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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re56.376
Dossier: Género, feminismos e innovación para el
Desarrollo. Repensando las tecnologías desde
miradas desheterocisnormadas
Florencia Trentini*
Dora Barrancos**
Paula Juarez***
Patricia Sepúlveda****
Imaginar otros futuros (socio-técnicos) posibles
Cuando pensamos en este dossier no nos imaginábamos que por la convocatoria
íbamos a tener que dividir el mismo en dos partes, pero la cantidad de artículos
recibidos demostró la importancia y actualidad del tema en cuestión, y por sobre todo
hizo evidente su heterogeneidad. En esta segunda parte del dossier “Género,
feminismos e innovación para el desarrollo” hemos recopilado artículos que abordan
problemáticas sumamente actuales, y en muchos casos controvertidas: las
* IESCTUNQ-CIC-BA / CONICET. Correo electrónico: flortrentini@gmail.com
** UNQ / UBA / CONICET. Correo electrónico: dbarrancos@unq.edu.ar
** IESCT-UNQ-CIC-BA. Correo electrónico: paula.juarez@unq.edu.ar
*** UNQ. Correo electrónico: pgsepulveda@unq.edu.ar
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tecnologías de reproducción asistida y gestación por sustitución; los implantes
subdérmicos como método anticonceptivo, las dinámicas de apropiación social del
conocimiento; la relación entre género y sustentabilidad en las prácticas
agroecológicas y en las ecotecnologías; el uso de Inteligencia Artificial.
A fines del año 2021, cuando lanzamos la convocatoria, nuestro interés partía
de analizar críticamente innovaciones y tecnologías para la resolución de problemas
sociales y/o ambientales desde una perspectiva socio-técnica, ecofeminista e
interseccional. Buscábamos repensar la relación entre género y tecnología,
atendiendo a cómo las desigualdades de género y la diferencia sexual afectan el
diseño y la implementación de las tecnologías (de producto, proceso y organización).
Dialogando con los planteos del tecnofeminismo buscamos prestar atención a la
capacidad co-constitutiva del género y las tecnologías y a los problemas que trae la
escasa presencia de mujeres y el impacto de su ausencia en el diseño de las mismas
(Wacjman, 2004).
En el marco de los Estudios Sociales de Tecnología, partimos de considerar
que las tecnologías no son neutrales sino construcciones socio-políticas que
desempeñan un rol clave en las dinámicas de inclusión social y de sustentabilidad
ambiental. En particular, las Tecnologías para el Desarrollo Inclusivo Sustentable
(TEDIS) apuntan a diseñar, producir, implementar y evaluar tecnologías orientadas a la
resolución de problemas sociales y/o ambientales, y por lo tanto, son fundamentales
para las estrategias de desarrollo socio-económico, la democratización política, la
sustentabilidad ambiental y la equidad de género (Thomas y Juarez, 2020; Thomas,
Juarez y Picabea, 2015; Thomas, 2011). Repensar la tecnología, el desarrollo y la
innovación desde una mirada feminista nos permite desnaturalizar un dispositivo que
instaura sobre las diferencias biológicas una oposición jerárquica que performa
relaciones de dominación y poder, apoyadas en discursos que normalizan/naturalizan
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la desigualdad, la discriminación y las violencias hacia las mujeres, los cuerpos
feminizados y las identidades sexo-genéricas disidentes. Por eso nos interesa
particularmente identificar, a partir de los trabajos del dossier, aquellas innovaciones
y tecnologías que son diseñadas e implementadas teniendo en cuenta una
perspectiva de género y distinguirlas de aquellas innovaciones y tecnologías
feministas que buscan subvertir estas desigualdades.
Partimos de un enfoque basado en el análisis socio-técnico, constituido
mediante la triangulación de herramientas conceptuales provenientes de diferentes
matrices teóricas (sociología de la tecnología, análisis de política, economía del
cambio tecnológico, economía social y solidaria, sociología del conocimiento
científico). El concepto nuclear de este abordaje es la noción de alianza socio-técnica
(Thomas 2008), entendida ésta en términos de una coalición de elementos
heterogéneos implicados en el proceso de construcción de funcionamiento/no
funcionamiento de una tecnología. Estas alianzas responden a un movimiento de
alineamiento y coordinación de artefactos, ideologías, regulaciones, conocimientos,
instituciones, políticas, actores sociales, recursos económicos, condiciones
ambientales, materiales, etc. que viabilizan o impiden la estabilización del
funcionamiento pero que es preciso analizar y construir en contexto.
Desde el análisis socio-técnico planteamos los dilemas que presentan ciertas
tecnologías que buscan resolver problemas sociales y/o ambientales. Por un lado, en
general parten de un determinismo tecnológico y/o social, que supone que un tipo de
solución tecnológica genera cambios sociales (o viceversa), en lugar de atender a una
mirada socio-técnica. Y por otro lado, plantean soluciones puntuales, en lugar de
diseñar soluciones integrales y sistémicas. Pero sobre todo, piensan en “soluciones
para pobres”, en lugar de diseñar soluciones para todes. Frente a esto, desde el IESCT-
UNQ y la REDTISA proponemos la concepción de Sistemas Tecnológicos sociales (STS),
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que apuntan a formas de diseñar, desarrollar, producir, implementar y evaluar
sistemas socio-técnicos orientados a la generación de dinámicas amplias de inclusión
social, preservación ambiental y autodeterminación de los pueblos (Thomas, 2011).
En esta propuesta, la idea de “desarrollo” refiere a procesos que cumplen con los
siguientes criterios: mejorar la calidad de vida; generar condiciones de igualdad y
justicia; preservar el ambiente, ampliar la democratización de la toma de decisiones;
promover la equidad de género e interseccionalidad; y tener en cuenta todo lo que les
actorxs y grupos definan como “desarrollo” (Thomas y Juarez, 2020; Thomas, Juarez
y Picabea, 2015; Thomas, 2011).
Así, una de las cuestiones que más nos interesaba cuando pensamos el dossier
era reflexionar sobre la pregunta, ¿de qué manera los desarrollos y las experiencias
de diseños de tecnologías e innovaciones para el desarrollo inclusivo y sustentable,
que explícitamente y desde una perspectiva de género y/o feministas están orientadas
a generar dinámicas de inclusión social y sustentabilidad ambiental, contribuyen a
promover cambios estructurales en la relación de las mujeres y las diversidades con
las políticas de Ciencia, Tecnología, Innovación y Desarrollo y, en consecuencia, a
problematizar y revertir desigualdades de género?
Lejos de las miradas neutrales sobre la Ciencia, Tecnología e Innovación,
entendemos que son subjetivas y políticas y que por lo tanto el cruce con los
feminismos puede aportar a repensar las ideas de justicia y libertad asociadas al
“Desarrollo”. Y esto no puede ser pensado por fuera de los contextos políticos,
sociales, culturales y económicos en los que se produce. Frente a esto, la posibilidad
de imaginar otros futuros y vidas posibles está fuertemente asociada al diseño de
tecnologías, al rol de les cientifiques y tecnólogues en este proceso y a lo que
entendemos por inclusión y por exclusión. Nos preguntamos, entonces, ¿Es posible
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pensar la inclusión y la sustentabilidad sin perspectiva de género y sin poner en
cuestión al sistema heterocisnormado?
De “tecnologías del closet” a tecnologías
desheterocisnormadas
Los feminismos nos han enseñado, entre otras cosas, a cuestionar el binarismo
sexo/género que define y marca como “anormales”, “peligrosas”, “raras”, “abyectas” a
todas las identidades, cuerpos y vidas que no encajan en la heteronorma. Por eso, es
impostergable pensar la inclusión y la sustentabilidad cuestionando los sentidos
hegemónicos y visibilizando los sentidos que han sido marginados, negados,
excluidos, omitidos, prohibidos, mostrando que existen diversas formas de vivir el
género, la sexualidad, el cuerpo, el deseo.
La pregunta entonces es ¿Qué tienen para aportarnos las identidades
desobedientes y disidentes para pensar el diseño y la implementación de tecnologías
(de proceso, producto y organización)? Como sostienen Carassai y Negro (2018), la
heteronorma y el binarismo sexo/génerico performan y moldean nuestros
comportamientos, subjetividades e identificaciones. Por este motivo su
cuestionamiento y su desnaturalización se vuelven imprescindibles para evidenciar
cómo sus influencias obstaculizan el desenvolvimiento del deseo heterodisidente de
las personas y por lo tanto alteran su libertad de decisión. En este sentido, coincidimos
con su propuesta a la hora de considerar que, “Los estereotipos, mitos,
representaciones erróneas respecto a la sexualidad, contribuyen al etiquetamiento,
estigmatización y supuestos que no aportan a las prácticas de libertad plena de la
sexualidad” (2018: 2).
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Por otra parte, pensar el diseño e implementación de tecnologías desde una
perspectiva de género en diálogo con la teoría queer y de la disidencia sexual (flores,
2018) nos permite trazar una crítica radical a los dispositivos de normalización que
construyen identidades, al mismo tiempo que proscriben sujetos y subjetividades que
devienen “abyectos”. En esta clave, analizar la tecnología desde una perspectiva de
género y diversidad implica preguntarnos ¿qué estereotipos reproduce esa
tecnología? y sobre todo, ¿qué formas de discriminación, exclusión y violencia
relacionadas con la orientación sexual y la identidad de nero reproduce o
profundiza?
Históricamente la sexualidad ha sido pensada desde un determinismo y
reduccionismo biológico y desde la genitalidad, ocultando su carácter social, cultural
y político. El surgimiento de la ciencia en vinculación con el modelo biologicista ha
hegemonizado la forma de pensar y de producir conocimiento, separándolo de las
emociones, de los afectos, de los deseos que atraviesan nuestros cuerpos. Para este
enfoque la sexualidad se vincula a la reproducción y se desvincula del placer, y en el
proceso regula cuerpos y vidas (Morgade et al. 2011, Seoane y Severino 2019). Todo
esto fue avalado por la supuesta “objetividad” y “neutralidadvalorativa de la ciencia,
la tecnología y la innovación que históricamente no fueron pensadas como espacios
de disputa sino como espacios de verdad, objetividad, neutralidad y ahistoricidad que
-supuestamente- igualan e incluyen a todes. Quiénes se quedan afuera, entonces, lo
hacen por sus (in)capacidades y no por un sistema excluyente y desigual.
Pero además, la ciencia y la tecnología han cristalizado formas de “ser mujer”
y “ser varón”, jerarquizando la masculinidad hegemónica (racional y lógica) por sobre
lo femenino (emotivo e irracional), y también por sobre otras masculinidades. De esta
manera, la ciencia, la tecnología y la innovación reproducen representaciones de la
masculinidad y la femineidad que actúan como lo que De Laurentis llama “tecnologías
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de género”. Según esta autora, “podríamos decir entonces que, como la sexualidad,
el género no es una propiedad de los cuerpos o algo originalmente existente en los
seres humanos, sino el conjunto de efectos producidos en los cuerpos, los
comportamientos y las relaciones sociales, en palabras de Foucault, por el despliegue
de una tecnología política compleja” (1989: 8). En este sentido, propone pensar al
género como el producto y el proceso de un conjunto de tecnologías sociales, de
aparatos tecno-sociales o bio-médicos.
Por su parte, Meri Torras sostiene que,
“El cuerpo es siempre artificial y mutante, su aparente naturalidad es fruto de la repetición
constante de unas prácticas autorizadas y (auto)impuestas, una iteración acorde con la
interiorización de una representación externa adecuada como propia y –doblemente– apropiada.
De esa repetición naturalizada surge la ilusión de los cuerpos fijos, la creencia de que siempre
han sido, son y serán así; en definitiva: esa performatividad del cuerpo y sus atributos genérico-
sexuales enmascara y reproduce, bajo el determinismo incuestionable de la naturaleza, las
estrategias de control de la economía corporal (2004: 10).
La categoría género es relacional y política en tanto implica subordinación de las
mujeres a los varones en función de la organización social variable de la diferencia
sexual, organización social que a partir de las diferencias percibidas entre los cuerpos
asigna posiciones y condiciones a cada uno (Scott, 2008). Y además debemos pensar
el género en términos performativos, en los que a varones y mujeres corresponden
posiciones del sujeto históricamente contingentes, que son performadas mediante
prácticas reiteradas, compartidas y reguladas por normas de género (Cruz y Euguren,
2022).
Fue Judith Butler (2002) quien planteó que el género se instituye como tal en
las mismas prácticas en las que se performa. Y esta performatividad consiste en la
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reiteración de las normas mismas en las que el género se pone en acto. El género por
lo tanto no es el efecto de un sexo original y natural, sino que ambos, sexo y género,
no son otra cosa que imitación y construcción siempre reiterada de la norma que los
instituye y sin original al que remitirse. Sin embargo, en la repetición se da la ocasión
para la aparición de la alteración, la subversión de lo repetido, desobediciendo así la
norma, dando lugar a múltiples deslizamientos. O sea que el género, entendido
performativamente, no anula la posibilidad de agencia y da espacio para la subversión.
Desnaturalizar y desarmar el carácter “natural” del sexo implica asumir que no
nacemos mujeres o varones, sino que en el procesos de socialización y en el marco
de una cultura nuestros cuerpos serán significados como tales. Así como sostiene
Fausto-Sterling, “cuanto más buscamos una base sica simple para el sexo, más claro
resulta que sexo no es una categoría puramente física. Las señales y funciones
corporales que definimos como masculinas o femeninas están ya imbricadas en
nuestras concepciones del género” (2006: 19).
Esto también nos recuerda al cyborg propuesto por Donna Haraway (1995), en
tanto encarnación de un futuro abierto a las ambigüedades y a las diferencias, que
nos permite pensar más allá del tradicional binarismo varón/mujer, y de otros
binarismos como naturaleza/cultura, humano/máquina, sujeto/objeto, y por lo tanto
produce un efecto de liberación. Según esta autora, un cyborg es un organismo
cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y
también de ficción. Lo que caracteriza realmente a los cyborgs es su capacidad de la
heterogeneidad y transgresión social. La propuesta de Haraway deviene interesante
y sugerente para repensar el cuerpo a partir de un proyecto emancipador del “cuerpo
biológico”: “Todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y
organismo. Un mundo cyborg podría tratar de realidades sociales y corporales vividas
en las que la gente no tiene miedo de su parentesco con animales y máquinas, ni de
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identidades permanentemente parciales, ni de puntos de vista contradictorios”
(Haraway, 1995: 260).
En los últimos años, distintos trabajos han atendido a la tendencia
heteronormativa de la investigación feminista de la tecnología, sosteniendo la
importancia de cuestionar este marco opresivo (Curriel, 2003). Basados en la
propuesta de Butler sobre la performatividad y en el cyborg de Haraway, estos trabajos
argumentan que tanto el género como el sexo son construidos, y que ni los géneros
ni las tecnologías son prefijados, sino que son mutuamente constitutivas. Pero las
feministas queer van más allá del análisis de la tecnología como generalizada y
proponen indagar profundamente en la construcción performativa del género en
relación a la tecnología, atendiendo a cómo el género se hace y se deshace en
relación a la tecnología, abriendo la caja negra del género y dejando atrás la tendencia
heteronormativa de las investigaciones previas (Vergés Bosch, 2013: 9).
En este sentido, en el presente dossier retomamos estas propuestas de la
teoría y la pedagogía queer, que incorporan con fuerza la cuestión de la construcción
social del cuerpo, las sexualidades y sus articulaciones y desarticulaciones con el
género, poniendo en cuestión la existencia de solo dos cuerpos sexuados (varones y
mujeres) a los que le corresponden dos géneros (masculino y femenino) y un único
deseo posible por el cuerpo/género/sexo opuesto (Alonso y Morgade, 2008; Sustas,
2014). Así, recurrimos al concepto de “pedagogía del closet” (Sedgwick, 1998; Alonso
y Morgade, 2008; Vásquez y Lajud, 2016), para nombrar a un conjunto de dispositivos
escolares que silencian “lo diverso” actuando como fuerza heteroreguladora. Nos
interesa pensar cómo operan “tecnologías del closet” ¿Cómo las tecnologías devienen
dispositivos de control que normalizan el binarismo sexo-genérico y la matriz
heterosexual?
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Las normas de género condicionan, pero no determinan, y existe posibilidad
de oposición, subversión, desobediencia y transgresión de las mismas (Butler, 2006,
2007). Por lo tanto, entendiendo esto desde una mirada socio-técnica es posible
pensar que la tecnología también puede subvertir, desobedecer y transgredir la
hetoronorma. Desheterosexualizar y desbinarizar la tecnología implica la constante
tarea de interpelar la norma, pero también de interpelarnos, decolonizalizarnos,
deheterosexualizarnos y desbinarizarnos a nosotres mismes. En palabras de val
flores, “Así como la violencia es el lenguaje que se aprende de la heterosexualidad y
el binarismo de género, su carácter performativo instituye una posibilidad
emancipatoria para evitar y subvertir su repetición en tanto coerción y disciplinamiento
intelectual, perceptivo y afectivo” (2015: 3).
Debates urgentes sobre Género-Tecnología-Innovación
En las siguientes páginas encontrarán análisis que reflexionan, a partir de distintas
investigaciones empíricas, análisis de casos, y/o reflexiones teóricas y metodológicas
sobre distintos cruces entre género, tecnología e innovación en función de una serie
de ejes que trazamos para organizar esta segunda parte del dossier.
El primer eje aborda la relación entre tecnología y reproducción a partir de las
discusiones sobre tecnologías reproductivas y no reproductivas. El trabajo de Celina
Penchansky, “Tecnologías y reproducción: perspectivas en torno a las TRA y la
gestación por sustitución”, busca indagar sobre las perspectivas de alisis que
problematizan a las tecnologías reproductivas, centrándose en la gestación por
sustitución. La autora atiende a los análisis que piensan esta práctica desde un
enfoque feminista y a partir de esto muestra cómo determinados análisis que insisten
en prohibir este procedimiento reproducen dualismos y esencialismos sobre ideas que
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las mismas tecnologías reproductivas ponen en cuestión. Frente a esto analiza
propuestas que buscan regularizar la práctica y hacen hincapié en las consecuencias
negativas de su prohibición. La autora discute con las visiones dicotómicas y
esencialistas mostrando distintas miradas sobre el cruce entre cuerpo-género-
tecnología, y focalizando en el caso Argentino analiza las narrativas que buscaron
regular la gestación por sustitución, prestando particular atención a las
interpretaciones de los usuarios y usuarias de/sobre esta práctica.
Por su parte, el trabajo de Belén Coria, “El debate por la regulación de la
gestación por sustitución en Argentina: tensiones y alianzas entre la defensa de los
DDHH y el avance de las tecnologías reproductivas”, también se centra en la gestación
por sustitución aportando a trazar algunos de los debates actuales sobre la regulación
legal de esta práctica, buscando en particular describir las posturas de distintos grupos
de la sociedad civil: organizaciones LGBTIQ+, agrupaciones feministas, ONG de
pacientes/usuarios de medicina reproductiva, centros de medicina reproductiva y la
iglesia católica. La autora da cuenta de los argumentos que estos grupos sostienen
para posicionarse tanto a favor como en contra, poniendo el foco en los discursos
sobre los derechos de las mujeres y el colectivo LGBTIQ+, la autonomía sobre los
cuerpos, la reconfiguración sociocultural de la idea de familia(s) y el aprovechamiento
de los avances tecnológicos en el área de la reproducción asistida. El artículo atiende
a cómo cada uno de estos grupos movilizan recursos discursivos y argumentativos
para captar la atención del Estado, que se erige como el que debe resolver las
tensiones entre el paradigma de los DDHH, las consecuencias sociales de los avances
tecnomédicos y los dilemas bioéticos que se suscitan.
Cerrando este primer eje, el artículo Los implantes subdérmicos en Facebook:
usuarias latinoamericanas, agencias y adherencia”, de Cecilia Rustoyburu, aborda los
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intercambios sobre los implantes anticonceptivos producidos en el grupo privado de
Facebook llamado “Implante anticonceptivo (dudas)”, creado en 2015 y con actividad
diaria hasta febrero de 2022, y conformado por casi veintidós mil usuarias del método
en diecisiete países de Latinoamérica. El interés de la autora es analizar los sentidos
que se atribuyen a estos dispositivos, a sus efectos y al cuerpo femenino. Mediante
un registro etnográfico, la autora atiende a las interacciones que construyen la
identidad del grupo y el modo en que se disputan significados con los guiones
prescritos para los implantes por parte de la industria farmacéutica y el saber médico.
En el segundo eje los trabajos abordan temas de actualidad vinculados a la
apropiación social del conocimiento (ASC), con énfasis en los laboratorios ciudadanos
y la toma de decisiones basadas en el uso de algoritmos en el marco de la Inteligencia
Artificial (IA). El primer artículo de este eje, escrito por Angela Maria Trivino Arevalo,
Laura Marcela Palacios Corredor, Gustavo Adolfo Ramírez Cuervo, Juan David Reina
Rozo y Juliana Puerto Palacios y titulado “Evaluando espacios de innovación y
apropiación social para la reducción de brechas de género en el campo colombiano.
Caso de estudio laboratorio rural Nocaima Colombia”, es una contribución original a
la temática de los labs ciudadanos en Latinoamérica y un aporte importante a pensar
la apropiación de la tecnología en la ruralidad con clave de género. El artículo se
enfoca en una experiencia específica, el laboratorio rural Nocaima en Colombia,
conformado por mujeres del municipio y liderado por la Universidad Nacional de
Colombia, con la participación de actores sociales, políticos y privados. La creación
del laboratorio responde al objetivo de fortalecer las capacidades de seguridad y
soberanía alimentaria. A partir de este caso se trabaja con indicadores para evaluar
el impacto a través del laboratorio rural visto como espacio de aprendizaje no formal
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para lograr establecer el impacto de la apropiación social del conocimiento (ASC), la
ciencia y la tecnología en la vida diaria de las mujeres.
El trabajo “Neutros e objetivos? Uma análise do uso de algoritmos em
processos de tomadas de decisão a partir das epistemologias feministas”, escrito por
Maria Vitoria Pereira de Jesus y Bruno Lucas Saliba de Paula, muestra que la toma
de decisiones basada en el uso de algoritmos puede resultar en la discriminación de
los individuos y el establecimiento de patrones específicos que reproducen
desigualdades en términos de género, raza, clase, etc. Por estos motivos les autores
destacan la necesidad de abrir la caja negra de los sistemas automatizados de toma
de decisiones, para proveer un fundamento o explicación para cada decisión tomada
por la IA. El artículo compila diversas fuentes que atienden a los aspectos éticos de la
IA y sus posibles amenazas, para analizar las controversias en torno a la neutralidad
y objetividad de los algoritmos utilizados en los procesos de toma de decisiones.
Por último el tercer eje del dossier se centra en la relación entre Género-
Tecnología-Sustentabilidad. El artículo de Celeste Molpeceres, Mariana González
Insúa, Victoria Cabral y Gisela Kaczan, titulado “Sustentabilidad, género y políticas
públicas. Reflexiones en torno a prácticas de agroecología en el partido de General
Pueyrredon”, reflexiona sobre las nociones de sustentabilidad y perspectiva de género
en la producción agroecológica, abordando el caso del partido de General Pueyrredon.
A partir de una revisión teórica y un estudio exploratorio las autoras buscan aportar
insumos para repensar el diseño de políticas públicas desde una perspectiva que
atienda las múltiples dimensiones y desigualdades, para pensar los procesos de
innovación desde su carácter social, político y situado.
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Por su parte, el trabajo “Construcciones de género en la producción de
conocimiento científico sobre energía y ecotecnologías: la necesidad de incorporar
una mirada interseccional”, de Alejandra Marcela Vanegas Díaz, propone desandar
de forma sugerente los discursos hegemónicos en torno a los ejes vinculados al
género, la energía, la ciencia y la tecnología. Parte de preguntarse por ¿cómo se
entiende el género en la construcción de su vínculo con la energía y el uso de la
ecotecnologías? Para responder a este interrogante indaga los antecedentes de la
aparición de la noción de género en el campo de estudios de la energía y las
ecotecnologías y a partir de esto retoma el concepto de intersección para repensar el
vínculo entre género y energía.
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