Cristian Mires, se analizan la transición a nivel comunitario. Para ello se valen de
diferentes alternativas teórico-metodológicas que les permiten centrar su análisis en
el protagonismo de los actores, las redes y el conocimiento que son marginados de
los regímenes energéticos dominantes pero que en determinada coyuntura (crisis
económica, social y/o institucional, conflictividad social), y a través de acciones
colectivas, contribuyen a impulsar leyes y normas a fines a lograr lo que ellos
denominan una “energía ciudadana”. Así, el capítulo centra en un análisis teórico
sobre el rol de la ciudadanía en la transición energética chilena y un análisis empírico
que gira en torno a la cooperativa “Energía Colectiva”.
El caso del proceso de transición en Chile presenta ciertas particularidades por
el contexto en el cual se desarrollan, siendo las acciones y levantamiento sociales,
ocurridas con anterioridad al 2014, dos elementos que, según las autoras, generaron
la desestabilización del régimen energético predominante y su incorporación al
debate. Ello se enmarca, además, en una larga trayectoria del país de conflictos
socioambientales y energéticos (reclamo de estudios de impacto ambiental, oposición
al proceso privatizador, entre otros), en muchos de los cuales la ciudadanía tuvo éxito
en su reclamo, como la obstrucción de proyectos de generación eléctrica. Y, es esa
ciudadanía activa la que participa en la construcción de “un escenario estatal propicio
para impulsar la descentralización energética, la energía popular, digna, ecológica y
feminista” (p. 211), la que explica las características del proceso de transición chileno.
Así, la particularidad del caso de Chile, afirman los autores, es el componente
estatal que le impregna el carácter crítico que caracterizaría a la transición energética
chilena. Con posterioridad a la obstrucción de los proyectos mencionados, las
organizaciones planificaron una transición en base a la creación de mecanismos como