http://www.revistacts.net/volumen-10-numero-29/304-
documentos-cts/680-el-manifiesto-de-leiden-sobre-indicadores-de-investigacion>. La ver-
sión original en español ha sido publicada bajo Licencia Creative Commons Internacional
–atribución 4.0–. Esta reproducción respeta las licencias establecidas en la versión original
y su traducción al español y no se encuentra alcanzada por la licencia de revista Redes.
** Diana Hicks, School of Public Policy, Georgia Institute of Technology, Atlanta,
Estados Unidos.
*** Paul Wouters, Centre for Science and Technology Studies (), Universidad de
Leiden, Países Bajos.
**** Ludo Waltman, Centre for Science and Technology Studies (), Universidad de
Leiden, Países Bajos.
***** Sarah de Rijcke, Centre for Science and Technology Studies (), Universidad
de Leiden, Países Bajos.
****** Ismael Rafols, Ingenio (-), Universidad Politécnica de Valencia, España /
Science Policy Research Unit (), Universidad de Sussex, Reino Unido / Observatoire
des Science et des Técniques (-), Francia.
150 DIANA HICKS /PAUL WOUTERS /LUDO WALTMAN /SARAH DE RIJCKE /ISMAEL RAFOLS
Figura 1. La obsesión por el factor de impacto
* dora: San Francisco Declaration on Research Assessment (American Society for Cell Biology et al., 2012).
** Indizados en la Web of Science (wos).
Fuente: Web of Science de Thomson-Reuters. Análisis de D. H. y L. W. Elaboración de Alberto Lalouf a partir de Hicks
et al. (2015).
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REDES
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mal aplicados. Cuando organizaciones sin conocimiento sobre buenas prác-
ticas e interpretación apropiada de indicadores llevan a cabo las evaluacio-
nes, corremos el riesgo de dañar el sistema científico con los mismos
instrumentos diseñados para mejorarlas.
Antes del año 2000, los expertos utilizaban el Science Citation Index del
Institute for Scientific Information (), en su versión de -, para rea-
lizar análisis especializados. En 2002, Thomson Reuters lanzó una plataforma
web integrada que hizo accesible a un público amplio la base de datos Web
of Science. Luego aparecieron otros índices de citas que se erigieron en com-
petencia de Web of Science: Scopus de Elsevier (2004) y Google Académico
(versión beta creada en el 2004). Instrumentos basados en la web fueron lue-
go introducidos, tales como InCites (que usa Web of Science) y SciVal (que
usa Scopus) y también software para analizar perfiles individuales de citas
basados en Google Académico (Publish or Perish, que apareció el 2007).
En 2005, Jorge Hirsch, un físico de la Universidad de California en San
Diego, propuso el índice-h, que popularizó el recuento de citas de investi-
gadores individuales. El interés en el factor de impacto de las revistas aca-
démicas creció incesantemente desde 1995 (figura 1). Recientemente, han
aparecido medidas de uso social y de comentarios online: F1000Prime fue
establecido en 2002, Mendeley en 2008 y Altmetric.com en 2011.
Por estas razones, presentamos el “Manifiesto de Leiden”, que recibe este
nombre de la conferencia donde cristalizó (<http://sti2014.cwts.nl>). Sus diez
principios no son ninguna novedad para expertos en cientometría, pero nin-
guno de nosotros sería capaz de recitarlos en su totalidad puesto que hasta este
momento no habían sido codificados. Celebridades en cientometría, como
Eugene Garfield (fundador de ), ya han presentado en ocasiones algunos
de estos principios (véase Seglen, 1997 y Garfield, 2006), pero no pueden
estar presentes cuando los evaluadores informan a gestores universitarios que
no son expertos en la metodología pertinente. Los científicos que buscan lite-
ratura para disputar o impugnar evaluaciones solo encuentran las informacio-
nes necesarias en lo que son, para ellos, revistas opacas y de difícil acceso.
DIEZ PRINCIPIOS
1. La evaluación cuantitativa tiene que apoyar la valoración
cualitativa por expertos
Los indicadores pueden corregir la tendencia a perspectivas sesgadas que se
dan en revisión por pares y facilitar la deliberación. En este sentido, los
152 DIANA HICKS /PAUL WOUTERS /LUDO WALTMAN /SARAH DE RIJCKE /ISMAEL RAFOLS
indicadores pueden fortalecer la evaluación por pares puesto que tomar
decisiones sobre colegas es difícil sin varias fuentes de información. Sin
embargo, los evaluadores no deben ceder a la tentación de supeditar las
decisiones a los números. Los indicadores no pueden sustituir a los razona-
mientos informados. Los decisores tienen plena responsabilidad sobre sus
evaluaciones.
2. El desempeño debe ser medido de acuerdo con las misiones
de investigación de la institución, grupo o investigador
Los objetivos de un programa de investigación tienen que ser especificados
al principio, y los indicadores usados para medir el desempeño tienen que
estar claramente relacionados con estos objetivos. La elección y usos de los
indicadores tiene que tener en cuenta los contextos socioeconómicos y cul-
turales. Los científicos tienen diversas misiones de investigación. La inves-
tigación para avanzar las fronteras del conocimiento académico es diferente
de la investigación focalizada en proveer soluciones a problemas sociales.
La evaluación puede estar basada en méritos relevantes para la industria, el
desarrollo de políticas, o para los ciudadanos en general, en vez de méritos
basados en nociones académicas de excelencia. No hay un modelo de eva-
luación que se pueda aplicar en todos los contextos.
3. La excelencia en investigación de relevancia local debe ser protegida
En muchas partes del mundo, excelencia en investigación se asocia única-
mente con publicaciones en inglés. La ley española, por ejemplo, explicita
el deseo y la conveniencia de que los académicos españoles publiquen en
revistas de alto impacto. El factor de impacto se calcula para revistas indexa-
das por Web of Science, que es una base de datos basada en los Estados
Unidos y que contiene una gran mayoría de revistas en inglés. Estos sesgos
son especialmente problemáticos en las ciencias sociales y las humanidades,
áreas en las que la investigación está más orientada a temas regionales y
nacionales. Muchos otros campos científicos tienen una dimensión nacio-
nal o regional –por ejemplo, epidemiología del  en el África
subsahariana.
Este pluralismo y la relevancia social tienden a ser suprimidos cuando se
crean artículos de interés a los guardianes del alto impacto: las revistas en
inglés. Los sociólogos españoles muy citados en Web of Science han traba-
153
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 149-157
jado en modelos abstractos o estudiado datos de los Estados Unidos. En ese
proceso se pierde la especificidad de los sociólogos con alto impacto en las
revistas en castellano: temas como la ley laboral local, atención médica para
ancianos o empleo de inmigrantes (López Piñeiro y Hicks, 2015). Indicadores
basados en literatura de alta calidad no inglesa servirían para identificar y
recompensar la excelencia en investigación localmente relevante.
4. Los procesos de recopilación y análisis de datos
deben ser abiertos, transparentes y simples
La construcción de las bases de datos necesarias para evaluar debe seguir
procesos establecidos antes de que la investigación sea completada. Esta ha
sido la práctica común entre los grupos académicos y comerciales que han
desarrollado metodologías de evaluación durante varias décadas. Estos gru-
pos publicaron los protocolos de referencia en la literatura revisada por
pares. Esta transparencia permite el escrutinio y control de los métodos.
Por ejemplo, en 2010, un debate público sobre las propiedades técnicas de
un importante indicador utilizado por uno de nuestros grupos (el Centro
de Estudios de Ciencia y Tecnología –– de la Universidad de Leiden,
en los Países Bajos) se saldó con una revisión en el cálculo de este indicador
(van Raan et al., 2010). Las nuevas empresas comerciales en el campo deben
responder a los mismos estándares. Nadie tiene por qué aceptar evaluacio-
nes automáticas salidas de caja negras o procesos impenetrables. La simpli-
cidad es una virtud en un indicador porque favorece la transparencia. Pero
indicadores simplísticos pueden distorsionar la evaluación (véase el princi-
pio 7). Los evaluadores debe esforzarse en encontrar un equilibrio: indica-
dores simples que sean respetuosos con la complejidad de los procesos de
investigación descriptos.
5. Los datos y análisis deben estar abiertos a verificación
por los evaluados
Con el fin de asegurar la calidad de los datos, los investigadores incluidos
en estudios bibliométricos tienen que poder comprobar que sus contribu-
ciones han sido correctamente identificadas. Los responsables y gestores de
los procesos de evaluación deben garantizar la exactitud de los datos usados
mediante métodos de autoverificación o auditoría por terceras partes. La
universidades podrían implementar este principio en sus sistemas de infor-
154 DIANA HICKS /PAUL WOUTERS /LUDO WALTMAN /SARAH DE RIJCKE /ISMAEL RAFOLS
mación. Este debería ser un principio rector en la selección de proveedores
de estos sistemas. La compilación y el proceso de datos de alta calidad, pre-
cisos y rigurosos, llevan tiempo y cuestan dinero. Los responsables deben
asignar presupuestos a la altura de estas necesidades de calidad.
6. Las diferencias en las prácticas de publicación y citación
entre campos científicos deben tenerse en cuenta
La mejor práctica en evaluación es proponer una batería de indicadores y
dejar que los distintos campos científicos escojan los indicadores que mejor
los representan. Hace unos años, un grupo de historiadores recibió una
puntuación relativamente baja en una evaluación nacional de pares porque
escribían libros en vez de artículos en revistas indexadas por Web of Science.
Estos historiadores tuvieron la mala suerte de formar parte del Departamento
de Psicología. La evaluación de historiadores y científicos sociales requiere
la inclusión de libros y literatura en la lengua local; la evaluación de inves-
tigadores en informática necesita considerar las contribuciones a
conferencias.
La frecuencia de citación varía según los campos: las revistas más citadas
en rankings de matemáticas tienen un factor de impacto de alrededor de
tres; las revistas más citadas en rankings de biología celular tienen factores
de impacto de alrededor de treinta.
Por lo tanto, se necesitan indicadores normalizados por campo, y el
método más robusto de normalización esta basado en percentiles: cada
publicación es ponderada según el percentil al que pertenece en la distribu-
ción de citaciones de su campo (por ejemplo, el percentil 1%, el 10%, el
20% más alto). Una única publicación altamente citada mejora un poco la
posición de una universidad en un ranking basado en percentiles, pero pue-
de propulsar a la universidad desde un lugar medio a la primeras posiciones
en un ranking basado en promedios de citas (Waltman et al., 2012).
7. La evaluación individual de investigadores debe basarse
en la valoración cualitativa de su portafolio de investigación
El índice-h aumenta con la edad del investigador, aunque este ya no publi-
que. El índice-h varía por campos: los científicos en las ciencias de la vida
pueden llegar a doscientos; los físicos, a cien, y los científicos sociales, a
veinte o treinta (Hirsch, 2005). Es un índice que depende de la base de
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datos: hay informáticos que tienen un índice-h de diez en Web of Science,
pero de veinte o treinta en Google Scholar (Bar-Ilan, 2007). Leer y valorar
el trabajo de un investigador es mucho más apropiado que confiar en un
único número. Incluso cuando se compara un gran número de científicos,
es mejor adoptar un enfoque que considere información diversa sobre cada
individuo, incluyendo sus conocimientos, experiencia, actividades e
influencia.
8. Deben evitarse la concreción improcedente y la falsa precisión
Los indicadores de ciencia y tecnología tienden a la ambigüedad conceptual
y a la incertidumbre, y se fundamentan en hipótesis que no están univer-
salmente aceptadas. Por esta razón, las buenas prácticas usan múltiples indi-
cadores con el fin de construir un retrato robusto y plural. En la medida en
que sea posible cuantificarla, información sobre incertidumbre y error
debería acompañar la valores de los indicadores publicados, por ejemplo
usando barras de error. Si esto no fuera posible, los productores de indica-
dores deberían al menos evitar ofrecer un falso nivel de precisión. Por ejem-
plo, el factor de impacto de revistas se publica con tres decimales para evitar
empates. Sin embargo, dada la ambigüedad conceptual y la variabilidad
aleatoria de las citas, no tiene sentido distinguir entre revistas por pequeñas
diferencias en el factor de impacto. Se debe evitar la falsa precisión: solo un
decimal está justificado.
9. Deben reconocerse los efectos sistémicos de la evaluación
y los indicadores
Los indicadores cambian el sistema científico a través de los incentivos que
establecen. Estos efectos deberían ser anticipados. Esto significa que una
batería de indicadores es siempre preferible puesto que un solo indicador
es susceptible de generar comportamientos estratégicos y substitución de
objetivos (según la cual la medida se convierte en un fin en sí misma). Por
ejemplo, en la década de 1990, Australia financió investigación en univer-
sidades de acuerdo con una fórmula basada sobre todo en el número de
publicaciones de un instituto. Las universidades podían calcular el “valor”
de una publicación en una revista arbitrada; en el año 2000, el valor se esti-
mó en ochocientos dólares australianos (cuatrocientos ochenta dólares esta-
dounidenses) destinados a recursos de investigación. Como era de esperar,
156 DIANA HICKS /PAUL WOUTERS /LUDO WALTMAN /SARAH DE RIJCKE /ISMAEL RAFOLS
el número de artículos publicados por autores australianos subió, pero en
revistas menos citadas, lo que sugiere que la calidad de los artículos dismi-
nuyó (Butler, 2003).
10. Los indicadores deben ser examinados y actualizados periódicamente
Las funciones de la investigación y los objetivos de la evaluación cambian
o se desplazan, y el sistema de investigación coevoluciona con ellos. Medidas
que fueron útiles en su día pasan a ser inadecuadas y nuevos indicadores
aparecen. Por lo tanto, los sistemas de indicadores tienen que ser revisados
y tal vez modificados. Al darse cuenta de los efectos de su fórmula simplista
de evaluación, en 2010 Australia adoptó la iniciativa Excellence in Research
for Australia, que es más compleja y pone énfasis en la calidad.
PASOS SIGUIENTES
Siendo fiel a estos diez principios, la evaluación de la investigación puede
jugar un papel importante en el desarrollo de la ciencia y sus interacciones
con la sociedad. Los indicadores de investigación pueden proporcionar
información crucial que sería difícil de aglutinar o entender a partir de
experiencias individuales. Pero no se debe permitir que la información
cuantitativa se convierta en un objetivo en sí misma. Las mejores decisiones
se toman combinando estadísticas robustas sensibles a los objetivos y la
naturaleza de la investigación evaluada. Tanto la evidencia cuantitativa
como la cualitativa son necesarias cada cual es objetiva a su manera–.
Decisiones sobre la ciencia tienen que ser tomadas a partir de procesos de
alta calidad informados por datos de la mayor calidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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MANIFIESTO ACADÉMICO: DE LA UNIVERSIDAD
OCUPADA A LA UNIVERSIDAD PÚBLICA*
Willem Halffman** / Hans Radder***
RESUMEN
Las universidades están siendo ocupadas por la perspectiva empresarial, en
un régimen obsesionado con el “reconocimiento” mediante la cuantifica-
ción, la competitividad creciente, la eficiencia, la “excelencia” y una errónea
idea de salvación económica. Dados los indeseables efectos colaterales de
esta ocupación, nos preguntamos cómo ha conseguido esta perspectiva
empresarial invadir nuestras preciadas universidades. Ofrecemos una visión
alternativa del futuro académico a partir de la idea de universidad pública,
más próxima a ser un bien común comprometido con el conocimiento de
la sociedad que a una corporación. Sugerimos algunas medidas eficaces para
generar ese tipo de universidad. Pero dado que la empresa parece inasequi-
ble a los argumentos citados, estos cambios solo pueden darse si los acadé-
* Aquí se reproduce el documento traducido por Eva Aladro Vico y publicado como
Halffman, W. y H. Radder (2017), “El manifesto académico. De la universidad ocupada
a la universidad libre”, CIC. Cuadernos de Información y Comunicación, vol. 22, pp. 259-
281. Disponible en <https://revistas.ucm.es/index.php/CIYC/article/view/55978>. Esta es
una versión ligeramente actualizada del artículo original holandés titulado “Het acade-
misch manifest: van een bezette naar een publieke universiteit”, que apareció en la revista
Krisis: Tijdschrift voor actuele filosofie, Nº 3, 2013, pp. 2-18. La versión original en español
ha sido publicada bajo Licencia Creative Commons Internacional –atribución 4.0–. Esta
reproducción respeta las licencias establecidas en la versión original y su traducción al
español y no se encuentra alcanzada por la licencia de revista Redes.
**
Profesor en el Institute for Science, Innovation and Society, Faculty of Science, Radboud
University Nijmegen, Países Bajos. Correo electrónico: <w.halffman@science.ru.nl>.
***
Profesor emérito en Filosofía de la Ciencia y Tecnología del Department of Philosophy,
vu University Amsterdam, Países Bajos. Correo electrónico: <H.Radder@vu.nl>.
160 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
micos pasan a la acción. Por ello, exploramos algunas estrategias para
renovar la vida política de las universidades.
 :   –    –  –
  –   –  
LA UNIVERSIDAD OCUPADA
La Universidad ha sido ocupada –no por estudiantes en sus protestas (como
ocurrió en la década de 1960)–, sino esta vez por el lobo de mil cabezas de
la dirección o gestión empresarial. El Lobo ha colonizado la academia con
un ejército mercenario de gestores armados con sus hojas de cálculo, indi-
cadores de eficiencia y procedimientos de evaluación, y acompañado por la
marcha militar “Eficacia y eficiencia” sonando a todo volumen. Estos ges-
tores han proclamado que su enemigo interno es el profesorado: el profe-
sorado no es de fiar, debe ser evaluado y monitorizado, y sometido a la
amenaza permanente del despido, la no reposición y la reorganización. Los
académicos se dejan mansamente apretujar unos contra otros, como ovejas
aterrorizadas y obedientes, que esperan al menos mantenerse en cabeza
entre sus colegas. El Lobo usa los medios más peregrinos para mantenerse
en el control, como por ejemplo las fusiones completas o parciales más cos-
tosas, los sistemas de mediciones más retorcidos y más gravosos posibles,
los sistemas de cuantificación o los proyectos de prestigio y relaciones públi-
cas más extremadamente caros.
La conquista parece haber triunfado y la exportación de conocimiento
desde la nueva colonia invadida parece hasta haber crecido, pero los pro-
blemas internos cada vez son más. Así, conforme todos los brillantísimos
indicadores siguen subiendo a las estrellas, más cae el ánimo por los suelos
del académico rebaño. El Lobo descorcha una botella de champán cada vez
que se conoce el nuevo resultado del ranking de Shangái, mientras las ove-
jas universitarias trabajan desesperadas hasta caer exhaustas
[1]
y la calidad
de las plantaciones de conocimiento empieza a bajar, como demuestra un
número importante de análisis profusos y completos.
[2]
Mientras tanto, el
[1] Según documentos médicos considerados de solvencia, un cuarto de los profesores
holandeses de Medicina –especialmente los más jóvenes– sufre de agotamiento emocional
(Tijdink, Vergouwen y Smulders, 2012).
[2] Véanse Ritzer (1998); Graham (2002); Hayes y Wynyard (2002); Bok (2003);
Washburn (2003); Evans (2005); Schimank (2005); Boomkens (2008); Gill (2009);
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rebaño se embarca en el intento de llevar a la atención del Lobo las absur-
das anomalías que la ocupación está generando mediante una incesante
corriente de artículos de opinión, lamentaciones, cartas conminadoras y
comunicados. A su vez, el Lobo reduce todo ello a meros incidentes, los
barre a un lado considerándolos efectos colaterales inevitables del progreso,
o simplemente los ignora.
La ocupación puede cobrar diferente forma e intensidad en diferentes
lugares, pero no puede reducirse a unos pocos fenómenos aislados. Más
bien es un patrón muy significativo y general que se repite en muchas uni-
versidades y en muchos países. Que puedan aparecer otros animales en el
entorno no hace la presencia del Lobo menos amenazadora y significativa.
Aunque nuestra descripción y evaluación se refiere a las universidades
holandesas, la idea de nuestro relato –y muchos de sus detalles– se aplica
por igual a otros países, especialmente en Europa.
[3]
Si bien es cierto que la
gestión empresarial y su ocupación no está en Holanda tan avanzada como
lo está en Inglaterra (Holmwood, 2011), ya ha tendido el poderoso puente
continental hacia nosotros (De Boer, Enders y Schimank, 2007). Para
demostrar que todos estos desarrollos son más que meras casualidades, enu-
meramos seis procesos críticos y sus consecuencias a continuación. Después
procederemos a analizar las causas y a sugerir remedios.
[4]
CUANTIFICAR PARA RECONOCER
Bajo la ocupación gestora empresarial, los científicos son medidos y eva-
luados unos frente a otros con varas infinitamente cambiantes. Se supone
que ello hará que sus complejos trabajos sean valorados y reconocidos
objetivamente por observadores externos, de manera que su “resultado
encaje con las hojas de contabilidad de los gestores. En Holanda, este sis-
tema de recuento comenzó midiendo el número de publicaciones, luego
Tuchman (2009); Radder (2010); Krijnen, Lorenz y Umlauf (2011); Collini (2012);
Sanders y Van der Zweerde (2012); Dijstelbloem et al. (2013); Bal, Grassiani y Kirk
(2014); Verbrugge y Van Baardewijk (2014).
[3] Véanse Lorenz (2006; 2012); Krucken (2014). En línea con la mayoría de las
universidades de Europa, pensamos que las universidades son o deberían ser unidades de
docencia y de investigación.
[4] Somos conscientes de que estas causas están unidas a desarrollos políticos y
socioculturales de amplio rango, como el auge de la política neoliberal en todo el mundo,
a lo que aludiremos de vez en cuando. Al centrarnos en lo que ocurre en la universidad,
pensamos que podemos identificar mejor y promover óptimamente los remedios al caso.
162 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
cambió a medir las publicaciones internacionales, tras de lo cual solamen-
te consideraba ya las publicaciones en revistas de lengua Inglesa, después
solo en las revistas anglohablantes de alto impacto, y finalmente las de
alto impacto pero muy citadas –que generaban un alto “índice-h”–.
Como los puestos de trabajo y la supervivencia de departamentos* ente-
ros dependen de esos indicadores, todo el mundo intenta medrar en ellos,
aunque sea a costa del contenido de sus artículos. Los académicos se ayu-
dan unos a otros citándose mutuamente para subir en sus índices-h, y
otros viajan sin cesar para asistir a congresos y aumentar su visibilidad
superando a los demás mediante epatantes presentaciones de relaciones
públicas. Las revistas exigen citas a sus artículos como condición previa a
publicar en ellas para aumentar así su –estúpido– factor de impacto
(Weingart, 2005; American Society for Cell Biology et al., 2012; Vanclay,
2012; Dijstelbloem et al., 2013), en tanto los académicos hacen chistes
cínicos sobre la “unidad mínima de publicación de información”. Tras el
colapso de cada indicador, se fabrica uno nuevo y el juego vuelve a empe-
zar otra vez.
El problema no está en la inadecuación técnica de un indicador parti-
cular, sino en el mismo régimen de fetichismo de los indicadores. Ese régi-
men realmente no tiene en cuenta los resultados de alta calidad, que no
puede juzgar sino simplemente su representación: la ilusión de la excelencia
tácticamente bien pensada e inteligentemente ostentada. Y estos indicado-
res han cambiado fundamentalmente la ciencia misma. Ignoran y destruyen
la variedad de las formas del conocimiento y sus prácticas en diferentes
campos de estudio. Lo que no sea comparable o medible no cuenta, es un
desperdicio de energía y debe desaparecer. En el juego de los indicadores
de calidad, un libro de cuatrocientas páginas publicado por Cambridge
University Press no cuenta nada, o casi nada, pero un artículo de tres pági-
nas, sí. El sistema de publicaciones de las ciencias naturales o experimenta-
les –de parte de ellas– se ha impuesto a todas las demás ciencias, aunque no
encaje con ellas.
[5]
* En el área anglosajona y en la Europa del norte se denominan “departamentos”, a
menudo, a las facultades, pero no siempre. Este hecho puede confundir a los lectores y
hasta a algunos planificadores de estructuras académicas, que pueden entender que en los
Estados Unidos o en Italia los departamentos son enormes: en realidad, se trata de
facultades. Y viceversa: hay lugares donde los departamentos son insignificantes –Grecia,
Alemania–, porque responden a las unidades docentes. [N. del T.]
[5] Si uno de esos “inútiles” libros de Foucault, Bourdieu o Derrida influye decisivamente
a los investigadores en un sector, ese hecho es completamente ignorado por la política
académica dominante.
163
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El sistema de las publicaciones científicas está completamente destrui-
do: ahora es un inmenso río de publicaciones sin valor ninguno, de artícu-
los publicados y republicados “para diferentes lectores”, de citas por
estrategia, de revistas oportunistas con fines comerciales: una masa expo-
nencialmente creciente de productos que jamás serán leídos. En esta facto-
ría de publicaciones jamás promoverás tu carrera leyendo esos artículos,
sino escribiendo la mayor cantidad de ellos, o poniendo tu nombre en los
que se escriban, y encontrando esto absolutamente normal (Halffman y
Leydesdorff, 2010; Abma, 2003).
LA PROMESA DE UNA MAYOR “EFICACIA
Además de una mejora en la calidad, la universidad gerencial también pro-
clama que es capaz de incrementar su eficacia. Por tanto, no tendremos que
dar más recursos a las universidades; les damos gerentes y gestores que atrae-
rán recursos extras mediante su eficiencia mejorada y bajo la presión de la
competición mutua. La competitividad no solamente hará mejor la univer-
sidad, sino también más barata: esta es la promesa.
Sin embargo en la práctica la competitividad entre los programas de
grado se hace mediante los planes de relaciones públicas y comunicación
más boyantes, que no son baratos para nada. Un libro desternillante
(Tuchman, 2009) describe cómo se trasladan los recursos de los proyectos
de investigación a los planes de marketing en una universidad norteameri-
cana, y en Holanda está pasando algo similar. Una facultad típica tiene aho-
ra un nutrido equipo de comunicación e imagen y al nivel de la universidad
hay divisiones con muchísimo personal dedicadas a marketing y comuni-
cación de la institución. Estos equipos de imagen producen publicidad de
alto coste, para los medios, que presenta resultados excelentes, evaluaciones
internacionales, introduce una imagen corporativa novedosa y conduce a
sitios web espectaculares. Conectan con profesores aclamados que intervie-
nen en la  con la esperanza de atraer a los estudiantes de la competencia.
La información verdadera sobre un programa de grado la dan algunos
voluntarios o becarios en mostradores los días de información al público,
los sábados en la sobremesa, o en algunas sesiones de visita para los institu-
tos de secundaria.
Específicamente en investigación, la competición conduce a comisiones
y sobrecargas de trabajo u horas extra enormemente altas. Presentar un pro-
yecto de investigación requiere una parte sustancial del tiempo dedicado a
la actividad investigadora (Herbert, Barnett y Graves, 2013), en un entor-
164 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
no en el que las posibilidades de conseguir financiación son a menudo una
de diez o todavía menos. Los investigadores prueban suerte con las agencias
financiadoras europeas, aunque ello implique asumir todavía más de su
conocida burocracia, sus bizantinos programas de investigación o su forza-
da elaboración de cooperaciones, sus lobbies en los pasillos de Bruselas, y
los carísimos asistentes financieros en las universidades.
Procesos similares se dan en Holanda a escala nacional. De acuerdo con
una estimación realista, las comisiones y gastos implicados en la escritura,
revisión y solicitud de una de las ayudas nacionales a la investigación 
–el “Sistema de Incentivos a la Investigación Innovadora” que desarrolla la
Comisión Holandesa de Investigación Científica– suponen en torno a un
cuarto del presupuesto investigador (Van Arensbergen, Hessels y Van der
Meulen, 2013). Aquí aparecen también costosos gastos en procedimientos
previos con asesores especializados para la presentación de los proyectos.
Finalmente, este gravoso sistema de adjudicación ni siquiera es eficaz en la
selección de los mejores investigadores (Van den Besselaar y Leydesdorff,
2009). A pesar de ello, recibir estas prestigiosas “ayudas al talento investi-
gador” se usa cada vez más como criterio para seleccionar personal en las
universidades.
Una parte considerable de esos gastos repercuten, para vergüenza de
todos, en los niveles primarios. Participar en este circo de solicitudes a
menudo implica trabajar hasta muy tarde o en los fines de semana. Estas
tareas raramente se pagan y más raramente aún son interesantes, aparte de
mantener a uno al tanto de lo que los competidores hacen. En la práctica,
el verdadero significado de “eficacia” y “calidad” es “pasar el fin de semana
trabajando otra vez”.
Mientras tanto, las comisiones de las universidades y del sistema de
investigación se mantienen en la neblina e invisibles. En Holanda las uni-
versidades no tienen ya que dar informes detallados de sus comisiones por-
que el ministro de Educación Ritzen despojó a los consejos universitarios
de la autoridad de supervisión de presupuestos a finales de la década de
1990. En consecuencia, las comisiones desorbitadas se han convertido en
un tema secreto. Una investigación independiente por un asesor especiali-
zado y de alto coste se hace necesaria para aflorar las comisiones y gastos
asociados y visibilizarlos completamente.
El ridículo beneficio generado por la gestión de la competitividad, la
evaluación y el reconocimiento profesional supone un inmenso y asombro-
so desperdicio financiero, pero el sistema sigue sin cambiar en cualquier
caso. Para el académico medio, la promesa de eficacia no es más que una
broma de mal gusto.
165
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LA ADORACIÓN DE LA EXCELENCIA: ¡TODO EL MUNDO EN LA CIMA!
La política investigadora holandesa está obsesionada con los investigado-
res de excelencia, los departamentos excelentes y las universidades cimeras.
Solo lo mejor es suficientemente bueno y solamente para lo mejor podemos
reservar el dinero –y siempre exclusivamente en detrimento de todos los
demás–. Los “top” y profesores extraordinarios siempre incluyen a aquellos
con una plétora de publicaciones, esa red de inteligentes mediadores que
saben cómo ponerse ellos mismos en el foco y cómo organizar la financia-
ción a escalas enormes. Mientras tanto, los bloques gordos de la financia-
ción nunca se comparten con los que abajo se arrancan los ojos por ellos,
sino que van directamente a los programas ad hoc” de las redes correctas
a las que hay que pertenecer para poder acceder. Por eso, los grandes pro-
yectos ya concedidos proporcionan una ventaja clara a la hora de recibir
otras ayudas nuevas. De esta manera, la universidad gerencial fortalece el
Efecto Mateo que se detectó en la ciencia (Merton, 1973) ahora más que
nunca, pero en una versión financiera: aquel que tiene –dinero– recibirá
más –dinero– (Landsman, 2013).
En la cultura de los ganadores, nadie mira lo que cuesta mantener este
fuego con vida constante. Las estrellas del juego relegan sus obligaciones
docentes a trabajadores temporales infrapagados. Ese tiempo que ahorran
puede dedicarse a la expansión de su propio imperio investigador. Piden
más dinero o mejores recursos de investigación, incluso en detrimento de
sus colegas más dóciles. Así, en tiempos de gran carestía en las universida-
des, cada vez mayores sumas van a las “estrellas” académicas, mientras los
doctorandos, los posdocs y otros docentes con malos contratos y peores
perspectivas de carrera académica sacan adelante el trabajo real. La univer-
sidad gerencial no puede en sí misma juzgar la “excelencia” intangible, pero
cree ciegamente en ella y en el sistema de medición para certificarla, y siem-
pre está aterrorizada de que pudiera perder alguna de las oportunidades de
excelencia”. Mientras tanto, estar en la cumbre del sistema es fundamen-
talmente cuestión de desarrollar la profecía que se cumple a sí misma y ocul-
tar sus graves costes.
DIRECCIÓN EMPRESARIAL SIN CONTENIDO
En esencia, la gestión de una universidad no se diferencia de la de una
empresa –o cualquier otro tipo de organización–. El número requerido
de créditos de docencia anual o de lecturas de tesis doctorales se predeter-
166 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
mina en los presupuestos como objetivo productivo. “La gestión es una
profesión” y “la gestión de una universidad debe profesionalizarse”. Con
profesionalizarse” quieren decir en realidad que los profesionales acadé-
micos deben desprofesionalizarse: tienen que convertirse en ejecutivos,
sometidos a un estricto régimen de supervisión, por parte de otro grupo
de profesionales: los expertos educativos, el personal de marketing y de
comunicación, los asesores legales, los expertos en la propiedad inmobi-
liaria, los evaluadores y auditores y, en la cima, los administradores profe-
sionales de la universidad. Lo importante es el “proceso”, no los objetivos.
Los objetivos, después de todo, son muy obvios: producto, calidad, efi-
ciencia, excelencia.
El Lobo llegó vestido de cordero: las ansias gestoras dicen que están aquí
para ayudar a los pobres académicos en estos tiempos difíciles de restriccio-
nes de presupuesto. Los pobres académicos se verán aliviados de la carga de
tareas administrativas, del papeleo burocrático, de las reuniones intermina-
bles, y así podrán concentrarse en su verdadero trabajo. Pero como dejes
entrar al Lobo tendrás que trabajar cada fin de semana con pilas de papel
generadas por la desconfianza organizada y terminarás siempre escribiendo
peticiones y solicitudes para revocar la decisión de que tal oveja pase al
matadero. Un ejemplo sencillo son los sistemas extensivos de documenta-
ción de la enseñanza en los que los profesores tienen que recopilar todo tipo
de detalles administrativos sobre sus clases, incluyendo cómo cada pregunta
de un examen está unida a una competencia docente específica. Este tipo
de sistemas mezquinos de control nada tienen que ver con la “calidad” y
simplemente alimentan el cinismo.
La universidad  de Ámsterdam –llamada “la fábrica de galletas” por
los activistas académicos– es un caso idóneo para mostrar cómo todo esto
acaba mal. Esta universidad cada vez se ve más como una empresa profe-
sional que produce publicaciones y grados de una calidad tolerable al
menor coste posible.
[6]
El conocimiento que no es compatible con esta
“lógica de fábrica” no es bienvenido. Así, la gestión no es una intervención
neutral, tiene consecuencias grandes en la naturaleza de las actividades uni-
versitarias. Su “visión” conduce a políticas de “más grande es mejor”, a la
separación de la docencia y la investigación, a la preferencia por las habili-
dades instrumentales dirigidas a mercados laborales específicos y a la inves-
tigación económicamente interesada que se apunta a la última moda y no
mira a sus mecenas demasiado críticamente.
[6] El drama de la universidad  ha sido ampliamente estudiado (Radder, 2012;
Verontruste ’ers, 2012; Funnekotter y Logtenberg, 2013; Ten Hooven, 2013).
167
REDES
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Los administradores y rectores de las universidades de provincias aspi-
ran a ser una pequeña Oxford, una pequeña Harvard o una pequeña
Cambridge, pero no tienen idea de los problemas que esos lugares afrontan:
el rencor, el pobre subempleo de los que están en la base de la organización,
la sobrecarga de trabajo, la concentración de poder. Las consecuencias
sociales, como la formación de claques de élite, el nepotismo y la desigual-
dad extrema en este tipo de sistemas académicos, no les interesan en abso-
luto. Esto no impide a las universidades introducir sus “programas de
excelencia” en campus basados en el modelo norteamericano, o institutos
de investigación avanzada con grandes intereses industriales. En las univer-
sidades holandesas no hay partidas destinadas a este tipo de proyectos, lo
que significa que sus presupuestos tienen que generarse, es decir que deben
detraerse del resto de la organización. Esto nos lleva a proyectos de excelen-
cia o de imagen de los que el rector puede presumir. Que los profesores
permanentes de esas universidades de prestigio no tengan –o casi no ten-
gan– tiempo para investigar no se menciona. Y así Holanda tiene ahora
universidades del quiero y no puedo: megalomanía con presupuestos de
pequeña clase media en una oleada destructiva (Tuchman, 2009).
Mientras tanto, el sistema gerencial de la universidad se asegura que
los rectores y vicerrectores sigan creyendo en esta ocupación mediante
confirmaciones constantes y recompensas fascinantes. Ellos reciben un
sueldo espectacular y un coche con chófer –“si me tratan así, debo ser
muy especial”–, se independizan del lugar de trabajo y terminan con un
nivel organizativo astronómico –de decano a vicerrector y rector, de ahí
al Consejo Supervisor, Consejo Interuniversitario, de ahí al Ministerio de
Educación, y todos sus visionarios pluriempleados– donde parlotean
unos a otros. El fracaso estrepitoso, como por ejemplo en una fusión entre
entidades universitarias y no universitarias, no es motivo para reflexionar
críticamente o incluso para volver a la carrera en suspenso. En medio de
un fiasco, los gestores están pensando ya en la siguiente ronda de sus pla-
nes megalomaníacos. Si el personal académico se obceca demasiado en no
llevar a cabo sus planes, la dirección asume los típicos planes de crisis de
otros sectores empresariales. Se invita a los críticos con estos planes a un
debate” sobre su conducta irresponsable y se los acusa de deslealtad ins-
titucional. El que no esté con ellos, estará contra ellos. Una parte impor-
tante de la “gestión del proceso” es la neutralización de la duda. La duda
es para los perdedores.
* Similar al  español. [N. del T.]
168 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
LA PROMESA DE SALVACIÓN ECONÓMICA
Los rectores prometen que una “universidad emprendedora” –siguiendo el
lema de la Twente University– proporciona la salvación económica. Al coo-
perar con el mundo de los negocios, se espera que las universidades trans-
formarán sus fabulosos descubrimientos en productos de mercado en
poquitos años. Esta promesa no solamente exhibe una creencia infantil en
universidades productoras que generan alivios económicos inmediatos, sino
una chocante reducción del beneficio social al exclusivo lucro económico.
La economización extrema ha conducido a una transformación radical de
la cultura académica (Radder, 2010; Engelen, Fernandez y Hendrikse,
2014). El clímax de ridiculez es la medición del “valor mediático” de los
artículos publicados en periódicos por académicos de la universidad  de
Ámsterdam. En lugar de evaluar la contribución al debate público que hace
el autor, se consideran estos artículos como publicidad de la universidad:
su “valor” se calcula de acuerdo con el precio que los medios cobran a los
anunciantes junto a ese artículo en el que se menciona a dicha
universidad.
Sin embargo, las universidades no son en absoluto el punto de origen
de una línea de producción innovadora que culmina con los nuevos orde-
nadores y móviles –aparatos que nos salvarán de la crisis económica–. Lo
que las universidades pueden hacer es proporcionar parte de la infraestruc-
tura que consigue esas innovaciones: personas con educación superior,
métodos, una comprensión profunda de lo que implica cada descubrimien-
to accidental, principios generales y piezas clave que un día pueden usarse
por parte de un emprendedor inteligente, reflexiones sobre las condiciones
socioculturales para las innovaciones sociales logradas. Pero nuevamente las
innovaciones en su mayoría surgen de la apertura de los nuevos mercados,
de nuevas aplicaciones, de mejoras en el mantenimiento de las tecnologías
o de combinaciones inéditas de invenciones sociales o materiales. Todos
estos son procesos en los que la investigación académica no juega sino un
papel menor (Edgerton, 2007). La esperanza de la salvación económica
mediante un refuerzo de la innovación es un anhelo equivocado de solución
tecnológica, como si tomáramos una píldora para curar un malsano estilo
de vida.
En nombre del alivio económico, la investigación en Holanda se ha ren-
dido a los sectores más poderosos de “The Netherlands ”:* los “sectores
top” de la economía holandesa. Las empresas de objetivos lucrativos con-
trolan las infraestructuras de la investigación pública. Se les permite rees-
tructurar la investigación para que encaje con un horizonte temporal que
169
REDES
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agrade a sus accionistas; y si es necesario, en detrimento de las infraestruc-
turas del conocimiento a largo plazo o de las disciplinas que no se pueden
comercializar fácilmente: matemáticas, lenguas minoritarias, filosofía y
todo un conjunto de sectores esenciales del conocimiento que no necesa-
riamente generan dinero.
Lo que no conduce a la industrialización o al beneficio financiero está
anticuado y es cuestionable. La historia debe ser reemplazada por la histo-
ria empresarial, la filosofía como mucho será útil en la neuroética de la
innovación laboral, la sociología, como herramienta de marketing. La cul-
tura, las preguntas fundamentales de la vida y del universo, el significado
de la vida o la felicidad no tienen cabida ya.
¿CÓMO HA PODIDO OCURRIR ESTO?
Varios procesos nos han conducido a esta situación y la mayoría de ellos,
como personal de la universidad, los hemos protagonizado nosotros. La
colonización de la universidad ha triunfado porque hemos cooperado en
masa –y todavía hoy seguimos haciéndolo.
Divide y vencerás. Las humanidades echan la culpa a las ciencias natu-
rales de que acumulan los fondos sin pudor alguno, justificados en sus pro-
mesas de incierto futuro respecto a la última burbuja micro/nano/bio/geo/
digi/geno/tecnológica. Las ciencias naturales y experimentales acusan a las
ciencias sociales de desarrollar investigaciones sin valor con encuestas sin sig-
nificado. Los economistas se ríen de los filósofos y de su falta de capacidad
para ganar dinero y los filósofos fulminan a los investigadores económicos
por su falta de capacidad reflexiva. Los departamentos intentan hundir al
vecino de al lado para poder tener más presupuesto. Si un programa de gra-
do está al borde del colapso, la comunidad académica permanece muda,
mientras la competencia se frota las manos pensando en absorber a los estu-
diantes que queden. Los más afamados miembros académicos endilgan sin
piedad el trabajo sucio –la docencia– a los asociados o interinos infrapagados
y dedican su tiempo a trabajar en honor de sí mismos. El profesor “radical”
da clases sobre los posmodernistas franceses, pero usa el panóptico de las
citas para imponer su disciplina al personal temporal. Los filósofos críticos
publican agudos artículos contra las políticas de mercantilismo abierto, pero
se conforman mórbidamente cuando entran en su propia institución. Hoy
lanzamos un manifiesto, mañana tiramos de la alfombra por donde pasa otro
en la esperanza de conseguir fondos para un ayudante investigador. Divide
y vencerás funciona porque todos contribuimos a ello.
170 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
Nuestra generación ha dejado entrar al Lobo. Queríamos una universi-
dad más implicada con la sociedad –salir de la torre de marfil al museo de
las ciencias–, pero lo que tenemos es una reducción de la “sociedad” al
negocio”. Queríamos herramientas de reconocimiento para controlar a los
vagos o para resarcir a los colegas exhaustos. Pero ahora esas herramientas
se usan para estrangular a los jóvenes investigadores y mantenerlos bajo el
control de obligaciones ineludibles.
Además hemos consentido en que esas herramientas fueran gradual-
mente vaciadas de todo contenido y convertidas en retorcidas hasta un nivel
ridículo. En algunas universidades holandesas, hay clasificaciones de las
publicaciones científicas de no menos de veinte diferentes tipos, cada una
de ellas correspondiendo a una gradación entre las “publicaciones ” y las
publicaciones “profesionales”. Este sistema pseudocientífico tiene un sesgo
sistemático en favor de los artículos escritos en inglés, se basa en interpre-
taciones discutibles sobre cuáles son las revistas y editoriales de prestigio, y
confunde la calidad de un medio con el de la publicación individual en
dicho medio. Todo ello constituye el enésimo paso en el proceso de indivi-
dualización y erosión de la solidaridad. Aparentemente, y dada la creciente
popularidad de estos sistemas de evaluación, a nadie le han planteado nin-
guna duda.
Así que hemos adoptado voluntariamente el sistema de control empre-
sarial. Hemos internalizado al Lobo. Introdujimos esas herramientas inade-
cuadas de reconocimiento, nosotros mismos calculamos nuestro factor-h,
contamos nuestras citas, creamos listas de publicaciones, incluso aunque
nadie nos las pida, porque esperamos estar en la cabeza de la lista cuando
vengan a buscar a la oveja más débil del rebaño para llevarla al matadero.
Incluso antes de que el Lobo aúlle, nosotras ya estamos dando respingos.
Aún peor, hemos ayudado a crear nuevos y más precisos y extensivos
indicadores: indicadores mejores y más robustos de citas o de impacto socio-
métrico. Recibimos fondos por proyectos en esta área y escribimos publica-
ciones sobre ellos en revistas como Research Evaluation. Analizamos los fallos
en los sistemas gerenciales y diseñamos mejores métodos para ellos. Y así
engendramos nuevos indicadores para conducir a los doctores, a los jueces,
enfermeros, a los policías, finalmente, a los propios colegas, hasta el Lobo.
Los académicos han buscado refugio tras la indefendible última línea
defensiva –el beneficio económico mensurable–. Holanda como una “socie-
dad del conocimiento”, aunque sabemos que tal idea se basa en una dudosa
promesa, pero esperamos que funcione y que quizás proporcione a las uni-
versidades algunos fondos extras. Mientras tanto, estamos familiarizados
con la corrupción y el favoritismo y con la futilidad de los grandes proyec-
171
REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 159-189
tos de investigación que se suponía que iban a traer esas promesas, pero
seguimos inmóviles porque tememos que hasta esta fuente de dinero se
secará también. Tácitamente, conspiramos para permanecer en silencio en
la infantil esperanza de que quedarán algunas migajas para nosotros y que
ya vendrán tiempos mejores.
Vendemos nuestras universidades y facultades en la esperanza de que
ello permitirá mantener nuestra estructura académica viva. Echamos a los
que se oponen, o a aquellos cuya capacidad de ganar dinero es demasiado
escasa, sacrificamos ultrajantemente los contenidos, o competimos encu-
biertamente con los consultores empresariales en la consecución de los fon-
dos públicos. Y cuando parecía que toda esta estrategia nos permitiría
sobrevivir, el Lobo nos dice que seguramente tendremos que entrar en la
selva de las auditorías –¡liquidación y privatización! (podríamos poner aquí
la lista de los departamentos forzados a convertirse en franquicias comer-
ciales)–. Al mismo tiempo, la ocasión es idónea para un “proceso selectivo
de mejora de la calidad” –es decir, despido– para alegría de las organizacio-
nes que financian la universidad, que permitirán al Lobo continuar en el
poder absoluto.
A estas alturas, los académicos no tenemos ya aliados. Los administra-
dores que se están ganando una vida magnífica en este régimen no nos van
ciertamente a apoyar. Los gestores mantienen al personal académico a gran
distancia. En las universidades más terriblemente afectadas, los adminis-
tradores de alto nivel no tienen contacto con el trabajador de base y han
aprendido a ignorar las quejas laborales. Los consejos consultivos reclutan
a personas del mismo nivel administrativo y todavía son más ajenos a los
problemas de abajo. En esta universidad altamente jerarquizada, un aca-
démico medio tiene poco o nada que decir, porque el autogobierno acadé-
mico ha sido abolido en la mayoría de las universidades holandesas desde
la década de 1990.
Tampoco hay apoyo social. No hay apoyo público que sostenga la finan-
ciación universitaria, excepto para algunas modas casuales o caprichos. Los
políticos afirman que la educación y la ciencia son importantes, pero ter-
minan siempre por encontrar otros temas más acuciantes. No venden la
educación universitaria o la investigación a los electores y son incapaces de
convertirlas en titulares que acojan la  y sus espectáculos. ¿Por qué iban
los ciudadanos a apoyar la financiación de la investigación o la actividad
académica? “Si es para hacer dinero, que lo pague la industria, tarde o tem-
prano los beneficiará a ellos. O que los que estudian la educación superior
se lo paguen. La educación es, a fin de cuentas, una inversión individual,
que al final termina retribuyéndose con creces.
172 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
Y el ciudadano tiene razón: la universidad holandesa ya no trabaja para
su sociedad. No hay ya un museo de la ciencia, ni una universidad públi-
ca, ni una universidad como plataforma para la ascensión social de la gen-
te, sino conocimiento privatizado encapsulado en patentes carísimas,
publicado en revistas académicas exclusivas y privativas en lengua inglesa
que se dirigen a colegas internacionales y al mundo de los negocios. Las
revistas académicas holandesas que trataban temas de interés para la socie-
dad han sido eliminadas, sacrificadas en el altar de los índices académicos
internacionales. Organizamos programas de grado en inglés de alta calidad
dirigidos al mercado internacional de estudiantes excelentes, con becas
buenas, que generan más ingresos a la universidad. La universidad empren-
dedora está interesada en los proyectos lucrativos y no en las preocupacio-
nes ciudadanas. El juego de Holanda como sociedad del conocimiento ha
fracasado y se ha vuelto contra nosotros. Tampoco podemos contar con el
apoyo de los estudiantes –atrapados como están entre solicitudes de cré-
ditos para estudiar, becas de excelente rendimiento y perspectivas de mer-
cado de trabajo esqueléticas, o mesmerizados por el halo de una vida
consumista–. ¿Por qué iban a simpatizar con el académico que les pone
problemas para conseguir su título, que plantea obstáculos intelectuales
en el zigzagueante camino a los créditos que tienen que conseguir sí o sí?
Cuando la dirección de empresa convirtió a los estudiantes en máquinas
bien engrasadas, llenas de deudas, de desarrollo de actividades orientadas
al futuro contrato laboral en el mercado, nosotros no movimos un dedo.
Tienen razón también.
Así que aquí estamos: cobardes, mendigos, ladronzuelos y compinches.
Juntos, hacemos frente al Lobo solitario.
LA ALTERNATIVA: LA UNIVERSIDAD PÚBLICA
Incluso aunque el Lobo lo niegue, existen alternativas a la actual universi-
dad de perspectiva empresarial y articularlas no es siquiera difícil. Una alter-
nativa la rechazamos de plano ya: no queremos volver a la mítica torre de
marfil. Los lamentos por regresar a los tiempos dorados y a la belleza de la
autonomía universitaria van equivocados.
[7]
Aquellos tiempos pasados no
eran tan maravillosos como los nostálgicos sugieren: el acceso no igualita-
[7] Jeff Lustig (2005) incluso afirma que en el siglo  y la primera mitad del , las
universidades norteamericanas se entendían más como servicio público que como torres de
marfil del conocimiento.
173
REDES
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rio, el nepotismo, las reuniones interminables, la ineficacia, el cotilleo, las
imposiciones… La torre de marfil se ha convertido en un sueño infantil, un
espejismo que nos recuerda a los cuentos curiosos de los socialistas utópicos.
No solamente no está claro que aquella sociedad académica ideal funcio-
nara exactamente así, sino cómo llegamos a aquel estado de felicidad. Sin
duda, este tipo de lamentaciones le hacen a nuestra causa más mal que bien.
Preferimos sin duda el proyecto de una universidad pública orientada
al bien común –y la cuidadosa liberación de todo lo que ponga en dificul-
tades al “bien común”–.
[8]
Ello no implica una reducción de la universidad
a la simple “ciencia aplicada”. La investigación fundamental –no confun-
dirla con la ciencia autónoma, la ciencia nunca ha sido “autónoma”– es de
eminente interés público. Los resultados de dicha investigación constituyen
un recurso vital del que dependemos si el futuro resulta ser totalmente dife-
rente a lo que nuestras extrapolaciones a corto plazo indican. Actualmente
por ejemplo, los estudios históricos y socioculturales del Islam son un tema
de gran importancia, pero treinta años atrás el Lobo los habría visto como
caprichos económicamente irresponsables.
Como universidades tenemos que buscar nuevas vías de cooperación
social, en las que ofrezcamos a los ciudadanos –del mundo– y a sus orga-
nizaciones nuestro conocimiento, aunque no puedan pagarlo. No somos
el comienzo de una línea productiva o una factoría de dispositivos útiles,
sino un bien generador de conocimiento: un terreno orgánico y compar-
tido que cultiva el conocimiento, el saber hacer y la sabiduría de los que
cualquier persona puede aprender de acuerdo con sus necesidades, y a los
que cualquier persona puede también contribuir. Este bien generador de
conocimiento agrupa fórmulas, sistemas, interpretaciones, colecciones,
métodos, críticas, argumentaciones, archivos de datos, imágenes, utopías y
distopías, experiencias, mediciones, e incontables otros resultados del traba-
jo científico que están más allá del horizonte de la factoría de dispositivos.
Este archivo es caótico pero hiperfértil, es un jardín exuberante repleto de
capacidades de resolución y de detección de problemas adquiridas duran-
te décadas y décadas –y no solamente en los últimos cinco años, como a
veces viene pensando el bibliotecario del Lobo–. El archivo nos dice quié-
nes somos, quiénes podríamos llegar a ser y cómo hemos llegado hasta aquí.
Nuestra misión es compartir el producto de este jardín y cultivarlo con la
mayor cantidad de personas posible, no cultivar mentes estandarizadas al
menor coste posible.
[8] Nótese que una “universidad pública orientada al bien común” no necesariamente
coincide con “universidad financiada con fondos públicos”.
174 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
Buscamos nuevos aliados, nuevos estudiantes y nuevos socios en este
espacio público. No porque tengan dinero, sino porque tienen algo que
decir. Solamente solicitamos apoyo público una vez que hemos probado
nuestro interés público –que el Lobo siempre confunde con el interés eco-
nómico–. Mientras tanto, revitalizamos nuestra investigación mostrando a
los desconfiados controladores del Lobo la puerta y reemplazando la carrera
de las ratas en la publicación por una investigación más significativa, pau-
sada y considerada (Pels, 2003). Quizás entonces tengamos tiempo para
leer de verdad lo que han escrito nuestros colegas. Permitiremos a los visi-
tantes extraordinarios, arrogantes y carísimos, que cumplan sus amenazas
y se marchen a los prometedores destinos extranjeros donde tanto se les
reclama. Los reemplazaremos por una multitud de investigadores con sala-
rios normales, que den prioridad al contenido intelectual y al interés públi-
co por encima de su fama o reputación. Diremos a los estudiantes que
deben estudiar para convertirse en buenos científicos y miembros respon-
sables de la sociedad, no para conseguir un empleo muy bien pagado tras
la ceremonia de graduación. Les volveremos a decir que por encima de todo
deben aprender y deben ser ciudadanos, y no consumidores.
Contrariamente a lo que pide el Lobo, no es tan difícil formular pro-
puestas concretas que hagan realidad este modelo y nos eviten la caída en
su guarida. Aquí presentamos veinte primeros movimientos provocadores.
De la jerarquía a tener voz propia
La conditio sine qua non de toda reforma universitaria es romper la estruc-
tura jerárquica piramidal actual y evolucionar a una forma de administra-
ción en la que académicos, estudiantes y personal de apoyo tengan voz y
puedan decidir sobre los temas que conocen mejor que nadie. En Holanda,
esto requiere formalmente un cambio en la Ley de Educación Superior. Sin
embargo, nada impide a departamentos y facultades iniciar ya experimen-
talmente estas nuevas formas de participación y representación. Por ejem-
plo, podrían copiar a esas universidades norteamericanas en las que cada
facultad conserva una voz propia a la hora de contratar al personal.
La administración como personal de apoyo
La organización universitaria debe convertirse en un servicio general técnico
de apoyo en el que estén el rector, el bedel y el personal de limpieza, todos
175
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pagados por la misma organización y no por agencias de franquicia semi-
legales y con empleados en precario. Este servicio general de apoyo debe
convertirse en una organización que estimule el desarrollo y la compartición
del conocimiento, en lugar de una plantación de supervisores del conoci-
miento que maximicen la “valoración” mediante el taylorismo y el control.
Limitar los costosos sistemas de control
Si se simplifican y reducen los sistemas de control, se liberarán recursos para
el trabajo académico. No debe dedicarse más del 10% del tiempo en tareas
administrativas, como procedimientos de verificación, rellenado de docu-
mentación educativa o memorias externas y proyectos de investigación. Lo
que no se pueda hacer en ese 10%, no se debe hacer.
Prohibidas las fusiones
Las dimensiones actuales de las universidades holandesas son suficiente-
mente grandes: prohibir las fusiones entre y dentro de las universidades
conservará puestos de trabajo y dinero, y preservará la motivación de todos.
En lugar de una escalada gerencial, el estímulo y la cooperación. La mega-
lomanía universitaria solo fortalece a los cargos directivos.
Acabar con la política de promoción de la propia universidad
La cooperación interuniversitaria se debe apoyar, y sus fértiles resultados,
aprovecharse, y no verse mermada cuando los directivos se dedican a sabo-
tearla porque no pueden utilizarla para medrar ellos mismos, o porque no
encaja con sus concepciones megalómanas.
No competir generando graves gastos entre universidades
La cooperación, como demuestran las escuelas nacionales de investigación
holandesas, debe ser la norma. Los estudiantes pueden cursar materias en
otras universidades –en lugar de ser secuestrados por ellas–, y siempre
teniendo en cuenta el interés del estudiante y no de la institución. Los ficha-
jes de grandes estrellas universitarias o visitantes honoríficos deben desapa-
176 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
recer y sus fondos deben redirigirse en beneficio de los procesos primarios
de enseñanza y de investigación.
Prohibir el marketing universitario
Desaparecerán todos los departamentos de marketing y de imagen corpo-
rativa en la universidad. No debe gastarse dinero en anuncios espectacula-
res, ni en campañas de prestigio en medios, ni en regalos y mercaderías
diversas, ni en mejora de la identidad corporativa, cerrando la tienda de
productos con el logo de la universidad que hay en el centro de la ciudad.
Todos estos proyectos se consideran de aquí en adelante un despropósito y
un mal uso de los fondos públicos destinados a educación e investigación.
Medios de comunicación universitarios para el debate público
y no para las relaciones públicas
Fortalecer los medios de comunicación de la universidad en los que la ente-
ra comunidad académica pueda discutir temas sin miedo a las repercusio-
nes. Terminar con las webs corporativas del rectorado y con los departamentos
estéticos en los que se posa para los media.
Retorno a los informes anuales de gastos
La administración universitaria debe dar cuentas a la comunidad académi-
ca y no viceversa. Las comisiones a todos los niveles gestores y administra-
tivos deben ser transparentes y publicarse en detalle. El control financiero
revierte en la comunidad académica, apoyado por los apropiados informes
económicos.
No a la especulación inmobiliaria y desaparición
de las compañías de accionistas
Los edificios universitarios son propiedad colectiva con la que no hay que
especular. Los edificios no pueden ser utilizados para ganar dinero alqui-
lándolos para actividades comerciales, sino que deben reservarse para uso
académico y público. Las universidades son instituciones públicas y no
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REDES
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empresas. Las compañías de accionistas universitarias se han ganado muy
mala reputación por sus cuestionables prácticas de empleo, especulación
inmobiliaria y espurios negocios de asesoría.
Todo el personal académico da clases
No hay exenciones de docencia para talentos excepcionales: todo el perso-
nal académico debe dedicar al menos el 20% de su tiempo a la docencia.
La educación local se beneficiará también de la investigación de esa alta
sociedad de profesores asistentes a congresos internacionales o publicadores
frecuentes en revistas de alto impacto. Y nadie da solamente clase –se aca-
baron las dedicaciones excedidas de los depauperados proletarios docen-
tes–, todo el mundo tiene tiempo para investigar. La misma norma rige para
todos los grupos, incluidos los académicos en cargos de gestión y los inte-
grantes de consejos –docentes–, comités, etc., en todas las disciplinas.
Educación libre
La enseñanza y el estudio son libres y es posible aprender toda la vida, inclu-
yendo los múltiples programas de grado. Se abolen las unidades de segui-
miento administrativo del progreso estudiantil. Esto no significa que no se
apoye económicamente el estudio indefinidamente, pero es necesario per-
mitir a los estudiantes con talento que se desarrollen en más de una disci-
plina. En el bien común que es la universidad, aprender es un derecho
colectivo, incluso aunque uno sea mayor, o no pueda pagar o cubrir el ries-
go de un crédito. Cuanto más se compartan los frutos de nuestro jardín
académico, mayor será la capacidad de la sociedad de solventar sus proble-
mas, y mayor la riqueza del país.
Límite máximo al número de estudiantes
El número máximo de estudiantes en un grado o programa específico debe
ser proporcional al tamaño de las clases y en relación con la cantidad de pro-
fesores por curso. Si la cantidad de alumnos es mayor, ha llegado el momento
de generar un nuevo programa o de reenviar a otras instituciones a los alum-
nos. Cuando las universidades tienen demasiado alumnado, es el momento
de generar una nueva universidad y no falsas economías de escala.
178 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
Separación de la enseñanza puramente vocacional
Renovar la separación entre la educación superior instrumental estrecha,
orientada al trabajo, y la educación superior para expertos académicos y
orientada a profesionales del conocimiento en las universidades públicas.
El final de la “productividad” como criterio de asignación de investigación
Para impedir la producción de publicaciones inútiles y el abuso del sistema
de publicaciones, el criterio “productividad” –el número de publicaciones de
los profesores a tiempo completo– debe borrarse de todos los modos de eva-
luación. Se publica cuando se tiene algo nuevo que comunicar y no porque
se espere conseguir promoción o fondos para investigar. Lo que cuenta es la
calidad del contenido y su contribución a los debates científicos o sociales.
Año sabático
Cada año académico –también los de aquellos que trabajan temporalmente
en la universidad durante cuatro años y luego dos años en otra, etc.– debe
contar para un año sabático cada siete años. Ese año se dedicará a expandir
y renovar el conocimiento y las reflexiones sobre la educación y los objeti-
vos de investigación.
Acabar con el trato de favor
Aquellos que deseen financiar sus investigaciones deberán hacerlo como es
debido y no utilizar de mala manera su posición de poder para obtener
mayor control sobre la universidad. Los tratos de favor retiran recursos de
partes vulnerables de la infraestructura del conocimiento mediante el des-
vío inapropiado de medios públicos.
Separación de la evaluación del contenido y la remuneración
En una universidad pública –y de acuerdo a todos los códigos éticos de con-
ducta–, las relaciones directas entre las evaluaciones de los contenidos en
enseñanza o en investigación y los intereses financieros son inaceptables.
179
REDES
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Recibir financiación externa para desarrollar créditos de cursos, o un bonus
por la aprobación de una disertación, o la patente de una investigación
financiada públicamente deben inmediatamente desaparecer. El fortaleci-
miento de la investigación orientada al mercado debe darse en organizacio-
nes específicamente orientadas a este, y no en las universidades públicas.
Participación social en lugar de control comercial
Las organizaciones sociales junto con el personal universitario son invitadas
–y recibirán una modesta compensación– a ayudar a articular los deberes
públicos de las universidades. El apoyo al fortalecimiento del bien del cono-
cimiento significa accesibilidad pública al conocimiento: reintroducción de
los museos de la ciencia, publicaciones de acceso abierto donde tengan cabi-
da conferencias de valor y con significado, entornos digitales de aprendizaje
accesibles, talleres de acceso público –fablabs–. Claramente existe un futuro
académico alternativo, y las opciones concretas se pueden presentar. Sí, la
cantidad de publicaciones no leídas, el valor publicitario de las universida-
des en los media o las puntuaciones en los rankings sin sentido decrecerán.
Creemos que esto sería un buen indicador de una reforma lograda. Los
defensores del statu quo hallarán nuestras propuestas absurdas. Eso está bien
–nosotros también consideramos absurdo el statu quo.
SI LOS ARGUMENTOS NO SIRVEN YA, ¡ES MOMENTO DE ACTUAR!
La universidad de perspectiva empresarial es sorda a los argumentos. Solo
lo que los colegas de la nube empresarial piensan es importante. Hay una
plétora de ensayos críticos, panfletos y manifiestos que los directivos con-
sideran simplemente irrelevantes, como las convulsiones finales de esos
soñadores que viven en el pasado, o quizás como las lamentaciones de los
perdedores, comprensibles, a los que no hay que tomar en serio. Ahora mis-
mo encuentran la escucha difícil y prefieren ignorar y seguir presumiendo
de su próximo proyecto de imagen.
Los pobres escritores de este manifiesto creen de verdad que pueden
cambiar el mundo con el poderoso bolígrafo. Analizamos cuidadosamente
las características de este Nuevo Gobierno Público Empresarial (De Boer,
Enders y Schimark 2007) y discutimos el exacto significado de la expresión
(Hood y Peters 2004). ¿Podríamos llamar a este dominio de la escalada de
control “taylorismo”, “McDonalización”, “universidad supermercado”, o
180 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
más bien “proletarización” (Hayes y Wynard, 2002)? ¿No es más acertado
neoliberalismo”? Durante el pasado cuarto de siglo se ha documentado este
proceso de declive buscando el verdadero nombre del Lobo. Mientras tan-
to, seguimos deslizándonos hacia él.
No, es el momento de ofrecer resistencia. Solamente con la resistencia
colectiva amplia y constante seremos escuchados. Solo si nos sacudimos
nuestro miedo podremos reflexionar sobre el futuro de nuestras universi-
dades, colectivamente y en pie de igualdad.
¿Qué podemos hacer? Vamos a ver qué han hecho otros que han vivido
–o siguen viviendo– una ocupación y descubriremos qué estrategias más o
menos eficaces desarrollaron. ¿Qué opciones tenemos?
Salida
Un académico individual puede, como generaciones de pobres almas hicie-
ron, emigrar al Nuevo Mundo en la esperanza de un futuro mejor. Muchos
están tomando este camino –véase la fuga de cerebros en Holanda, donde
los jóvenes académicos no desean ya trabajar en la universidad–. Ahora mis-
mo, de todos modos, el Nuevo Mundo no es un buen plan, pero parece
que Escandinavia todavía no ha sido completamente ocupada.
También puede uno montárselo por su cuenta convirtiéndose en su
publicista o consultor. La estrategia de supervivencia citada puede ser via-
ble para unos pocos elegidos, pero difícilmente generará nueva ciencia o
academias renovadas. O uno puede irse a otro lado e intentar volver con el
capital que actualmente se valora en la universidad, como por ejemplo
experiencia en La Haya, Bruselas o el mundo empresarial –esto se percibe
como potencial captor de recursos– o con una reluciente medalla de uno
de los clubes de excelencia del Nuevo Mundo –esto porque queda muy bien
en la página web de la uni–. Aunque esta salida asegura vientos favorables
a las estrellas del firmamento que regresan, no es, por supuesto, la solución a
los problemas que tenemos delante.
Acción legal
Podemos ciertamente recurrir a los tribunales. Hay aún posibilidades de
acción legal, específicamente relacionadas con el reglamento laboral, si la
dirección de la universidad va demasiado lejos. En unos cuantos casos, las
universidades han conseguido éxito amenazando con llevar el asunto a jui-
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REDES
, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 159-189
cio, pero en general la acción legal no es realmente efectiva. Un empleado
temporal maltratado no recibirá más que una indemnización y una mala
reputación como persona conflictiva. Ni siquiera los sindicatos holandeses
han conseguido evitar las formas más severas de explotación –profesores
autoempleados, oficinas de empleo universitario, contrataciones ilegales
intermitentes para evitar el contrato permanente, pago atrasado de clases
para evitar contratos fijos, etcétera.
Huida hacia delante y ceñirse a la legalidad vigente
Podemos salir del paso mientras intentamos sobrevivir a la ocupación, aun-
que tengamos que mentir y engañar. Podemos decir a los compañeros que
citen más a los colegas para hacer subir los indicadores de citas. Podemos
orquestar cuidadosamente nuestros informes para revisores externos, escon-
diendo todas las debilidades en una visita de inspección –si es necesario, en
cooperación con el evaluador visitante, un profesor conocido de fuera–.
Podemos crear productos falsos, repeticiones de publicaciones para embe-
llecer las ratios, pilas de papeles insulsos que aparenten que hacemos con-
tribuciones sin parar en algún campo. O podemos proporcionar respuestas
tontas a preguntas ridículas en los tarados sistemas de evaluación. Siguiendo
instrucciones de los gestores, los científicos mienten en masa cuando decla-
ran que nadie trabaja más de ocho horas diarias y nunca en domingo. Este
tipo de resistencia menor realmente no produce cambios estructurales. Por
el contrario, esta forma de huida hacia delante lubrica la máquina de la ocu-
pación, que sin ello colapsaría bajo su propio absurdo.
Trabajar conforme a lo legal es una manera de hacer visible lo absurdo
de esta burocracia. Los investigadores que tienen que declarar el tiempo que
trabajan –especialmente en los proyectos financiados por la – pueden
rechazar la mentira constante a que recurren sobre cuánto y cómo trabajan.
En general, las acciones de estricto cumplimiento de la legalidad no tienen
demasiada relevancia en el mundo académico.
Sabotaje
Los tejedores en la industria productiva ofrecieron resistencia a las condi-
ciones de explotación colocando cuñas –sabots– en los telares. Las ovejas
cogidas en pleno sabotaje son inmediatamente enviadas a la boca del Lobo
–es una estrategia muy arriesgada–. Pero quizás ha llegado el momento de
182 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
reemplazar nuestra colaboradora mudez con una insistencia consciente
en la inutilidad de los ridículos sistemas de control, por ejemplo, ponien-
do de manifiesto su estupidez de base. Un caso concreto es la obligación
de cumplimentar los informes de verificación relacionados con los objeti-
vos de enseñanza y las interfaces de cualquier sistema de documentación.
Es probable que los profesores permanentes de las universidades puedan
rechazar cooperar con este tipo de sistemas, pero para los profesores no per-
manentes es mucho más complicado. Sin embargo, cierta procrastinación
o postergación casual, o pérdida de datos, o complicaciones inesperadas,
pueden resultar muy adecuados instrumentos para poner al gestor fuera de
sus casillas y, en cualquier caso, para conducir a una colaboración menos
dócil (Torfs, 2014). El sabotaje sigue siendo peligroso, y no hay garantía
de que el saboteador individual no vaya demasiado lejos y desacredite a la
causa entera.
Rechazo colectivo
El rechazo a cooperar con este tipo de control insensato solo se puede hacer
colectivamente, tras deliberación y con el apoyo de todos aquellos implica-
dos. Unos cuantos sistemas ridículos se hundirían mediante una simple
oposición colectiva, por ejemplo los inadecuados sistemas anuales de soli-
citud de financiación de la investigación, las estrategias de relaciones públi-
cas para maquillar las citas recibidas por las publicaciones, los sistemas de
verificación y validación de cursos o los rankings internacionales de univer-
sidades –por ejemplo, en Alemania las universidades se han negado colec-
tivamente a proporcionar información a los rankings–. Este tipo de
resistencia a pequeña escala requiere cierta organización y solidaridad. ¿Es
todavía posible en las universidades actuales?
Acciones sindicales
Después de que la democracia universitaria fuera sustituida por un consejo
de trabajadores en la mayoría de las universidades alemanas, solo los sindi-
catos quedaron como representación colectiva de los “trabajadores”. Sin
embargo, en el consejo de trabajadores los sindicatos solamente tenían dere-
cho a discutir las condiciones laborales y no la organización del trabajo aca-
démico. Dado que las generaciones más mayores son las que forman el
grueso de los trabajadores sindicados, la orientación de estas a su “servicio
183
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, VOL. 25, Nº 49, BERNAL, DICIEMBRE DE 2019, PP. 159-189
se enfoca básicamente a sus intereses. Los grandes sindicatos universitarios
se han concentrado durante décadas en la preservación del empleo –per-
manente–, en las pensiones y en los procedimientos de baja voluntaria, en
lugar de en la explotación de los jóvenes académicos, en la ocupación, o en
la universidad de corte empresarial.
Podríamos haber previsto este error, porque el movimiento sindical
había cometido antes ese fallo. Es lo que se denomina “la trampa de la codi-
rección empresarial”, también conocida como tolerancia represiva: la pro-
mesa de participación, limitada a fenómenos marginales de un proceso
sobre el cual no se tiene ningún margen de actuación fundamental, mien-
tras la dirección puede presumir de que les ha dejado participar en las dis-
cusiones. Sin embargo, la historia del movimiento sindical también
demuestra que no es posible el progreso estructural sin la organización
colectiva. O conseguimos que los sindicatos despierten –o que los trabaja-
dores despierten en ellos– o tenemos que crear otros nuevos.
¿Qué es lo que hacen los sindicatos? Movilizan la solidaridad. ¿Recuerdan
lo que era eso? Solidaridad implica el apoyo mutuo, también si uno perso-
nalmente se ha librado de la quema. Significa que la gente en las universi-
dades que no ha sido afectada tan duramente por la ocupación –por
ejemplo, la universidad Radboud de Nimega– pueden entrar en acción
cuando otras universidades son lanzadas al abismo –por ejemplo, la  de
Ámsterdam–, en lugar de ver pasivamente qué hacen aquellos ahora. La
solidaridad entre empleados y con sus sindicatos garantiza que con la acción
colectiva la resistencia se convierte en un derecho y la explotación gerencial
se hace ilegal otra vez –por ejemplo, la que genera contratos kamikaze o el
trabajo temporal generalizado y constante.
Manifestación masiva
Las grandes manifestaciones ya no existen en Holanda, pero sí se dan en
otras universidades europeas –Reino Unido, Francia, Austria–. Las mani-
festaciones merman la legitimidad del poder al mostrar el rechazo colectivo,
pero solamente si se dan a gran escala –Tahrir– o en períodos largos de
tiempo –Plaza de Mayo–; si no, son contraproducentes. Combinan bien
con acciones deslegitimadoras mediagénicas: por ejemplo, la carcajada ante
el emperador desnudo. No hay que tener ningún respeto especial a los vice-
rrectores que colaboran con el plan del Lobo, sino desprecio y conmisera-
ción. ¡Que el ranking de Shanghái te haya hecho ir a merendar con el Lobo
es motivo de que te tiremos el té a la cara a ti, y no a él!
184 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
Contraindicadores como contramedidas
El panóptico del control y el reconocimiento recoge mucha información
pero omite mucha más, intencionada o no intencionadamente. Debemos
exponer los excesos de la ocupación más claramente, responder con ran-
kings alternativos y con contraindicadores y contramedidas. Dichas medi-
das tienden a hacer visible y comparables otras cosas distintas a nuestros
resultados”: por ejemplo, evaluar los gastos, las sobrecargas laborales y la
destrucción de los recursos. Veamos algunos casos.
Elaborar un ranking –holandés [o español]– de las comisiones y los
sobrecostos laborales en las universidades. A menudo, en el caso de los pro-
yectos financiados por entidades externas, los investigadores tienen que
pagar grandes comisiones a las universidades y facultades donde trabajarán.
Este porcentaje varía entre diferentes instituciones. Su tamaño puede cono-
cerse simplemente preguntando entre colegas. Rotterdam reconoce ¡el
50%! ¿Alguien pide menos? Pues ubicaremos el contrato con nuestros cole-
gas en esa otra institución.
Un ranking de los mayores instrumentos financieros en las universi-
dades: la * hace estos rankings por una comisión del 25% (Van
Arensbergen, Hessels y Van der Meulen, 2013), nosotros podemos hacerlo
por menos dinero (Van del Burg, 2012). Un ranking, por ejemplo, de los
mayores departamentos de Relaciones Públicas y Comunicación en las uni-
versidades, o por ejemplo, un ranking de comisiones cobradas por las uni-
versidades a la investigación, el ranking de los sueldos de los altos gestores
y gerentes, de los consejos de administración más caros, o de las universi-
dades con más merchandising del mundo.
• Solicitar y presentar los gastos no cobrados por horas extraordinarias
–lo que hacen habitualmente los empleados de empresa–: revelar sistemá-
ticamente los costes completos derivados de la solicitud de investigaciones,
de las tareas de revisión externa –participación y preparación–, la cumpli-
mentación de documentos y de sistemas gestores informatizados, las clases
adicionales, la actualización de los programas docentes, los comités evalua-
dores, tribunales, comisiones… Reflejar siempre su coste, e incluso enviar
sistemáticamente un informe de actividad. “Responder a este control admi-
nistrativo me ha llevado dos horas de mi tiempo de trabajo. Esto equivale
a tantos euros de acuerdo con mi sueldo base. Sumándole el 50% de horas
extraordinarias, naturalmente.
* Organización Holandesa de la Investigación Científica, su  [N. del T.].
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• Desvelar las desigualdades salariales entre los profesores de la univer-
sidad –incluidos los trabajadores temporales–, ahora y en el pasado.
Incluyendo los bonus, por supuesto.
• Elaborar un ranking de los proyectos de excelencia fallidos más caros
y costosos, así como de las fusiones que han terminado en fracaso estrepi-
toso, especialmente entre entidades universitarias y no universitarias.
La huelga
Esta es la última arma, muy impopular en un país como Holanda en el
que la norma es la obediencia. El problema con las huelgas en el sector
público es que no generan simpatía. En este caso, perjudicamos seriamen-
te a los estudiantes, ya agredidos por los costes de matrícula y con las becas
de rendimiento. Además, muchos académicos realmente temen perder
citas si no trabajan todos los fines de semana. La huelga es también con-
traria a la motivación intrínseca de muchos colegas –el todavía muy pre-
sente sentimiento de que, a pesar de todo, la profesión académica es
también una vocación.
Aquí también podemos aprender del movimiento sindical. El núcleo
de una huelga es el rechazo, el cese de tareas, que puede tomar muchas
formas, como por ejemplo huelgas de estricto cumplimiento de la ley,
huelgas de cotización, huelgas administrativas, etc. Los estudiantes pue-
den tener aquí un alivio: una huelga colectiva de rechazo del pago de
matrícula.
La contraocupación
Una forma clásica académica de acción es la ocupación de edificios uni-
versitarios, generalmente desarrollada por estudiantes que no tienen que
cuidar de una familia por la noche. También es una forma arriesgada de
acción: una ocupación es ilegal y puede llevar a arrestos, e incluso a accio-
nes violentas por parte de las autoridades. Además hay considerable peli-
gro de que la ocupación de un edificio se convierta en un objetivo en sí
mismo, de modo que los ocupas se aíslen de sus aliados. Sin embargo es
una medida mediagénica, altamente simbólica: la universidad está siendo
ostensiblemente detraída de las manos del Lobo.
186 WILLEM HALFFMAN / HANS RADDER
Acción política y parlamentaria
Las universidades de Holanda solo atraen verdadero interés político cuando
se habla de las becas y créditos a los estudiantes. La política académica nor-
malmente es algo muy técnico, muy difícil de convertir en simples titulares,
o en un cliché en la comedia de situación de la tele. Los políticos solamente
actuarán si les creamos hechos noticiables: informamos de las falsas prome-
sas, del mal uso de los recursos, de la corrupción, del conflicto, de los inte-
reses, de los rectores arrogantes, de la burocracia kafkiana, de los escándalos.
Pero debemos mostrar que todos ellos no son incidentes aislados, sino con-
secuencias de las taras estructurales de la universidad gerencial y
jerarquizada.
Tenemos que pensar con los políticos una nueva forma de gobierno, que
responda a las necesidades de la universidad pública. Hasta ahora, hemos
visto once ejemplos de acciones que los movimientos de emancipación han
probado para expulsar a los invasores. Debe quedar claro que será duro, un
viaje interminable. Al mismo tiempo, es evidente que necesitamos la resis-
tencia colectiva, porque la dirección no tiene interés alguno en los argu-
mentos o los manifiestos.
Solo una conclusión nos queda: trabajadores de las universidades,
¡uníos!
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SALVAR LA CIENCIA*
Daniel Sarewitz**
La ciencia, el orgullo de la modernidad, nuestra única fuente de conoci-
miento objetivo, está en graves problemas. Auspiciados por cincuenta años
de creciente inversión pública, los científicos son más productivos que
nunca y vierten millones de artículos en miles de publicaciones que cubren
una gama cada vez mayor de campos y fenómenos. Pero gran parte de este
supuesto conocimiento es debatible, poco confiable, inutilizable o erró-
neo. De la metástasis del cáncer al cambio climático y de la economía del
crecimiento a las pautas dietéticas, la ciencia –que supuestamente aporta
claridad y soluciones– hoy genera contradicción, controversia y confusión.
En este camino también se está socavando la idea, que ha perdurado unos
cuatrocientos años, de que la acción humana prudente se puede basar en
verdades verificables de manera independiente. La ciencia está atrapada en
un vórtice autodestructivo; para escapar, tendrá que abdicar de su prote-
gido estatus político, y reconocer sus límites y su responsabilidad con el
resto de sociedad.
* Aquí se reproduce la traducción de Alberto Supelano publicada como Sarewitz, D.
(2017), “Salvar la ciencia”, Revista de Economía Institucional, vol. 19, Nº 37, pp. 31-65.
: <http://dx.doi.org/10.18601/01245996.v19n37.03>. El documento original en
inglés fue publicado en The New Atlantis, vol. 49, pp. 5-40, 2016, con el título “Saving
Science”. La versión original en español ha sido publicada bajo Licencia Creative
Commons Internacional –atribución–. Esta reproducción respeta las licencias establecidas
en la versión original y su traducción al español y no se encuentra alcanzada por la licencia
de revista Redes.
** Profesor de Ciencia y Sociedad en la Escuela para el Futuro de la Innovación y la
Sociedad de la Universidad Estatal de Arizona, codirector del Consortium for Science,
Policy, and Outcomes de dicha universidad. Correo electrónico: <daniel.sarewitz@asu.
edu>.
192
DANIEL SAREWITZ
Es difícil desentrañar la historia de cómo se llegó a esta situación, debi-
do no en poca medida a que la empresa científica está bien defendida por
muros de publicidad exagerada, mito y negación. Aunque gran parte del
problema se remonta a una mentira descarada pero hermosa que sustenta
el poder político y cultural de la ciencia. Una mentira expresada de la mane-
ra más convincente justo cuando Estados Unidos emprendía un largo perio-
do de extraordinario crecimiento, científico, tecnológico y económico. Dice
así: “El progreso científico en un amplio frente resulta del libre juego de
intelectos libres, que trabajan sobre temas de su propia elección y según la
manera que les dicte su curiosidad por la exploración de lo desconocido”.
Esta convincente visión de la ciencia, tan profundamente arraigada en
nuestra psique cultural que parece un eco del sentido común, proviene de
Vannevar Bush, el ingeniero del  que fue el arquitecto de la empresa de
investigación de la nación en la Segunda Guerra Mundial, que produjo la
bomba atómica y ayudó a avanzar en el radar de microondas, la producción
en masa de antibióticos y otras tecnologías esenciales para la victoria de los
aliados. En ese proceso se hizo famoso. Apareció en la portada de Time, y
fue apodado el “general de la Física” (Time, 1944). Cuando la guerra se
acercaba a su fin, Bush percibió la transición de la ciencia estadounidense
a una nueva era de paz, en la que los mejores científicos académicos segui-
rían recibiendo la abundante financiación del gobierno a la que se habían
acostumbrado desde Pearl Harbor, pero ya no estarían atados a los estrechos
dictados de la necesidad y la aplicación militar, para no mencionar la dis-
ciplina y el secreto. En cambio, como expresó en su informe de julio de
1945, Ciencia, la frontera sin fin (Bush, 1999) [1945], los científicos senta-
rán los fundamentos de “nuevos productos y procesos” para dar salud, ple-
no empleo y seguridad militar a la nación prosiguiendo la “investigación
en los reinos más puros de la ciencia” (Bush, 1999: 112).
Desde esta perspectiva, la mentira que Bush contó era quizá menos un
esfuerzo consciente de engañar que una manipulación seductora, con fines
políticos, de creencias muy extendidas sobre la pureza de la ciencia. De
hecho, sus esfuerzos para crear las condiciones de una generosa inversión
de largo plazo en la ciencia tuvieron sumo éxito, y la financiación federal
para “investigación básica” pasó de 265 millones de dólares en 1953 a 38
mil millones en 2012 (, 2016), una suma veinte veces mayor cuando
se ajusta por la inflación. Más impresionante aún fue el incremento para
investigación básica en las universidades, que pasó de 82 millones de dóla-
res a 24 mil millones (, 2016), una suma más de cuarenta veces mayor
cuando se ajusta por la inflación. En cambio, el gasto del gobierno en más
“investigación aplicada” en las universidades fue mucho menos generoso,
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solo llegó a algo menos de diez mil millones (, 2016). El poder de la
mentira era palpable: “el libre juego de intelectos libres” proporcionaría el
conocimiento que la nación necesitaba para afrontar los retos del futuro.
Junto con todo ese dinero, la hermosa mentira proporcionó una brillan-
te justificación política del gasto público con poca responsabilidad pública.
Los políticos daban fondos de los contribuyentes a los científicos, y solo los
científicos podían evaluar la investigación que hacían. Los esfuerzos exter-
nos para guiar el curso de la ciencia solo interferían en su avance libre e
impredecible.
Los frutos de la exploración científica guiada por la curiosidad hacia lo
desconocido a menudo han sido magníficos. El reciente descubrimiento de
las ondas gravitacionales –una confirmación experimental de la obra teóri-
ca de Einstein de un siglo antes– fue una culminación muy publicitada de
miles de millones de dólares de gasto público y de décadas de investigación
realizada por grandes equipos de científicos. Las multimillonarias inversio-
nes en exploración espacial también han producido un conocimiento simi-
larmente sorprendente de nuestro sistema solar, como las pruebas recientes
de agua corriente en Marte. Y, hablando de cosas sorprendentes, antropó-
logos y genetistas usaron técnicas de secuenciación del genoma para probar
que los primeros humanos se cruzaron con otras dos especies de homínidos,
los de Neandertal y los de Denísova. Tales descubrimientos aumentan nues-
tra admiración por el universo y por nosotros mismos.
Y, de algún modo, al parecer, a medida que la curiosidad científica alien-
ta una mayor comprensión del funcionamiento esencial de nuestro mundo,
la ciencia ha logrado a la vez entregar una cornucopia de milagros en el lado
práctico de la ecuación, tal como Bush predijo: computadores digitales,
aviones jet, celulares, internet, láseres, satélites, , imágenes digitales,
energía nuclear y solar. Cuando Bush escribió su informe, nada hecho por
humanos orbitaba alrededor de la Tierra, el software no existía y la viruela
subsistía.
Se podría perdonar entonces que se crea que esta asombrosa profusión
de cambio tecnológico fue producto del “libre juego de intelectos libres,
que trabajan en temas de su propia elección del modo que dicta su curio-
sidad por la exploración y lo desconocido”. Pero sería muy equivocado.
La ciencia ha sido importante para el desarrollo tecnológico, por supues-
to. Los científicos descubrieron y probaron fenómenos que resultaron tener
aplicaciones tecnológicas muy amplias. Pero los milagros de la modernidad
de la lista anterior no provinieron del “libre juego de intelectos libres”, sino
de la subordinación de la creatividad científica a las necesidades tecnológi-
cas del Departamento de Defensa de Estados Unidos ().
194
DANIEL SAREWITZ
La historia del modo en que el  movilizó la ciencia para ayudar a crear
a nuestro mundo pone al desnudo la mentira y ofrece tres lecciones difíci-
les que se han de aprender para que la ciencia evada la calamidad que hoy
enfrenta.
Primera, el conocimiento científico avanza con más rapidez, y es más
valioso para la sociedad, no cuando su curso es determinado por el libre
juego de “intelectos libres” sino cuando se dirige a resolver problemas, en
especial los relacionados con la innovación tecnológica. Segunda, cuando
la ciencia no se dirige a resolver esos problemas, tiende a ir a tientas, por
vías que pueden ser muy perjudiciales para ella misma. Tercera –y esta es la
lección más difícil y más temible–, la ciencia será más confiable y más valio-
sa para la sociedad actual no por estar protegida de las influencias sociales
sino por ser conducida, en forma cuidadosa y apropiada, a una relación
directa, abierta e íntima con esas influencias.
CÓMO DIO EL DD SU ENCANTO A LA CIENCIA
Muy poco después de la Segunda Guerra Mundial, el Departamento de
Guerra –al que muy pronto se llamó Departamento de Defensa– empezó
a reunir a todo el conjunto de actores necesarios para asegurar que Estados
Unidos tuviera las tecnologías necesarias para ganar la Guerra Fría. Eso es
lo que el presidente Eisenhower llamaría, en 1961, “complejo militar-
industrial” (Eisenhower, 1961) y lo que hoy se denominaría, en forma más
amplia, “sistema nacional de innovación”. Este incluye científicos y labora-
torios universitarios, pequeñas y grandes empresas que desarrollan y comer-
cializan innovaciones, y usuarios de esas innovaciones; en este caso, el
ejército. El  pudo catalizar la rápida innovación porque el dinero no era
un problema; la misión –asegurar que la tecnología militar estadounidense
fuera mejor que la de los demás– era lo único que importaba.
¿Cómo se crean materiales para motores jet y fuselajes más ligeros y dura-
bles en condiciones extremas? ¿Cómo se obtienen imágenes de alta resolu-
ción de las instalaciones militares enemigas desde un satélite en órbita?
¿Cómo se asegura que los enlaces de comunicación militar puedan funcionar
después de una guerra nuclear? Este es el tipo de preguntas que el ejército
necesitaba responder, preguntas que exigían avances en el conocimiento fun-
damental así como en el conocimiento tecnológico. El  no solo propor-
cionaba inversiones sino también un potente enfoque para el avance en
investigación básica en campos que iban de la física de altas energías a la
ciencia de materiales, la dinámica de fluidos y la biología molecular.
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Al mismo tiempo, protegido de la lógica del mercado y de los caprichos
de la política por el imperativo de la defensa nacional, el  era un cliente
exigente de algunos de los productos tecnológicos más avanzados que
podían producir las empresas de alta tecnología. Por ejemplo, el primer
computador digital –construido a mediados de la década de 1940 para cal-
cular las trayectorias de las piezas de artillería y usado para diseñar la pri-
mera bomba de hidrógeno– costó cerca de 500 mil dólares –unos 4,7
millones de hoy–, funcionaba miles de millones de veces menos rápido que
los computadores actuales, ocupaba el espacio de un microbús y no tenía
aplicación comercial inmediata. ¿Quién excepto el Pentágono compraría
algo tan alocado? Pero el  también apoyó la ciencia necesaria para man-
tener en marcha la innovación. A finales de la década de 1950 y bien entra-
da la de 1960, mientras crecía el papel de los computadores en asuntos
militares pero la ciencia no mantenía el paso, la Agencia de Proyectos de
Investigación Avanzada del  creó en esencia la informática como disci-
plina académica financiando el trabajo en el , Carnegie Mellon, Stanford
y otras instituciones.
Otro ejemplo: en la década de 1940, los primeros motores jet se debían
reparar cada cien horas (Neville y Slisbee, 1948) y eran 45 veces menos efi-
cientes en combustible que los motores de pistón (Coletta, 1981). ¿Por qué
despilfarrar dinero público en esa tecnología? Porque los planificadores
militares sabían que la potencia del jet prometía un rendimiento en com-
bate muy superior al de los aviones con motores de pistón. Durante déca-
das la fuerza aérea y la marina financiaron la investigación y el desarrollo
de la industria aeronáutica para mejorar continuamente los motores jet (St.
Peter, 1989). Entretanto, la compañía Boeing podía tomar el tanque de
combustible aéreo impulsado por motores jet que desarrollaba para la fuer-
za aérea y usar un diseño similar para su jet de pasajeros 707, el primer
avión comercial seguro y confiable.
Y otro más:  y Bell Labs, donde se descubrió el efecto transistor,
podían usar la demanda –y las inversiones– del Cuerpo de Comunicaciones
del Ejército de tecnologías de comunicación más pequeñas y más confiables
en el campo de batalla para mejorar la comprensión científica de los mate-
riales semiconductores así como la confiabilidad y el desempeño de los tran-
sistores. Las compras militares mantuvieron a flote las nuevas industrias de
transistores, semiconductores y circuitos integrados a comienzos y media-
dos de la década de 1950. Como explicó el historiador Thomas Misa en su
estudio del papel del  para estimular el desarrollo de transistores: “Al
subsidiar el desarrollo del diseño y la construcción de fábricas [...] el ejér-
cito catalizó el establecimiento de una base industrial” (Misa, 1985: 284),
196
DANIEL SAREWITZ
y así ayudó a crear la columna vertebral tecnológica e industrial para la era
de la información. Las nuevas armas –como los sistemas de misiles y las oji-
vas nucleares cada vez más potentes– siguieron impulsando el desarrollo y
la demanda de componentes electrónicos más y más sofisticados y confia-
bles, como los microprocesadores y los supercomputadores.
Hoy, el  sigue impulsando la innovación rápida en áreas escogidas,
incluida la robótica –en especial para la guerra de drones– y el mejoramien-
to humano –por ejemplo, para mejorar el desempeño de los soldados en el
campo de batalla. Aunque la creatividad y la productividad del Pentágono
como innovador se han disipado notablemente debido a una combinación
de diversos factores, incluidos el crecimiento burocrático excesivo, la inter-
ferencia del Congreso y el compromiso de largo plazo con sistemas de arma-
mento muy costosos y problemáticos con poco potencial civil, como la
defensa antimisiles y el avión de caza F-35 (Alic, 2007).
Pero los fundamentos científicos y tecnológicos que el  ayudó a crear
durante la Guerra Fría siguen apoyando la economía americana. Para tomar
solo un ejemplo, de las trece áreas de avance tecnológico que fueron esen-
ciales para desarrollar los iPhone once –incluidos el microprocesador, el 
e internet– se remontan a vitales inversiones militares en investigación y
desarrollo tecnológico.
Los estadounidenses ensalzan al científico como un genio con la cabeza
en las nubes –el héroe Einstein– y al inventor como un genio inadaptado
metido en un garaje –el héroe Steve Jobs o Bill Gates–. Pero la desconcertan-
te realidad es que gran parte del mundo tecnológico actual existe debido al
papel del  como catalizador y orientador de la ciencia y la tecnología. Esa
era la política industrial, y funcionó porque reunió a todos los actores en el
juego de la innovación, los disciplinó, les proporcionó un enfoque estratégico
de largo plazo para sus actividades y los protegió de la racionalidad del mer-
cado, la cual habría condenado casi todas las ideas alocadas y muy costosas
que hoy hacen girar el mundo. Los grandes logros del complejo militar-indus-
trial no obedecen a que dejara que los científicos exploraran “temas de su pro-
pia elección del modo que dicta su curiosidad”, sino a que canalizó esa
curiosidad hacia la solución de problemas que el  quería resolver.
Se supone que tales políticas industriales guiadas por objetivos son cosa
de los planes quinquenales soviéticos, no de las democracias de mercado, y
ni los científicos ni los encargados de política están dispuestos a reconocer
el rol del  en la creación de los fundamentos de nuestra economía y nues-
tra sociedad actuales. La hermosa mentira de Vannevar Bush es una expli-
cación ideológica y política mucho más atractiva. Pero no todo el mundo
ha sido engañado.
197
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GUERRA CONTRA EL CÁNCER
A Fran Visco le diagnosticaron cáncer de mama en 1987. Abogada litigante
de Filadelfia a quien nadie intimidaba, eligió ser tratada con una quimio-
terapia menos tóxica que la que le recomendó su médico. También empezó
a ser voluntaria en un grupo local de apoyo a pacientes con cáncer de
mama, por lo que fue invitada a la reunión organizadora de lo que se llamó
Coalición Nacional contra el Cáncer de Mama (). La  fue con-
cebida como una organización que daría una voz unificada a los grupos
locales de pacientes de todo el país, un enfoque atractivo para su tempera-
mento activista. Visco fue primer presidente de la organización, y desde
entonces ha sido líder nacional en la movilización de la ciencia, la medici-
na, la política y los políticos en torno al objetivo de eliminar la
enfermedad.
Visco era hija de la mentira. “Todo lo que sabía de ciencia era que con-
sistía en una búsqueda pura de la verdad y el conocimiento.” Lógicamente,
ella y los demás activistas de la  empezaron tratando de obtener más
dinero para investigar el cáncer de mama en la organización de investiga-
ción más elogiada del país,el Instituto Nacional del Cáncer de los Institutos
Nacionales de Salud (). Pero Visco era también hija de la década de
1960, inclinada a cuestionar la autoridad, y quería tener un papel activo en
el cálculo del dinero necesario para investigación y la mejor manera de gas-
tarlo. Ella y sus colegas de la  identificaron una comunidad de inves-
tigadores que consideraron particularmente innovadora, y la reunieron en
febrero de 1992 para discutir qué se necesitaba para encontrar curas más
rápidamente y cuánto costarían. En conjunto, los defensores y los científi-
cos determinaron que la comunidad científica podría absorber y emplear
bien 300 millones de dólares nuevos, una meta que encontró fuerte apoyo
en el Congreso. Entretanto, Visco y otros defensores de pacientes empeza-
ron a sumergirse profundamente en la ciencia para “sentarse en la mesa y
averiguar cómo se debían gastar esos dólares”.
Por un accidente en la elaboración del presupuesto, la única manera
de lograr la meta de 300 millones de dólares era asignar la mayor parte
del dinero al . Por ello, en noviembre de 1992 el Congreso asignó 210
millones de dólares a un programa de investigación del cáncer de mama
que sería administrado por el ejército. El plan inicial era transferir la
mayor parte del dinero al Instituto Nacional del Cáncer (), pero cuan-
do Visco y sus colegas de la  se reunieron con funcionarios del 
para discutir cómo gastar mejor los nuevos dólares, el director Sam Broder
explicó cuán difícil era impulsar la ciencia porque las prioridades eran
198
DANIEL SAREWITZ
fijadas de abajo hacia arriba por los intereses de la comunidad de investi-
gación. Esto, dijo Visco, “no nos garantizaba que él haría algo
diferente”.
Cuando Visco fue al , “la reunión fue totalmente diferente”. Con el
mayor general Richard Travis, director de investigación y desarrollo del ejér-
cito, “fue: ‘Como sabe, somos el ejército, y si nos da una misión, averigua-
mos cómo cumplir esa misión. Ladies, voy a conducirlas en la batalla y
vamos a ganar la guerra’”.
Aunque al inicio a Visco le “aterraba” trabajar con el ejército, también
lo encontró refrescante y potenciador, una “colaboración y una asociación
fantásticas”. Los dirigentes del  le recordaron que era una activista y una
paciente, no un par. Pero el general Travis les dijo a ella y a sus colegas:
“Ustedes quieren sentarse en la mesa, me aseguraré de que tengan un asien-
to”. El ejército acogió la participación de pacientes-activistas en la planea-
ción del programa de cáncer de mama, las involucró en la selección final
de los proyectos científicos que se financiarían e incluso en la revisión de
los méritos de las diversas propuestas de investigación.
El enfoque del , su entusiasmo por asociarse con defensores-pacien-
tes y su dedicación a resolver el problema del cáncer de mama –y no
solo a mejorar nuestra comprensión científica de la enfermedad– atra-
jeron aún más a Visco. Los beneficios no tardaron mucho en aparecer.
Durante la primera ronda de donaciones en 1993-1994, el programa
financió la investigación de una nueva terapia biológica, un proyecto
rechazado varias veces por el sistema de revisión por pares del  porque
la visión convencional era que ese tipo de terapias no funcionaría. Los
estudios financiados por el  llevaron al desarrollo del Herceptín, uno
de los avances más importantes en el tratamiento del cáncer de mama en
las últimas décadas.
De acuerdo con Dennis Slamon, director científico de ese proyecto, la
apertura del programa del  para financiar proyectos como el suyo, que
iba contra las creencias científicas predominantes, se debía a los pacientes-
activistas. “Absoluta e inequívocamente, sin duda. La comunidad científica,
quizá incluso yo mismo, era escéptica de que fuera factible que un montón
de legos, sin profunda formación científica, se sentara a la mesa y partici-
para en el proceso de revisión por pares de manera significativa. Y no podía-
mos haber estado más equivocados.
Ha habido pocos avances en el tratamiento del cáncer de mama desde
entonces, pero uno de los más promisorios –una terapia personalizada lla-
mada palbociclib– fue financiado por el mismo programa del  y fue
aprobado por la  en 2015, después de ensayos clínicos exitosos. A pesar
199
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de las objeciones de los científicos que asesoran el programa, los pacientes-
defensores también presionaron al  para que aumentara la financiación
de enfoques inmunológicos para la cura del cáncer de mama, incluido el
apoyo a la investigación de vacunas nada convencionales para que sea res-
paldada por el  o la industria farmacéutica.
La colaboración de la  con el  ilustra cómo se puede guiar la
ciencia en direcciones que no se seguirían si se dejara únicamente en
manos de científicos. Pero eso no resultó suficiente. Veinte años después
del programa de cáncer de mama del ejército, Visco sintió gran frustra-
ción. El ejército estaba subsidiando propuestas innovadoras de alto riesgo
que no podían haber sido financiadas por el . Pero allí terminó la
influencia del programa. Lo que Visco y el general Travis no habían apre-
ciado era que, cuando se trataba del cáncer de mama, el programa carecía
del ingrediente clave que hizo del  un innovador tan exitoso en otros
campos: el dinero y el control necesarios para coordinar a todos los acto-
res del sistema de innovación y responsabilizarlos para que trabajaran
hacia un objetivo común. Por ello, a medida que la  y otros grupos
captaban cada vez más dinero del sistema de investigación mediante cam-
pañas de cabildeo efectivas, para Visco, era cada vez más claro que los
principales beneficiarios eran los científicos atraídos por la nueva finan-
ciación, no los pacientes de cáncer de mama. Sin duda, el apoyo del 
a la investigación innovadora es “mejor que lo que está ocurriendo en el
 y en el , pero no bastante mejor [...] es innovación dentro del sis-
tema existente”.
En últimas, “todo el dinero que se dedicó al cáncer de mama creó más
problemas que éxitos”, dice Visco. Lo que parecía impulsar a muchos
científicos era el deseo de “aparecer en la portada del New York Times”, no
el de averiguar cómo acabar con el cáncer de mama. A ella le parecía que
la creatividad se ahogaba cuando los investigadores mostraban “un efecto
lemming”, ir a la caza de abundantes dólares para investigación y saltar
rápidamente de un tema candente, pero al final infructuoso, a otro. “Nos
cansamos de ver a tanta gente hacer carrera en torno a un gen o una pro-
teína”, dice ella. Visco comprende como un científico la extraordinaria
complejidad del cáncer de mama y las dificultades para avanzar hacia una
cura. Pero cuando llegó al punto en que la  había ayudado a captar
2 mil millones de dólares del programa del , se empezó a preguntar:
“¿Y qué? ¿Qué hay para mostrar? ¿Se quiere hacer esta ciencia y qué?”.
“En algún momento se debe salvar realmente una vida”, dice Visco.
200
DANIEL SAREWITZ
LA MEDIDA DEL PROGRESO
Durante gran parte de la historia humana, la tecnología avanzó mediante
la artesanía y el aprendizaje por ensayo y error, con poca comprensión teó-
rica. El estudio sistemático de la naturaleza –lo que hoy llamamos ciencia–
era un dominio distinto, que poco o nada contribuía al desarrollo
tecnológico. No obstante, durante siglos la tecnología contribuyó de mane-
ra obvia al avance científico puesto que instrumentos prácticos tales como
lentes, brújulas y relojes hicieron posible que los científicos estudiaran la
naturaleza con exactitud y resolución cada vez mayores. La relación solo
empezó a oscilar en ambos sentidos –la ciencia al contribuir al avance tec-
nológico y a la vez beneficiarse de este avance– en el siglo  cuando, por
ejemplo, surgió la química orgánica y encontró aplicación en la industria
alemana de tinturas.
Y cuando la Revolución Industrial vinculó la innovación tecnológica a
un crecimiento económico sin precedentes históricos, los científicos empe-
zaron a hacer muchas contribuciones importantes al conocimiento funda-
mental, estudiando fenómenos cuya existencia era sacada a la luz debido a
las nuevas tecnologías de un mundo industrializado. Los esfuerzos para
mejorar el rendimiento de las máquinas de vapor, de la fabricación de vino
y de acero y de la comunicación telefónica –para mencionar solo unos
pocos– orientaron buena parte de la investigación científica y, en algunos
casos, impulsaron campos de investigación básica totalmente nuevos, como
la termodinámica, la bacteriología y la radioastronomía. Las nuevas tecno-
logías también fomentaron la disciplina y el enfoque en áreas de la ciencia
básica que avanzaban con lentitud, como hicieron las vacunas en la inmu-
nología y los aviones en la aerodinámica teórica.
La ciencia ha sido un empeño tan exitoso en los últimos doscientos años
debido en gran parte a que la tecnología le abrió nuevos caminos. Las nue-
vas tecnologías no solo crearon nuevos mundos, nuevos fenómenos y nue-
vas preguntas que debe explorar la ciencia, sino que los resultados
tecnológicos demuestran en forma continua e inequívoca la validez de la
ciencia que se hace. La industria electrónica y la física de semiconductores
avanzaron mano a mano no porque los científicos, trabajando del modo
que dicta su curiosidad por la exploración y lo desconocido”, siguieran lan-
zando sobre las paredes de los laboratorios nuevos descubrimientos que lue-
go hicieron avanzar la tecnología de los transistores, sino porque la búsqueda
para mejorar continuamente el desempeño tecnológico planteó nuevas pre-
guntas científicas y exigió avanzar en nuestra comprensión del comporta-
miento de los electrones en diferentes tipos de materiales.
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O, de nuevo, consideremos cómo se inició el rápido desarrollo de los
computadores en la década de 1950, catalizado por el  y guiado por la
demanda de nuevos tipos de teorías y de conocimientos sobre cómo adqui-
rir, almacenar y procesar información digital; de una nueva ciencia para una
nueva tecnología. Treinta años después, los investigadores en computación
investigaban fenómenos en un campo de rápido desarrollo tecnológico que
antes no existía –el ciberespacio y la World Wide Web– y se hacían pregun-
tas que nunca antes se habrían imaginado, y mucho menos respondido. La
Fundación Nacional de Ciencias financió investigación básica en este nue-
vo campo, incluidas las becas a dos estudiantes de posgrado en informática
de la Universidad de Stanford que querían entender cómo navegar mejor
en el paisaje novedoso y en expansión de la información digital. Ellos publi-
caron sus resultados en 1998, en un artículo titulado “La anatomía de un
gran motor de búsqueda hipertextual a gran escala en la red” (Brin y Page,
1998). El resumen empieza así: “En este escrito presentamos a Google...”, el
protocolo de búsqueda en la red que condujo al imperio empresarial cuyas
tecnologías están hoy entrelazadas en el tejido de la vida cotidiana, y cuya
influencia económica y social es tan poderosa como la de las grandes empre-
sas de ferrocarriles, acero, automóviles y telecomunicaciones de las revolu-
ciones tecnológicas anteriores. La tecnología dirigió y la ciencia la siguió.
Si, como dice Visco, “en algún momento se debe salvar realmente una
vida”, será una tecnología –quizá una vacuna o un medicamento– la que
haga la tarea. La tecnología vincula la ciencia a la experiencia humana, es
lo que hace real la ciencia para nosotros. Un interruptor eléctrico,un avión
jet o una vacuna contra el sarampión son mecanismos de causa y efecto que
transforman fenómenos que puede describir la ciencia –el flujo de electro-
nes, el movimiento de moléculas de aire, la estimulación de anticuerpos–
en resultados confiables: la luz se prende, el avión vuela, el niño se inmuniza.
Los fenómenos científicos deben ser reales o las tecnologías no
funcionarán.
La hermosa mentira de Vannevar Bush hace fácil creer que la imagina-
ción científica da nacimiento al progreso tecnológico, cuando en realidad
la tecnología fija la agenda de la ciencia, guiándola en sus direcciones más
productivas y proporcionando pruebas continuas de su validez, su progreso
y su valor. A falta de su validación en el mundo real mediante la tecnología,
las verdades científicas serían meras abstracciones. Aquí es donde la menti-
ra ejerce su poder más corruptor: si pensamos que el progreso científico se
persigue mejor mediante “el libre juego de intelectos libres”, damos a la
ciencia un boleto gratuito para definir el progreso sin considerar el mundo
que está más allá de ella. Pero si no hay nada con lo cual medir el progreso
202
DANIEL SAREWITZ
científico fuera de la misma ciencia, ¿cómo podemos saber cuándo avanza,
se detiene o retrocede nuestro conocimiento?
Resulta que no podemos saberlo.
EINSTEIN, TENEMOS UN PROBLEMA
El mundo de la ciencia ha sido golpeado durante casi una década por las
crecientes revelaciones de que grandes conjuntos de conocimiento científi-
co, publicados en artículos revisados por pares, son erróneos. Algunos ejem-
plos recientes: se reveló que una línea de células de cáncer usada como base
para más de mil estudios de investigación del cáncer de mama publicados
era en realidad una línea de células de cáncer de piel (Scudellari, 2008); una
empresa de biotecnología solo pudo replicar seis de 53 estudios “trascenden-
tales” publicados que intentó validar (Begley y Ellis, 2012); una prueba de
más de un centenar de medicamentos potenciales para tratar la esclerosis
lateral amiotrófica en ratones no pudo reproducir ninguno de los resultados
positivos reportados en estudios anteriores (Perrin, 2014); una compilación
de casi ciento cincuenta ensayos clínicos de terapias para bloquear la respues-
ta inflamatoria humana mostró que si bien estas supuestamente fueron vali-
dadas usando experimentos con ratones, todas las pruebas fallaron en
humanos (Seok et al., 2013); una valoración estadística del uso de imágenes
por resonancia magnética funcional (-f) para mapear la función cerebral
humana indicó que hasta el 70% de los resultados positivos reportados en
cerca de 40 mil estudios de -f publicados podría ser falso (Eklund, Nichols
y Knutsson, 2016), y un artículo que evalúa la calidad total de la investiga-
ción biomédica básica y preclínica estimó que entre el 75% y el 90% de los
estudios no son reproducibles (Begley y Ioannidis, 2015). Entretanto, un
minucioso esfuerzo para evaluar la calidad de cien experimentos de psicolo-
gía revisados por pares solo pudo duplicar el 39% de los resultados de los
documentos originales (Aarts et al., 2015); se demostró que las mamografías
anuales, una vez a la vanguardia en la guerra contra el cáncer de mama, poco
benefician a las mujeres de 40 años (Miller et al., 2014); y, por supuesto,
todos nos hemos sentido aliviados al enterarnos, después de tantos años, de
que las grasas saturadas no son realmente tan malas para nosotros
(Chowdhury et al., 2014). El número de publicaciones científicas retracta-
das se multiplicó por diez en la primera década de este siglo (Van Noorden,
2011), y aunque ese número aún se mantiene en el orden de los meros cen-
tenares, el creciente número de estudios como los que acabamos de mencio-
nar sugiere que la mala calidad, la ciencia no confiable, inútil o inválida
203
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puede ser, de hecho, la norma en algunos campos, y que el número de publi-
caciones científicamente sospechosas o carentes de valor puede ascender a
centenares de miles al año. Si bien la mayoría de las pruebas de mala calidad
científica provienen de campos relacionados con la salud, la biomedicina y
la psicología, es posible que sea tan mala o peor en muchos otros campos de
investigación. Por ejemplo, una revisión de las prácticas estadísticas en eco-
nomía concluyó que “la credibilidad de la literatura económica es modesta
o incluso baja” (Ioannidis y Doucouliagos, 2013).
¿Qué se debe hacer con esta creciente letanía de revelaciones y retrac-
taciones desalentadoras? Bueno…, se podría celebrar. “Los casos en que
los científicos detectan y corrigen defectos de los trabajos constituyen
pruebas de éxito y no de fracaso” (Alberts et al., 2015: 1420), escribió en
Science, en 2015, un grupo de líderes del establishment científico estadou-
nidense –que incluía presidentes anteriores, presentes y futuros de la
Academia Nacional de Ciencias–, “porque demuestran que los mecanis-
mos protectores de la ciencia funcionan” (Alberts et al., 2015: 1420). Pero
esta postura feliz ignora las fallas sistémicas en el núcleo de los actuales
problemas de la ciencia.
Cuando funciona, la ciencia es un proceso de creación de nuevos cono-
cimientos acerca del mundo, conocimientos que nos ayudan a entender que
lo que creíamos saber era incompleto o incluso erróneo. Esta imagen de
éxito no significa, sin embargo, que debamos esperar razonablemente que
la mayoría de los resultados científicos no sean confiables o que sean invá-
lidos en el momento en que son publicados. Significa, en cambio, que los
resultados de la investigación –por imperfectos que sean– son confiables en
el contexto del estado existente del conocimiento, y son entonces un paso
hacia una mejor comprensión de nuestro mundo y una base sólida para
investigaciones posteriores. En muchos campos de investigación, esas
expectativas no parecen justificadas, y la ciencia parece estar retrocediendo.
Richard Horton, redactor en jefe de Lancet, lo dice así:
El juicio a la ciencia es claro: gran parte de la literatura científica, quizá la
mitad, simplemente puede ser falsa. Afligida por estudios con tamaños de
muestra pequeños, efectos diminutos, análisis exploratorios inválidos y
conflictos de interés flagrantes, junto con la obsesión por seguir tendencias
de moda de dudosa importancia, la ciencia ha dado un giro hacia la oscu-
ridad (Horton, 2015: 1380).
C. Glenn Begley y John Ioannidis –investigadores valientes y visionarios
que expusieron la debilidad sistémica de la ciencia biomédica– concluyeron
204
DANIEL SAREWITZ
en un artículo de enero de 2015 que “Es imposible avalar el enfoque de que
debemos seguir invirtiendo en una investigación en la que la mayoría de
sus resultados no se pueden sustanciar y no resistirán la prueba del tiempo
(Begley e Ioannidis, 2015: 124). En forma similar, un análisis económico
publicado en junio de 2015 estimó que 28 mil millones de dólares al año
se desperdician en investigación biomédica reproducible (Freedman,
Cockburn y Simcoe, 2015). La ciencia no se está corrigiendo a sí misma,
se está destruyendo a sí misma.
Parte del problema tiene que ver con las patologías del sistema científi-
co. La ciencia académica, en especial, se ha convertido en una empresa ona-
nística digna de Swift o de Kafka. Se espera que un científico universitario
produzca un flujo continuo de hallazgos sorprendentes y con impacto
periodístico. Así es como el gran biólogo E. O. Wilson describe la vida de
un investigador académico:
[…] necesitarás cuarenta horas a la semana para efectuar las tareas docentes
y administrativas, otras veinte horas, además de estas, para realizar una
investigación respetable, y otras veinte horas adicionales para conseguir una
investigación realmente importante [...] haz un descubrimiento importante
y serás un científico de éxito en el sentido verdadero y elitista, en una pro-
fesión en la que el elitismo se practica sin pudor [...] No descubras nada y
serás poco o nada (Wilson, 1999: 84-85).
Los incentivos profesionales para que los científicos académicos afirmen su
estatus de élite son perversos y alocados, y las decisiones de ascenso y titu-
laridad se centran, por encima de todo, en la cantidad de dólares para inves-
tigación que se aportan, de artículos que se publican y de cuán citados son
en otros artículos.
Para conseguir fondos para investigación se necesita demostrar que los
fondos anteriores produjeron resultados “transformativos
[1]
y que el traba-
jo futuro también los producirá. Para que los artículos sean publicados, se
necesita citar publicaciones relacionadas que apoyen las hipótesis y resulta-
dos del autor. Entretanto, los pares que revisan las propuestas de financia-
ción y los artículos de las revistas juegan en el mismo sistema, compiten por
los mismos fondos y son motivados por los mismos incentivos. Para realizar
la investigación se necesitan estudiantes de doctorado y becarios de posdoc-
torado que hagan la mayor parte del trabajo rutinario de experimentación
y recolección de datos, y esa es la manera de capacitarse y aculturarse para
[1] Véase , s/d.
205
REDES
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convertirse en la siguiente generación de científicos académicos que se com-
portan del mismo modo. Las universidades –que compiten con desespero
por los profesores de prestigio, los mejores estudiantes de posgrado y los
fondos de investigación del gobierno– exageran ante los medios informati-
vos los resultados que provienen de sus laboratorios y fomentan una cultura
en la que cada científico pretende que está haciendo trabajos que abren
nuevos caminos y resolverán algún problema social urgente. Los científicos
son cómplices de la maquinaria publicitaria; según un estudio, la frecuen-
cia de palabras positivas como “innovador”, “novedoso”, “robusto” y “sin
precedentes” en publicaciones de investigación biomédica de 2014 era casi
nueve veces mayor que cuarenta años antes (Vinkers, Tijdink y Otte, 2015).
La industria de publicaciones científicas existe no para difundir informa-
ción valiosa sino para que un número creciente de investigadores publique
más artículos –hoy del orden de 2 millones de artículos revisados por pares
al año– a fin de que puedan avanzar profesionalmente. En 2010, se publi-
caban unas 24 mil revistas científicas revisadas por pares en todo el mundo
para satisfacer esta demanda.
Estas cifras no habrían sorprendido al físico e historiador de la ciencia
Derek de Solla Price, quien hace más de medio siglo observó: “la ciencia es
tan grande que muchos de nosotros empezamos a preocuparnos por la gran
masa del monstruo que creamos”. En su libro Litttle Science, Big Science,
Price señaló que el número de científicos crecía con tanta rapidez que solo
podría llevar a una “catástrofe científica” de inestabilidad y tensión, y que
el crecimiento exponencial del empeño científico traería consigo el declive
de la originalidad y la calidad científicas, pues el número de grandes cien-
tíficos era ahogado progresivamente por el rápido aumento del número de
científicos que solo son competentes (Price, 1963).
Un resultado acumulativo de estas tensiones convergentes –un resultado
que Price no previó– es un sesgo omnipresente bien reconocido que infecta
cada rincón de la empresa de investigación básica: el sesgo hacia los nuevos
resultados. El sesgo es un atributo inevitable del empeño intelectual humano
e interviene en la ciencia de muchas maneras: malas prácticas estadísticas,
deficiente diseño de experimentos o modelos y simples ilusiones. Si los sesgos
son aleatorios se deben compensar a través de numerosos estudios. Pero como
muchos observadores de la literatura científica han demostrado, hay podero-
sas fuentes de sesgo que impulsan en una dirección: llegar a un resultado posi-
tivo, mostrar algo nuevo, diferente, llamativo, transformativo, algo que lleve
a figurar como parte de la élite (Franco, Malhotra y Simonovits, 2014).
Sin embargo, considerar únicamente el sesgo sistémico positivo en un
sistema de investigación fuera de control es omitir el asunto más profundo
206
DANIEL SAREWITZ
y mucho más importante. La razón por la que ese sesgo hoy parece capaz
de infectar la investigación con tanta facilidad es que gran parte de la cien-
cia se ha separado de los objetivos y agendas del sistema de innovación mili-
tar-industrial que durante mucho tiempo enfocó y disciplinó la
investigación. Nada queda para mantener la investigación honesta salvo las
normas internas del sistema profesional de revisión por pares. ¿Y cuán bien
se cumplen esas normas? Una encuesta a más de mil quinientos científicos
publicada en Nature en mayo de 2016 muestra que el 80% o más cree que
la práctica científica se está deteriorando debido a factores como el “reporte
selectivo” de datos, la presión para publicar, el deficiente análisis estadísti-
co, la insuficiente atención a la replicación y la inadecuada revisión por
pares (Baker, 2016). En suma, estamos descubriendo qué ocurre cuando la
investigación objetiva es guiada por la hermosa mentira de Vannevar Bush:
la “catástrofe científica”.
LEMMINGS ESTUDIANDO RATONES
Susan Fitzpatrick, neurocientífica de formación, se preocupa mucho por
la ciencia y por lo que Price llamó “la gran masa del monstruo”. “La
empresa científica solía ser pequeña, y en cualquier campo de investigación
todos se conocían; tenía ese tipo de calidad artesanal”, dice ella. “Pero el
sistema se profesionalizó gradualmente,obtuvo más y más dinero e hizo
promesas cada vez mayores. De modo que las cualidades que hacen con-
fiable y honesta a la investigación científica fueron socavadas por la nece-
sidad de alimentar a la bestia, y el sistema creció demasiado para tener
éxito”. Ella se preocupa especialmente por lo que significa este cambio para
la calidad y el valor de la ciencia que se hace en su campo.
Como presidente de la Fundación James S. McDonnell, que financia
investigación sobre la cognición y el cerebro, Fitzpatrick está preocupada
por el lugar hacia donde fluyen los dólares de investigación. Así como Visco
observó lo que ella llamó el “efecto lemming” –investigadores que saltan de
un tema candente al siguiente–, Fitzpatrick también considera que la cien-
cia es impulsada por una lógica circular interna. “Lo que el investigador
desea realmente es algo confiable que ceda a sus métodos”, algo que “pueda
producir una corriente confiable de datos, porque se necesita tener la
siguiente publicación, la siguiente propuesta para obtener fondos”.
Por ejemplo, los científicos suelen usar cerebros de ratón para estudiar
enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, o para
estudiar problemas de comportamiento como la adicción o los desórdenes de
207
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déficit de atención. Lo bueno de los ratones es que ceden a los métodos de
los científicos. Se pueden criar en cantidades casi ilimitadas, con rasgos
de diseño particulares, como una mutación genética que provoca síntomas
similares a los del Alzheimer. Esto hace posible que los investigadores prue-
ben hipótesis específicas, por ejemplo sobre la genética o la neuroquímica
de una enfermedad del cerebro de ratón.
Se han desarrollado más de cien diferentes cepas de ratón para estudiar
el Alzheimer,
[2]
y se ha demostrado que numerosos compuestos químicos
retardan el curso de síntomas similares a los del Alzheimer en ratones
(Sabbagh, Kinney y Cummings, 2013). Pero a pesar de la proliferación de
modelos de ratón y de otros animales, solo uno de los 244 compuestos que
llegaron a la fase de pruebas en la década de 2002 a 2012 fue aprobado por
la  como tratamiento para humanos; una tasa de reprobación del 99,6%
(Cummings, Morstorf y Zhong, 2014), y la única droga aprobada para uso
en humanos durante ese período no funciona muy bien (Laver et al., 2016).
¿Y por qué debería ser diferente? El último ancestro común de humanos y
ratones vivió hace 80 millones de años (Manger et al., 2008). “Se usan ani-
males que no desarrollan enfermedad neurodegenerativa por sí mismos”,
explica Fitzpatrick. “Incluso los ratones envejecidos no desarrollan la enfer-
medad de Alzheimer”. De modo que los investigadores fuerzan el desarrollo
de alguna característica –como las placas beta-amiloideas en el cerebro de
ratón, o el deterioro cognitivo asociado a la edad–, pero eso no es lo mismo
que la enfermedad humana en cuestión, “porque el proceso por medio del
cual se crea ese modelo no es la patogénesis de la enfermedad. Su tratamien-
to se centra en cómo se creó el modelo, no en cómo ocurre naturalmente
la enfermedad”. Hay pocas razones para creer que lo que se aprende de estos
modelos animales nos pondrá en el buen camino para entender trastornos
cerebrales humanos, y mucho menos para curarlos.
No es probable que tales preocupaciones pongan freno a la investiga-
ción. Una búsqueda de títulos o resúmenes de artículos que contienen las
palabras “cerebro” y “ratón” (o “ratones” o “murinos”) en la base de datos
PubMed del  arroja más de 50 mil resultados para la década de 2005 a
2015. Si se añade la palabra “rata”, la cifra sube a unos 80 mil.
[3]
Este es un
caso clásico de buscar las llaves debajo del farol porque allí está la luz: la
ciencia se hace solo porque puede ser. Los resultados se publican y se citan
[2] Véase en <https://www.alzforum.org/research-models/search> el resultado de la
búsqueda combinando los criterios “ratón” y “Enfermedad de Alzheimer”.
[3] Véase <https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/advanced/> para cotejar los resultados de
búsqueda indicados.
208
DANIEL SAREWITZ
y eso crea, dice Fitzpatrick, “la sensación de que estamos adquiriendo cono-
cimiento cuando no lo estamos adquiriendo”. Pero es aún peor. Los cien-
tíficos citan artículos de los demás porque todo resultado se debe justificar
e interpretar en términos de otras investigaciones en áreas relacionadas, uno
de esos “mecanismos protectores de la ciencia”. ¿Qué sucede si gran parte
de la ciencia que se cita es, en sí misma, de mala calidad? Consideremos,
por ejemplo, un informe de Science de 2012 que muestra que un medica-
mento para el Alzheimer llamado bexarotene reduciría la placa beta-ami-
loidea en cerebros de ratón (Cramer et al., 2012). Los esfuerzos para
reproducir ese resultado han fracasado desde entonces, como reportó
Science en febrero de 2016 (Kaiser, 2016). Pero entre tanto, el artículo ha
sido citado en otros quinientos artículos, muchos de los cuales pueden
haber sido citados numerosas veces.
[4]
De este modo, la investigación de
mala calidad hace metástasis a través de la literatura científica, y se hace
imposible distinguir el conocimiento confiable del conocimiento no con-
fiable o falso o carente de sentido.
Un modelo científico permite estudiar una versión simplificada, o carac-
terísticas aisladas, de un fenómeno complejo. Esta simplificación es a veces
justificada, por ejemplo, si las relaciones de causa y efecto que se estudian
en el modelo –como la respuesta de un perfil aerodinámico a la turbulencia
en un túnel aerodinámico– operan del mismo modo en el contexto más
complejo –un avión que vuela a través de una tormenta–. En tales casos se
puede tener cierta confianza en que lo que se aprende del modelo se puede
aplicar al problema real entre manos. Fitzpatrick piensa que ese razona-
miento no se justifica cuando se usan cerebros de ratón para modelar la
enfermedad neurodegenerativa humana.
Pero sus preocupaciones por esta forma de abordar la ciencia del cerebro
tienen implicaciones más devastadoras cuando los modelos se extienden
aún más para explorar los aspectos neurológicos de disfunciones del com-
portamiento humano:
Como estas cuestiones son sumamente complejas e intentamos reducirlas
a modelos biológicos, se tienen que idear proxies. Un neurocientífico no
puede estudiar directamente lo que hace que alguien cometa un crimen, y
en vez de ello dice: “Oh, sé qué es eso, estas personas carecen de control
inhibitorio”. Así, ahora eso es algo comprensible, y necesito una tarea que
pueda asignar confiablemente al laboratorio como marcador del control
[4] Véase <https://scholar.google.com> para el resultado de la búsqueda referida al
artículo de Cramer et al. (2012).
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REDES
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inhibitorio. “Oh, ya tenemos una tarea, la del tiempo de reacción”. Ahora
estamos estudiando algo, llamándolo de otro modo e ideando una hipótesis
causal sobre el comportamiento de personas formada por vínculos
endebles.
El problema, como explica Fitzpatrick, es que en este espacio entre la proxy
–por ejemplo, la medición del control inhibitorio en un ratón, o a ese res-
pecto en una persona– y el comportamiento complejo, como la adicción a
las drogas, se encuentra una teoría de lo que causa el crimen y la adicción
y el comportamiento sociopático. La teoría “tiene fundamentos ideológicos.
Determina el tipo de preguntas que se hacen, la manera de estructurar la
investigación, los resultados que se perfilan, la persona a la que se pide que
dé el gran discurso”.
Fitzpatrick observa qué ocurre cuando la interacción entre ciencia y tec-
nología es sustituida por el “libre juego de intelectos libres”. Los científicos
nunca pueden escapar a la influencia del sesgo humano. Pero el sesgo
humano no tiene mucho campo para conseguir un punto de apoyo cuando
la investigación está ligada estrechamente al desempeño de una tecnología
particular –por ejemplo, a través del deseo de motores de automóvil más
ligeros y más potentes, o de motores de búsqueda en la red más eficientes.
La tecnología mantiene la ciencia honesta. Pero en temas increíblemen-
te complejos, como la enfermedad de Alzheimer y el comportamiento cri-
minal, la conexión entre conocimiento científico y tecnología es endeble,
y mediada por muchos supuestos –sobre cómo funciona la ciencia (los cere-
bros de ratón son buenos modelos del cerebro humano), cómo funciona la
sociedad (el comportamiento criminal es causado por la química del cere-
bro) o cómo funciona la tecnología (las drogas que modifican la química
del cerebro son un buen medio para modificar el comportamiento crimi-
nal)–. Los supuestos se convierten en partes invisibles de la forma en que
los científicos diseñan los experimentos, interpretan los datos y aplican sus
resultados. El resultado son teorías cada vez más elaboradas; teorías que
siguen siendo autorreferenciales, y distintas de la tarea de encontrar solu-
ciones a problemas humanos.
Todo esto puede explicar de alguna manera por qué es tan alta la tasa
de fracasos de las intervenciones farmacéuticas del Alzheimer. Cuando se
usan modelos de ratón para explorar teorías de la salud y del comporta-
miento del cerebro humano no existe una manera confiable de evaluar la
validez de la ciencia ni de los supuestos subyacentes. Esto no significa que
los científicos deban empezar haciendo en humanos los experimentos que
hoy hacen en ratones. Pero como subraya Fitzpatrick, la enorme cantidad
210
DANIEL SAREWITZ
de investigaciones cerebro-ratón que hoy se hacen es un reflejo de la dis-
función interna del sistema de investigación y no del potencial para que “el
libre juego de intelectos libres” ayude a aliviar el sufrimiento humano cau-
sado por la enfermedad y la disfunción neurológica.
PERO ¿ESO ES CIENCIA?
Los problemas de valores, supuestos e ideología no se limitan a la neuro-
ciencia sino que están presentes en toda la empresa científica. Así como
Derek Price reconoció la amenaza a la ciencia por su crecimiento insoste-
nible décadas antes de que los síntomas se volvieran penosamente eviden-
tes, el físico Alvin Weinberg también advirtió hace mucho tiempo la
amenaza de la ideología a la ciencia. Miembro bona fide del complejo mili-
tar-industrial, Weinberg dirigió el Laboratorio Nacional Oak Ridge –ori-
ginalmente parte del Proyecto Manhattan– y fue incansable defensor de la
energía nuclear. Como participante en los primeros debates políticos sobre
la energía nuclear, mostró su preocupación por los límites de lo que la cien-
cia podía decirnos sobre asuntos sociales y políticos complejos.
En su artículo de 1972 “Ciencia y transciencia”, Weinberg observó que
la sociedad invocaba cada vez más a la ciencia para entender y abordar los
complejos problemas de la modernidad, muchos de los cuales se remonta-
ban, por supuesto, a la ciencia y la tecnología. Pero él acompañó este reco-
nocimiento con una idea más profunda y sugerente: dichos problemas
están ligados a las respuestas a preguntas que se pueden hacer a la ciencia
aunque la ciencia no las puede responder” (Weinberg, 1972: 209). Y llamó
transciencia” al estudio de tales preguntas. Si la ciencia tradicional aspira
a un conocimiento preciso y confiable de los fenómenos naturales, la trans-
ciencia persigue realidades contingentes o en flujo continuo. Los objetos y
fenómenos que estudia la transciencia –poblaciones, economías, sistemas
diseñados– dependen de muchas cosas diferentes, incluidas las condiciones
en las que son estudiados en un momento y un lugar dados, y de la deci-
sión de los investigadores sobre cómo definirlos y estudiarlos. Esto significa
que los objetos y fenómenos que estudia la transciencia nunca son absolu-
tos sino que son variables, imprecisos e inciertos y, por tanto, siempre suje-
tos a interpretación y debate.
En cambio, argumenta Weinberg, ciencias naturales como la física y la
química estudian objetos que pueden ser caracterizados por un pequeño
número de variables medibles. Por ejemplo,en física clásica, una vez se
conocen la posición, la velocidad y las fuerzas que actúan sobre un objeto
211
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físico, se puede predecir el movimiento de ese objeto, bien sea un guijarro
o un planeta. Ese no es el caso en física cuántica, en la cual la posición y la
velocidad de partículas individuales no se pueden medir con precisión
simultáneamente. Pero, señala Weinberg, “incluso en física cuántica, pode-
mos hacer predicciones precisas” (Weinberg, 1972: 212) sobre distribucio-
nes estadísticas de moléculas o átomos o partículas. Además, los objetos de
estudio –bien sea la masa de un electrón, la estructura de una molécula o
la energía liberada por una reacción química– se pueden definir con preci-
sión y caracterizar de manera inequívoca, de modo que todos los científicos
pueden estar de acuerdo. Como él dice: “cualquier átomo de hidrógeno es
igual a cualquier otro átomo de hidrógeno” (Weinberg, 1972: 212).
Esta combinación de comportamiento predecible y atributos funda-
mentales invariantes es lo que hace tan valiosas a las ciencias físicas en el
avance tecnológico; cuando se confinan al ambiente controlado del labora-
torio o al diseño planeado de una tecnología, el electrón, el fotón, la reac-
ción química o la estructura cristalina se comportan como se supone que
se comportan casi todo el tiempo.
Pero muchas otras ramas de la ciencia estudian cosas que no se pueden
caracterizar inequívocamente y que se pueden comportar de un modo no
predecible incluso en condiciones controladas, como una célula o un cere-
bro, o un área particular del cerebro, o un tumor o una condición psicoló-
gica. O una especie de pájaro. O un vertedero de desechos tóxicos. O un
salón de clase. O “la economía” o el clima de la tierra. Esas cosas pueden
diferir de un día a otro, de un lugar a otro o de una persona a otra. Su com-
portamiento no se puede describir y predecir mediante el tipo de leyes gene-
rales que invocan los físicos y los químicos, porque sus características no
son invariables sino que dependen del contexto en el que se estudian y de
cómo se definen. Por supuesto, los científicos se esfuerzan por encontrar
maneras útiles de caracterizar las cosas que estudian, como la noción de
especie para clasificar entidades biológicamente distintas, o el  para defi-
nir la escala de la economía de una nación, o el  para medir la inteligencia
de una persona, o la biodiversidad para evaluar la salud de un ecosistema,
o la temperatura atmosférica global promedio para evaluar el cambio cli-
mático. O utilizan estadísticas para caracterizar el comportamiento de una
clase heterogénea de cosas, por ejemplo, el índice de accidentes de conduc-
tores de cierta edad, o la incidencia de un tipo de cáncer en personas con
cierta ocupación, o la probabilidad de que cierto tipo de tumor haga metás-
tasis en un ratón o una persona.
Pero esas maneras de nombrar y describir objetos y fenómenos siempre
tienen un costo; el costo de ser a lo sumo solo una aproximación de la rea-
212
DANIEL SAREWITZ
lidad compleja. Así, los científicos pueden criar una cepa de ratón que tien-
de a mostrar la pérdida de la función cognitiva con el envejecimiento, y las
semejanzas entre diferentes ratones de esa cepa pueden aproximar el tipo
de homogeneidad que poseen los objetos estudiados por la física y la quí-
mica. Esto hace que el ratón sea un objeto útil de investigación. Pero debe-
mos asumir el costo de esa utilidad: la conexión entre los fenómenos
estudiados en esa cepa de ratón y los fenómenos más complejos de enfer-
medades humanas como la enfermedad de Alzheimer es endeble –o inclu-
so, como señala Susan Fitzpatrick, inexistente.
Para Weinberg, quien abogaba por la energía nuclear civil, calcular la pro-
babilidad de un accidente catastrófico de un reactor nuclear era un excelente
ejemplo de un problema transcientífico. “Puesto que la probabilidad es tan
pequeña, no hay posibilidad práctica de determinar directamente esta tasa
de fracaso, es decir, construyendo, por ejemplo, mil reactores, usándolos 10
mil años y tabulando la historia de su funcionamiento” (Weinberg, 1972:
211). En vez de ciencia, nos quedamos con una mezcla de ciencia, ingenie-
ría, valores, supuestos e ideología. Así, como explica Weinberg, el debate
transcientífico “inevitablemente teje hacia atrás y hacia adelante a través de
la frontera entre lo que es y lo que no es conocido y cognoscible” (Weinberg,
1972: 220). Más de cuarenta años después –y de tres grandes accidentes–,
científicos y defensores, armados con datos y resultados de investigación,
siguen debatiendo los riesgos y las promesas de la energía nuclear.
Para asegurar que la ciencia no fuese totalmente infectada por sesgos y
opiniones personales, Weinberg reconoció que era esencial que los cientí-
ficos “establezcan cuáles son los límites del hecho científico, dónde termina
la ciencia y dónde empieza la transciencia” (Weinberg, 1972: 220). Pero
eso exigiría “el tipo de honestidad desinteresada que es difícil ejercer para
un científico o un ingeniero que debe mantener un cargo o un estatus
(Weinberg, 1972: 216). Además, eso “no es nada fácil, porque los expertos
a menudo no concuerdan en la medida y la confiabilidad de su pericia
(Weinberg, 1972: 220).
Los llamamientos de Weinberg a “la honradez desinteresada” al trazar
las líneas de pericia han sido muy desatendidos, pues durante los últimos
cuarenta años los científicos no han procurado distinguir entre transciencia
y ciencia sino intentado –mediante lo que equivale a una especie de alqui-
mia moderna– transmutar la transciencia en ciencia. De hecho, lo maravi-
lloso de la transciencia es que se puede seguir investigando; que se puede,
como dice Fitzpatrick, crear “la sensación de que estamos adquiriendo
conocimiento cuando no lo estamos adquiriendo”, sin acercarse a una res-
puesta final o útil.
213
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En ausencia de una aplicación tecnológica que pueda seleccionar ver-
dades útiles que funcionen en el mundo real de interruptores eléctricos,
vacunas y aviones, no hay una manera “correcta” de discriminar u organi-
zar la masa de verdades que crean los científicos. Por ello, para tomar otro
ejemplo incesantemente debatido, después de décadas de intensa investi-
gación de los efectos de la reducción de la sal sobre la salud, hoy hay mucha
menos claridad que en 1972, cuando un artículo reportó: “Las pruebas de
que la sal induce hipertensión permanente y fatal es directa, cuantitativa
e inequívoca en ratones” (Dahl, 1972: 242). Cuatro décadas después, el
director de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades afirmó
que cien mil muertes al año en Estados Unidos se pueden atribuir al exce-
so de sodio en la dieta (Frieden y Briss, 2010), aunque un importante
metaanálisis de 167 pruebas aleatorias controladas y 13 estudios de pobla-
ción desde 1950 no encontró una conexión clara entre reducción de la sal
y resultados de salud (Graudal, HubeckGraudal y Jurgens, 2011). Los
científicos y los grupos de interés se alinean en ambos lados del debate e
impugnan con avidez las motivaciones y la investigación de aquellos con
los que están en desacuerdo.
La profusión de verdades parciales, cada una defendida por su propio
grupo de expertos, es lo que sucede cuando la ciencia intenta responder
preguntas transcientíficas como: ¿para alimentar a la creciente población
mundial se necesitan cultivos genéticamente diseñados?; ¿la exposición al
Bisfenol –o a cualquiera de otros diez mil productos sintéticos– afecta
adversamente el desarrollo de la niñez o perjudica de otra manera la salud?;
¿los mercados abiertos benefician a todos los socios comerciales?; ¿cuáles
serán los costos económicos futuros del calentamiento climático para una
nación o región particular?; ¿las pruebas estandarizadas mejoran los resul-
tados de la enseñanza?; ¿por qué aumenta la obesidad en Estados Unidos,
y qué se puede hacer al respecto?
Si los debates de investigación científica y los debates políticos sobre
tales preguntas parecen alargarse sin fin, no hay duda de que una razón es
que tenemos expectativas erróneas sobre la ciencia. La creencia común es
que la verdad científica es unitaria: hay un hecho de la materia, y por ello
la luz siempre se enciende cuando muevo el interruptor. Pero las pregun-
tas transcientíficas a menudo revelan verdades múltiples, dependiendo en
parte de qué aspectos de un asunto deciden investigar los científicos y
cómo realizar tal investigación. No tiene sentido preguntar quién tiene
razón en esos casos; lo mejor que podemos esperar es entender por qué los
expertos están en desacuerdo, lo que suele depender de decisiones técnicas
sobre cómo hacer la investigación y analizar los datos, para no mencionar
214
DANIEL SAREWITZ
los sesgos ocultos que ayudan a determinar esas decisiones. Consideremos
la pregunta: “¿los cultivos modificados genéticamente son más productivos
que los cultivos tradicionales?”. Algunos investigadores prefieren respon-
derla examinando pruebas de campo donde se controlan cuidadosamente
variables como el clima y el tipo de suelo. Otros prefieren hacer encuestas
en fincas reales porque reflejan la variabilidad del mundo real. Estos dos
enfoques a menudo producen resultados contradictorios (Hicks, 2015), y
con base en los datos no hay manera de juzgar cuál proporciona una mejor
guía para el futuro.
A veces el problema no es que sea difícil evaluar los hechos sino que es
demasiado fácil. Por ello la ciencia casi nunca proporciona una solución a
asuntos de controversia política. En general hace lo contrario, ofrece verda-
des revisadas por pares y, así, validadas culturalmente, que se pueden selec-
cionar y ensamblar del modo que sea necesario para apoyar la posición y la
solución de política preferida. Si esta observación parece inverosímil o exa-
gerada, cabe preguntar por qué después de cuarenta años de investigar los
riesgos y beneficios de las mamografías su efectividad es más debatida que
nunca. De manera similar, después de más de 25 años y de 15 mil millones
de dólares en investigación para evaluar la seguridad del depósito de resi-
duos nucleares situado en Yucca Mountain, Nevada, nada ha resultado más
allá del atasco político (, 2011). En ningún caso la ciencia se adhiere
a una verdad unitaria. Lo que tenemos, en cambio, es transciencia que “teje
hacia atrás y hacia adelante a través de la frontera entre lo que es y lo que
no es conocido y cognoscible” (Weinberg, 1972: 220).
Hay una muy buena razón por la que el problema de la mala calidad de
la ciencia se percibe de manera más visible en la investigación biomédica.
Aunque la financiación del gobierno para ciencia biomédica en Estados
Unidos es igual a la de los demás campos de investigación en conjunto
(, 2014), las enfermedades siguen sin cura, la innovación farmacéutica
se ha desacelerado y la inversión empresarial es muy riesgosa debido a las
asombrosas tasas de fracaso en las pruebas de nuevos medicamentos. La
ciencia biomédica está fracasando en la prueba de la verdad de la tecnolo-
gía. Pero la amenaza más difícil y peligrosa para la ciencia proviene de cam-
pos de investigación donde las apuestas son altas pero la validez de la ciencia
no se puede determinar porque no está ligada estrechamente al avance tec-
nológico hacia un objetivo específico compartido –como curar el cáncer de
mama–. En estos casos se presentan verdades parciales, cualquiera de las
cuales puede impulsar la carrera de un investigador y atraer a un grupo de
creyentes entre científicos, grupos de interés políticos y miembros del
público por igual.
215
REDES
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Incluso el alardeado consenso científico sobre el cambio climático –que
en gran medida se basa en física fundamental bien entendida ya hace más
de un siglo– solo se aplica a una afirmación estrecha sobre el impacto huma-
no perceptible en el calentamiento global. Cuando se hacen preguntas sobre
la tasa y la gravedad de impactos futuros, o sobre los costos y los mejores
caminos para abordarlos, no hay nada semejante al consenso entre exper-
tos. Los modelos matemáticos de las tasas futuras y las consecuencias del
cambio climático son muy sensibles a supuestos sobre cosas totalmente
impredecibles –como las tendencias de crecimiento económico o de la
innovación tecnológica– (Petersen, 2006), y por ello los modelos regurgi-
tan series interminables de hechos transcientíficos que permiten hacer afir-
maciones y contra afirmaciones, en apariencia todas respaldadas por la
ciencia, acerca de cuán urgente es el problema y qué se debe hacer. Si, en
cambio, procuráramos ejercer la “honradez desinteresada” por la que abo-
gaba Weinberg y reconocer los supuestos que nos llevaron a los resultados
de los modelos del clima –o del ratón–, tendríamos que abandonar cual-
quier pretensión de una verdad científica absoluta que da a esos resultados
su legitimidad en la sociedad.
DATAGEDÓN
[5]
Estas dificultades están a punto de empeorar. Muchos campos de la ciencia
hoy apuestan su futuro a lo que a veces se llama “datos masivos” (big data):
la creación de enormes y nuevos conjuntos de datos mediante nuevos ins-
trumentos tecnológicos que hacen posible recolectar, almacenar y analizar
cantidades casi infinitas de información. Así, por ejemplo, se nos dice que
la Iniciativa  del presidente Obama “abrirá nuevas puertas para explo-
rar cómo el cerebro registra, procesa, usa, almacena y recupera vastas can-
tidades de información, y arrojar luz sobre los complejos vínculos entre
función cerebral y comportamiento”.
[6]
Que la iniciativa de la Medicina de
Precisión “promoverá estrategias de tratamiento y prevención adecuadas a
las características únicas de las personas, incluidas la secuencia de su geno-
ma, la composición de microbiomas, la historia clínica, el estilo de vida y
[5] Alusión al término “Armagedón”, que designa la catástrofe del fin del mundo. En la
Biblia es el lugar donde se librará la batalla final (Apocalipsis 16, 16). [N. del T.]
[6] Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies Initiative. Véase
<https://web.archive.org/web/20160616232604/https:/www.whitehouse.gov/the-press-
office/2013/04/02/fact-sheet-brain-initiative>.
216
DANIEL SAREWITZ
la dieta”.
[7]
Que el proyecto internacional Future Earth intentará “observar,
monitorear, explicar y modelar el estado del planeta y de sus sociedades”,
para que quienes toman las decisiones puedan “acercarse a la predicción y
administración informada del sistema Tierra”.
[8]
Que la Red del Observatorio
Ecológico Nacional intentará lo mismo en los ecosistemas, con “infraes-
tructura y ciberinfraestructura de medición que proporcionen datos estan-
darizados y calibrados a la comunidad científica a través de un portal de
datos único de libre acceso”.
[9]
Que la Iniciativa de Observatorios del
Océano “medirá las variables físicas, químicas, geológicas y biológicas del
océano y del fondo marino [...] para mejorar la detección y la predicción
de cambios ambientales y de sus efectos sobre la biodiversidad, los ecosis-
temas costeros y el clima”.
[10]
El imperativo del avance tecnológico enfoca la investigación científica
y proporciona una prueba de la validez del nuevo conocimiento científico.
Los datos masivos hacen lo contrario, convierten la ciencia en un océano
de datos sin restringir hacia dónde puedan llevar. La dificultad de esta
manera de hacer ciencia es que, para cualquier gran conjunto de datos sobre
un problema complejo con muchas variables, el número de vínculos cau-
sales posibles entre las variables es incalculablemente mayor que el número
que un científico puede analizar y probar. Por ejemplo, los investigadores
han identificado más de un centenar de variables que pueden influir en la
obesidad, de los genes a la educación, del estrés laboral a la rapidez con que
se come y aun si se fue amamantado.
[11]
Explorar las relaciones entre un
pequeño número de variables combinadas generaría miles de millones de
hipótesis posibles para probar. La probabilidad de que se encuentre una que
revele relaciones causales importantes es entonces sumamente pequeña,
mientras que abundan las oportunidades para introducir sesgos o descubrir
correlaciones carentes de sentido. De modo que aun si se obtiene un resul-
tado positivo, es probable que sea espurio. Como explica John Ioannidis en
su famoso artículo de 2005, “Por qué la mayoría de los resultados de inves-
tigación publicados son falsos”, el problema de buscar un pequeño número
de relaciones verdaderas posibles en grandes conjuntos de datos:
[7] Véase <https://web.archive.org/web/20160620101114/https:/www.whitehouse.gov/
precision-medicine/>.
[8] Véase <https://web.archive.org/web/20190628165212/http://www.futureearth.org/
themes/dynamic-planet/>.
[9] Véase <https://www.nsf.gov/funding/pgm_summ.jsp?pims_id=13440/>.
[10] Véase <https://ceoas.oregonstate.edu/ooi/>.
[11] Véase <https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/
attachment_data/file/296290/obesity-map-full-hi-res.pdf>.
217
REDES
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[…] invierte totalmente nuestra manera de ver los resultados científicos.
Tradicionalmente, los investigadores ven con emoción efectos grandes y
muy significativos como signos de descubrimientos importantes. Es más
probable que efectos demasiados grandes y altamente significativos sean en
realidad señales de grandes sesgos en la mayoría de los campos de la inves-
tigación moderna (Ioannidis, 2005).
Pero no importa; una vez se tiene un resultado positivo, internet pone a
disposición la literatura científica mundial, y sin esfuerzo alguno se pueden
pescar artículos revisados por pares para dar credibilidad al descubrimiento.
E incluso si se llega a confirmar un vínculo causal verdadero, para que sea
útil probablemente habría que conectarlo a otros vínculos, cada uno de los
cuales en sí mismo quizá no sea verdadero. Tal vez las personas obesas con
menos educación, más estrés laboral y un marcador genético específico
coman más rápidamente que otras, pero la razón por la que son obesas pue-
de ser muy distinta, como no tener tiempo para hacer ejercicio porque
viven lejos del trabajo.
Si los modelos de ratón son como buscar las llaves bajo el farol, los datos
masivos son como buscarlas en todo el planeta solo porque se puede, aun-
que no se sepa qué forma tienen o dónde se cayeron o si abren la puerta.
Por tanto, otra razón para que la ciencia biomédica esté a la vanguardia
de otros campos en términos de revelaciones de irrepetibilidad y resultados
falsos puede ser que apostó su futuro a los datos masivos antes que otros
campos de la ciencia; en especial mediante el mapeo del genoma humano,
sobre el cual casi todos están de acuerdo en que fue un poderoso cataliza-
dor de la investigación científica al generar ingentes cantidades de datos
(Stephens et al., 2015) pero que, a lo sumo, produce beneficios modestos
en atención de la salud (Nature, 2010). Como señaló en un artículo recien-
te Michelle Gittelman, profesora de administración en la Universidad de
Rutgers que estudia la innovación farmacéutica:
La revolución de la biotecnología estaba condenada al fracaso, dados los
límites de la ciencia predictiva para resolver problemas en fenómenos natu-
rales complejos [...] La experiencia de la genética en investigación médica
ha demostrado que una frontera móvil en el conocimiento científico no se
traduce en un avance correspondiente en la innovación tecnológica
(Gittelman, 2016: 1584).
Ella sugiere, de hecho, que “la aplicación de la genética y de la ciencia mole-
cular al descubrimiento médico podría obstaculizar el progreso, en vez de
218
DANIEL SAREWITZ
acelerarlo” (Gittelman, 2016: 1571). La situación con respeto al cáncer se
resume en un ensayo, publicado en Cell en 2014, de Robert Weinberg del
, conocido investigador del cáncer:
Los datos que hoy generamos superan abrumadoramente nuestra capacidad
de interpretación, y los intentos de la nueva disciplina de “biología de sis-
temas” para enfrentar esta deficiencia hasta ahora han producido pocos
conocimientos sobre biología del cáncer más allá de los que revela la simple
intuición casera (Weinberg, 2014: 271).
Cegada por la mentira, cautivada por el poder de las nuevas tecnologías no
para resolver problemas discretos sino para reunir, almacenar, probar y ana-
lizar miles de millones de terabytes de datos sobre todo lo que sucede en
todas partes –desde el núcleo de la Tierra hasta el cerebro humano y el espa-
cio exterior– y dedicada religiosamente a la noción de que más informa-
ción, más publicaciones revisadas por pares y más financiación son siempre
un paso en la dirección correcta, cualquiera que sea, la comunidad cientí-
fica y sus partidarios hoy se afanan por crear la infraestructura y las expec-
tativas que pueden llevar a que la esencia del legado de la ciencia sea la falta
de confiabilidad, el caos del conocimiento y la multiplicidad de verdades
contradictorias.
La ciencia hoy se ve atenazada entre las revelaciones de que áreas ente-
ras de investigación científica no son buenas, y la producción alocada de
conocimiento no verificable relevante para las preguntas sin respuesta de
la transciencia. Aunque el caos resultante compromete el progreso tecno-
lógico –dirigido, por ejemplo, a prevenir o curar el cáncer de mama–, la
frontera entre verdad objetiva y creencias subjetivas parece estar disolvién-
dose en forma gradual y aterradora.
LA ADMINISTRACIÓN DE LA VERDAD
Durante veinte años Jeff Marqusee tuvo que encontrar soluciones prácticas
para problemas ambientales en el . Su enfoque era una herejía. “Se nece-
sita administrar la investigación.” Con un doctorado del , Marqusee
también es un hijo de la mentira. “Culturalmente fui formado como cien-
tífico básico. Estudié física estadística. Mi tesis era tan esotérica e inútil
como podía ser. Era divertida.” Dobla una rodilla a modo de disculpa,
como todos deberíamos, y luego prosigue: “No se necesita administrar al
chico solitario que es inteligente. Ese no es el problema”. La mayoría de los
219
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científicos no son Einstein ni E. O. Wilson, y la mayor parte de la investi-
gación no tiene en sí misma el potencial para ser trascendental. Si la gente
espera que la investigación científica –incluso la investigación básica de lar-
go plazo– contribuya a un objetivo más amplio, tiene que haber algún
mecanismo de rendición de cuentas para orientarla hacia ese objetivo. Igual
que Visco y Fitzpatrick, Marqusee piensa que la carencia de ese mecanismo
ha llevado a “un sistema que produce demasiadas publicaciones” y tiene que
alimentar muchas bocas”.
Cuando Marqusee habla de la necesidad de “administrar la investiga-
ción”, eso no significa decir a los científicos cómo deben hacer su trabajo ni
en qué trabajar; sino asegurar que la ciencia que se hace tenga sentido en
términos del objetivo al que supuestamente contribuye. El tipo de pregun-
tas que Marqusee debía responder en el  era esencialmente transcientífi-
co: las verdades necesarias y las soluciones efectivas eran contextuales y
variaban de una situación a la siguiente. Estaban sesgadas hacia lo local y lo
específico, y no hacia descubrimientos que mejoraran la carrera profesional.
Para averiguar, por ejemplo, “cómo proteger a mis soldados” de venenos
como el plomo, el cadmio y el cromo en el suelo de las bases militares, pri-
mero había que entender cómo incide el suelo seco y de mala calidad típico
de las bases militares en la exposición de los soldados a químicos tóxicos. Y,
a la vez, cómo afecta la dieta de los soldados la química estomacal y la toxi-
cidad de los diversos productos químicos una vez que entran en el cuerpo.
Los programas de Marqusee produjeron métodos de descontaminación
del agua subterránea menos costosos que los que desarrollaron otras enti-
dades del gobierno o los que utilizaba el sector privado. Su oficina financió
investigaciones que hicieron posible que la Agencia de Protección Ambiental
fijara estándares de exposición al plomo más estrictos en las bases militares.
Él apoyó investigación ecológica sobre la mejor manera de proteger al pája-
ro carpintero cabecirrojo que anida en los bosques de las bases militares del
sureste de Estados Unidos, que estaba en peligro de extinción; y durante el
proceso mejoró el ecosistema a la vez que el entrenamiento militar.
Si se trata el paisaje para mantener un buen hábitat para pájaros carpinteros
cabecirrojos también se crea un bosque mucho más bello, más resistente y
mejor para el entrenamiento militar. Y solo se debe tener la precaución,
durante algunas semanas, cuando llega la época de anidación, de que no se
disparen armas de fuego cerca de ellos.
El conocimiento científico necesario para resolver este tipo de problemas
nunca sería generado espontáneamente por “el libre juego de intelectos
220
DANIEL SAREWITZ
libres”. Marqusee entendió que si financiaba científicos y dejaba que hicie-
ran el trabajo por sí solos, él terminaría con mucho conocimiento inútil y
muchos problemas sin resolver. No es que no financiara investigación fun-
damental rigurosa: “Claro que queríamos tener publicaciones de alta cali-
dad, queríamos avanzar en el campo científico, pero ¿por qué? Porque
teníamos un problema que queríamos resolver”. La hermosa mentira insiste
en que los científicos solo deben ser responsables ante ellos mismos. El con-
sejo de Marqusee a su personal era exactamente lo contrario: “No tengan
electores en la comunidad de investigación, ténganlos únicamente en la
comunidad de usuarios finales”.
A veces debía poner fin a proyectos científicamente productivos que no
contribuían a su misión. Uno de ellos –“un proyecto de investigación bási-
co, una gran propuesta”– prometía elaborar indicadores que mostraran los
efectos desfavorables de las actividades de una instalación militar sobre una
especie animal protegida antes de que sufriera un grave descenso demográ-
fico. Pero durante una revisión del proyecto Marqusee entendió que el
investigador identificaría y mediría “todo tipo de biomarcadores del nivel
de estrés esteroidal, decenas de ellos”, y que al final encontraría muchísimas
correlaciones, así como se pueden encontrar millones de razones por las
cuales los estadounidenses se están volviendo obesos, o por las cuales no
está mejorando el desempeño de la escuela pública, o por las cuales la falta
de control inhibitorio lleva e convertirse en criminales drogadictos. Tales
resultados habrían estimulado el debate y la investigación, llevando a publi-
car más artículos y al avance profesional; pero no habrían ayudado a que el
administrador de una base militar predijera las causas específicas de la
reducción de una especie particular.
“De modo que liquidamos el proyecto”. Y, sin embargo… “El científico
buscaba algunos biomarcadores muy innovadores. Y podría haber habido
un subproducto imprevisto que podría haber sido útil, lo que es siempre la
justificación de toda investigación básica, ¿cierto? La Fundación Nacional
para la Ciencia nunca hubiera liquidado el proyecto.
Cierto. No solo la Fundación Nacional para la Ciencia nunca lo hubie-
ra liquidado, sino que ejemplifica el espíritu del área de datos masivos que
se está convirtiendo en la nueva faceta de la ciencia.
Pero si el cuerpo de electores, para usar el término de Marqusee, es la
sociedad, no los científicos, la elección de los datos y del conocimiento que
se necesitan debe estar informada por el contexto del mundo real del pro-
blema que se debe resolver. Es probable que las preguntas que se hagan sean
muy diferentes si el objetivo es resolver un problema concreto y no solo
mejorar la comprensión. Por ello la simbiosis entre ciencia y tecnología es
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tan poderosa: la tecnología enfoca y disciplina a la ciencia. Pero la hermosa
mentira de Vannevar Bush llevó a culturas institucionales organizadas e
incentivadas en torno a la búsqueda de más conocimiento y no a la solu-
ción de problemas. Marqusee dice con sarcasmo que la mejor manera de
reorientar a los científicos sería “pagarles por ocuparse del problema”.
O quizá enviarlos al Cuerpo de Paz antes de que vayan a la escuela de
posgrado. Al menos eso es lo que hizo J. Kumar, después de su pregrado en
física, en Stanford. Trabajando en un pueblo sudafricano durante dos años,
Kumar empezó a ver la ciencia como un medio de apalancar su impacto en
el mundo, y esto lo volvió escéptico ante la cultura de la mentira. Igual que
Marqusee, Kumar entiende y aprecia el papel de la ciencia fundamental,
pero también reconoce que la lógica de la mentira justifica “profundizar
cada vez más en un solo tema sin detenerse a preguntar por qué lo estamos
haciendo”. Él piensa que hay “espacio para más intencionalidad en la mane-
ra de hacer ciencia”.
En el programa de doctorado en física aplicada de Harvard, Kumar
comenzó con el interés de vincular la ciencia a las necesidades de atención
de la salud en países pobres. Rápidamente se enfocó en una pregunta espe-
cífica: “¿Cómo difundir la información que obtenemos en estudios sobre
la sangre en entornos de bajos recursos?”. Esa pregunta lo impulsó en dos
direcciones: hacia el contexto social, para ver qué necesidades se podían
satisfacer con mejor información sobre la sangre; y hacia la ciencia, para ver
qué teorías e instrumentos podían proporcionar esa información. Entonces
habló con médicos que tenían experiencia de trabajo en África, y con cien-
tíficos en su laboratorio y en otras partes, lo que eventualmente llevó a una
convergencia: una técnica para separar proteínas usando una centrífuga de
cincuenta años de antigüedad. Esa técnica se podía usar para separar células
sanguíneas, lo que podía ayudar a diagnosticar la anemia de células falci-
formes, un problema de salud que carecía de un procedimiento de diagnós-
tico rápido, barato, portátil y confiable. Kumar termina la historia con
modesta prontitud: “Así pudimos conseguir algunos colaboradores, empe-
zar a investigar, hacer los primeros experimentos y obtener resultados posi-
tivos iniciales”, demostrando que la célula falciforme se podía diagnosticar
confiablemente mediante separación densimétrica. “Esto nos permitió
avanzar realmente e iniciar la búsqueda de financiación y validación clíni-
ca, y hacer ensayos, lo que consumió el resto de mi doctorado.” La prueba
que ideó se puede hacer in situ, en 15 minutos, y cuesta menos de un dólar.
Kumar era un complejo médico-industrial de una sola persona, que coor-
dinó todos los aspectos del proceso de investigación, incluido el desarrollo
comercial, recurriendo al desempeño tecnológico como árbitro despiadado
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DANIEL SAREWITZ
del progreso científico. En suma, hizo que su investigación rindiera cuentas
ante el usuario final y no ante sus pares científicos.
Esto es, en suma, lo que pide Fran Visco. Por supuesto, poner fin al cán-
cer de mama es un problema científico y organizativo mucho más complejo
que encontrar una manera barata y rápida de diagnosticar la anemia de
células falciformes. Pero esa parece ser una razón más para que, después
de gastar miles de millones de dólares –y de 40 mil mujeres que aún mue-
ren al año por esa enfermedad tan solo en Estados Unidos–, alguien se haga
responsable de dirigir el sistema hacia una solución.
Por ello, Visco y sus colegas decidieron que la  asumiera esa carga
y empezara a administrar la ciencia. “Nos cansamos después de tantos años
de ver que mucho de lo mismo no iba a hacer una gran diferencia. No nos
interesa seguir financiando ese tipo de cosas.Trabajando primero con la
comunidad de pacientes-defensores, la  identificó una pregunta clave
que podría enfocar la investigación: ¿cómo desarrollar una vacuna preven-
tiva del cáncer de mama? En marzo de 2010, la  reunió un grupo
diferente de científicos para ver si esta era una pregunta que se podía res-
ponder de manera concluyente dado el estado actual del conocimiento. La
opinión de consenso del grupo fue que se podía y se debía intentar.
Sin fondos cuantiosos para financiar directamente la investigación, la
 empezó a reunir científicos para comparar ideas y resultados, fomen-
tar la colaboración en ciernes y acelerar el proceso de desarrollo y compro-
bación de una vacuna. Estableció una fecha límite –2020– para poner fin
al cáncer de mama y apostó su credibilidad al logro de al menos un avance
importante para esa fecha.
[12]
La fecha ha sido muy criticada por la comu-
nidad de investigadores predominante –“el descubrimiento no tiene fecha
límite” fue la réplica previsible en un editorial de Nature (Nature, 2012).
Visco lo entiende perfectamente; así es como los científicos evaden la res-
ponsabilidad. La fecha límite es la peliaguda y muy riesgosa alternativa de
la . Visco rechaza la idea de que, después de décadas de investigación
y miles de millones de dólares en financiación, poner fin al cáncer de mama
sea todavía un asunto de esperar a que alguien haga un descubrimiento
inesperado. “Decidimos que debíamos tomar el control porque tenemos
una agenda; nuestra agenda es poner fin al cáncer de mama y salvar vidas,
y eso es todo”.
La  ha atraído una treintena de científicos, muchos de ellos líderes
de grupos de investigación del cáncer, para trabajar en el proyecto de vacu-
nas Artemisa, hoy en su sexto año. “Estas son personas que nunca habrían
[12] Véase <http://www.stopbreastcancer.org/about-the-deadline/artemis-project.html>.
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colaborado y nunca se habrían hecho esta pregunta de no ser por nosotros”,
dice Visco. Ellas seleccionaron los antígenos que serán el blanco de la vacu-
na, y empezaron a planear los ensayos clínicos, a pensar cómo se pueden
asegurar la asequibilidad y el acceso si las pruebas tienen éxito, e incluso a
explorar la idea de crear una compañía de vacunas sin ánimo de lucro. Con
el esfuerzo de la vacuna en marcha, la  también inició una segunda
etapa del proyecto Artemisa, enfocada en detener la metástasis del cáncer
de mama a otras partes del cuerpo, un problema que, como la investigación
de la vacuna, era muy desatendido por la comunidad de investigación
predominante.
El proyecto Artemisa difiere de la ciencia usual de muchas maneras. Es
pequeño, colaborativo y enfocado no en producir buena ciencia por sí mis-
ma, ni en obtener ganancias, sino en resolver un problema. Su agenda de
investigación proviene de pacientes-defensores, no de científicos. La res-
ponsabilidad con los usuarios finales –pacientes de cáncer de mama pasa-
dos, presentes y futuros– está incorporada en el programa. Frank Calzone,
quien trabajó veinte años en la compañía de biotecnología Amgen, al final
como director ejecutivo científico, y quien lleva tiempo como asesor técni-
co de la , considera que el esfuerzo de la vacuna Artemisa combina el
enfoque y las fechas límite de la industria con la apertura y la colaboración
de la academia. “Es un híbrido industria-academia, en el que los defen-
sores están a cargo, y eso es único.” Ante todo, da crédito a los pacientes-
defensores por entender e impulsar la ciencia de una manera diferente. “Se
preocupan por la prevención primaria del cáncer de mama. Nadie lo con-
sideraba posible en el mundo de las vacunas ni en de la farmacología.” En
2010, cuando Artemisa se estaba organizando, “había inmunólogos tradi-
cionales que decían que estábamos locos”. Seis años después, Calzone está
muy impresionado por haber aprendido cosas que nunca había previsto
sobre la viabilidad de este enfoque”. Él da crédito a Visco: “Fran, al ocupar-
se de algo imposible, logró que la gente se interese en replantear el dogma”.
¿La vacuna tendrá éxito? Nadie puede saberlo, pero es la pregunta equi-
vocada. La pregunta correcta es por qué se necesitó un abogado valiente
para que la ciencia hiciera lo que la mentira nos dice que ocurrirá
automáticamente.
DE VUELTA A NUESTRO MUNDO
¿La ciencia es hoy el último candidato para entrar en la lista creciente de
instituciones fallidas que parece caracterizar a nuestra sociedad? Igual que
224
DANIEL SAREWITZ
la política democrática, la justicia criminal, la asistencia de la salud y la edu-
cación pública, la organización y la cultura de la ciencia son capturadas por
una inercia desalentadora y egoísta, y un conjunto de valores que reflejan
un mundo que ya no existe.
Pero la ciencia tiene ventajas sobre otras instituciones escleróticas. En la
empresa científica existen innumerables nichos donde se pueden explorar
otras formas de organizar la investigación. Sí, el sistema que cada año gene-
ra 25 mil nuevos científicos prometedores con doctorado y unos 2 millones
de nuevos artículos de dudoso valor ejemplifica el rígido paradigma dentro
del que opera gran parte de la ciencia.
[13]
Pero entre los científicos jóvenes
que conoce, Kumar observa un “anhelo” por hacer algo más que agrandar
la pila de conocimientos esotéricos. Su reto es encontrar aquellos nichos del
sistema que les permitan aportar algo más, y hacer posible que el sistema se
reoriente, gradualmente, en una mejor dirección. De hecho, un atributo
esperanzador de la ciencia es que puede ser apalancado incluso por indivi-
duos y organizaciones pequeñas, para que tenga grandes efectos, como han
demostrado Visco, Marqusee y Kumar.
En el futuro, las instituciones científicas más valiosas estarán ligadas
estrechamente a personas y lugares cuyos problemas urgentes se necesita
resolver; cultivarán una sólida responsabilidad con aquellos para quienes las
soluciones son importantes; incentivarán a los científicos para que se ocu-
pen de los problemas más que de la producción de conocimiento. Vincularán
las agendas de investigación a la búsqueda de mejores soluciones –a menu-
do tecnológicas– más que a la comprensión por sí misma. La ciencia que
produzcan será de mayor calidad, porque así debe ser. Entretanto, el para-
digma hoy dominante seguirá desmoronándose bajo el peso de sus contra-
dicciones, pero también seguirá captando la mayor parte de los recursos e
insistiendo en su elevado estatus social y político. El renombrado químico
George Whitesides –quien, quizá no por casualidad, fue tutor de doctora-
do de Kumar– argumentó en The Economist, en 2012, que en el siglo ante-
rior –años más, años menos– la ciencia impulsada por la mera curiosidad
solo produjo uno o dos avances fundamentalmente transformadores –la
mecánica cuántica y quizá la genómica– y que, dado este desempeño, man-
tener la ciencia separada de la tecnología “puede ser un lujo costoso
(Whitesides, 2011: 154). Una manera diferente de decirlo sería que el tipo
de exploración indisciplinada que Vannevar Bush vendía en 1945 hoy se
debe considerar a la misma luz que los viajes espaciales, el apoyo a las artes
[13] Véase <https://wayback.archive-it.org/5902/20181003231144/https://www.nsf.
gov/statistics/infbrief/nsf12303/>.
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o a los monumentos públicos y la protección de la tierra virgen. Por vale-
dera y ennoblecedora que sea en sí misma, no se puede justificar en térmi-
nos de solucionar problemas o guiar las decisiones de política o, incluso, de
llevar a verdades verificables.
A esta luz, Susan Fitzpatrick enfrenta un reto muy difícil. Ella quiere
que la fundación filantrópica que dirige maximice el potencial de la neu-
rociencia para ayudar a reducir el sufrimiento humano, pero no cree que
este campo aún tenga mucho que decir sobre la reducción de la terrible
carga de la mayoría de las enfermedades cerebrales. Piensa que gran parte
de la neurociencia ha sido seducida por lo que llama el “dogma del reduc-
cionismo”. “Todos están convencidos de que si se puede encontrar la expli-
cación molecular genética de algo entonces se entiende y, por tanto, se
puede arreglar, aunque no haya ninguna prueba.” Ella quiere aislar a los
científicos que financia la fundación de la presión cultural para hacer
investigación que lleve rápidamente a resultados publicables, y darles tiem-
po “para hacer preguntas importantes, ser cuidadosos en lo que hacen y
escépticos ante sus propios resultados”. Un proyecto en marcha busca
sobrevivientes, durante muchos años, de cáncer cerebral maligno para ver
cómo interactúan sus tumores con el resto del cuerpo y otras influencias
ambientales. ¿Por qué las técnicas de tratamiento que son ineficaces para
la mayoría de los pacientes muestran resultados positivos para muy pocos?
Es un problema que vincula el desempeño tecnológico con el adelanto
científico; el punto ideal para la investigación fundamental.
Pero Fitzpatrick también se pregunta si la ciencia biomédica subestima
otros tipos de investigación que podrían ofrecer soluciones a problemas
urgentes:
No hay mucha investigación sobre la mejor manera de apoyar social, emo-
cional y ambientalmente a los pacientes de Alzheimer, que alivie su ansie-
dad y su estrés; quizá la enfermedad, por horrible que sea, sería menos
terrible con una mejor estructura de atención, pero hacemos muy poca
investigación sobre ese aspecto.
Quizá por ahora la investigación para ayudar a las personas que tienen estas
enfermedades deba apuntar a preguntas más prácticas. “No creo que se pue-
da decirles ‘Bien, tenemos que dedicar otros cuarenta años a la investiga-
ción’ cuando tampoco sabemos si hay mejores maneras de apoyarlas.” Y tal
vez en el proceso de entender cómo ayudar mejor a los pacientes, los cien-
tíficos descubran cosas sobre el curso de la enfermedad y sus variedades que
pueden llevar a terapias efectivas. “Lo que se ha perdido es el continuo toma
226
DANIEL SAREWITZ
y daca entre la ciencia y la enfermedad real” que ha sido históricamente la
fuente de grandes avances médicos.
Siguiendo su propia lógica, gran parte de la ciencia ha perdido de vista
el mundo mejor que supuestamente ayuda a crear. Eximido de responsabi-
lidad con cualquier cosa aparte de sí mismo, el “libre juego de intelectos
libres” empieza a parecer un simple encubrimiento de la indiferencia y la
irresponsabilidad. La ironía trágica es que la atrofiada imaginación de la
ciencia predominante es una consecuencia de la autonomía que según los
científicos es la clave de su éxito. Solo mediante el compromiso directo con
el mundo real la ciencia podrá liberarse a sí misma para redescubrir el cami-
no hacia la verdad.
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