DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re57.344
Brisas modeladas, nubes sembradas y fotografiadas.
El departamento de meteorología de la UBA y la
Fuerza Aérea estadounidense (1955-1963)
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Marina Rieznik
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Resumen
Este artículo se enfoca en el financiamiento de la Fuerza Aérea Norteamericana desde
1960 para un proyecto meteorológico desarrollado en la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN) acerca de la circulación de la
atmósfera sobre la cordillera de los Andes, que fue dirigido por el decano Rolando García.
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La autora agradece a Vicente Barros, Mariana Weissman, Carlos Nicoli, Fernando Nadras y Raúl Carnota
por las charlas y entrevistas que ayudaron a ordenar la información. Especialmente agradece a Gustavo
Marón por su generoso aporte de información sobre historia combinada de la meteorología y de la
aeronáutica en la Argentina, por la lectura de los borradores, así como por las respuestas precisas ofrecidas
acerca de variada información técnica. Este artículo, por una cuestión de recorte, se enfoca
específicamente en el interés militar norteamericano en la UBA, a veces desconocido por los propios
docentes, ello no supone que la formación derivada de estos procesos no haya servido a desarrollos que
también atendieron a necesidades locales, tal como lo sintieron algunos de los docentes involucrados.
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Profesora regular en FFyL/UBA e Investigadora Independiente Conicet en IESCT/UNQ.
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Este artículo procura mostrar en qué medida los intereses y las redes de trabajo
financiadas por militares estadounidenses contribuyeron a delinear las estrategias del
departamento de meteorología de la FCEN. Esto requerirá analizar cómo históricamente
las elaboraciones teóricas sobre la circulación general de la atmósfera estuvieron
asociadas a las prácticas de modelización de vientos, de siembra y de fotografía de nubes
entre 1955 y 1963.
Palabras clave
FUERZA AÉREA ESTADOUNIDENSE ARGENTINA - METEOROLOGÍA
Introducción
Recientemente, dimos a conocer que en 1960 la Fuerza Aérea estadounidense (USAF)
había financiado un proyecto meteorológico en la Universidad de Buenos Aires (UBA)
que estaba a nombre de Rolando García, decano de la Facultad de Ciencias Exactas y
Naturales (FCEN) (Rieznik, 2022). El decano era también primer vicepresidente del
Conicet y había sido director del Servicio Meteorológico Nacional (SMN). No faltan
registros escritos acerca de la frontalidad con la que, desde el ejercicio de sus
funciones, García expresaba sus posicionamientos políticos y virajes. Marcadamente
antiperonista en la década del cincuenta, se acercaría al justicialismo en los setenta. Un
libro reciente que lo homenajea lleva un título que hace honor al tesón de sus batallas
políticas: ¡No está muerto quien pelea! (González, 2019). Son bien conocidas sus
preocupaciones por vincular el desarrollo científico local con la atención a los problemas
sociales; sus discusiones en favor de la democracia universitaria; sus diatribas públicas
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en contra de la aceptación de fondos extranjeros como parte de las políticas públicas
locales y su valiente enfrentamiento con los militares que en 1966 irrumpieron en la UBA
en la llamada noche de los bastones largos. También fue señalado que al mismo
tiempo que sostenía estos embates había tenido la habilidad de conseguir ingentes
fondos de la Fundación Ford para la FCEN durante su decanato (Díaz de Guijarro, Baña,
Borches y Carnota, 2015; Hurtado, 2010; Estébanez, 2019, Feld, 2015; Califa, 2014;
Sigal, 1991, 2002; Buchbinder, 2005).
Los fondos militares que consiguió García provenían de la Oficina de
Investigaciones Científicas de la USAF (AFOSR). Explícitamente, sus referentes proponían
sólo financiar actividades que fueran útiles a los objetivos militares en el corto o
mediano plazo. Esta veta utilitarista diferenciaba los fondos de dicha organización tanto
de otras ayudas para Latinoamérica promovidas por el Departamento de Estado
estadounidense en su lucha contra la penetración del comunismo en el continente,
como de otras asistencias privadas que se sumaban al propósito. Eso no impedía que
sus objetivos se vieran complementados (Bushnell, 1965: 161,164, 172, 176; Naciones
Unidas, 1960). El dinero se destinaba a la visita de profesores de las universidades
estadounidenses y explícitamente implicaba la autorización para que usaran la
computadora del Instituto de Cálculo. Tenía por objetivo la obtención de datos acerca
de El efecto de los Andes en la circulación general, tal como visaba el título del
proyecto. En una reunión del Consejo Directivo de la FCEN (CD), el decano afirmaba que
ya había tenido la oportunidad de realizar proyectos auspiciados por esa Fuerza y que
por tanto gozaba de “familiaridad con las normas y procedimientos de la Institución”
(CD, 1960: 5).
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En 1960, el Consejo Superior de la UBA aceptó 40000 dólares para el primer año del
proyecto AFOSR. 1 Como sus resultados no parecen haber trascendido en informes
oficiales, tanto el derrotero como el año de finalización de la financiación son inciertos
(CD, 1960: 4). El movimiento estudiantil no parece haber registrado el proyecto, inclusive
cuando algunas protestas en 1963 apuntaron directamente al interés norteamericano en
la FCEN. Entonces el centro de estudiantes denunció que tres cuartas partes de los
gastos de la facultad eran pagados por fondos ajenos al presupuesto, sin embargo, no
había mención a la USAF (Califa, 2010: 355; cf. Estébanez, 2019). Recientemente, se
hicieron breves comentarios acerca de subsidios de esa institución para llevar expertos
en meteorología a la FCEN (Estébanéz, 2019). Asimismo, se hizo notar que García “(…)
lograba extraer abundantes dólares para investigación científica nada menos que
de…¡la Fuerza Aérea de los EEUU! (…)” (Roederer 2022: 2). No obstante, nadie
investigó la relación de García con esos militares desde fines de la década del 40, ni
cómo fue que el departamento de meteorología de la FCEN participó en tareas que
sirvieron a dicha Fuerza.
A continuación se analizará en qué medida los intereses y las redes de trabajo
financiadas por militares estadounidenses contribuyeron a delinear las estrategias del
departamento de meteorología de la UBA entre 1960 y 1963. Los siguientes dos
1 El presupuesto anual total de la facultad era de aproximadamente 850000 dólares (Estébanez, 2019:
182). Cuando García informa la aprobación del financiamiento, se encontraba ausente Enrique Gaviola,
quien se había opuesto anteriormente a que la USAF subsidiara un proyecto sobre radiación cósmica (CD,
1959).
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apartados se concentrarán en el financiamiento militar a García durante su residencia
en los Estados Unidos antes de su decanato. Finalmente, se sugerirá cómo se vincula
esa trayectoria con el proyecto de la AFOSR, rastreando para ello cómo las
elaboraciones teóricas sobre la circulación general de la atmósfera se vinculan con las
prácticas de modelización de brisas de montañas, de siembra y fotografía de nubes.
García en Estados Unidos: primeros financiamientos de la
USAF (Upper Level Winds Project y Sierra Wave Project)
García no había podido terminar la licenciatura en la FCEN por haber participado en la
organización de una huelga estudiantil a principios de la década del 40 (Roederer,
2022; Díaz de Guijarro, Baña, Borches y Carnota, 2015). No obstante, trabajaba para el
SMN como auxiliar desde 1943 y había conseguido una beca de dicha institución, por
tres años, para ir a completar su formación a los Estados Unidos. En 1947 finaliza en la
Universidad de Chicago una especialidad en Filosofía de la Ciencia. Hacia 1948 termina
el Master of Arts en Meteorología en la Universidad de California (UCLA) y, en 1949, su
phD en física en la misma universidad, con una tesis titulada On the condictions of
Steady State Atmospheric Motion (González 2019: 326). En la misma universidad entre
1951 y 1952 es Investigador asociado del departamento de meteorología y, en 1953,
doctor en Física con especialidad en Hidrodinámica y Termodinámica de la atmósfera.
Entre 1953 y 1955 fue, además, profesor asociado de la UCLA. Trabajaba allí en el
equipo del noruego Jörgen Holmboe junto a otros meteorólogos que serían figuras
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claves del desarrollo disciplinar en los Estados Unidos, como Morton Wuertele y James
Edinger. Como veremos, todos ellos visitarían la Argentina como parte del proyecto de
la AFOSR.
Para entender el papel del equipo que integraba García en la meteorología
estadounidense, debemos tener en cuenta algunos aspectos de la evolución de esa
disciplina durante la segunda guerra. En 1940, cuando Roosevelt convocaba a 50000
pilotos para la guerra, había solamente 150 cadetes aviadores militares estudiando
meteorología en las universidades. Pronto llegarían a seis mil gracias a una ingente
inyección de fondos militares destinada a las cinco instituciones conocidas como las Big
Five: MIT, UCLA, CALTECH, la Universidad de Chicago y la de Nueva York (Turner 2006:
141: 157). En ellas, entre la década del 20 y la del 40, se habían creado carreras de
grado en meteorología motorizadas por la expansión de la aviación comercial
(Cushman, 2006). La segunda guerra determinó un cambio de escala que perduraría
mientras esa generación de cadetes formados en meteorología dominó la demografía
disciplinar también durante las décadas de la posguerra (Turner, 2006 p.142). El área
no sólo continuó contando con los fondos de las instituciones militares, sino que se vio
beneficiada por el aumento de los aviones a disposición y la apertura de nuevas rutas
aéreas (Cushman: 189).2
2 Al finalizar la segunda Guerra también las aerolíneas latinoamericanas habían podido expandir sus flotas
comprando aviones en desuso en los Estados Unidos. Asimismo, algunos capitales de la industria
aeronáutica, aprovechando las ventajas ofrecidas por las llamadas políticas de sustitución de
importaciones, promovieron los ensamblajes de aviones en territorio latinoamericanos (Cushman, 190).
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Este salto de escala implicó también un viraje en el tipo de estudios llevados
adelante en esos centros universitarios. Estas transformaciones teóricas hundían sus
raíces en la primera posguerra. Quienes lideraban la sección aerológica de la marina
estadounidense y las fuerzas aéreas ya en los años 20 habían notado que los vientos
de gran altura, las líneas de turbonada, y las condiciones de formación de hielo en la
atmósfera alta podían ser irrelevantes para un granjero o un transportista, pero de vida
o muerte para un aviador (Turner: 145). Más allá del detalle de las disputas de poder,
en las historias de la meteorología, el cambio es esquemáticamente relatado como la
superación de la meteorología sinóptica, que dominaba las prácticas previas, y que
procedía con interpolaciones varias basadas en la intuición educada, con habilidades
prácticamente sin modificaciones desde el siglo XIX.3 En cambio, la meteorología
dinámica atendía a los factores físicos de la alta atmósfera y consideraba los modelos
generales de circulación como englobando a los estudios sinópticos. Así, se colocaban
a los estudios de los frentes polares como esenciales para enmarcar los movimientos
de grandes masas de aire y explicar la génesis de los ciclones. Estas masas que
convergían podían ser interpretadas como movimientos de fluidos a los que les eran
Sobre la apertura de filiales extranjeras de construcción aeronáutica aprovechando la infraestructura local
después de los fracasos en los intentos de construir aviones como parte del llamado proceso de sustitución
de importaciones en la Argentina ver Lalouf y Thomas (2004); cf. Halbritter (2006)
3Se usaban entonces mapas sinópticos del tiempo, elaborados diariamente con los datos enviados vía
telégrafo desde distintas partes del territorio, para establecer relaciones entre áreas de alta y baja presión
barométrica, líneas isotérmicas y áreas de precipitaciones (Turner, 2006 pp.141,142).
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aplicables las leyes físicas de la hidrodinámica y la termodinámica (Turner, 2006 p.149).
Carl Gustaf Rossby fue quien llegó a los Estados Unidos desde Estocolmo con la nueva
concepción teórica, llamada la Bergen School, por el noruego Wilhelm Bjerknes Bergen.
Esta se impuso como la que mejor podía explicar y predecir fenómenos cruciales para
miles de cadetes militares (Turner, 2006,144, 148). Rossby pronto convocó a Holmboe
a Jacob Bjerknes y a Sverre Pettersen a trabajar con él a los Estados Unidos. Holmboe
se convirtió en uno de los principales referentes en la formación teórica de los aviadores
militares y tuvo un papel protagónico en el desarrollo de contratos militares una vez
terminada la guerra (Cushman, 2006: 192). Valga como ejemplo de su importancia un
juego de palabras de la generación de cadetes de esa época: “las armas grandes-
Bjerkness, Kaplan y Holmboe - nos bombardeaban sin tregua”4 (Turner 2006: 161). Era
conocido su éxito en producir informes técnicos de alta calidad para la USAF y por
entregar todos a tiempo, inclusive antes de llegar a término con la totalidad de los
cálculos necesarios para convertirlos en publicaciones científicas (Grubišic y Lewis
2004, p 1139).
García participó activamente, a principios de los cincuenta, en California, de
algunos trabajos de estos equipos que rendían cuentas a los mandos militares. El
primero de ellos fue el Upper Level Winds Project, radicado en el departamento de
meteorología de la UCLA y financiado por el Centro de Investigaciones de la USAF en
Cambridge (UAFCRL). El argentino consignaba en su propio currículum un escrito de
difícil ubicación, pero que obviamente pertenecía a este proyecto: “García, Rolando, et
4 “the big guns- Bjerkness and Kaplan and Holmboe- Bombarded us without quarter”.
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al. (1949). The Upper level winds. Los Ángeles: California Publicaciones del
Departamento de Meteorología de la UCLA” (García, 2010: 12). Lo cierto es que, en el
informe final del proyecto, García es mencionado como uno de los integrantes
fundamentales del mismo (UCLA, 1953). Otros integrantes del mismo como Wurtele,
Joseph Knox y Paul Queney, participarían también con el argentino en un segundo
trabajo considerado en continuidad con este. Dirigido por Holmboe se convirtió en uno
de los más reconocidos proyectos meteorológicos financiados por la USAF. El trabajo de
campo y su tratamiento teórico se tornaron celebres porque permitieron construir las
hasta entonces desconocidas leyes de la onda de montaña así como profundizar en el
estudio en las zonas montañosas de las turbulencias y los vórtices, es decir, los
movimientos rotatorios en los niveles bajos. El Sierra Wave Project contó con el impulso
de la Asociación de Vuelo del Sur de California, que propuso el financiamiento militar,
argumentando que la investigación serviría para entender mejor los flujos de aire sobre
grandes cadenas montañosas y disminuir los accidentes que durante la segunda guerra
se habían registrado volando hacia campos enemigos (Grubišic y Lewis 2004). El
departamento de meteorología de la USAF revisó la propuesta que fue aprobada por el
Directorio de Geofísica de la USAF que estaba integrado en la AFCRL (Bushnell, 1965).
En una primera fase se usaron planeadores y, luego otros aviones, con la idea
de entender cómo interactuaban las ondas de montañas que atravesaban la Sierra
Nevada con el jet stream o corriente de chorro, es decir, el intenso flujo de aire que
circula de Oeste a Este en la alta tropósfera o en la estratósfera. Para entender los
antecedentes de estos desarrollos debe tenerse en cuenta la investigación histórica de
Grubišic y Lewis (2004). Los alemanes en la primera posguerra habían impulsado
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intensas actividades en el diseño de planeadores, porque tenían prohibido, desde el
Tratado de Versalles, tripular o diseñar vuelos motorizados. Sus pilotos dependían de la
familiaridad con las corrientes de aire locales, y eso los acercaba a los intereses
meteorológicos. Habían estado a la cabeza de las competencias de planeadores que
pugnaban por avanzar en velocidad, en altitud y en distancia. Estas destrezas,
internacionalmente expandidas hacia mitad del siglo XX, en parte también por la
emigración de pilotos alemanes, involucraron a asociaciones de vuelos
estadounidenses.5
Así, en la entreguerra, se habían registrado varias contribuciones científicas
sobre el flujo de aire sobre las montañas, las primeras de ellas utilizando series de
fotografías pasadas luego en cámara rápida (time lapse photography) (Grubišic y Lewis
2004, pp.1127, 1128). Queney estudiaba el tema desde mediados de la década del 30,
con teorías analíticas, y si bien no había llegado a documentar de manera
observacional las ondas de montaña, había predicho su existencia teóricamente
(Grubišic y Lewis 2004, p 1128). En concordancia con esos desarrollos, inspirándose en
temas de dinámica clásica aplicada a las ondas de flujos de agua cuando atravesaban
obstáculos, se empezaron a estudiar la apariencia de los rotores y las implicancias
5 En Argentina, Marón comenta aspectos de la institucionalización de la práctica de vuelo con planeadores
y la expansión de sus clubes desde 1934, sobre la base del modelo alemán, consistente en construir y
volar las propias aeronaves, fabricadas a partir de los planos más evolucionados disponibles. En agosto
de 1950 el Ministerio de Aeronáutica organizó el Primer Congreso Nacional de Vuelo a Vela, se fundó la
Federación Argentina de Vuelo a Vela y nació el Instituto de Investigaciones del Vuelo a Vela (Marón,
2022).
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prácticas de las corrientes ascendentes. Sin embargo, según Grubišic y Lewis, durante
la segunda guerra, la dinámica internacional de estudios de onda de montaña en
relación con los modelos dinámicos había disminuido notablemente hasta ser
prácticamente interrumpida. En ese sentido, el Sierra Wave Project fue el puntapié del
nuevo inicio de las investigaciones sobre ondas de sotavento de montaña en los
Estados Unidos (Grubišic y Lewis 2004: 1129). Wurtele, que también había sido
formado por Holmboe, continuaría con las líneas teóricas abiertas previamente por
Queney.
El desarrollo teórico necesitaba de trabajos de campo con pilotos entrenados en
vuelos de gran altura. Según Grubišic y Lewis, los fotógrafos que iban en el avión no
sólo se encargaban de fotografiar las nubes, sino de registrar los paneles de vuelo con
la información que luego sería procesada en tierra. El panel era fotografiado por dos
cámaras en intervalos de 1 o 2 segundos en película de 16mm. La película sólo podía
grabar una hora y media. El equipo constaba de reloj, altímetro, indicadores de tasa de
ascenso, velocidad del aire y dirección, acelerómetro, termómetro exterior y barógrafo.
Desde el suelo se seguía al planeador con fototeodolitos operados por la USAF y un
radar coordinaba todas las actividades. También se filmaban los fototeodolitos y los
radares con una película de 35mmm, en intervalos de 5 segundos. La información
analizada permitía obtener variables sobre las componentes perpendiculares y
verticales del viento, además de su velocidad y temperatura. Asimismo, se fotografiaban
las nubes desde el aire y desde el suelo. La USAF también hacía observaciones desde
una base ubicada en una de las laderas de la Sierra, mientras un automóvil hacía
mediciones con un altímetro, un barómetro aneroide, un termómetro, un anemómetro y
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cámaras de fotos. Además de toda esta información, se necesitaban aviones para
información de mesoescala, una longitud horizontal, que en este caso iba de 50 a 2000
kilómetros. La USAF puso a disposición un bombardero cuatrimotor B-29 Superfortress
modificado para investigación meteorológica (WB-29) y un bombardero jet hexamotor
Boeing B-47 Stratojet (WB-47) con sus respectivas tripulaciones. Estos contaban con un
sistema de medición del viento basado en una nueva aplicación de un radar Doppler de
mirada cenital, que proveía velocidad real y desplazamiento vertical desde el suelo.
A partir de los resultados observacionales se clasificaron las ondas de montaña
según fueran fuertes en altitud hasta 2400 mts, moderadas debajo de los 1200 mts o
leves hasta los 600 mts. Se midieron sus velocidades, altitudes y la velocidad del viento
vertical. Se identificaron los vórtices y zonas de baja turbulencia y se tomó nota del tipo
de nubes (de rodillo) que se podían identificar por encima de los vórtices. La apariencia
de saltos hidráulicos sirvió para entender algunos de los movimientos de estas nubes.
Entre los logros finales del proyecto estuvo la documentación de la estructura vertical
de las ondas de montaña en la estratósfera y sus variaciones espaciales de
temperatura y velocidades horizontales a niveles constantes desde la ladera de
barlovento hasta el sotavento. Las 42000 copias del informe final que resumían los
peligros de volar entre ondas de montaña y flujos con vorticidad se repartieron entre
pilotos militares y comerciales. Esto se hizo, inclusive antes de que se pudiera procesar
científicamente toda la información. Además, una versión condensada del informe fue
elaborada por la USAF y usada para entrenar a los pilotos. Debe señalarse que para
continuar con los desarrollos teóricos de este proyecto, para seguir resolviendo los
problemas de las ecuaciones matemáticas de los modelos propuestos hacía falta
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obtener más perfiles de vientos con datos reales de las ondas de sotavento de las
montañas (Grubišic y Lewis 2004, p 1135-39; cf. Holmboe y Klieforth, 1957).
Como parte del trabajo en estos equipos, García escribió su tesis de doctorado
On the Straight parallel flow with curved profile. Tenía por meta obtener un mejor
entendimiento físico de la dinámica de los mecanismos que regían la evolución del flujo
general de la atmósfera y en particular del flujo sobre las montañas. La tesis contenía el
reporte final de García, número 5 del contrato de la USAF (AF19(122)-263) del Sierra
Wave Project. El escrito además incorporaba el informe final de Holmboe (W28-099-ac.-
403) (U.S. Department of Commerce, 1954: 70). Por otro lado el argentino empezaba a
desarrollar en la tesis algunos estudios matemáticos que publicaría luego, ligados
también a resolver movimientos de flujos en modelos hidrodinámicos (García, 1956).
Los resultados se publicaban con referencias a los informes de la USAF de los dos
proyectos en que participaba. Por su vez, el propio Holmboe mencionaba los
desarrollos teóricos del argentino en informes que eran difundidos por la USAF. Ambos
investigadores analizaban algunas implicancias del método de ondas simétricas para el
análisis matemático de los modelos propuestos (vg. Holmboe, 1963 p.82). Veremos que
parte de los estudios que se realizaron en el instituto de cálculo de la USAF, entre 1961 y
1963, para el proyecto de la AFOSR, contribuyeron a darle continuidad a esos trabajos
de interés de los militares, en conexión con otra área de aplicación que consignaremos
a continuación.
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La USAF y la modificación del tiempo atmosférico (Cirrus
Project y Popeye Project)
Un aspecto notable de las prácticas meteorológicas estadounidenses, que movilizaría
también a los representantes de la Bergen School durante la posguerra, estaba ligado a
la promoción de emprendimientos privados, de meteorólogos que ponían sus saberes y
una base tecnológica propia al servicio o bien de aerolíneas que quisieran tener su
propio pronóstico del tiempo, o bien de empresas que ofrecían sistemas de
modificación o control del tiempo atmosférico Weather control o Weather modification.
Se imbricaron bajo estos rótulos metas anunciadas públicamente como la de evitar la
niebla en los aeropuertos, las bienintencionadas proclamas para frenar granizos que
arruinaran cosechas y las promesas de producción artificial de lluvias que pudieran
otorgar alivio a zonas áridas. Pero, como veremos, también estuvo impulsada por
objetivos militares clasificados que bregaban por inundar los caminos en regiones que
se querían invadir. Si bien no hay cifras totales de la envergadura de estos
emprendimientos en los Estados Unidos y algunos historiadores de la meteorología
aseveran que la mayoría de los científicos no tenían interés en el área, ninguno niega la
importancia fundamental que tuvo esta veta en el financiamiento a proyectos
meteorológicos por parte de los militares (Harper, 2008: 18). Aunque los intentos de
hacer llover tenían larga data, las posibilidades militares en torno al área en los Estados
Unidos generaron amplios programas de investigaciones durante la posguerra. Entre
1947 y 1952, se desarrolló el conocido Cirrus Project. La investigación llevada adelante
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en los laboratorios de General Electric estaba financiada y coordinada por el ejército, la
marina y la USAF. Como veremos en el apartado siguiente, esta serie de saberes y
tecnologías se desarrollarían también en la Argentina con prácticas imbricadas con las
del proyecto AFOSR.
A partir de la hipótesis de que algunas sustancias podían alterar las formas de
precipitación, se llevaron adelante experimentos ligados diseminar o sembrar hielo seco
o ioduro de plata en las nubes. En particular, se estudió cómo era posible hacerlo a
partir de quemadores situados en el suelo (Lagmuir, Schaefer, Vonnegut, Maynard,
Smith-Johannsen, Blanchard, Falconer 1948: 18: 23). El informe final del Cirrus Project
era tanto una muestra de conclusiones de experimentos como instrucciones
protocolares que ayudaban a multiplicarlos. Las indicaciones en torno a las técnicas
fotográficas eran constantes a lo largo de las 139 páginas. Se exponían fotos de las
nubes del área sembrada obtenidas desde los aviones con diferentes ángulos de
incidencia del sol sobre ellas. En función de su forma, color y temperatura se
determinaba si contenían cristales de hielo o partículas de agua muy fría. Las coronas
luminosas del sol, el aura luminosa de la sombra del avión sobre las nubes, y otros
efectos ópticos también servían para evaluar estas características. Se enseñaba
fotogrametría para mapear, visualizar y medir en el espacio de tres dimensiones las
áreas sembradas previamente. Se indicaba como armar una grilla sobre las fotos de tal
manera de poder mapear el área en el que se situaban las nubes, para observar cómo
cambiaba su apariencia una vez sembradas o cuánto tardaban los núcleos que se
sembraban en propagarse. Se tomaban fotos estereoscópicas para observar la
estructura tridimensional de los distintos sistemas de nubes, así como la fotografía para
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proyectar en cámara acelerada (time lapse photography) para observar su proceso de
formación. Para eso, se tomaba una foto cada 2 segundos y medio con un disparador
especial adosado a una cámara de 16 mm. Asimismo, algunas ilustraciones
acompañaban la clasificación de la variada gama posible de estructuras de las
precipitaciones sólidas según fueran producidas en laboratorio o en la naturaleza
(Lagmuir, Schaefer, Vonnegut, Maynard, Smith-Johannsen, Blanchard, Falconer 1948,
pp.12, 22,34,38). El Cirrus Projetc fue continuado además por otro programa de cinco
años al que sumó el Departamento de Defensa, el Artificial Cloud Nucleation Project
(NSF 1965, 10).
Ya en 1957, el Congreso de los Estados Unidos constituyó una comisión asesora
en Weather Control, para estudiar los experimentos públicos y privados que se estaban
llevando adelante.6 Al año siguiente, el Presidente de los Estado Unidos instó a la
National Science Foundation (NSF) a dar apoyo a dichas iniciativas e informar a él
mismo y al Congreso con reportes anuales. La comisión especial de la NSF fue creada
con el explícito propósito de examinar los aspectos físicos, biológicos, legales, sociales
y políticos del campo, en función de hacer recomendaciones de políticas públicas. El
informe final publicado en 1965, en coincidencia con la comisión del Congreso,
recomendaba incrementar los recursos volcados a fortalecer el área. Entre otras
cuestiones, apuntaban que la gran variabilidad del sistema de nubes hacía que fueran
necesarios más resultados, de los que se pudieran extraer análisis estadísticos. El
6 Ya para 1953 se calculaba que el sector privado invertía entre 3 y 5 millones de dólares, mientras que el
target para la actividad comercial en el área se estipulaba que alcanzaba el diez por ciento del territorio
estadounidense (NSF, 1965: 10).
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informe reconocía que la importancia para las operaciones militares de la modificación
del tiempo atmosférico era obvia y que por ello debía tenerse en cuenta que había una
remota posibilidad de que en el futuro la nación pudiese desarrollar la capacidad de
usar dicha modificación para infligir daño en la economía y en la población civil de otro
país. Sin embargo, afirmaba que la cooperación internacional debía impulsarse para
multiplicar los experimentos aprovechando que todavía no había interés en su uso
bélico, a diferencia de los que ocurría en el campo de la energía atómica o de las
exploraciones espaciales (NSF 1965, pp.13, 34,158).
No obstante, por lo menos desde 1948, los apoyos para el desarrollo de estas
tecnologías con fines militares estaban justificados por discursos públicos que bregaban
por ganar también en este campo la carrera militar a los rusos. Eran sostenidos tanto
desde instituciones meteorológicas, como desde la prensa y el parlamento, cada vez
que había que votar fondos para los programas (Leitenberg, 1987: 5,6,7). No se trataba
de palabras al viento. En 1970 la desclasificación de documentos permitió saber que
desde 1948 la CIA y el ejército desarrollaban experimentos militares en Japón y en India.
Además, desde 1963, sobre Vietnam, intentaban incrementar las lluvias para
empantanar de las rutas e incrementar los cuellos de botella en la comunicación de los
territorios bombardeados. Esta operación, era conocida alternativamente como
operación Popeye, Intermediary, Compatriot (Lietemberg,1987:.17, 18; Kohler, 1967:
514, 546; Koninchak, 2014: 20, 25, 30,38). Como parte de los reportes clasificados,
tempranamente se aconsejaba al Departamento de Defensa que estuviera preparado
para una respuesta pública, ya que de ser descubiertas las operaciones, no podrían ser
negadas. Se instaba a desarrollar relaciones públicas y materiales que contemplasen
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dicha posibilidad. En ese sentido, el informe de la NSF cumplía las expectativas
establecidas, al mostrar las bondades y potencialidades del desarrollo de dichas
tecnologías.7 Thomas Malone, una de las figuras claves de la comisión que lo redactó,
era además del principal consultor en esos temas del Departamento de Defensa en la
época.
Como dice Leitenberg, suena extraño que Malone no supiera nada de estos
desarrollos bélicos (Leitenberg, 1987: 3).8 Más probablemente, haya seguido las
instrucciones acordes a una actividad clasificada, que no podía por tanto incluirse entre
los estudios y estadísticas de difusión pública. Sea como fuere, en marzo de 1972,
después de audiencias en el parlamento, a las que el propio Malone fue convocado
como experto, un senador solicitó al Presidente que de manera urgente procure un
acuerdo internacional. El pedido condujo finalmente a la convención para la prohibición
7 Después, en 1967, la Oficina de Ciencia y Tecnología del Comité Asesor Científico del Presidente advirtió
en contra del uso de las técnicas de control del tiempo atmosférico aludiendo a razones técnicas y políticas.
Los resultados de los experimentos no eran dudosos y a lo largo de los años se había logrado una estrecha
cooperación internacional sobre datos meteorológicos. Una ayuda fundamental para el pronóstico del
tiempo, que tenía un valor medido en decenas de miles de millones de dólares. Sería amenazada si se
supiera que Estados Unidos estaba utilizando técnicas meteorológicas como armas de guerra (Leitenberg,
1987: 19). Probablemente estos conflictos estuvieran por detrás de la desclasificación.
8 Entre 1954 y 1970 Malone fue director de agencias contratadas por el Departamento de Defensa en
relación a la I+D sobre el tiempo atmosférico; entre 1950 y 1953, consultor especial de la oficina de
investigaciones navales; entre 1954 y 1960 miembro del consejo científico del Departamento de Defensa
y entre 1961 y 1966, consultor del consejo consultivo del presidente, además de intervenir en las
autorizaciones de la Casa Blanca a los departamentos ejecutivos y de defensa (Leitenberg, 1985: 40).
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del uso militar o cualquier otro uso hostil de las técnicas de modificación ambiental de
las Naciones Unidas. Fue firmado por los Estados Unidos en mayo de 1977 y por el
gobierno argentino en octubre de 1978 (Naciones Unidas, 1976, 1978). No obstante, el
acuerdo carecía de efectividad regulatoria en tanto, como el mismo Malone señalaba,
era prácticamente imposible distinguir las investigaciones para uso pacífico de las otras.
Más aún, Malone decía estar en contra de la prohibición de la investigación militar en el
área porque cortando el financiamiento militar se limitaría también el potencial de las
investigaciones civiles. Asimismo, proponía seguir capacitando a los militares en esas
competencias científicas que podían proveer a la seguridad nacional (Leitenberg, 1985,
9, pp.44, 54). Malone, no encontraba contradicción con la promoción de la cooperación
internacional, en consecuencia, desde principios de los 60, había impulsado la idea de
que las prácticas de modificación climática eran una buena línea de diplomacia con los
rusos.
Es interesante que Malone compartiese redes de trabajo con García. El
norteamericano nombraba al argentino como una de las figuras cercanas a él en el
desarrollo de las instituciones globales de la meteorología durante la década del 60 y
ambos trabajaron en la edición de una publicación sobre problemas de circulación de la
atmósfera (García y Malone, 1966). Los dos meteorólogos serían figuras fundamentales
de un programa internacional impulsado a partir de la idea de que las investigaciones
en torno al Weather control podía promover cooperaciones internacionales. El mismo
sería concebido por Malone junto a Sverre Pertersen, entre otros, y promovido
inicialmente por la NSF y por unidades del Departamento de Defensa de los Estados
Unidos como una pieza de la diplomacia de posguerra (American Meteorological
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Society, 1988; Leitenberg, 1985, pp.11, 45). García tendría posiciones directivas en el
Global Atmospheric Research Program (GARP). Vale aclarar que aunque Malone
estuviese enterado de los experimentos militares en Vietnam, era muy improbable que
García estuviese al tanto de esa información. Durante el período en el que nos
concentraremos en el apartado siguiente, de aplicación de estas técnicas en la
Argentina, todavía las prácticas orientadas a la guerra estaban ocultadas por el secreto
propio de las actividades clasificadas. Sin embargo, los propósitos militares son
fundamentales para entender el impulso dado a estas nuevas tecnologías.
El desarrollo de las actividades de la FCEN entre 1960 y 1963 es inseparable del
devenir de las ciencias meteorológicas estadounidenses que analizamos en estos dos
últimos apartados. Inescindibles además de los intereses de la USAF. Veremos que los
estudios realizados en los Andes para la AFOSR pueden ser considerados como
derivados de los intereses del Upper level winds Project y del Sierra Wave Project.
Además, se llevaron adelante de manera imbricada con prácticas de control del tiempo
atmosférico desarrolladas en Mendoza.
La vuelta de García: el financiamiento de la USAF en la FCEN
Cuando García vuelve a la Argentina, su posición política estaba abiertamente
establecida, años después le permitía afirmar en un informe de la UBA que en “en plena
época del peronismo (…) la Universidad toda había descendido a niveles incalificables”
(FCEN, Memorias año 1962: 1). Como vicepresidente del Conicet mantuvo con su
presidente algunas desavenencias en torno a cómo encauzar las políticas científicas
locales (Hurtado y Feld, 2007). No obstante, coincidiría con él en esa caracterización
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política general. 9 En 1960, como vimos, la AFOSR subsidiaba a García con 40000
dólares. El contrato integraba el informe del proyecto 9774, sobre Investigación
Ambiental, de la división de Física nuclear (SRNE). Como se consignaba allí se trataba
de:
Una investigación teórica y experimental del efecto que tienen los Andes largos,
altos y estrechos en la circulación general sobre el sureste de América del Sur.
Por su posición, perpendicular a los vientos del oeste, los Andes ofrecen un
laboratorio natural único para probar modelos de ondas hidrodinámicas
provocadas por obstáculos. Se utilizará el método desarrollado recientemente
de ondas simétricas; se aplican ecuaciones lineales a ondas jóvenes de
pequeña amplitud y se intenta anticipar la evolución no lineal posterior. El
programa experimental utiliza análisis informáticos de datos de temperatura a
microescala para comparar resultados sinópticos con predicciones teóricas.
(OAR, 1963: 100).
El contrato tenía el objetivo de suministrar a la USAF de estudios teóricos y empíricos de
los patrones de circulación atmosférica en una región donde se había realizado muy
poco trabajo meteorológico científico. Los Andes se consideraban como un "laboratorio
natural único" en el que “probar modelos teóricos de ondas hidrodinámicas provocadas
por un obstáculo" (Bushnell, 1965: 172). Veremos que García no llevaba una pesquisa
aislada para la USAF, sino que intentaba que la formación de los meteorólogos
argentinos estuviese orientada a un entrenamiento convergente con los temas de
9 A finales de la década del 60, García trabajaría para el partido justicialista (Gonzalez 2019: 36). A lo largo
de los años fue explícito respecto a sus posicionamientos políticos coyunturales
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investigación solicitados. Para ello, no sólo invitaba a profesores, sino que también
impulsaba varios viajes de formación a los Estados Unidos. La mayoría de los
seminarios especiales dictados entre 1960 y 1961 en el departamento de meteorología
se repartían entre dos temáticas: estudios de onda de montaña con modelos
hidrodinámicos y control del tiempo atmosférico (FCEN, Memoria 1960, pp.79, 81). Al
rastrear los posibles cursos del financiamiento de la AFOSR, mostraremos cómo estaban
conectadas las prácticas de esas dos áreas.
Modelos hidrodinámicos y meteorología de altura en la UBA
Entre enero y marzo de 1961, el propio García viajaba a la UCLA, para desarrollar como
profesor invitado temas de investigación junto con Holmboe. Probablemente esos
estudios sirvieran también al proyecto de los Andes de la AFOSR. Un mes después de la
vuelta del decano, llegaba Holmboe a la AFCEN. Se instalaría cinco meses. Dos cursos
regulares cuyas titularidades pertenecían a Rubén Norscini, se convirtieron en cursos
especiales coordinados por el noruego con una frecuencia diaria. Se trataron temas de
Teoría de las Ondas Atmosféricas. Asistieron alumnos regulares, licenciados y alumnos
oyentes. Allí fueron expuestos también parte de los trabajos realizados por García y
Holmboe en la UCLA. Para que colaborara y complementara la actividad docente del
noruego, visitó la UBA el profesor Manfred Hall que trabajaba también en California. Se
ocupó de métodos de integración numérica aplicados a la investigación de la estabilidad
dinámica de flujos con perfiles arbitrarios y utilizó la computadora electrónica del
Instituto de Cálculo. Durante el mismo período, en el Instituto de Cálculo y con la misma
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computadora, se llevó adelante a pedido de García la Integración de las ecuaciones
diferenciales de un modelo hidrodinámico (FCEN, 1962, pp.4, 52, 57, 62,64).
Probablemente ese conjunto de cálculos estuvieran asociados también a los desarrollos
solicitados por la AFOSR.
En el año 1962, entre julio y agosto, se sumaría otro profesor de la UCLA e
integrante del Sierra Wave Project a las visitas a la FCEN. Wurtele dictó entonces un
seminario en la sede del departamento de meteorología de la UBA que abarcó los
temas Turbulencia Atmosférica, Ondas de Sotavento y Pronóstico numérico.
Participaron los meteorólogos del SMN y de las Fuerzas Armadas. Además Wurtele
asesoraba a algunos investigadores. Con Carlos Martinez, desarrrolló el tema Ondas de
Sotavento y con Norscini e Isabel González Fabián, que era ayudante de la cátedra de
García, los temas del trabajo que ellos habían empezado a desarrollar el año anterior
bajo supervisión de Holmboe Estabilidad de perfiles dobles discontinuos. Con Haydee
Ern cubrió algunos temas consignados en lengua inglesa: Kelvin wave; Raylegh wave;
Two Rayleigh wave; Continuous shearing stratified flow y Stratified shear flow and jet
between boundaries. Después, le dio continuidad al trabajo comenzado por Hall durante
su visita sobre Estabilidad de perfiles continuos (FCEN, 1963, pp.128, 129).
En 1962, se registran los viajes al exterior de Norscini y González Fabián a la
UCLA, para tareas de investigación bajo la dirección de Holmboe sobre estabilidad
hidrodinámica de fluidos estratificados (FCEN, Memorias año 1963: 128-130). Allí, hasta
julio de 1963, Norscini llevó adelante trabajos sobre Análisis de la estabilidad
hidrodinámica de una estratificación de tres capas de fluido de diferentes temperaturas:
a) caso general, b) caso quasi estático con contornos rígidos, c) caso ilimitado y Ondas
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cilónicas en un modelo de atmósfera de tres capas con contornos rígidos plenos a)
caso geostrófico b) solución general. Por su parte, González Fabián desarrolló la
investigación titulada Tres capas homogéneas de diferentes densidades, con una
cortante constante desde la base hasta el topo a) capas externas limitadas b) teoría
quasi-estática c) capas externas ilimitadas y otra denominada Tres capas homogéneas
de diferentes densidades, con salto de velocidad en el nivel central de la capa central:
2: a) capas externas limitadas, b) teorías quasi estática, c) capas externas ilimitadas.
También prosiguió una serie de indagaciones bajo los rótulos de Un modelo “jet” de
cinco capas, las dos externas ilimitadas y Ecuación de ondas de montaña para
movimientos atmosféricos tridimensionales. González Fabián contó con la asistencia de
otro profesor de la UCLA, Tiruvalam Krischnamurti. Krischnamurti, visitó después la FCEN
y desarrolló una intensa tarea de formación entre los investigadores locales (FCEN,
1964, pp.122,123).
Durante 1963, bajo la dirección de Holmboe, de García y del grupo de Dinámica
de la Atmósfera, que había ido a formarse a la UCLA, se realizaron trabajos teóricos
sobre inestabilidad hidrodinámica de capas estratificadas de fluido. Recordemos que el
estudio del comportamiento de diversos modelos atmosféricos tenía como finalidad el
desarrollo que explique la evolución de las ondas ciclónicas. Durante ese mismo año,
González y Norscini realizaron también estudios sobre la onda en sotavento de las
montañas con el propósito de realizar, según las memorias del FCEN, “trabajos aplicados
a la Cordillera de los Andes” (FCEN, 1964: 120). Probablemente estos estudios se hayan
integrado a los análisis requeridos por la AFOSR. Durante ese mismo año, se informaba
que el Instituto de Cálculo había hecho análisis sobre Ondas de montaña para el
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Departamento de Meteorología sin consignar el nombre del investigador que solicitó el
estudio, probablemente también para el proyecto AFOSR (FCEN, 1964: 108).
En el sub-apartado siguiente veremos cómo se vincula el proyecto AFOSR con los
experimentos de modificación del tiempo atmosférico que se desarrollaban a los pies de
los Andes, en virtud de un convenio entre el Instituto de Seguro Agrícola de la Provincia
de Mendoza, el SMN y la FCEN.
Siembra de nubes en Mendoza y Proyecto Brisas
Desde 1958 hasta 1964, estaría en marcha en la FCEN la Operación Granizo, que era
una campaña experimental de modificación artificial de tormentas graniceras. Debe
aclararse que la tradición argentina en estos temas, influida por los desarrollos
internacionales, es casi coetánea de los primeros viajes de García a los Estados Unidos
y que ese trayecto previo, que fue interrumpido en 1955, no es desarrollado en este
artículo. Al respecto Marón tiene un rico trabajo de investigación que está por ser
publicado y al que tuve el privilegio de acceder. Allí asistimos a los vaivenes
institucionales, rupturas en la acumulación de saberes y problemas de escala
tecnológica, que tan frecuentemente acompañaron los cambios de gobierno en la
Argentina (Marón, 2022; cf. Lalouf, Thomas, 2004). No obstante, Marón señala un punto
relevante que asegurará al menos cierta continuidad regional: no era casual que los
primeros estudios académicos y en general todos los modelos, proyectos y ensayos
sobre modificación del tiempo atmosférico hubieran tenido epicentro en Mendoza. Es el
lugar del país más expuesto al rigor del granizo a consecuencia de las especiales
condiciones geográficas de su territorio, favorables a la formación de nubes de tormenta
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del tipo Cumulus nimbus. En ésta región se producen en simultáneo los tres
mecanismos atmosféricos de generación de procesos tormentosos severos, a saber:
convección refractaria, onda de montaña y avance de frente frío (Marón, 2022). Por
eso, como ha mostrado el autor, los fondos para financiar los temas de modificación
climática en Mendoza estaban tan extendidos como los intereses de quienes
consideraban beneficiarse con el desarrollo del área.10
Los montos aportados por el Instituto del Seguro Agrícola para el proyecto
coordinado por la FCEN, fueron los siguientes, en pesos: 1.667.469,19 para 1958;
4.042.878,21 para 1959; 5.891.544,80 para 1960; 4.505.571,07 para 1961; 6.000.000
para 1962; 4.857.968,56 para 1963 y 6.950.050 para 1964 (Marón 2022, FCEN 1963:
139). Además, desde fines de 1959, se sumaban dos subsidios del Conicet, uno de
676.000 pesos, en 1959, para contratación de cinco investigadores y otro de 1.673.500,
en 1960, para contratación de cinco investigadores y adquisición de equipos adicionales
de radar, mantenimiento e instrumental, así como para mantenimiento de radar (FCEN,
1961: 82). El SMN propuso al Instituto de Seguro Agrícola un plan de trabajo e
10 Marón tuvo acceso a las Actas inéditas del directorio del Instituto del Seguro Agrícola. En 1957 el Instituto
conformó un Comité Ejecutivo de Lucha contra el Granizo, integrado por representantes de 16
organizaciones intermedias, a saber: Federación Económica de Mendoza, Bolsa de Comercio de Mendoza,
Unión Comercial e Industrial de Mendoza, Sociedad de Bodegueros Trasladistas de Mendoza, Centro de
Bodegueros de Mendoza, Centro de Ingenieros Agrónomos de Mendoza, Centro de Enólogos, Sociedad
de Productores y Exportadores de Frutas Frescas, Dirección de Frutas, Hortalizas y Flores, Asociación de
Viñateros, Cámara de Horticultores, Sindicato Unido de Trabajadores Contratistas de Viñas y Frutales,
Cámara de la Fruta Industrializada, Sindicato Agrario del Río Atuel y Cámara de Comercio, Industria y
Agricultura de San Rafael. (Marón, 2022).
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investigación basado en la siembra artificial de nubes sobreenfriadas con ioduro de
plata, que era la misma técnica ensayada en el Cirrus Project. La hipótesis de trabajo
en que se apoyaba la técnica ya a esa altura era bien conocida: si se introducían
núcleos artificiales de congelación en el seno de una nube apropiada, no sólo se
aumentaba el número de núcleos de congelación, sino que además se dotaba a la nube
de núcleos que eran activos a temperaturas más altas que las naturales, por lo que se
adelantaba el proceso natural de precipitación. Se esperaba que los granizos formados
en las nubes no alcanzaran el tamaño suficiente, que se licuaran durante la caída, y
que los que llegaran al suelo fueran más pequeños, disminuyendo el daño (Marón,
2022). Nos concentraremos en este apartado en el período que podría estar más
asociado a la financiación de García por parte de la AFOSR, desde 1960 a 1963.
El proyecto coordinado por Julio Iribarne y Héctor Grandoso tenía dos objetivos,
el primero era el estudio de las condiciones sinópticas-dinámicas y microfísicas de los
procesos de la convección y la precipitación indispensables para entender la estructura
y evolución de las tormentas graníceras de la zona. Esta meta, como veremos, hacía
que compartan prácticas con otros estudios, como los de Proyecto Brisas, orientados a
investigaciones en meteorología dinámica. El segundo objetivo, que usaba también los
resultados obtenidos en las investigaciones del primero, consistía en el desarrollo de
una campaña experimental, con estudios randomizados, en gran escala, que apuntaba
a demostrar la posibilidad de modificar artificialmente los procesos que conducían a la
precipitación de granizo en la zona de Mendoza (FCEN, 1961: 81 y FCEN, 1964: 120).
Para este segundo objetivo la Oficina de Pronóstico de Mendoza proveía al mediodía el
pronóstico de tormentas a una oficina operativa. La mitad de los días en que se
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pronosticaba tormenta se prendían los generadores y en la otra mitad no. En caso
positivo, la oficina procedía a la randomización, utilizando una serie de sobres con
respuestas preparadas de antemano. Todos los días de la temporada después del
mediodía, se difundían a través de radioemisoras, las instrucciones de prender o no los
generadores a los encargados de los mismos. La siembra duraba 10 horas (Grandoso e
Iribarne, 1965: 7). Marón muestra cómo el diseño inicial de los experimentos se
combinaba con intereses muy concretos que definían la tecnología final a utilizar para
quemar ioduro de plata. Un dato fundamental, por ejemplo, era que los quemadores en
suelo tenían que ser de fácil manejo por parte de los viñateros, quienes serían los
encargados de prender aleatoriamente, según instrucciones, los generadores
distribuidos entre los 4000mts cuadrados cubiertos con los experimentos.
Según Marón, el proyecto contó con 120 generadores terrestres de ioduro de
plata, dos aviones para siembra aérea (un IA-35 Huanquero de la IV Brigada Aérea y un
Cessna 195 alquilado a Enrique Stone), un planeador para investigación de convección
severa (un ala volante IA-41 Urubú del Instituto Aerotécnico) y dos radares para
detección de tormentas (Decca T-41 y MRI del Servicio Meteorológico Nacional)
(Marón, 2022).11 Durante el verano de 1961 se analizaron una serie de núcleos
naturales de condensación, mediante la captación en impactor en cascada y recuento
en cámara de humedad controlada, en superficie, y a las alturas de 600 y 3500 m sobre
11 En las fuentes a veces aparece un Cessna 180 y a veces un 195. Falta dilucidar todavía si se trata de
un error de tipeo en los informes.
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el suelo, tomando las muestras desde los dos aviones.12 Asimismo Rosa Pena y Emilio
Caimi controlaron la difusión del aerosol de ioduro de plata en altura. El objetivo era
determinar si los mecanismos de convección de las zonas eran eficaces para
transportar los núcleos glaciógenos producidos por los generadores al nivel del suelo
hasta la base de las nubes (FCEN,1962, pp.61,62;1963: 134). Además se hacían
pruebas de laboratorio que acompañaban el desarrollo teórico de la física de nubes
envuelta en la investigación y se desarrollaban estadísticas de núcleos de congelación
naturales en la zona de Mendoza (FCEN, 1963: 134).
Se necesitaba además consignar la distribución horaria, mensual, anual y
geográfica del número de granizadas, el daño en los viñedos y su relación con
parámetros meteorológicos. Como parte de estos estudios, Marón comenta que durante
1960 se utilizó la filmación de nubes de tormenta usando el método de cinematografía
acelerada. Se utilizaron cámaras de cielo total Keystone de 16 mm equipadas con
cronómetros calibrados a intervalos de 2 y 6 segundos. En simultáneo se ensayó y
puso a punto un método para efectuar medidas fotogramétricas de nubes con las
mismas cámaras, pero equipadas con teleobjetivos y lentes gran angular. Algunas fallas
en el cronómetro de disparo se solucionaron cuando se adquirieron las dos cámaras
12 El impactor de cascada es un instrumento que mide el rango de alcance de una sustancia particulada a
medida que se mueve a través de una abertura con el uso de aerosol. Esta ingresa a una serie de discos
diseñados para recolectar sólidos y diferentes partículas y se recoge a medida que pasa a través de los
discos. Estos están graduados para determinar adecuadamente el tamaño de las partículas en cada etapa
del impactador. Puede colocarse en suelo para medir las partículas de granizo en el exterior de una
aeronave (Marón, 2022).
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fotográficas de cielo total (con espejos parabólicos) y una filmadora con dispositivos de
tiempo para obtener proyecciones aceleradas (Marón, 2022). La técnica fotogrametría
utilizada consistía en utilizar una base de dos puestos de observación, a una distancia
de 5 a 10km, de coordenadas bien conocidas, en las cuales se determinaba con toda
precisión, con teodolitos, las coordenadas de una serie de fotografías simultáneas
desde ambos puestos, conectados por transreceptores para la coordinación de los
operadores (FCEN, 1963: 135). Recordemos que tanto quienes desarrollaron el Sierra
Wave Project como quienes llevaron adelante el Cirrus Project contaban con todas
estas técnicas de construcción de imágenes técnicas en su arsenal y protocolizaban
sus prácticas.
A comienzos de 1961 se filmaron con el Radar Deca 93hs de tormenta. El
análisis del fílmico se hacía en Buenos Aires, mediante sistemas especiales de
proyección y de diagramación. También se desarrollaba allí un estudio estadístico de
los diagramas sobre el comportamiento en gran escala de los sistemas tormentosos
(FCEN, 1963, pp.137-138). Para mejorar estos estudios se colocó una nueva pantalla
mayor, de mejor brillo, equipada con un indicador de modo RHI (Range Height Indicator)
que permitía visualizar la altura de la nube bajo observación, al tiempo que el modo PPI
(Plan Position Indicator) permitía verla en plano. De esta forma se lograban dos visiones
bidimensionales de las nubes (en planta y altura), que a la vez permitían dar al
operador radar una idea tridimensional del objetivo y la exploración de la estructura
vertical de la tormenta. Por otro lado se contaba con el Radar Movil MRI en el
Aeródromo de la ciudad de San Martín bajo el control técnico de Luis Herrera Cantilo de
la FCEN. Mediante la filmación de la pantalla de presentación del radar se obtuvieron
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registros de unos 250 ecos de precipitación en un radio aproximado de 200 km. La
precipitación era visible debido al rebote del pulso electromagnético generado desde el
radar en las gotas de agua y cristales de hielo en descenso, que reflectaban la onda
hertziana con una atenuación determinada y característica que podía ser medida. Los
ecos de los núcleos de granizo daban imágenes particularmente nítidas y fuertes,
mientras que el agua circundante o la nube respondían con ecos más suaves o tenues.
Se analizaban así el flujo en altura y la aparición, desplazamiento, propagación y
desaparición de ecos de precipitaciones. La pantalla RHI fue instalada también en el
radar móvil para algunos estudios (FCEN, 1964: 120).
El equipo de la Operación Granizo trabajaba en la FCEN sobre temas generales
vinculados con ella y los intercambios internacionales en torno a esta área también
fueron intensos (FCEN, 1961: 78). Como parte de estos, subrayemos el de Pettersen, en
1960. Recordemos que este junto a Malone, justamente por esos años, estaban
intentando promover la idea de que el tema del Weather Control era una buena pieza
de diplomacia en tanto podía promover estudios de cooperación internacional
(American Meteorological Society, 1988). También se registraron viajes de Mariana
Weissman a la UCLA, y de John Hallet y de Guy de Soulage a la FCEN (FCEN, 1962: 6;
1963, pp.125-130). En 1963 Jorge Pena y Rosa de Pena viajaron a Francia y Herrera
Cantilo a los Estados Unidos y Canadá, donde visitó las Universidades de
Pennysilvania State, MIT, Mc Gill, Montreal e Illinois; así como el laboratorio de la USAF
en Cambridge involucrado en el Sierra Wave Project (FCEN, 1964: 124).
En el marco de esta campaña, se registra una visita que podría estar
directamente vinculada al proyecto de la AFOSR. Edinger, de la UCLA, otro de los
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integrantes del Sierra Wave Project, se instalaba en 1960 por seis meses para realizar
investigaciones en Mendoza con el acuerdo de Iribarne y Grandoso. Juntos analizaron
la disponibilidad de instrumental adecuado, y convinieron en que Edinger realizara un
estudio mesometeorológico de la capa inferior de la atmósfera en la zona de Mendoza
(FCEN,1962: 61). No olvidemos que una de las conclusiones del Sierra Wave Project era
que se necesitaban más estudios de los perfiles de vientos con datos reales de las
ondas de sotavento de las montañas. Probablemente, el estudio de Edinger tuviera
vinculación con la obtención de datos que necesitaba la AFOSR para la construcción de
modelos de circulación general en los Andes. Los propósitos del estudio dirigido por
Edinger se consignaban del siguiente modo:
[...] en la primera etapa se trataba de analizar el campo térmico y el flujo en la
capa superficial de la atmósfera en relación con el drenaje de aire frío en la
ladera oriental de la cordillera en la zona de Tunuyán y con el espesor de la
capa de aire frío. El instrumental para este estudio es el siguiente: 1) una
microred de estaciones ya existentes que registran temperatura y humedad; 2)
un avión IA45 facilitado por el Instituto Aerotécnico de Córdoba, con su personal
de vuelo completo, equipado con termómetros eléctricos de gran sensibilidad,
construidos éstos por el DR. Edinger en los laboratorios del Servicio
Meteorológico Nacional; 3) diez anemógrafos facilitados por el SMN; 4) una
estación móvil de globos pilotos para la medición de vientos de altura; 5) la
estación de radiosondeo de Mendoza (FCEN,1962 : 65).
El conjunto de las actividades de Edinger en la UBA formaban parte del denominado
Proyecto Brisas, por su vez integrado a la Campaña experimental de prevención del
granizo, desde el 19 de enero de 1961 hasta el 3 de marzo de 1962. El programa
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general de observaciones tuvo por objeto el estudio de dos fenómenos importantes en
relación con la convección en la zona de Mendoza: 1) el sistema de brisas de llano y
montaña y 2) la superficie de separación entre la capa inferior de la atmósfera, afectada
por las fuentes de calor y humedad del suelo, y la capa superior afectada por los
vientos descendientes de Oeste. El avión DINFIA IA-45 Querandí era un avión
experimental que en ese momento se encontraban en fase de desarrollo. Marón sugiere
que probablemente la referencia a IA45 sea un error tipográfico al escribir IA-35
Huanquero, que era un avión militar en servicio de prestaciones muy superiores a las
del Querandí Otros dos aviones que se usaron en el proyecto de Edinger eran el
DINFIA IA-46 Ranquel, para remolcar el planeador tipo ala volante, el IA-41 Urubú, que
fue utilizado también para mediciones de onda de montaña y que probablemente debe
haber llevado instrumental o equipos para otras mediciones de la Operación Granizo
(Marón, 2022).
La segunda etapa del Proyecto Brisas tuvo por objeto el estudio del campo
térmico de flujo en la capa de aproximadamente 3000 m sobre el suelo, en relación con
el sistema de brisas de valle y montañas en la zona de Mendoza y su efecto sobre la
convección. El estadounidense aprovechaba las observaciones de una microred de
estaciones meteorológicas en la zona del Gran Mendoza y en las zonas cultivadas de
San Rafael y Gral Alvear. La información se volcaba en un estudio sobre la estructura
térmica de flujo de la capa fría inferior de la atmósfera en la zona de Tunuyán (FCEN,
1962: 63, 130; Cf Edinger, 1963). Se instalaron dos líneas de anemógrafos para
registrar el viento de superficie en los siguientes lugares: Rodeo del Medio, San Martín,
Santa Rosa, La Paz, Los Arboles, Anchoris y Barrancas YPF. Por otro lado, estas
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observaciones eran complementadas con los anemógrafos existentes en el
Observatorio Parque San Martín y en el Aeropuerto El Plumerillo. Dos veces por
semana se hacían observaciones con globo piloto para medir el viento en altura en San
Martín y Santa Rosa a las 15 y 20 hs. Asimismo, dos veces por semana se realizaban
tres radiosondeos diarios en el Observatorio del Parque San Martín a las 8, a las 15 y a
las 20 hs. Además de las observaciones con el avión para medir la temperatura y la
humedad entre Mendoza y La Dormida a una altura entre 2500 y 3000 metros (FCEN,
1963, pp.65, 130). La microred de estaciones de las que se valía Edinger coincidía en
parte con la que era necesaria para obtener datos para la siembra de nubes (Marón,
2022). Se trataban de observaciones que, conjuntamente con los datos provistos por la
red sinóptica y aerológica del SMN, servían de base a los estudios referentes a la
convección y formación de tormentas en la zona (FCEN, 1963: 130). Finalizado la
estadía de Edinger en la FCEN, su escrito sobre resultados en Tunuyán sería referido
como bibliografía relevante por la USAF (Edinger, 1963; cf. NASA, 1964). En convergencia
con los estudios de radar de la Operación Granizo, en la zona de Tunuyán, para 1963,
se planificaba un plan de mediciones intensivas con los dos radares usados en la
Operación Granizo. Probablemente el plan estuviese vinculado a darle continuidad al
Proyecto Brisas.
La Operación Granizo concluye en el año 1964, con resultados que no eran
conclusivos respecto a la eficacia de la siembra, por no tener un volumen estadístico
suficiente. Inclusive, advertían en el informe final que en ciertas condiciones la siembra
podía tener un efecto contraproducente, generando granizo donde en condiciones
naturales no existiría (Grandoso e Iribarne, 1965, pp.7, 28, 30). Si, tal como como
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parece, el Proyecto Brisas aportó datos para el trabajo financiado por la AFOSR, la USAF
logró en la Argentina continuar con una dinámica con la que sus representantes
estaban acostumbrados. Sus objetivos se camuflaban tras la fragmentación de sus
proyectos, lo que frecuentemente les facilitaba aprovechar sinérgicamente recursos
materiales y humanos, por los que no pagaban, para avanzar con sus informes
técnicos. En este caso, se trataban de recursos aportados por la UBA, por el Conicet,
por los productores viñateros y por el gobierno de Mendoza.
Perspectivas y conclusiones
En este artículo analizamos las prácticas meteorológicas de los equipos que integró
García en los Estados Unidos, financiados por los militares estadounidenses durante la
segunda posguerra. Siguiendo algunos proyectos de la USAF, mostramos cómo las
teorías sobre circulación general de la atmósfera se combinaban con prácticas de
modelización de vientos, de modificación del tiempo atmosférico y con el desarrollo de
técnicas de fotografiado de nubes. Señalamos la importancia de este encuadre ligado a
los aviadores militares para enfocar adecuadamente el proyecto financiado por la
AFOSR en los Andes, así como para entender el perfil de las actividades del
Departamento de Meteorología de la UBA. En síntesis, aquí mostramos cómo la USAF
requería una información singular de puntos repartidos por el globo para desarrollos
teóricos útiles para la aviación. En ese sentido, eran de su interés los estudios
derivados de modelos generales sobre ondas de montaña que la FCEN, con
financiamiento de la AFOSR, desarrolló en los Andes. Pero además, fue de interés de
esa Fuerza la Operación Granizo, financiada por instituciones mendocinas y el Conicet,
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en tanto compartía con el proyecto estadounidense científicos, técnicos, datos y
recursos materiales. De continuarse con el análisis de las actividades involucradas, se
encontrará probablemente que la trama de prácticas cruzadas fue aún más densa.
Como vimos, en la FCEN no sólo se desarrollaron estudios de casos para teorías
elaboradas por otros, sino que los equipos argentinos participaron en el desarrollo
internacional y elaboración conceptual de la disciplina. García financiado por la AFOSR,
en diálogo con los estudios de Holmboe, contribuía a desarrollar los modelos analíticos
de la meteorología dinámica, indagando en las teorías generales sobre las ondas de los
modelos atmosféricos, teniendo en cuenta las características de los flujos de aire y la
rotación de la Tierra. Por eso, en parte, en un período que queda fuera del recorte de
este artículo, se explica que también Holmboe y sus equipos estuvieran tempranamente
financiados por la oficina de desarrollos aeroespaciales. Entre otros temas, la NASA
desde 1969 cita profusamente al noruego y a Wurtele cuando lleva adelante una
investigación en Sierra Nevada investigando si un dispositivo Lidar era adecuado para
detectar ondas del tipo de las que se producían en las cadenas montañosas (Viezee:
1971). Todavía debe investigarse en qué medida los desarrollos liderados por García al
respecto, o los desarrollados por la FCEN, también contribuyeron en las indagaciones
iniciales de los informes de la NASA o de la comisión de Weather Modification de la
National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), agencia que desde 1969 se
convertiría en líder en investigación y desarrollo en los Estados Unidos. Probablemente
algunos aspectos se aclaren gracias a la investigación que lleva actualmente adelante
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Revista Redes 57 – ISSN 1851-7072
Gustavo Marón, sobre la influencia de esta última institución en el país.13 Por lo pronto,
desde 1964 los informes de Grandoso e Iribarne serían citados como parte de las
publicaciones reseñadas y catalogadas por la NASA, así como las publicaciones sobre
núcleos de ioduro de plata de Pena, Caimi, e Iribarne (NASA: 1964).
Para una perspectiva más general al respecto deberían tenerse en cuenta
también aspectos señalados por Cushman sobre los conflictos entre naciones
promovidos por el neocolonialismo del siglo XX en Latinoamérica. El autor muestra una
suerte de geopolítica de las prácticas meteorológicas y de sus escuelas de
13 Debe tenerse en cuenta también que ya en 1961 la FCEN había recibido dos invitaciones de otras
instituciones para participar en trabajos de estudio en la alta atmósfera. Una provenía del Consejo de
Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas, la otra de la Comisión de Investigaciones
Espaciales. Se financió entonces un proyecto y se acordó que la Facultad se limitaría al estudio de vientos
hasta 80 km mediante el seguimiento de blancos de radar portados por cohetes. Herrera Cantilo y Zawadzki
trabajaron con el Ing. Carlos Burundarein, miembro del Conicet y de las Fuerzas Armadas, sobre este
problema. (FCEN, Memorias año 1961: 63) Asimismo, deben estudiarse con más detalle la utilización en
investigaciones del radar que el U.S. Weather Bureau cede en 1963 al Departamento de Meteorología. Se
trataba de un radar militar en desuso, el M-33, que mediante una serie de modificaciones financiadas por
U$S 40000 del Conicet, se constituyó en un radar de investigación meteorológica de posibilidades
excepcionales (..). Este equipo se destinó a investigaciones en mesometeorología, en física de nubes y en
radar-meteorología (FCEN, Memoria 1963, 120). Herrera Cantilo viajó a los Estados Unidos a hacer los
arreglos necesarios para levar a cabo la modificación y adaptación de ese radar (FCEN, Memoria 1963,
124).
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investigación en relación con la expansión de la industria aeronáutica y las rutas aéreas
(Cushman 2006). Señala cómo se agudizaron las diferencias entre los llamados primer
y tercer mundo, así como se exacerbaron las disparidades regionales en términos de
riquezas, productividad, experticia e innovación. Sus líneas de análisis podrían
combinarse con diversos estudios en relación a otras prácticas científicas y técnicas en
la región (Cushman 2006: 208; cf. Albornoz, 2007; Kreimer, 2019; Cueto 1990, 1994,
entre otros). Teniendo en cuenta estas perspectivas, esperamos que este estudio se
vea enriquecido por futuros trabajos sobre la influencia de la USAF en otras las
dependencias públicas argentinas.
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Artículo recibido el 23 de febrero de 2023
Aprobado para su publicación el 15 de septiembre de 2023