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Revista Redes 58 – ISSN 1851-7072
admitir la ANT como teoría. Solo para señalar algunos casos: para Callon (2001) la
ANT es en realidad una “sociología de las traducciones”, elevándola a la condición
de paradigma sociológico; para Mol (2010), es un “repertorio” que orienta la
formulación de preguntas y la sensibilidad hacia aspectos del vínculo sociedad-
naturaleza-discurso; para Farías, Blok y Roberts (2020) se trata de “una familia de
sensibilidades conceptuales y metodológicas”, “una práctica intelectual” o “un
grupo de prácticas intelectuales compañeras (2020: XXIV). Esta teoría –que resiste
llamarse teoría– prolifera a finales del siglo pasado arrojando ideas-conceptos
demasiado numerosas como para ser recitadas de forma exhaustiva, agreguemos
únicamente: centros de cálculo, referencia circulante, agencia, asociaciones,
controversias, ecología de la práctica, factiches, simetría generalizada,
irreducciones, inscripciones, mediaciones, modos de existencia, ensamblados,
parlamento de las cosas, plasma, traducción, representantes.
La ANT, aunque aún sin este nombre, da sus primeros pasos entre los estudios
sociales de la ciencia proponiendo como método para dilucidar la especificidad de
lo científico a la etnografía de laboratorio (Latour y Woolgar, 2001). Estos trabajos
iniciales fomentaron el reconocimiento del principio de simetría humano/no-
humanos en el contexto de producción científica, lo que resulta en una “ontología
plana” (flat ontology) (Law, 2019: 4). Contra los binarismos que suelen distribuirse
entre los polos del constructivismo y el realismo o de la sociedad y la naturaleza,
Bruno Latour, como principal exponente de la ANT, observa que en el “triunfo” de
un hecho científico colaboran colectivos humanos y no-humanos, vinculados a
través de sucesivas translaciones en una red. En los términos de las
prosopopeyas latourenas (1992), las personas y las cosas son convocadas para