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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re57.271 /
Tramas de interseccionalidad, innovación y
economía circular: una iniciativa de mujeres y maíces
en la zona purhépecha de Michoacán+
Alejandra Marcela Vanegas Díaz
Resumen
Una de las múltiples caras de la actual crisis civilizatoria es la de la inseguridad
alimentaria y las complejidades que esta conlleva, principalmente por sus
consecuencias de hambre y desnutrición, incrementadas de manera severa por la
pandemia de COVID-19 en el Sur Global. Como alternativa a este panorama, el
presente artículo busca recuperar las experiencias de la Red Tsiri, una organización
que promueve la producción y venta de alimentos realizados con maíces nativos de
milpas orgánicas en la zona lacustre y de la meseta de Michoacán, xico. Por medio
de la estufa Patsari, las mujeres productoras de la red elaboran tortillas y otros
alimentos derivados del maíz. Es a través de la caracterización de esta red que se
+ Este documento es parte de una publicación conjunta realizada entre Revista Redes. Revista de
Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología y la RedTISA en el marco del Congreso PRAXIS
2022. El documento forma parte del libro Juarez, P. et al (eds) (2024) Praxis: Innovación para la
transformación socioambiental desde el Sur Global, Bernal, UNQ, ISBN: 978-987-558-943-8.
UNC- IIDYPCA CONICET. Correo electrónico: mvanegas@cieco.unam.mx
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encontró que los ejes de innovación y economía circular entramados y releídos a
través del paradigma interseccional son claves para la resolución del conflicto
alimentario, económico, ambiental y de salud en este contexto específico.
Palabras clave
GÉNERO; INNOVACIÓN ECOTECNOLÓGICA; ECONOMÍA CIRCULAR; INTERSECCIONALIDAD
Introducción
De acuerdo con varias publicaciones, todavía existe poco conocimiento sobre el
vínculo entre la incorporación de la perspectiva de género, la innovación energética y
el uso de ecotecnologías (Khandelwal et al., 2017; Zamora and Ortega, 2017;
Musango et al., 2020; Petrulaityte et al., 2022). Este documento presenta el análisis
de la relación entre una ecotecnología en particular, la estufa eficiente Patsari, y el
concepto de género desde un punto de vista interseccional, partiendo del entendido
de que esta categoría no emerge como un dato de la realidad, sino que se construye
a partir de definiciones resultantes de entramados sociales complejos, y de los cuales
también es necesario reponer otras dimensiones de posible opresión1. Para realizar
este análisis, se echó mano del trabajo etnográfico de corte feminista que se realizó
como parte de la investigación doctoral de la cual se desprende el presente trabajo, y
1 Se retoma de las autoras Audre Lorde y Patricia Hill Collins, la idea de entender de manera simultánea
e imbricada las distintas opresiones, y no de manera sumativa. Mediante esta perspectiva, se entiende
que “los diferentes tipos de opresión deben tratarse de manera estructural, histórica y socialmente
situadas y no han de basarse en un análisis puramente individual de estas experiencias” (Argueta,
2020:146).
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que propone evidenciar las articulaciones socio-tecnológicas que se presentan en el
campo de la Red Tsiri2 de una manera particular.. En primer lugar, el texto caracteriza
la iniciativa de la Red Tsiri, así como el desarrollo de la estufa Patsari y la
contextualización de esta innovación ecotecnológica en el campo a analizar. En un
segundo momento, se retoma la economía circular como un lente para interpretar el
proceso productivo sustentable de esta misma Red. Por último, se valora el concepto
de interseccionalidad, a través del ejemplo de la Red, como un paradigma de
investigación pertinente en el campo de las innovaciones ecotecnológicas para aportar
en el diseño, implementación y adopción de éstas, además de identificar y mitigar los
impactos negativos no deseados que se derivan de la aplicación de dichos programas.
Mediante este ejercicio, se persigue un doble propósito: por un lado, contribuir a la
discusión sobre la interseccionalidad en el campo de los estudios sociales de la
ciencia, la tecnología y la innovación a partir de un caso específico poco explorado y,
por otro, avanzar en las definiciones teóricas que permiten repensar los ciclos de la
economía circular en los casos donde una innovación ecotecnológica es aplicada en
áreas rurales y periurbanas de México.
Un apunte previo sobre la metodología
El análisis que se realiza en el presente artículo retoma parte del trabajo de campo
enmarcado en la investigación doctoral en Estudios de Género, titulado “El género en
la implementación de ecotecnologías domésticas en dos casos de Argentina y
México”. Esta modalidad de etnografía feminista adoptó diversos métodos,
caracterizados principalmente porque se centran en la condición/situación/posición de
2 Tsiri es la palabra de origen purépecha que significa “maíz” o “pulga”.
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género tanto de quien observa, como de quienes son observados y observadas, o en
un sentido más general, de lo observado (Castañeda Salgado, 2012). Esto contempló
el registro, transcripción, representación y análisis de las prácticas discursivas y
performativas, espontáneas o inducidas, que se registraron, en el momento de su
ejecución (entre octubre de 2018 y noviembre de 2021); además de la realización de
entrevistas abiertas y semi dirigidas. Asimismo se incorporó el análisis documental,
específicamente artículos, ponencias y notas periodísticas sobre la Red Tsiri y la
estufa Patsari, que fueron filtradas a través de una búsqueda bibliográfica en revistas,
bibliotecas y sitios académicos de internet, utilizando como motores de búsqueda la
plataforma de Google Académico y el Repositorio Digital del Instituto de
Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES), de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM, campus Morelia). El presente artículo es resultado de
la síntesis parcial de los resultados preliminares de dicha investigación.
Tejiendo la Red Maíz
Las mujeres que viven en áreas rurales son clave para las economías de territorios en
desarrollo (Clancy et al., 2007; Sovacool, 2012; Berrueta et al., 2015; Ramírez, 2019).
Aunque producen del 60 al 80% de los alimentos en el mundo, su trabajo ha sido
precarizado de manera histórica, generando brechas de inequidad en el acceso a la
propiedad de la tierra, insumos agrícolas y educación (Santillana-Ortiz, 2016), así
como la pérdida de los saberes que las mujeres aportan a la posibilidad de una
soberanía alimentaria (Papuccio de Vidal, 2011).
En México, a pesar de las recomendaciones que múltiples organismos
multilaterales han hecho al país sobre la necesidad de fomentar la soberanía
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alimentaria basada en la agricultura familiar y la protección de cultivos orgánicos3,
ningún gobierno ha atendido esta orientación, profundizando así la pobreza rural y la
fragmentación de la estructura alimentaria (Rubio, 2015). Sin embargo, existen
movimientos encaminados para priorizar la producción local y regional de alimentos
frente a la exportación, con la finalidad de desarrollar políticas solidarias y prácticas
de economías disidentes (Herrero, 2013; Astier et al., 2019; Vanegas Díaz, 2021,
2022), como es el caso de la Red Tsiri.
Figura 1: Logo más reciente de la Red Tsiri. Actualizado el 12 de septiembre de
2022
. Fuente: https://www.facebook.com/RedTsiri.Maiz/photos/a.1144643698948503/5770105203068973/
De carácter multiterritorial4, la Red Tsiri es una iniciativa que desde 2009 tiene por
objetivo rescatar la riqueza cultural y agronómica de las variedades locales de maíz
3 El descenso de la diversidad de cultivos en los centros de su origen podría tener secuelas graves para
la agriultura de manera global, como la pérdida de rasgos genéticos que sean valiosos para afrontar el
cambio climático y las plagas (Van de Wouw et al., 2012; Orozco-Ramírez, Astier and Barrasa, 2017;
Vanegas Díaz, 2022).
4 Se utiliza el término multiterritorial, para referenciar el hecho de que los distintos ejes de la organizacón
están distribuídos en distintas geografías. Aunque en áreas cercanas, los y las integrantes de la red se
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criollo en la zona lacustre y de la meseta del estado de Michoacán. Allí se encuentra
una gran riqueza varietal de maíces, fruto de la interacción de los pobladores
originales de esta región con el medio (Sabán de la Portilla, Orozco-Ramírez and
Astier, 2016). Hasta ahora se han identificado 7 razas criollas -Cónico, Purhépecha,
Elote Occidental, Chalqueño, Tabloncillo y Cacahuacintle-, así como 20 variedades
locales (Astier and Barrera-Bassols, 2007). Además de su histórica relación de
consumo por los pueblos originarios, los maíces nativos son ampliamente adaptables
a las más diversas condiciones de suelo y clima, siendo clave en la lucha contra el
hambre y el cambio climático (Astier et al., 2019). Asimismo, los conocimientos locales
han permitido aprovechar la genética de cada raza para resarcir problemas de
heladas, plagas y sequías (Alarcón-Chaires, 2009).
Figura 2: Variedad de maíces michoacanos.
Fuente: Fotografía de la Dra. Betina Cardoso.
localizan en dos regiones principales: la región Pátzcuaro-Zirahuén (con integrantes de las
comunidades las comunidades de San Francisco Uricho, Tzentzénguaro y Santa Ana Chapitiro) y la
Meseta Purépecha (con integrantes de la comunidad de Aranza).
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En esta zona el maíz se utiliza primeramente para la subsistencia familiar.
Posteriormente se comercia con los excedentes, que pueden ser destinados a la
alimentación del ganado; pero también como insumo para elaborar las tortillas
artesanales5, que son vendidas ya sea en el domicilio propio, en el mercado
comunitario o de puerta en puerta. Solamente en esta región, se han censado más de
500 microtalleres de tortillas artesanales familiares, fundamentalmente liderados por
mujeres (Masera-Astier and Astier, 2014). A pesar de ello, la región presenta un déficit
de producción, por lo que el mercado se abastece de manera externa, sobre todo en
tortillerías industriales y tiendas de cadena (Sabán de la Portilla, Orozco-Ramírez and
Astier, 2016), en especial cuando la producción de maíz se ve afectada por estrés
hídrico.
Es en este contexto que los y las participantes de la Red Tsiri buscan preservar
la agricultura sostenible campesina y ayudar a valorizar los maíces a través de
productos artesanales, para hacerlos sustentables “de la tierra a la mesa” (Masera-
Astier and Astier, 2014). A través de la red, se crean vínculos sin intermediarios entre
los y las productoras del maíz local, los talleres de las mujeres que elaboran los
productos derivados de esta materia prima y una masa de personas consumidoras.
5 Las tortillas artesanales de maíz nixtamalizado (cocido en agua con cal y molido) son un componente
base de la comida mexicana, y consisten en un disco de masa de este maíz con agua y sal, elaborado
a mano y que es cocinado tradicionalmente en una estufa de leña.
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Mapa 1: Muestra del estado multiterritorial de la Red Tsiri (detalle de zona
lacustre).
Fuente: Google Earth 2022. Nota: En esta zona, el pilar de la dieta continua siendo el maíz, que junto
con el frijol y el chile, forman parte del sistema alimentario nacional.
La red surge originalmente como un proyecto de investigadores e investigadoras del
Grupo Interdisciplinario de Tecnología Rural Apropiada (GIRA, A.C.) y del Centro de
Investigación en Geografía Ambiental (CIGA) de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), Campus Morelia. Es creada a partir de un estudio que detectó
problemas sobre la producción de especies nativas de maíz en la región y la posible
exitinción de ciertas razas del mismo. Esta red comenzó con la inteción de proteger y
conservar estos maíces por medio del fomento de su siembra y consumo (Espinosa,
2019), especialmente ante la sustitución de ésta por otros cultivos como el aguacate,
que debido a su exportación masiva, ha llevado a un cambio significativo dentro de la
dinámica social y económica de la región (Alarcón-Chaires, 2009). Actualmente, la
Red tiene como objetivo principal sembrar el maíz de manera orgánica (Berrueta et
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al., 2015) y elaborar productos derivados del mismo6. Igualmente, aplican nuevas
tecnologías mejoradas para optimizar el cocinado de sus productos, mientras priorizan
su salud ante la quema de leña que utilizan de manera tradicional. Sobre la
contextualización del uso de esta ecotecnología se ahondará en el siguiente apartado.
La Red es una cooperativa pequeña que, de manera general, está configurada
por 5 núcleos de actividad: el primero, está formado por un grupo de personas
agricultoras que se encargan del proceso productivo del maíz en forma “orgánica”7 y
que proveen a la red de su materia prima. El segundo cleo es el de las mujeres
productoras, quienes se autoperciben indígenas, y elaboran los productos derivados
del maíz que son característicos de la gastronomía de la región. El tercer núcleo está
conformado por el grupo de personas consumidoras, quienes en su mayoría, han
comprado los productos de la red desde su inicio en 2009, y que se autoperciben a sí
mismos y mismas como partidarios y partidarias del “comercio justo” y de la “economía
solidaria”8. El cuarto núcleo es descrito en la investigación de Espinosa (2019) como
“Unidad Heterogénea”9, y hace referencia al rol de GIRA como Asociación Civil donde
surge la Red Tsiri. Este núcleo realiza funciones diversas a través de distintas
personas, como lo es el rol de gerente, de contador/a y de distribuidor/a. También es
la sede donde se guarda el maíz adquirido en silos metálicos para evitar su
6 La idea general sobre los alimentos orgánicos” es que son más “sanos” que los alimentos
convencionales y/o industriales. Diversos estudios han alegado que esto es un criterio para su compra
y un parámetro de calidad para los consumidores (Torjusen, 2001; Jaramillo, 2015).
7Certificado oficialmente o de forma participativa (Espinosa, 2019).
8 Sobre estos conceptos se ahondará en el apartado de economía circular.
9 La autora toma este concepto de Denise Najmanovich, pues contiene algunos supuestos básicos
detrás de la concepción dinámica de la organización y de las redes, desde donde ella caracteriza la
Red Tsiri.
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descomposición. Por último, el quinto núcleo está formado por investigadores e
investigadoras de la UNAM, Campus Morelia, quienes se encargan de la búsqueda y
gestión de proyectos de los cuales pueda beneficiarse la Red Tsiri y el grupo de
investigación, así como del monitoreo y sistematización académica de los datos que
se colectan sobre el uso de las estufas. Asimismo, gran parte del grupo de personas
que consumen los productos de la Red está formado por los y las integrantes de este
núcleo.
Otra característica de la Red Tsiri es el énfasis que se ha puesto en ampliar los
productos que ofrecen: además de proveer la clásica tortilla de maíz nativo orgánico,
han extendido su repertorio a los productos que ofrece la milpa10 para promoverlos
con el consumidor urbano. Al mismo tiempo de concientizar sobre la agricultura
campesina sostenible y la agrobiodiversidad, las mujeres de la Red abogan por un
pago justo en espacios alternativos, como el mercado “La Ruta Natural” que ofrece un
espacio para productores y productoras locales. Al inicio del proyecto, la Red vendía
tortillas únicamente en las instalaciones del campus de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM) en la ciudad de Morelia. Posteriormente, y mientras se
engrosaba la oferta de productos11, también incrementó la demanda en otros lugares
10 La milpa es “un sistema de policultivo tradicional encaminado a la autosuficiencia familiar”(Alarcón-
Chaires, 2009). Generalmente consiste en frijol, maíz y calabaza, pero puede incluir también chile, y es
considerada en misma, un sistema integral de aprovechamiento, pues se aprovechan todas las
plantas que crecen de manera espontánea a su alrededor.
11 La Red Tsiri produce y vende tortillas de maíz blanco y azul, gorditas, flor de calabaza (en estación),
tostadas, galletas de maíz, ponteduros y pinole. Para más sobre la gastronomía del maíz y la milpa en
Michoacán, consultar: Oseguera, 2008. A partir de las medidas de aislamiento preventivo que se
ejecutaron por las consecuencias del COVID-19, la Red ha integrado también la venta de otros
productos derivados de la milpa, así como café y miel de otras cooperativas cercanas.
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de la ciudad, como el café-tienda solidaria “El Árbol”, el restaurante “Lu” y en la tienda
de delicatessen “Panoli”. Esta dinámica ha sido resultado del proceso productivo
sustentable de la red (Espinosa, 2019), y del esfuerzo de los nódulos que la conforman
para colocarse en este mercado específico, pero también del interés por los y las
consumidoras de adquirir un producto tradicional que se obtenga de la mejor manera
posible, salvaguardando la salud de quienes los elaboran a través del uso de la estufa
Patsari.
La innovación ecotecnológica de la estufa Patsari
De acuerdo con Berrueta, et al. (2015), en México la leña representó alrededor del
41% del consumo total de energía residencial en 2010. Los casi 23 millones de
usuarios de leña representaron alrededor del 25 % de la población total del país
(aproximadamente 15 millones de estos usuarios son indígenas) (Serrano-Medrano et
al. 2014; Masera et al. 2005a).
Actualmente, el panorama no ha cambiado mucho, pues en las zonas rurales, y
en algunas zonas periurbanas de México, la leña sigue siendo el principal combustible
usado para cocinar y calefaccionar los hogares (Wang et al., 2013; Masera et al.,
2020)12. Es empleado típicamente en fogones abiertos de tres piedras o en fuegos
abiertos en forma de U13, caracterizados por una baja eficiencia (es decir, que queman
12 En el país, este biocombustible representó alrededor del 41% del consumo total de energía
residencial en 2010 (Berrueta et al., 2015).
13 Aunque estos dispositivos “encierran” el fuego hasta cierto punto en lo que podría considerarse una
“cámara de combustión”, no poseen un conducto de humos o chimenea para transportar el humo que
se genera desde la cocina (Masera et al., 2007), lo cual los hace peligrosos por la contaminación
intramuros y por el riesgo de incendio, entre otros.
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mucha leña y dan poco calor) y grandes emisiones de contaminantes de gases
intramuro, gases de efecto invernadero y otros gases nocivos para la salud (Masera
et al., 2007; Riojas-Rodríguez et al., 2011; Rosenthal et al., 2017; Abdelnour and
Pemberton-Pigott, 2018; Arnés and Astier, 2019).
En las casas de la zona lacustre de Michoacán, hacer tortillas representa más
de la mitad del consumo diario de leña14, y las mujeres dedican entre dos y cuatro
horas diarias a esta tarea muy cerca del fogón, respirando humo de manera directa
(Masera et al., 2007). Las mujeres que hacen tortillas en sus casas para después
venderlas (hasta el 20% de las mujeres en algunas comunidades) pueden pasar hasta
ocho horas al día en estas condiciones (Riojas-Rodríguez et al., 2011). Mujeres y
niños menores de 5 años son un grupo vulnerable en esta situación, debido a la
cantidad de tiempo que pasan en la cocina. Las enfermedades respiratorias,
provocadas por el uso tradicional de leña, se consideran la principal causa de
morbilidad y mortalidad entre estos grupos (Masera et al., 2007; Riojas-Rodríguez et
al., 2011; Berrueta et al., 2015), y en los últimos dos os, se confirmó que la
exposición al humo de leña es un factor de vulnerabilidad a la enfermedad causada
por el virus SARS-CoV-2, COVID-19 (Masera et al., 2020).
En este sentido, el Grupo de Investigaciones en Bioenergía y Ecotecnologías
(GIEB) de la UNAM Campus Morelia, se adhirió a la Red Tsiri a través de GIRA (que ha
instalado alrededor de 3000 estufas en la región) por medio de la capacitación y
14 Según Berrueta, et al., a pesar de que la leña generalmente se recolecta o se compra a bajo precio,
muchas de las familias más pobres del país se esfuerzan mucho para comprarla. Los hogares pueden
gastar entre el 15 y el 20 % de sus ingresos para ello, o el equivalente en el tiempo necesario para
adquirir leña (2015).
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construcción de las estufas eficientes “Patsari”15. Esta iniciativa tecnológica, que
también forma parte del proyecto “Red Patsari”16, ha reconocido los impactos
socioecológicos negativos del uso inapropiado de la leña, y busca promover una
alternativa enmarcada en el concepto de ecotecnologías. De acuerdo con Ortiz et al.,
la ecotecnología se define como “los diferentes dispositivos, métodos y procesos que
brindan beneficios sociales y económicos a sus usuarios en armonía con el ambiente
y con referencia a un contexto socioecológico específico” (2014:16). De hecho, las
ecotecnologías surgen en gran medida como alternativas en escenarios
caracterizados por la pobreza (Thomas, 2009), además de que muchas de ellas se
definieron, entre otros aspectos, por sus aplicaciones descentralizadas y a pequeña
escala (Schumacher, 1983; Ortiz, Masera and Fuentes, 2014).
15 Patsari es una palabra que en lengua purépecha significa “la que guarda”, se le puso este nombre a
la ecotecnología haciendo referencia a que guarda el calor, y a que conserva la salud y cuida los
bosques (Nieva-Sánchez, 2012).
16 De acuerdo con Berrueta et al. (2017) la Red Patsari es una alianza que nuclea varias ONG en
México y que tienen como objetivo fortalecer el trabajo de organizaciones que a través de la
implementación de estufas Patsari en la región, están comprometidas con el desarrollo local y
participativo. Hasta la fecha, han distribuido ya más de 35 mil estufas.
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Figura 3: Fotografía de la señora M. en su cocina, con estufa Patsari instalada y
en uso, preparando un pedido para la Red.
Fuente: Fotografía tomada por la autora, fecha 6/10/22.
La estufa en cuestión es una tecnología resultante de un proceso de innovación y
desarrollo tecnológico en el que han participado el GIEB y GIRA en coordinación con la
Universidad de California, así como técnicos, promotores y las mujeres de la Red Tsiri,
(Nieva-Sánchez, 2012), aunque en otros trabajos se plantea la adopción misma como
una categoría a seguir explorando (Khandelwal et al., 2017; Ortiz Moreno, Malagón
García and Masera Cerutti, 2017; Vanegas Díaz, 2023). La estufa Patsari se fue
diseminando en la zona del presente estudio mediante el Proyecto Estufa Patsari
desde 2003, instalando más de 3000 estufas hasta la fecha. De acuerdo con quienes
iniciaron el proyecto, la iniciativa comenzó con cuatro componentes que se fueron
afinando en el tiempo: “innovación de la estufa; entrenamiento de personas usuarias;
desarrollo de negocios pequeños y locales y monitoreo y evaluación del proyecto”
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(Berrueta et al., 2015:7). Las primeras Patsari surgieron entonces como un proceso
donde primero se trató de entender los dispositivos tradicionales de cocinado en la
región en un diálogo constante entre personas investigadoras de la UNAM y GIRA,
promotoras comunitarias, personas técnicas constructoras de estufas y mujeres
cocineras de las comunidades de la región. A este diálogo que después implicó el
desarrollo, testeo y aprobación de la tecnología, ha sido denominado “ciclo de
innovación tecnológica” por quienes integran GIRA (Berrueta et al., 2015:8).
Según varias investigaciones de diversos autores, la Patsari “reduce el consumo
actual de leña hasta la mitad y si se complementa con otras acciones como la
reforestación ayuda a disminuir los problemas provocados por el uso irracional de la
leña” (Díaz, Molina, & Masera, 2003: 4).
De acuerdo con Espinosa (2019), las mujeres que quieran formar parte de la Red
Tsiri o que ya son parte de ella, deben contar con una Patsari (que se puede gestionar
a través de la misma Red y de los técnicos que la conforman), debido a que los
productos que se venden a través de la organización son “no solo orgánicos, sino que
también son ecológicos por el medio del ahorro de energía y con procesos más
seguros en términos de la salud de las productoras” (2019: 67). Esto asegura, por un
lado, el cuidado de la salud respiratoria de las mujeres y personas involucradas en la
cocción de los alimentos, y por el otro, el ahorro de tiempo y dinero que implica la
recolección o compra de leña respectivamente, que como se explicará enseguida,
forma parte de la construcción de economía alternativa que se ha asentado en la Red
Tsiri.
El lente de la Red Tsiri y la construcción de otra economía:
circular, solidaria y ecológica
16
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De acuerdo con la organización FUNDEPS, hablar de “otra economía” es partir de una
crítica a la economía convencional (centrada en el capital) y poner en el centro a las
personas, la sociedad y sus relaciones (Ramos et al., 2021). La Red Tsiri, desde su
formación y su actual manejo, ha retomado los aportes de lo que se conoce como
Economía Solidaria y Economía Ecológica.
Si se piensa la economía solidaria como la define Coraggio (2011), se entiende
por ella la posibilidad de distinguir a los agentes económicos como no separados de
sus identidades sociales, de su historia y de su trayectoria cultural. Según Ramos et
al. (2021), la Economía Solidaria se encarga de fortalecer organizaciones
autodeterminadas proponiendo alternativas que favorezcan “un reparto más equitativo
de la riqueza mediante el acceso de las mujeres a los recursos socioeconómicos y
genere procesos autogestionados que promuevan empleos de calidad” (Ramos et al.,
2021:24). La Red Tsiri, por medio de su objetivo y forma de trabajo, ha tomado en
cuenta y ofrecido una solución a las necesidades de aquellas mujeres adultas que han
quedado excluidas de las relaciones mercantiles capitalistas, y ha generado resiliencia
y cooperación ante los vaivenes de este sistema.
Si bien, la Red de Economía Alternativa y Solidaria considera que un principio
básico de la Economía Solidaria es su “carácter escencialmente no lucrativo” (2011),
en este trabajo considero que la Red surge también ante la necesidad de cubrir una
demanda específica (productos de maíz orgánico), sin apuntar a la maximización de
ganancias por encima de la salud de las mujeres que los elaboran, sino apostando a
la promoción humana y social de las mismas. Los ingresos que se producen a partir
de los excedentes del maíz y de su transformación en cierta manera son devueltos a
la misma comunidad y a las redes de solidaridad vecinales que han construido las
involucradas. Es por eso que también, la Red Tsiri se inserta dentro del paradigma de
la economía circular, pues de acuerdo con Padilla-Rivera et al. (2020), esta plantea el
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desarrollo de nuevos modelos que transformen la linealidad de las economás
tradicionales y su lógica de “tomar, hacer, desechar”, en un modelo de flujo alternativo
y circular de manera que tome un curso hacia la equidad social y el logro de las metas
de justicia ambiental (Becerra, Carenzo y Juarez, 2020).
Por otro lado, al promover la agroecología por medio de la recuperación del maíz
nativo, emprender el uso de una ecotecnología eficiente para mitigar la deforestación
y los gases de efecto invernadero, y cuidad la salud de los y las involucradas, la Red
Tsiri se constituye como un referente de la Economía Ecológica. Esta disciplina
entiende que “las activiades humanas económicas no son algo separado y aislado del
sistema ecológico” (Ramos et al., 2021), sino que dentro del sistema mayor que es el
ambiente/naturaleza/ecosistema, y que es finito, es que se encuentra el subsistema
de la economía.
Siendo una colectividad que vincula tanto personas agricultoras, elaboradoras
de tortillas y consumidores en un mercado local sin intermediarios, donde se
comercializa el maíz tradicional a precios justos, la Red Tsiri también adhiere a la
Economía Ecológica. La recuperación del maíz nativo en si mismo contribuye a la
transformación de la perspectiva lineal de la economía, pero también es símbolo de la
resistencia territorial contra el maíz transgénico. Con esta perspectiva en mente, dicha
inciativa ha promovido la transformación de la forma en que se producen, distribuyen
y consumen los productos derivados del maíz, considerando el delicado equilibrio que
implica el cuidado de la tierra y la necesidad de priorizar su regeneración.
La forma en que se enlazan las particularidades del funcionamiento y
organización de la Red Tsiri y que se han descrito en el presente artículo están
profundamente entramadas en su día a día. A continuación se explorará la
interseccionalidad como una posible herramienta que permita reponer la complejidad
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de su experiencia desde realidades materiales concretas e históricas y su influencia
en la construcción de alternativas de vida y producción.
La interseccionalidad como paradigma de investigación en
el campo de las innovaciones ecotecnológicas:
aprendizajes desde la Red
Es común encontrar que cuando se habla de género en materia de proyectos
energéticos, la forma de hacerlo se reduce al tratamiento de datos que contabilicen
de manera diferenciada el número de mujeres y varones que se involucran en ellos
(Pachauri and Rao, 2013; Anfinsen and Heidenreich, 2017; Søraa et al., 2020a)17.
También, se suelen encontrar temáticas repetidas y asociadas al género como
sinónimo de mujer, reduciendolo a lugares comunes y no como un concepto complejo.
Por ejemplo, Listo (2018) ha hablado ya sobre los mitos de género18, y como estos
deben ser estudiados con mayor profundidad, involucrando a académicas feministas
17 También en materia de escritura científica se presenta este problema. De hecho, haciendo una
revisión sobre 4444 artículos presentes en tres revistas especializadas y líderes en la temática de
energía, Sovacool encontró que menos del 16%de artículos fueron escritos por mujeres, y que inclusive
dentro de ese porcentaje, ninguna de las autoras informó tener una formación académica específica en
estudios de género o estudios feministas (Sovacool, 2014). Si bien el dato presenta un parámetro para
evidenciar el área de oportunidad, no repone cuáles son las razones o el contexto por el que el
porcentaje se da de esta manera.
18 De acuerdo con Cornwall y Whitehead (2007) los mitos de género son esencialismos sobre las
mujeres y el género, que a menudo se originan en investigaciones feministas y conocimientos de
contextos o lugares específicos, pero se convierten en generalizaciones radicales que operan y dan
forma a la investigación y a las políticas públicas.
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y especializadas en materia de género “en el campo de la energía para el desarrollo
sostenible, y su participación en equipos de investigación interdisciplinarios”(Listo,
2018:16), para así evitar la revulnerabilización de los derechos de los y las
beneficiarias de políticas públicas energéticas.
Sin embargo, hablar de género también dirige la mirada a analizar lo que desde
los feminismos negros19 se han llamado dimensiones de opresión -como la edad, la
nacionalidad, y mayormente estudiado, la etnicidad y la clase-, y que ayudan a reponer
la trama social en las que están insertos los programas de energía y/o innovación
ecotecnológica. De hecho, uno de los grandes problemas de la masificación de los
llamados feminismos hegemónicos y de la perspectiva de género que se desprende y
se cuela en lo que en muchos artículos llaman “transversalización de género” (o
“gender mainstreaming” desde su estrategia en inglés) es que tienden a generalizar
opresiones, generando lo que Rose (1996:224) ha denominado “unificación de la
subjetificación” , y que consiste en una homogeneización que se sustenta, y produce
a su vez, un único modelo de individuo como ideal ético, con características
específicas, y no como un rasgo de las culturas humanas. Es decir, realza la idea de
que género es igual a mujer, y que “mujer” es un modelo único de mujer, dejando de
19 Es de vital importancia realizar esta nota al pie: fueron las feministas negras, académicas y militantes,
quienes acuñaron el término de opresión. La apropiación de la historia por sectores específicos de los
feminismos hegemónicos- y blanqueados- niegan la memoria histórica de este hecho. Retomo entonces
de Jabardo Velasco, la siguiente cita para aclarar el inicio de dichos feminismos: “Mientras el feminismo
moderno / ilustrado se desarrolló a partir de Simone de Beauvoir y su afirmación «No se nace mujer.
Se llega a serlo», los discursos de género en el feminismo negro parten de una negación, de una
exclusión, de un interrogante, el que retoma bell hooks de Sojourner Truth en uno de los primeros textos
del pensamiento feminista negro: «¿Acaso no soy una mujer?» (2012:32).
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lado un gran número de individuos que pueden no sentirse interpelados, debido a que
esa narrativa produce una heterogeneidad dominante.
Si bien, no es el único camino, la interseccionalidad se presenta como una
herramienta de investigación que justamente sirve para reponer la manera en que
estas dimensiones de opresión interactúan, e incluso, llegan a fortalecerse una a otra,
dando forma a las oportunidades a las que accesan los y las beneficiaras en cuestión.
De acuerdo con Hancock (2007: 74), la interseccionalidad, como paradigma de
investigación, se sitúa ontológicamente entre “la investigación reduccionista” que
busca sólo aquel material que puede generalizarse, y la “particularizada”, o tan
especializada que no puede contribuir a la teoría en misma. Esto es importante en
el campo de estudios de la energía que se interesan sobre el género, porque intenta
corregir la excesiva generalización de vivencias; por ejemplo: no todas las mujeres
que tienen un acceso a energía limpia y asequible son más empoderadas. Además,
el énfasis de la interseccionalidad en las relaciones entre categorías puede iluminar
los diseños de políticas públicas de manera más efectiva, más allá de solamente
pensar la distribución de recursos económicos o materiales. Asimismo, al ser la
interseccionalidad una teoría social crítica abierta y en formación, ofrece un marco de
oportunidad para que el desarrollo de diseños y métodos de investigación puedan
construirse de manera colectiva, dándole prioridad a la dinámica que se establece
entre los actores individuales de los proyectos energéticos y las instituciones que los
ejercen, no solo a los y las individuos beneficiados/as.
A pesar de las ventajas aquí enlistadas, el uso de la perspectiva interseccional
ha sido muy escaso en los estudios sobre energía. Søraa et al. (2020) enfatizan por
ejemplo, un estudio sobre el cambio climático a través de la lente de la
interseccionalidad, encontrando que dicho análisis puede ayudar a localizar la
ubicación de un individuo en estructuras de poder que surgen de categorizaciones
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sociales cambiantes, creando un camino que “se mantiene libre de trampas de
esencialización”. Sin embargo, ahondar en esta herramienta, podría ser una forma de
ampliar el panorama de los estudios sociales de la energía, más allá de sólo el género,
o solo la etnicidad, o solo la nacionalidad.
Mediante la revisión realizada en este trabajo sobre el caso de la Red Tsiri, se
considera necesario ahondar mediante el paradigma interseccional en la manera en
que la Red está conformada por distintos/as actores/as ubicados/as en distintos
lugares de una trama específica de opresiones. Un ejemplo pertinente de esto es el
contraste entre las mujeres usuarias de las estufas eficientes (en su mayoría de origen
purhépecha) y los investigadores varones heteronormados, y en su mayoría blancos,
que diseñan y promueven la ecotecnología. Incluso, es necesario ahondar en la
relación entre las mismas mujeres productoras, pues de acuerdo al trabajo de campo
realizado, las mujeres mayores son más propensas a querer pertenecer a la Red, por
el estatus que les otorga el puesto en la comunidad, mientras que las más jóvenes se
ven francamente desinteresadas en ganarse la vida haciendo tortillas. La complejidad
de la relación entre estos actores tiene que ver con las estructuras sedimentadas de
circulación y acceso que Grossberg (1996) llama movilidades estructuradas, así como
a los distintos mapas que se dibujan ante la disponibilidad diferencial de trayectorias
(Briones, 2005; Kropff-Causa y Stella, 2017) constituidas en la intersección del género,
la etnicidad, la raza y la nacionalidad. Esta complejidad que ha sido descrita también
desde el campo de estudios de la etnicidad, toma sentido al ser entendido desde las
nociones del feminismo negro que se mencionaron con anterioridad, y que hablan de
opresiones imbricadas (Hill Collins, 2000; Brah, 2020); así como desde la propuesta
metodológica feminista de Donna Haraway (1993), sobre la importancia de situar el
conocimiento (tanto de los y las técnicos/as e investigadores/as como de los y las
usuarias de la ecotecnología). Atender la situacionalidad del conocimiento permite
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entonces cuestionar la matriz epistémica hegemónica de la producción del
conocimiento dentro de la ciencia moderna, disputando también su supuesta
universalidad.
Para poner otro ejemplo, algunas mujeres de la Red mencionaron problemas
para comunicar la necesidad de aumentar el precio de la tortilla, pues la leña les ha
subido de costo en los últimos años. A pesar de que en el discurso generalizado, la
relación entre un hombre académico extranjero blanco (o una mujer académica
extranjera blanca) y una mujer indígena suele ser considerada como una relación igual
en cualquier contexto, ya Briones (1998) ha expuesto la necesidad de reponer las
construcciones de cada contexto. Es decir, que no es lo mismo ser indígena en México
que en Argentina, ni es lo mismo ser extranjero en ambos lugares y tampoco es lo
mismo ser hombre o mujer. Más allá de que haya interpelaciones globalmente
imperantes, los distintos contextos ofrecen matices que es necesario caracterizar.
Esos matices tienen que ver con procesos históricos y políticos locales específicos
(Kropff-Causa and Stella, 2017), y que pueden permear el proceso de uso y adopción
de una innovación ecotecnológica, así como la dinámica del proceso económico
circular de la Red.
A manera de cierre
En este artículo se intentó realizar una breve caracterización de la Red Tsiri para
retomar 3 elementos que se consideran claves para aportar a la resolución del
conflicto alimentario, económico, ambiental y de salud en este contexto expecífico. Si
bien, la complejidad socioambiental de cada experiencia con el uso de ecotecnologías
es única y situada, en esta ocasión se apuesta por el enfoque interseccional para
superar la postura divisoria o categorizadora de opresiones, y pasar a prestar atención
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en sus imbricaciones para desarrollar un mejor modelo para la resolución de
problemas. Si bien, el trabajo con la Red Tsiri continua, y el compromiso con mejorar
su estudio para aportar a su funcionamiento es un proceso abierto, la propuesta de
una lectura interseccional como un camino para hacerlo es parte de lo que se intentó
analizar en este artículo.
En resumen, la construcción de alternativas a los modelos de desarrollo y
consumo generados por la Red Tsiri constituyen lo que la antropóloga Yayo Herrero
(2016) ha denominado “una mirada para cambiar la película”. Desde este artículo se
plantea que el enfoque interseccional es una herramienta que podría ser parte de esa
mirada, y que implica analizar las desigualdades sociales y los sistemas de poder que
las alimentan, en lugar de segmentar los “problemas de la innovación” solo como
“sociales” o “técnicos”.
Asimismo, dicha perspectiva puede appyar también en la consolidación de una
lectura no hegemónica de los procesos de Economía Circular, pues implica reconocer
que las propias comunidades vienen gestando lógicas económicas disidentes, aunque
no necesariamente las nombren como las categorías de este artículo. Más allá de ser
meras beneficiarias de los proyectos de innovación, las personas involucradas en la
red son productoras cotidianas de conocimientos, lógicas y experiencias económicas,
productivas y sociales situadas.
Considerando que la biodiversidad disminuye a un ritmo acelerado y que las
inequidades son cada vez más polarizantes entre los que tienen todo y los que tienen
nada, las apuestas por movimientos que estén construyendo posibilidades para otros
mundos posibles -más justos y sostenibles- son una oportunidad para seguir
pensando y actuando.
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Artículo recibido el 15 de septiembre de 2022
Aprobado para su publicación el 22 de noviembre de 2023