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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re54.219
Abrir espacios para la construcción de
conocimientos. Una experiencia desde la
Universidad de la República en Uruguay
+
.
Maria Goñi Mazzitelli
*
Resumen
La complejidad de algunos problemas cambio climático, desigualdades de
género, seguridad alimentaria, entre tantos otros- han desencadenado una serie de
transformaciones dentro de la ciencia buscando dar respuesta a estos. Una de estas
tiene que ver con la integración e interacción entre diferentes actores sociales y
académicos que aportan diversos conocimientos y experiencias. Con esto, se
promueven nuevos roles de la ciencia en la sociedad y nuevas formas de organizar
la producción y el uso del conocimiento científico. Los estudios en ciencia,
tecnología y sociedad (CTS) y más recientemente los estudios sobre la
interdisciplina y transdisciplina (ESIT)- proveen un amplio marco empírico-conceptual
para reconocer, analizar y problematizar las transformaciones de estos procesos y
+
Este artículo se enmarca en mi investigación de doctorado "Coproducción de conocimiento: dinámicas de
negociación y aprendizaje entre actores académicos y sociales. Experiencias de la Universidad de la República"-
en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en Argentina.
*
Unidad Académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica. Universidad de la República, Uruguay.
mgoni@csci.edu.uy
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Revista Redes 54 ISSN 1851-7072
prácticas de producción de conocimiento. El concepto de coproducción de
conocimiento y de transdisciplina, entre otros, reflejan un proceso de fertilización
cruzada” entre distintas áreas de conocimiento y actores heterogéneos desafiando,
por un lado, las prácticas y rutinas de la producción de conocimiento provocando el
diseño de estrategias que habilitan nuevas conexiones y, por otro lado, situando la
relevancia de los conocimientos y experiencias del conjunto de actores
académicos y sociales- para la creación de nuevos conocimientos. Ambos
conceptos - en el campo CTS y ESIT - tienen una rica historia de investigación y
práctica en múltiples disciplinas.
Este artículo analiza cómo se lleva adelante un proceso de estas
características sobre la base de la experiencia de un grupo de investigación en la
Universidad de la República en Uruguay. A través de las prácticas diseñadas por
este grupo, interesa capturar cuáles son las experiencias de aprendizajes y
tensiones que arrojan estas, aportando hacia su mayor comprensión.
Palabras clave
COPRODUCCIÓN, TRANSDISCIPLINA, PROCESOS DE INVESTIGACIÓN EN INTERACCIÓN
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Introducción
La complejidad de algunos problemas cambio climático, desigualdades de género,
seguridad alimentaria, entre tantos otros- han desencadenado una serie de
transformaciones dentro de la ciencia buscando dar respuesta a estos. Una de estas
tiene que ver con la integración e interacción entre diferentes actores sociales y
académicos que aportan diversos conocimientos y experiencias. Con esto, se
promueven nuevos roles de la ciencia en la sociedad y nuevas formas de organizar
la producción y el uso del conocimiento científico. Los estudios en ciencia,
tecnología y sociedad (CTS) y más recientemente los estudios sobre la
interdisciplina y transdisciplina (ESIT)- proveen un amplio marco empírico-conceptual
para reconocer, analizar y problematizar las transformaciones de estos procesos y
prácticas de producción de conocimiento. A pesar de la enorme heterogeneidad que
atraviesa estos abordajes, acuerdan en que “la ciencia” es, cada vez más, un
espacio de interacción, donde participan diversos actores además de los
académicos, con diferentes intereses, capacidades y dominios, abocados a la
orientación o aplicación del conocimiento en beneficio del desarrollo social, cultural y
económico de la sociedad.
El concepto de coproducción de conocimiento y de transdisciplina, entre otros,
reflejan un proceso de “fertilización cruzada” entre distintas áreas de conocimiento y
actores heterogéneos desafiando, por un lado, las prácticas y rutinas de la
producción de conocimiento provocando el diseño de estrategias que habilitan
nuevas conexiones y, por otro lado, situando la relevancia de los conocimientos y
experiencias del conjunto de actores académicos y sociales- para la creación de
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nuevos conocimientos. Ambos conceptos - en el campo CTS y ESIT - tienen una rica
historia de investigación y práctica en múltiples disciplinas.
Este artículo analiza cómo se lleva adelante un proceso de estas
características sobre la base de la experiencia de un grupo de investigación en la
Universidad de la República en Uruguay. A través de las prácticas diseñadas por
este grupo, interesa capturar cuáles son las experiencias de aprendizajes y
tensiones que arrojan estas, aportando hacia su mayor comprensión.
El artículo se estructura en una revisión conceptual de los modos de
producción de conocimiento mencionados, para luego analizar cómo estos se
expresan en las prácticas que lleva adelante por el grupo de investigación
seleccionado para el análisis. Finalmente, se ofrecen reflexiones generales sobre los
procesos de producción de conocimiento en interacción, los aprendizajes y
tensiones que presentan, buscando profundizar sobre el análisis de estas prácticas
en nuestro contexto latinoamericano.
Coproducción transdisciplinaria: desafíos hacia una nueva
heurística sobre el conocimiento
La idea de que la producción de conocimiento científico es objeto de cambios en los
últimos tiempos es repetidamente discutida y analizada, desde distintos enfoques y
conceptos en la literatura de los estudios de ciencia, tecnología y sociedad (CTS) y
los estudios sobre interdisciplina y transdisciplina (ESIT). La ciencia se construye
cada vez más en un espacio de interacción e integración de conocimientos en donde
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actores académicos y sociales se conectan para construir nuevas respuestas y
soluciones hacia diversos problemas que se identifican como complejos. Ambos, los
CTS y ESIT, brindan diversos marcos conceptuales y metodológicos que permiten
comprender de manera crítica cómo estos cambios funcionan en la práctica,
reflexionando sobre el tipo de conocimiento que se produce, con qué objetivos, a
quién se dirige y quién decide las prioridades, entre otros aspectos.
De esta manera se configuran nuevas características que aportan hacia el
reconocimiento de diversos modelos de producción de conocimiento científico. En
estas características, la participación de actores por fuera del ámbito académico en
los procesos de creación de conocimiento contribuye hacia la identificación de un
"giro participativo" de la ciencia (Jasanoff, 2003; Nowotny et al., 2001). Partiendo de
la visión de la ciencia como un ente parcial, falible y contextual, el mejor escenario
para acercarse a soluciones eficientes y democráticas resultaba de la inclusión de
diversos actores sociales. Así, como plantea Jasanoff (2003), esta propuesta va más
allá de la simple "intervención" en procesos participativos de decisión, yendo más al
inicio, participando en la construcción de las decisiones, los procesos y el diseño de
las propuestas. Este tipo de organización, afecta no lo qué conocimiento se
produce, sino también cómo se lo encuadra y concibe, el contexto en el que se
inserta y los mecanismos que controlan la calidad de aquello que se produce
(Gibbons et al., 1994).
De esta manera, la coproduccn de conocimiento y la investigación
transdisciplinaria - como algunas de las conceptualizaciones que analizan la
integración de diversos actores en los procesos de creación del conocimiento -
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aportan características distintivas para comprender cómo se va configurando este
"giro participativo".
Por un lado, la coproducción de conocimiento, tomando en cuenta los aportes
de Lemos y Morehouse (2005), se presenta como un proceso en donde la
interacción entre diversos actores - académicos y sociales- resulta fundamental para
conseguir un conocimiento más robusto, que sirve de base para la toma de
decisiones. Para mejorar su comprensión, se identifican tres componentes de la
coproducción que se encuentran interrelacionados. Por un lado, la interacción
sostenida de los actores. Esta interacción se sucede en diferentes momentos -
definición del problema, formular las preguntas de investigación, seleccionar los
métodos, analizar los hallazgos, entre otros- y siendo iterativa. Con esto último se
reconoce como se produce un proceso reflexivo a lo largo del proceso y entre los
diferentes actores en interacción. Esto, va permeando las percepciones que sobre
los problemas y los aportes que hace cada actor, por ejemplo, se tenían
"remodelando" sus prácticas. A su vez, la interacción sostenida trasciende el
intercambio de información y permitir adaptar la investigación a partir de las
necesidades que surgen - principalmente- de quienes harán uso de los
conocimientos para transformar los problemas que se abordan. Por otro lado, la
producción de una ciencia utilizable. Con esto, se hace referencia al grado en que el
conocimiento producido satisface las necesidades de los "usuarios", siendo
comprensible y accesible para su utilización y actualización. Finalmente, la
interdisciplina, definida como la integración de diferentes conocimientos
disciplinarios, resulta característica de estos procesos que se proponen abordar
problemas multidimensionales.
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Por otro lado, la investigación transdisciplinaria - desde una orientación
pragmática, participativa y aplicada- hace referencia a la producción de un proceso
de conocimiento que involucra a diversos actores sociales. Según Gibbons et al.,
(1994), la transdisciplina refiere al conocimiento que surge de un contexto particular
de aplicacn en el que los intereses de los actores sociales son constitutivos del
proceso de investigación. Así, sus características centrales incluyen el aprendizaje
mutuo y la colaboración entre las partes interesadas que están comprometidas para
resolver los problemas que se identifican en conjunto. Son tres las acciones que
caracterizan este proceso; transcender, transgredir y transformar (Pohl et al., 2021).
La primera, la transcendencia, hace referencia a la reorganización de la estructura
del conocimiento en relación a su organización disciplinaria. La segunda, apunta
hacia la resolución de los problemas del "mundo real", en donde a través de la
coproducción se apunta a la creación de un conocimiento "socialmente lido"
(Nowotny et al., 2001). La tercera, realiza una crítica hacia los límites de las fronteras
disciplinarias, los modelos lineales y jerárquicos del proceso de investigación y la
lógica de las metas instrumentales. La forma de identificar cómo se ponen en
práctica estas acciones se presenta a tras de tres fases (Lang et al., 2012; Hirsch
Hadorn et al., 2008; Jahn et al., 2012; Pohl y Hirsch Hadorn, 2007). La primera, se
da a través del encuadre conjunto del problema y la construcción de un equipo de
investigación compuesto por diversos actores académicos y sociales. La segunda,
es donde se coproduce el conocimiento - a través de una investigación colaborativa-
orientado hacia soluciones aplicables. Finalmente, los conocimientos se integran y
aplican evaluando su contribución al progreso social y científico.
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Ambos conceptos coproducción y transdisciplina -pueden entenderse como
equivalentes para los procesos colaborativos de producción de conocimiento.
Cuando la transdisciplina se enfoca en aumentar la participación de actores sociales
en el proceso de producción de conocimiento, en su orientación más práctica, esto
puede denominarse como coproducción transdisciplinaria (Polk, 2015).
Poner en práctica este tipo de colaboración, además de los aprendizajes
producidos, conlleva una multiplicidad de desafíos y tensiones. Tomando en cuenta
esto, la integración de los conocimientos que traen consigo los distintos actores en
interacción no se plantea como un proceso automático en donde se suman
diferentes "piezas". Por el contrario, esto supone diseñar todos que apuesten por
generar un entendimiento e integración de sus conocimientos, crear un espacio de
confianza y construir un lenguaje común de entendimiento, entre otros aspecto.
Comprender e integrar diferentes tipos de conocimientos y perspectivas es un
esfuerzo desafiante no sólo por las diferentes epistemologías que se presentan, sino
también por cuestiones relacionadas con el poder (Regeer y Bunders, 2009; Pohl et
al., 2010). Así, en este proceso deben superar estas barreras para incluir
efectivamente estilos alternativos de pensamiento, lenguajes, tradiciones y técnicas
de investigación difíciles de traducir a través de dominios tan variados (Hidalgo et al,
2011). En cuanto a los aprendizajes, estos “nuevos cruces” permiten reconocer
nuevas perspectivas antes no reveladas del todo- que profundizan acerca de la
comprensión de los problemas y las posibles transformaciones posibles. De esta
manera, van mejorando la calidad de los resultados científicos en la medida en los
procesos se vuelven más reflexivos y críticos, adaptados al contexto en donde se
sitúan y sobre el cual finalmente será utilizado.
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Buscando analizar cómos se presentan estos procesos en nuestro contexto
se presentan tres etapas que representan diferentes momentos de la
investigación- en donde se reconocen diferentes estrategias y métodos para
“facilitar” la interacción. La primera, es donde se identifican y definen los problemas
en conjunto, construyendo preguntas de investigación que orientan todo el proceso.
La segunda, presenta las diferentes estrategias impulsadas por un diseño
metodológico y que se materializa en la aplicación de distintos métodos para
producir nuevos conocimientos. Finalmente, la tercera, es donde se efectiviza la
movilización del conocimiento producido y estos tienen distintas utilidades para los
actores en interacción. A través de estas etapas, aplicadas a la experiencia
impulsada por un grupo de investigación, se busca avanzar hacia el reconocimiento
y análisis de cómo se diseñan estas prácticas - en nuestro contexto - aportando a la
construcción de una nueva heurística acerca de cómo se produce el conocimiento.
Dos dimensiones son transversales a estas etapas; la integración de
conocimientos y la relevancia del contexto. Con relación a la integración, este es un
concepto clave y característico de los procesos de coproducción y transdisciplinarios
(Pohl et al., 2021). La integración, en términos generales, puede comprenderse
como un proceso de aprendizaje abierto, donde se establecen relaciones entre
elementos que antes no estaban conectados, arribando hacia resultados que no
predeterminados. Este proceso, supone establecer un trabajo cognitivo entre los
distintos actores en interacción que apunta hacia la construcción de "nuevos modos
conceptuales" (Repko, 2008), que requieren del diseño de métodos específicos,
abiertos y flexibles a las demandas que surjan de los diferentes actores y las
dinámicas que allí se plantean (Hirsch Hadorn et al. 2008; Lang et al, 2012).
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En relación al contexto, cómo plantea Gibbons et., al (1994), la definición del
problema de investigación surge del contexto de aplicación y las demandas de los
diferentes actores sociales. Así, la generación del conocimiento se produce en un
contexto de aplicación, dándole una mayor responsabilidad social y control de
calidad que no está determinado únicamente por la calidad científica, sino que
incluye criterios más amplios. De manera similar a un ágora (Gibbons, et al., 1994;
Nowotny et al., 2001), el contexto proporciona el escenario en el que se produce e
implementa el conocimiento (Funtowicz y Ravetz, 1993; Gibbons, et al., 1994;
Nowotny , et al., 2001; Regeer y Bunders, 2009) y, por tanto, se considera un
espacio dinámico donde convergen problemas, actores y métodos (Funtowicz y
Ravetz, 1993; Hess, 2007).
En la primera etapa, dos preguntas sirven para identificar la participación y
roles de los diferentes actores en interacción; ¿desde nde surge el problema? y
¿cómo se construye?. De esta manera, quién enuncia el problema, desde qué lugar
y de qué manera, son aspectos relevantes que comienzan a caracterizar estas
nuevas prácticas y a pensar en el diseño de métodos particulares para esta
construcción. Es en esta etapa en donde se vislumbra una "transformación del
problema", en la forma en cómo se identifica y se coloca en la agenda de
investigación. La formulación de preguntas en conjunto entre los actores supone una
primera integración de perspectivas, donde se reconocen problemas que aún no se
han abordado y en donde el conocimiento cienfico puede aportar hacia su
resolución.
En la segunda etapa, es donde se diseña el proceso de creación conjunta del
conocimiento. Así, la metodología y los métodos que orientan este proceso son
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claves para establecer los espacios de confianza entre actores en donde se
intercambian información e integran conocimientos y experiencias, creando
conexiones antes inexistentes para crear nuevos conocimientos. Es en esta etapa
en donde los métodos pueden verse transformados según el problema que se
aborda, las características de los actores en interacción y los resultados a los que se
busca llegar.
Por último, la tercera etapa está orientada por la aplicabilidad y utilidad de los
conocimientos producidos. La noción de movilización del conocimiento (Naidorf y
Perrota, 2015; Naidorf, 2014) es útil para pensar cómo los procesos de producción
de conocimiento en interacción permiten la creación de conocimientos listos para la
acción (Levesque, 2009 en: Naidorf y Perrota, 2015). La movilización del
conocimiento, trasciende la noción de difusión e incorpora las tareas asociadas a la
aplicación práctica de los resultados arribados para la solución de los problemas
planteados.
El siguiente apartado propone analizar la experiencia de un grupo de
investigación en la Universidad de la República (Udelar) en Uruguay
1
. La Udelar es
el espacio prioritario en donde se lleva adelante la investigación científica y
tecnológica, allí se produce el 80% del conocimiento creado en el país. A su vez, la
producción de conocimiento en interacción entre diversos actores recoge una
trayectoria de compromiso social de las universidades públicas latinoamericanas, en
1
El grupo de investigación seleccionado mantiene interacciones con actores sociales en virtud de la
aplicación práctica de conocimiento que producen en la resolución de un problema social. Los datos
utilizados en este artículo se derivan de la puesta en práctica de una metodología cualitativa
buscando comprender en profundidad las dinámicas de coproducción de conocimiento. El trabajo de
campo se realizó desde el 2017 al 2020. En total se realizaron 6 entrevistas en profundidad,
observación participante en diferentes reuniones internas y actividades organizadas por el grupo, en
total 9, se analizaron documentos vinculados al proyecto y su ejecución, y se revisaron artículos de
investigación publicados por el grupo.
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donde la Udelar no es ajena. Tomando en cuenta esto, recae en esta la
responsabilidad de identificar problemas que se suceden en nuestro contexto
traducidos en demandas o no- y buscar respuestas hacia estos (Arocena y Sutz,
2016). En este análisis interesa identificar las motivaciones que llevan a un grupo de
investigación recientemente conformado - a impulsar estos procesos, cómo lo
diseñan - desde la definición del problema, pasando por la identificación de los
actores, los roles que cumple cada actor, hasta arribar a los nuevos conocimientos
se producen - y su utilidad.
Coproducción transdisciplinaria: Grupo Interdisciplinario
de Investigación Acción sobre Desigualdades en el medio
Rural (IADR).
Motivaciones
El Grupo Interdisciplinario de Investigación Acción sobre Desigualdades en el Medio
Rural (IADR) se conformó formalmente en el 2016 en la Udelar. Sus integrantes
varones y mujeres que provienen de distintas disciplinas (Ciencias Sociales,
Agronomía, Psicología y Geografía) contaban con algunos antecedentes de trabajo
en común. Estos cruces previos sirvieron para identificar intereses compartidos y
comprender cómo se presentan las múltiples desigualdades y qué efectos tienen en
el ámbito rural. De allí surgen al menos tres tipos de motivaciones que los impulsan
a construir el IADR como un espacio de intercambio, integración de conocimientos y
diseño de actividades relacionadas con la investigación, la enseñanza y la extensión.
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En primer lugar, se destacan las “motivaciones sociales” derivadas de los
vínculos con diferentes actores del ámbito rural. Desde su rol como
investigadores/as en la Udelar, algunos de sus integrantes han participado en el
diseño y la implementación de actividades de investigación y extensión sobre
problemas del medio rural y en vinculación con asalariados/as rurales,
productores/as familiares, sindicatos y otras organizaciones, actores de la política
pública, entre otros/as.
Fuera de la academia, también se vinculan con estos actores en actividades
de diseño, gestión y asesoramiento en la construcción e implementación de políticas
públicas. Otras actividades se enmarcan en procesos de asesoramiento y
acompañamiento de diferentes organizaciones, asociaciones y sindicatos rurales.
También se relacionan con colectivos de mujeres rurales, en los que, a partir de la
militancia feminista de dos de sus integrantes, trabajan sobre las desigualdades de
género y sus derechos.
Del conjunto de estas vinculaciones y el recorrido por diferentes contextos,
logran identificar diversos problemas y perspectivas que difícilmente puedan
reconocerse con claridad únicamente desde la académica. La posibilidad de
establecer espacios de diálogo entre actores, construyendo una confianza entre
éstos y una mejor comunicación, permite forjar alianzas para trabajar en conjunto.
De esta manera, empiezan a “llegar los problemas”, como plantea una de las
integrantes del IADR. Esta “llegada” nunca es lineal ni directa. Por el contrario, los
problemas se presentan a través de la acumulación de relatos, anécdotas y
experiencias vividas. Así, quedan resonando entre los/as integrantes del IADR y
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sirven como orientaciones sobre qué investigar, cómo hacerlo y con qué actores
vincularse.
En segundo lugar, la “motivación académica” busca incluir diferentes
problemas que identifican “poco abordados” en la agenda de investigación de los
estudios rurales en la Udelar. Así, reconocen cómo a través de la inclusión de la
dimensión de género entrecruzada con otras como la clase y el contexto
geográficose presenta un espacio para hacerse nuevas preguntas de investigación
y reconocer problemas aún sin enunciar. Las investigaciones relevadas en el ámbito
rural que incorporan la dimensión de género hacen de ella, principalmente, un uso
descriptivo; por ejemplo, logran identificar las formas en que las mujeres se
adscriben al mercado laboral, sus condiciones laborales y de vida (Rodríguez
Lezica, 2018; Rodríguez Lezica & Carámbula, 2015). Entre estas investigaciones
persiste una mayor representación de las productoras rurales y su participación en la
agricultura familiar como sujetas de los análisis realizados (Piñeiro, Vitelli, &
Cardeillac, 2013).
Al centrar la dimensión de género casi exclusivamente en una única
población, va generándose un “proceso de invisibilización”, como plantea uno de sus
integrantes, de la participación de las mujeres en diferentes espacios dentro del
ámbito rural y sus ltiples roles. A esto se suma la identificación de determinadas
poblaciones rurales que han quedado “olvidadas” de la producción de conocimiento
académico. En el caso de los/as asalariados/as rurales y las organizaciones
sindicales que los agrupa, esta producción ha quedado sesgada hacia determinados
temas-problemas como la precarización laboral. Dentro del ámbito académico, esta
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población ha sido identificada como “poco relevante” en términos numéricos,
simbólicos y políticos (Entrevista nº4, 2018).
Buscando trascender el uso descriptivo de la dimensión de género, y
comprendiendo que ésta no puede entenderse de forma aislada, el concepto de
“interseccionalidad” acuñado por Kimberlé Crenshaw (1989) resulta útil para
entender las ltiples formas de discriminación y desigualdad. La interseccionalidad
favorece enfoques que consideran cómo los sistemas de dominación tienen
relaciones recíprocas que interactúan e impactan en la vida de las personas. Desde
esta perspectiva, el IADR apunta a producir “nuevas lecturas” frente a las que se
imponen actualmente.
Cuando se invita a pensar en el trabajo rural en Uruguay, las imágenes más frecuentes
con las que nos encontramos son las de peones de estancia, recorriendo el campo a
caballo, o de un trabajador desempeñando tareas como cosechador, un tractorista, en
concreto, imágenes de un campo uruguayo masculinizado. ¿No hay mujeres entre los
“asalariados rurales”? No es extraño encontrar entonces que al hacer una revisión de
investigaciones sobre asalariados rurales nos encontremos con la invisibilización de las
mujeres, ya que predomina la imagen de un trabajador universal únicamente pensado
en masculino. Tampoco resulta extraño que, al revisar investigaciones sobre las
organizaciones sindicales rurales en Uruguay, no hayan sido centro de atención
posibles tensiones producto de relaciones sociales históricamente construidas sobre un
plano de desigualdad: de género. En el marco de las transformaciones en el mundo
agrario y los cambios y tendencias en la fuerza de trabajo rural en Uruguay no ha
habido mayor interés en el estudio sobre las desigualdades sociales entre asalariados y
asalariadas rurales desde un enfoque de género. (Rodríguez Lezica, 2017, pág. 3)
A su vez, en el grupo persiste una motivación por incluir en sus actividades
dentro de la Udelar el desarrollo de una perspectiva interdisciplinaria y también
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feminista para abordar los diferentes problemas que consideran relevantes. En el
caso de la interdisciplina, esto supone trabajar en la integración de los
conocimientos disciplinarios que traen consigo, a los que se suman, como plantea
un integrante, las “diferentes acumulaciones vitales” producto de los distintos
recorridos que los vinculan al ámbito rural: “Importa mucho cuál es tu experiencia, la
experiencia con los sindicatos, la militancia feminista, cada uno aporta desde lugares
y bagajes distintos. Tratamos de integrar distintas perspectivas, que nos potencien y
nos den más herramientas para mirar las cosas” (Entrevista nº1, 2017).
Para comprender qué orientación toma este proceso dentro del IADR, cabe
retomar el concepto de “interdisciplina participativa”, desarrollado por Liz O’Brien et
al. (2013). Este concepto busca integrar distintas disciplinas para desarrollar un
enfoque conceptual y metodológico común en la formulación de los problemas
compartidos, así como también la participación de los/as interesados/as. De este
modo, la producción de conocimiento puede verse como un proceso de negociación
social que involucra múltiples actores y relaciones de poder complejas. Con esta
orientación, la interdisciplina participativa apunta a contribuir al aprendizaje práctico
para la implementación de nuevos modelos de producción de conocimiento (O'Brien,
Marzano, & White, 2013). El interés del IADR no sólo reside en la construcción de un
nuevo conocimiento, desde el ámbito académico, sino también en la búsqueda al
decir de una de sus integrantes de hacerlo con otros actores sociales sujetos de
sus realidades y problemaspara completar las formas de conocer.
En relación con las perspectivas feministas, el IADR apunta a que atraviesen
todas sus tareas: “…nuestra conformación como equipo, las metodologías utilizadas,
nuestras perspectivas de análisis y los vínculos que establecemos dentro y fuera del
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espacio académico” (Rodríguez Lezica, Krapovickas, Migliaro, Cardeillac, &
Carámbula, 2020, g. 97). De este modo, plantean una nueva narrativa sobre el
ámbito rural, según la cual la integración de los saberes de las mujeres asalariadas
rurales permite reconocer dimensiones de análisis ausentes hasta el momento.
Sobre este punto, el concepto de “conocimiento situado”, planteado inicialmente por
Donna Haraway (1991), sirve para reconocer que todo conocimiento se produce en
situaciones históricas y sociales particulares, por mucho que se quiera hacer
aparecer el verdadero conocimiento científico como universal, neutral y desprovisto
de relaciones con determinados factores políticos, sociales y culturales. La condición
situada de ciertos conocimientos, como los producidos por las mujeres rurales,
aporta un cierto privilegio epistémico al momento de dar cuenta de sus realidades
(Haraway, 1991).Desde esta perspectiva, la construcción del conocimiento implica
para el IADR “…heterogeneizar las grandes categorías de estratificación social
(clase, raza, etnia, edad, género), a la vez que abrir nuevas perspectivas que
permitan considerar aquello que ha quedado velado en la producción científica”
(Rodríguez Lezica, Migliaro, & Krapovickas, 2018, pág. 6).
De esta manera, desde la perspectiva interdisciplinaria y feminista, buscan
incidir en dos niveles dentro del ámbito académico. Por un lado, en cuanto al nivel
epistemológico plantean transformar la idea de una causalidad instalada casi de
manera natural acerca de la correspondencia entre los campos disciplinares y los
problemas que se abordan. Esto implica preguntarse acerca de qué es lo que se
investiga y mo se hace, lo que supone un ejercicio epistemológico permanente.
Así ponen en cuestión los límites disciplinares y los aportes al conocimiento que
pueden hacer otros actores por fuera del ámbito académico, a la vez que se
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comprometen con explorar conocimientos múltiples, móviles y relacionales. Por otro
lado, el nivel metodológico debe acompañar estas perspectivas desde donde se
plantean las preguntas de investigación: los métodos deben revisarse y
transformarse apostando hacia la integración de diferentes conocimientos y
experiencias.
Por último, otra motivación es la “política”, cuya intención es que el nuevo
conocimiento sea utilizado por el conjunto de actores sociales, con el que busca ser
producido, apuntando a transformar los problemas que se abordan. En este punto, el
grupo tiene una consciencia en torno a con quienes trabajan, una población que
atraviesa múltiples vulnerabilidades que afectan su calidad de vida y bienestar. Así,
asumen una responsabilidad de que el conocimiento no lo quede disponible, sino
que también al decir de uno de sus integrantespueda mejorar esa situación: “No
pensar ser neutros, sino tomar una posición y, en la medida en que veamos
desigualdades, discriminaciones, obstáculos, intentar hacer algo para cambiarlos”
(Entrevista nº1, 2017). Esta toma de posición, esta mirada activa y “no neutral”,
orienta las prácticas del IADR. Desde las perspectivas feministas, el compromiso con
el cambio social es uno de los principales rasgos que adquiere la producción de
conocimiento. Por lo tanto, el acercamiento al problema de investigación tiene una
doble motivación interrelacionada: teórica y política. A través de la creación de
nuevo conocimiento, y a lo largo del proceso, apuestan a aportar herramientas que
sean realmente utilizados.
En suma, estas tres motivaciones interrelacionadas se traducen en la construcción
de un espacio receptivo para abordar diferentes problemas poco reconocidos hasta
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ese momento. Con estas orientaciones proponen diseñar nuevas prácticas de
investigación apostando a la coproducción de conocimiento.
Dinámicas de negociación y co-creación del conocimiento
En el siguiente apartado se pondrá el foco en analizar cómo se diseñó y puso en
práctica el proceso de coproducción de conocimiento por parte del IADR. Para esto,
se tomará en cuenta la primera experiencia de trabajo conjunto presentada en el
2017, a través de un proyecto de investigación en el marco del Programa de
Investigación e Innovación orientado hacia la Inclusión Social (IIIS), impulsado por la
Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) en la Udelar. Este proyecto -
"Desigualdades en la participación sindical de asalariados y asalariadas rurales en el
Uruguay: Hacia una innovación organizacional" , buscó materializar las motivaciones
antes descritas en relación a: a) identificar un problema social poco abordado, o casi
nada, por la agenda de investigación nacional de los estudios rurales; b) promover la
integración de diferentes perspectivas- interdisciplinaria, interseccional,
epistemologías feministas-, en la definición del problema y diseño para su abordaje,
c) trabajar en conjunto con actores rurales- en este caso asalariados/as rurales-
desde el inicio del proyecto, integrando sus conocimientos e interpretando en
conjunto los datos recolectados y, d) arribar hacia un nuevo conocimiento que pueda
ser aplicado por parte de los actores directamente vinculados con el problema
apostando hacia su resolución.
Problema y objetivo(s).
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Producto de la interacción con diversos actores sociales vinculados al ámbito rural y
de la manifestación explícita de algunas referentes asalariadas rurales, surgió la
preocupación por la escasa participación de las mujeres en el ámbito sindical rural.
Como comenta el IADR, “esta investigación se origina a partir de una pregunta
planteada por una referente sindical” (Rodríguez Lezica, Migliaro, & Krapovickas,
2018). Esta preocupacn quedó resonando en el grupo hasta que vieron la
presentación al programa IIIS como una oportunidad para trasladar esa
preocupación y hacer una pregunta de investigación compartida: “¿Por qué las
mujeres no participan en los sindicatos rurales?”. Esta pregunta también encontró
inspiración en las reflexiones que María Julia Alcoba Rossano ex sindicalista
había realizado sobre el lugar de las mujeres en el sindicalismo uruguayo. La
publicación de su libro Las mujeres, ¿dónde estaban? plasmó, a través de las
memorias colectivas de las mujeres sindicales, el sesgo androcéntrico en la
construcción del sindicalismo uruguayo.
A través de esta pregunta, buscaron trastocar la imagen que reproducían las
investigaciones acerca de un ámbito rural exclusivamente masculinizado. La
perspectiva interdisciplinaria y feminista y las dimensiones de género y clase
buscaban profundizar el abordaje de un problema que no había sido lo
suficientemente atendido. Si bien la realidad mostraba una tendencia hacia la
feminización de la mano de obra en el sector agropecuario (Rodríguez Lezica &
Carámbula, 2015), así como también el crecimiento del sindicalismo rural en los
últimos años (Juncal, Carámbula, & Piñeiro, 2015), las mujeres seguían sin participar
en los sindicatos, o su participación era marginal (Rodríguez Lezica, 2014).
21
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Retomando el planteo de Sara María Lara Flores (1992), el grupo propuso
complejizar el análisis sobre las/os asalariadas/os rurales sumando una lectura
desde las relaciones sociales de clase y género. Desde esta perspectiva, las
exclusiones y subordinaciones deben comprenderse en el marco de complejas
interrelaciones con otros sistemas de identificación y jerarquía. Para profundizar
sobre las barreras de la participación de las asalariadas rurales en las
organizaciones sindicales, parten de la triple condición de exclusión por las que
atraviesan–“ser rural, ser mujer y ser asalariada” (Entrevista nº5, 2018). Con esta
orientación, apuntaron a visibilizar dónde están las mujeres en los sindicatos:
En qué rubros, en qué lugares [...] Después ver esta hipótesis que en psicología de las
organizaciones del trabajo se estudia [...] sobre la organización sindical como espejo de
la organización del trabajo [...] no son los sindicatos en el aire, los sindicatos bajan y se
materializan [...] y buscar entender por qué hacen algunas cosas [...] rastrear
desigualdades, como éstas se presentaban y se expresaban. (Entrevista nº7, 2018).
Tomando en cuenta esto, el IADR diseñó una propuesta “… que conjugara la
construcción interdisciplinar del problema mediante un abordaje epistemológico-
metodológico feminista y la elaboración de una propuesta de innovación
organizacional para abordar las desigualdades de género en las organizaciones
sindicales rurales” (Rodríguez Lezica, Krapovickas, Migliaro, Cardeillac, &
Carámbula, 2020, pág. 90).
Contrapartes del proyecto: sindicatos y mujeres asalariadas rurales
La presentación del proyecto de investigación IIIS se hizo en conjunto con el
Sindicato Único de Trabajadores de Tambos y Afines (SUTTA) y con otras
asalariadas rurales, con quienes se reconoció el problema que derivó en la pregunta
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de investigación formulada. En la convocatoria el programa tenía la exigencia de que
los/as investigadores/as se presentasen en conjunto con una contraparte no
académica, por lo que esto también fue una oportunidad para establecer un nuevo
espacio de intercambio. Como contraparte formal, el SUTTA fue clave para
intercambiar perspectivas, poner en común objetivos y facilitar contactos de los
sindicatos y las mujeres asalariadas rurales a lo largo del proceso.
En el proyecto también se identifican otros actores: el Sindicato de la Unión
Nacional de Asalariados, Trabajadores Rurales y Afines (UNATRA); la Secretaría de
Género, Equidad y Diversidad del Plenario Intersindical de Trabajadores -
Convención Nacional de Trabajadores (PIT-CNT); la Comisión de Género del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), la Subcomisión rural negociadora
del Grupo 23
2
y del Grupo 1
3
de los Consejos de Salarios MTSS.
Del conjunto de estos actores, la UNATRAa través de los referentes
contactadostambién fue esencial para reconocer inicialmente el problema de
investigación y, a lo largo del proyecto, contribuyó actualizando la información sobre
los sindicatos rurales. Con el resto de los actoresSecretaría de Género PIT-CNT y
MTSS preveían instancias de reuniones periódicas para discutir los avances de los
resultados e ir actualizando información. Lo cierto es que estos encuentros no se
alcanzaron a establecer debido a la sobrecarga de tiempo que implicó el trabajo de
campo con los sindicatos rurales y el diseño y la aplicación de la metodología
2
Este grupo incluye los sectores asociados al rubro viñedos, fruticultura, horticultura, floricultura,
criaderos de aves, suinos y apicultura. De este grupo al IADR le interesaban aquellos sindicatos
vinculados al área de citrus y granja.
3
Este grupo incluye los sectores asociados a procesamiento y conservación de alimentos, bebidas y
tabaco. De este grupo al IADR le interesaban aquellos sindicatos vinculados al área de “packing”.
Avanzado el trabajo de campo, y una vez seleccionados los sindicatos para trabajar en profundidad,
el IADR definió que, en lugar del Grupo1, se reuniría con el Grupo 22, vinculado al rubro de la
ganadería, agricultura y actividades conexas.
23
Revista Redes 54 ISSN 1851-7072
feminista. De ahí una primera definición del grupo de priorizar los contactos con los
sindicatos rurales y las asalariadas rurales.
Con la participación de las asalariadas rurales buscaron recuperar y traer al
diálogo disciplinario los saberes que habían quedado desalojados por no tomarlas
en cuenta, y así completar las formas de conocer. La existencia de vínculos previos
con muchas referentes sindicales facilitó el contacto con estas y otras mujeres,
invitándolas a participar en diferentes momentos. De esta manera, se desplegaron
dos herramientas para establecer un contacto estrecho y propiciar el espacio
dialógico al que tanto aspiraba el IADR: un primer grupo focal, antes de iniciar el
trabajo de campo, y tres GFI luego de recolectar los datos.
En ambos espacios el IADR les propuso a las mujeres ser “socias”,
reconociendo sus aportes. En primer lugar, identificaron el problema y, en conjunto
con el IADR, formularon la pregunta de investigación que orientaría el proyecto. En
segundo lugar, brindaron información sobre los sindicatos rurales y guiaron al IADR
en la definición de qué sindicatos invitar, que buscaba no tomar en soledad esta
definición. En conjunto, actualizaron un “mapa de sindicatos rurales” reconociendo
cuáles se encontraban activos, en qué rubros y regiones, y cuál era la presencia de
las mujeres asalariadas. Este mapa ubicó geográficamente a diferentes sindicatos y
sirvió para hacer confluirla información y para ir reconociendo la debilidad del actor.
Luego, para elegir los casos de estudio, definieron tres criterios: que los sindicatos
quieran trabajar en el diagnóstico, que sean accesibles geográficamente y que sea
un sector mixto. En tercer lugar, la participación de las mujeres en este primer grupo
también ayudó a identificar a otras asalariadas que pudieran sumarse y reconocer
mejor cuáles podrían ser las dimensiones en el trabajo de campo. Por último, la
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participación de las asalariadas rurales en los GFI las posicionó en el rol de
interpretar y analizar, en conjunto con el IADR, los datos recabados.
Los puntos de vista que las mujeres traen consigo parciales y situados son
claves para ampliar la conformación de una comunidad epistémica amplia. Así,
los/as integrantes del IADR no son los únicos que pueden aportar conocimientos,
sino que, por el contrario, y de cara a un problema que no ha sido suficientemente
analizado, son las asalariadas rurales las que permiten reconocer con mayor
claridad cómo se presentan las desigualdades de género en su entorno. A lo largo
del proceso, se va construyendo una confianza que habilita a la circulación de
diversos conocimientos y experiencias que como puntos de vista alternativos
pueden ser fuentes para construir nuevas perspectivas y conocimientos. Como lo
reconoce el IADR, la participación de las mujeres asalariadas rurales y la integración
de sus experiencias y conocimientos fueron fundamentales en todas las etapas:
[En la] definición del problema a abordar (demanda de resolución), identificación del
conocimiento inexistente (demanda de conocimiento), desarrollo del proyecto de
investigación (discusión de resultados intermedios y ajuste de objetivos), validacn de
resultados (aceptación), implementación de resultados (difusión). (IADR, 2016)
En suma, la creación de esta comunidad epistémica da cuenta del
entrelazamiento de los problemas cognitivos y éticos que caracteriza el desarrollo de
las epistemologías feministas. En esta comunidad apuestan por desarrollar nuevas
formas de trabajar juntos para arribar a la co-construcción de conocimiento desde la
confianza y la reciprocidad entre actores, la voluntad de colaborar y la búsqueda por
establecer relaciones simétricas.
Una metodología con orientación feminista
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El IADR apostó por la aplicación de una metodología feminista que orientará el
diseño de las herramientas puestas en práctica para la recolección y análisis de los
datos e información. Esta metodología, plantea un trabajo de excavación (Rodríguez
Lezica, 2018), develando las perspectivas de las mujeres y reconociendo aquello
que ha sido ignorado, censurado y/o suprimido (DeVault, 1999. En: Rodríguez
Lezica, 2018). "Yo creo que si íbamos por la investigación tradicional se nos perdían
algunas cosas, que se han invisibilizado, como la producción de conocimiento ha
invisibilizado el conocimiento de las mujeres." (Entrevista nº19, 2017) De esta forma,
la investigación, su diseño y posterior desarrollo priorizó la experiencia de las
mujeres, reconociendo las diferentes dimensiones que componen el problema que
se propone abordar y, por tanto, resultando en un diseño a favor de las mujeres
(Harding, 2002).
Bajo este diseño metodológico se combinaron técnicas de análisis cualitativas
y cuantitativas a través de un abordaje de métodos mixtos o combinados apuntando
a
(..) neutralizar las debilidades y sesgos de cada tipo de investigación. Por un lado, la
utilización de técnicas cuantitativas proporciona la posibilidad de trabajar con un gran
número de datos y con información estandarizada, extrayendo conclusiones susceptibles
de generalización. Por otro lado, los métodos cualitativos permitirán un abordaje
profundo del análisis de la singularidad de los estudios de casos." (IADR, 2016)
Con esta orientación, el grupo
(..) se propone identificar, mediante estudios de caso en territorios seleccionados, las
desigualdades y estereotipos de género que se ponen en juego en: la organización del
trabajo de las fases agraria e industrial de las cadenas globales de valor, con el fin de
descalificar, precarizar y controlar la mano de obra asalariada; la organización del trabajo
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dentro de la unidad de producción agropecuaria familiar; las organizaciones sindicales de
las fases agraria e industrial y de la producción familiar. (Ficha para vincular, IADR.
Revisado: febrero 2021)
Características del proceso de coproducción transdisciplinaria
¿Desde dónde surge el problema?
La pregunta inicial formulada en el marco de este proyecto –“¿dónde están las
mujeres asalariadas rurales?”–busca profundizar en el análisis de las desigualdades
de género que, en interrelación con otras dimensiones, conducen a que las mujeres
aún encuentren barreras para su participación.
Para explicar esta situación se apela a desigualdades estructurales de género en el
mundo del trabajo rural, las cuales tienden a perpetuarse en las organizaciones
sindicales. Se parte de la base de que las organizaciones del trabajo no son neutrales al
género y que las organizaciones sindicales reproducen estas desigualdades al asentarse
en el modelo de un trabajador universal masculinizado. Esta imagen hegemónica se
proyecta sobre la vida organizacional marginando e invisibilizando la participación de las
mujeres. (Migliaro, 2017, pág. 1)
Además de plantear el problema como una tendencia estructural, era
necesario aportar algo más que permitiera entender en profundidad cómo se
producen las desigualdades, delineando orientaciones hacia su transformación. Así,
para incluir nuevas dimensiones, fue relevante contar desde el inicio con las
perspectivas de las asalariadas rurales. Los datos de la participación de las
asalariadas rurales eran claros respecto a su mayor presencia en algunos rubros.
Los Censos Generales Agropecuarios (1990, 2000 y 2011) y los Censos Nacionales
de Población (1996 y 2011) procesados por el IADR confirmaron la hipótesis de una
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mayor presencia de mano de obra femenina como empleo no calificado en
modalidad zafral (Cardeillac & Rodríguez, 2018). Frente a esta situación, surgieron
diversas preguntas:
¿Qué sucede si la imagen de la organización sindical en el medio rural deja de estar
corporizada en un varón?, ¿dónde están las mujeres? […] ¿Q pasa si miramos la
dirigencia con estos lentes [desde la perspectiva feminista], las vocerías, las instancias
de negociación colectiva?, […] ¿Qué sucede cuando miramos a los sindicatos rurales
teniendo en cuenta que las organizaciones suelen reproducir las desigualdades de
género manifiestas en la sociedad toda?, ¿Qué sucede si vamos más allá de comparar
indicadores objetivos y subjetivos y ahondamos en la frustración que puedan ir
acumulando algunas mujeres a quienes, por ejemplo, sus compañeros de lucha les
suelen negar la palabra?, ¿puede ser este uno de los motivos por los cuales tengan una
débil participación o estén ausentes en ciertos cargos dentro de la organización?, ¿o
puede ser este un motivo para el cual algunas se hayan alejado? (Rodríguez Lezica,
2017, pág. 6)
Un primer grupo focal sirvió para orientar cuáles podrían ser las dimensiones
del trabajo de campo y, luego, del análisis de los GFI. Para explorarlas, se
seleccionaron algunas frases fragmentos de entrevistas con otras asalariadas
rurales que daban cuenta de distintos problemas para la participación. En el grupo
se reafirmaron diferentes situaciones y se señalaron distintos ámbitos el hogar, el
trabajo y el sindicato en donde se ponen de manifiesto a veces sutilmente y otras
de manera explícita estas desigualdades.
Las dificultades que encuentran las mujeres para participar y organizarse en
el espacio sindical pueden estar asociadas al papel diferenciado que ocupan
varones y mujeres en los sindicatos y la reproducción de relaciones de poder en su
interior. Al respecto, una participante deja en evidencia cómo se presentan estas
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relaciones:“cuando yo digo alguna cosa, expreso algún pensamiento o una visión y
después la recoge otro, la dan como que la dijo él [...] Yo al principio no le daba
bolilla, pero después te empezás a sentir discriminada sin que vos quieras”(IADR,
2017c). Estas situaciones no sólo se presentan a nivel local sino también nacional
espacios considerados aún más hostiles y jerárquicos para las mujeres–: “en un
consejo de salario, en la central sindical, ahí el trato se ve más agravado (IADR,
Grupo focal, 2017c). Esto deja entrever las prácticas sindicales masculinizadas que
persisten en donde, por ejemplo, las mujeres no son consideradas como
interlocutoras válidas en el espacio colectivo. A esto se suman situaciones de acoso
sexual, que contribuyen a minar un ambiente de prácticas discriminatorias hacia las
mujeres y su participación.
Otro de los problemas identificados tiene que ver con el conflicto entre la vida
familiar, la pareja y la participación en el sindicato. Ignorar las condiciones de vida de
las mujeres en los hogares y sus efectos en los espacios de participación sindical, y
viceversa, implica una lectura parcial de cómo operan las desigualdades de género.
Así, que las mujeres estén más presentes como asalariadas rurales y busquen
participar a nivel sindical no significa que la división sexual del trabajo se esté
reorganizando. Por el contrario, ésta persiste, pues se les sigue atribuyendo el
grueso de las tareas ligadas a la familia, el contexto doméstico y la reproducción.
Como plantea una de las asalariadas rurales, “que vos puedas sustentarte por
sola, [...] ya ahí le echan la culpa al sindicato. Siguen muy encasillados en aquellos
años en donde la mujer tenía que ser sumisa, criar a los hijos. Yo no dependo de un
hombre, ya no es el tiempo de antes; ‘para el sindicato tenés tiempo, para la casa
no’” (IADR, 2017c). Las mujeres perciben que cuando comienza a hacerse más
visible la autonomía económica y política, de tomar decisiones y participar en
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distintos espacios, a nivel comunitario y en el hogar, comienzan a emerger los
conflictos y las tensiones entre la vida privada y pública.
En el intercambio, también reflexionan sobre la naturalización de muchas de
estas prácticas por parte de las asalariadas rurales, lo que hace más difícil su
modificación y los reclamos de transformación de las organizaciones. Además, dejan
entrever cómo se entrecruzan las desigualdades de clase aquellas entre
asalariados/as y empresarios–:“la empresa fue clarita. A cuando me presentaron
como presidenta del sindicato [ellos dijeron] a no me gusta este cambio, yo con
una mujer no me siento a negociar” (IADR, Grupo focal, 2017c).
En suma, este primer intercambio permitió obtener una visión menos parcial,
más rica y densa de los diferentes problemas que van conformando un entramado
de prácticas que llevan a la casi nula participación de las mujeres o directamente a
su expulsión. Estos aportes revelan nuevas miradas de un problema que trasciende
la organización del sindicato, pero que debe ser asumido por sus actores y por la
comunidad académica. Estas prácticas pueden relacionarse con los conceptos de
“epistemología de la resistencia” para contrarrestar la “epistemología de la
ignorancia”, ambos impulsados por Nancy Tuana (2006). Según la autora, para
eliminar los campos de ignorancia es necesario transformar el conocimiento
científico y su evidencia, recuperando los conocimientos desde las experiencias de
las propias mujeres, en este caso, como un grupo tradicionalmente excluido. Así, la
“epistemología de la resistencia” es una búsqueda activa por producir un
conocimiento que se ha decidido consciente o inconscientementeignorar.
Métodos para la integración: Grupos Focales Interpretativos.
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La metodología feminista diseñada buscó “cambiar el centro” de la creación de
conocimiento, como plantea Patricia Hill Collins (2015), aportando aspectos que
pueden pasarse por alto de manera involuntaria o intencional, si sólo se toma en
cuenta el conocimiento científico. Con esta premisa, los Grupos Focales
Interpretativos (GFI) se ajustan a la búsqueda de priorizar el conocimiento de las
asalariadas rurales para interpretar la información mediante un análisis crítico y
reflexivo.
Incluir a las asalariadas rurales en esta etapa del proceso apuntó a interrumpir
los hábitos lineales de interpretación desde la perspectiva de un solo actor,
principalmente el académico. La aplicación de los GFI tenía como objetivo final
“recibir de parte de la población con la que estábamos trabajando claves de
interpretación (Entrevista nº4, 2018). Estas “claves de interpretación” tenían que ver
con aquellas dimensiones que el IADR no podía identificar con claridad. Las mujeres
contribuyen a “leer” los datos recolectados en el trabajo de campo, donde habían
“cosas que quedaban en lo no dicho”. Las experiencias y los conocimientos de las
mujeres sirven, en este punto, para enmarcar el análisis desde la riqueza de sus
historias de vida y sus vivencias. Como plantea Harding (1995), el método feminista
sirve para desarrollar conocimientos nuevos y distintos sobre cualquier aspecto de la
realidad que no podríamos obtener con otro método. Así, el nuevo conocimiento se
crea con “menos falsificaciones” al considerar cuestiones que hasta el momento
habían sido ignoradas. A su vez, reduce los errores, porque es menos parcial,
menos ciego y menos sesgado.
El nuevo conocimiento se crea en el marco de esta comunidad epistémica, en
donde se analizan los hallazgos y se validan los resultados finales. La aplicación de
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los GFI también apuntó a transformar las asimetrías de poder-saber que se
producen entre actores, “descubriendo” los privilegios de las perspectivas
académicas, y sus posibles sesgos, a través de la inclusión de otras perspectivas
que permiten reconocer nuevas dimensiones o proponer un análisis que no estaba
presente desde la mirada del IADR. Además de cumplir con el objetivo de analizar la
información de manera colaborativa y ensayar un proceso de coproducción de
conocimiento, procuraron crear un espacio de encuentro:
Buscamos que el GFI constituyera un espacio donde las mujeres referentes, luchadoras
sociales provenientes del complejo mundo del trabajo asalariado rural o de
acompañamiento, pudieran conocerse, encontrarse, intercambiar desde sus particulares
experiencias de vida en contextos bien distintos, ya sea por los distintos rubros y
territorios de los que provienen, como por el momento histórico de su lucha. (Rodríguez
Lezica, Migliaro, y Krapovickas, 2018, pág. 17)
En total se llevaron a cabo tres GFI. La preparación de estos espacios estuvo
signada por muchas reuniones previas por parte del IADR. En éstas se
intercambiaron opiniones y se llegaron a acuerdos al respecto de qué mujeres
asalariadas rurales convocar y cómo organizar el espacio, qué roles deberían tener
las investigadoras, las dinámicas utilizadas y las dimensiones y los datos
seleccionados. Esta preparación no buscó cerrarse hacia lo nuevo que pudiera
surgir en los GFI; por el contrario, cada planificación se realizó sobre la base de un
ejercicio reflexivo permanente en el que se retomaban los criterios, conceptos e
ideas intercambiados a lo largo de los seminarios de autoformación. Esta
preparación, al decir de uno de sus integrantes, “le inyectó energía al equipo y
también a las contrapartes que son los otros actores con los que estábamos
trabajando; claro, es una instancia que se valora, que todo el mundo valora mucho,
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[...] estuvo bueno y nos sirvió para generar otra serie de intervenciones” (Entrevista
nº4, 2018).
Las asalariadas rurales participan de los GFI como analistas de la información
recabada. En este caso, su rol fue analizar en conjunto las hipótesis del grupo y
algunos de los hallazgos acerca de cómo se presentan las desigualdades de género
en el ámbito sindical.
El IADR definió que convocarían entre tres a seis mujeres sindicalistas rurales
o que tengan conocimientos sobre el sindicalismo rural. Para la composición final de
los GFI, el IADR definió algunos criterios: la conformación de un espacio integrado
sólo por mujeres, que sean trabajadoras asalariadas rurales actuales, la diversidad
de edades, los diferentes rubros en donde participan, las diferentes localidades y las
distintas trayectorias dentro del sindicalismo (actuales o históricas).
La integración sólo de mujeres en estos grupo, buscó generar un espacio
“cómodo” y de confianza entre las mujeres para facilitar un intercambio abierto sobre
las desigualdades que influyen en sus propias vidas.
Esta conformación propició un clima de confianza y la empatía para hablar de temas
tales como dificultades en el acceso a condiciones de seguridad e higiene en el ámbito
laboral, problemas con las parejas en relación a la participación sindical, dificultades para
cumplir con las exigencias laborales y familiares, experiencias de acoso sexual en el
ámbito laboral y sindical, violencias de género de diversa índole. (IADR, 2019, pág. 15)
En los tres GFI participaron un total de ocho mujeres asalariadas rurales
algunas en todos los encuentros; otras, sólo en uno o en dos.La duración de cada
GFI fue aproximadamente tres horas, durante las cuales no sólo trabajaron sobre las
dinámicas propuestas, sino que también se dieron el espacio para disfrutar del
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encuentro, clave para mejorar el vínculo entre ellas y los resultados a los que se
proponen arribar. La estructura general de cada GFI, excepto el tercero, que se
dedicó específicamente a la coelaboración de la cartilla, se dividía en tres
momentos: i) presentación de las participantes; ii) presentación del proyecto, sus
objetivos y el porqué de su participación en este espacio; y iii) análisis de la
información a través de las dinámicas seleccionadas.
Roles y dinámicas impulsadas
Las investigadoras tenían el desafío de orientar y motivar los intercambios en cada
uno de los GFI. Su rol principal fue facilitar esta interacción propiciando el diálogo
horizontal y observando cuáles eran las reacciones frente a las dinámicas y los
contenidos planteados. A su vez, durante cada GFI debían buscar equilibrar las
intervenciones de las mujeres participantes para permitir que todas pudieran
expresar sus opiniones.
Por su parte, las mujeres asalariadas rurales fueron invitadas a participar en la
interpretación y construcción de un nuevo conocimiento al respecto de cómo se
producen las desigualdades de género en el ámbito sindical y las posibles
estrategias para su transformación. Así lo plantea uno de los integrantes del IADR:
Desde el inicio sabíamos que necesitábamos la interpretación de las mujeres, que
interpreten lo que otras como ellas producen en las entrevistas y grupos de discusión.
Nosotros necesitamos de la mirada de estas expertas, porque, sino, a nosotros se nos
pueden perder cosas. (Entrevista nº1, 2017)
Al inicio de cada uno de los GFI, las integrantes del IADR resaltaban el rol de
las participantes como “… conocedoras del mundo asalariado rural, con una historia
de acompañamiento a los sindicatos rurales, y que tienen un manejo y un
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conocimiento de la realidad que nosotras no tenemos” (IADR, Grupos Focales
Interpretativos nº1, 2018b).El reto de los GFI era generar un ambiente en el que las
asalariadas asumieran su rol de analistas de los datos, en lugar de entrevistadas. A
pesar del reconocimiento de las mujeres como expertas y la búsqueda por generar
un diálogo horizontal, el IADR tuvo presente que esto último no es algo que se
produzca de manera automática. De las experiencias previas de trabajo entre estos
actores, se hicieron evidentes las asimetrías de poder-saber que, sin quererlo
intencionalmente, pueden producirse en el marco de las interacciones entre actores.
En este sentido, el IADR reconoce cuáles son sus “privilegios” en este espacio:
ellos convocan y definen qué discutir. Como plantea el grupo, “no se trata de negar o
invisibilizar asimetrías, se trata de poner en juego nuestra empatía para propiciar el
encuentro” (Rodríguez Lezica, Migliaro, & Krapovickas, 2018, pág. 23).Para el IADR,
fue relevante diseñar dinámicas que “…eviten la creación de un clima acartonado,
donde las investigadoras ‘son las que saben’ y ellas ‘validan’ nuestros enunciados.
La atención y el cuidado de estos gestos son factores claves para generar un clima
de confianza que nos disponga agradablemente a la tarea” (Rodríguez Lezica,
Migliaro, & Krapovickas, 2018, pág. 23).
“Núcleos temáticos” para motivar la interpretación conjunta de los datos
La elección de qué temas tratar en cada GFI implicó muchos intercambios dentro del
grupo, luego de los cuales seleccionaron una serie de “núcleos temáticos”. A través
de éstos, identificaban las dimensiones que habían sido exploradas en el trabajo de
campo, apuntando a reafirmar en los GFI los hallazgos surgidos. También con
esta elección, buscaron comprender algunos elementos que eran confusos y
contradictorios para el IADR, reconociendo las limitaciones para el análisis desde su
35
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única perspectiva y apostando por construir una interpretación en conjunto con las
asalariadas rurales. A su vez, a través del planteo de estos núcleos habilitaron que
las asalariadas presentaran desacuerdos con las afirmaciones planteadas, y con ello
pudieron iluminar nuevos aspectos que el IADR había pasado por alto. En definitiva,
esta elección apuntó a ordenar el espacio de los GFI y dar una orientación hacia lo
que allí se analizaría.
La delimitación de los núcleos temáticos, fue realizada a partir de diferentes
fuentes de información: entrevistas, diagnóstico organizacional y datos estadísticos
procesados. Los cleos seleccionados abarcaban los siguientes temas: incremento
de la mano de obra femenina y su especialización en ciertas tareas, conflicto entre la
vida familiar y la participación en el sindicato, sexismo en los espacios de
participación sindical, dificultades para acceder a cargos de decisión, entre otros.
En algunos momentos del desarrollo de cada GFI, la dinámica de la
interacción cruzada entre las participantes llevó a que muchos de los temas
surgieran sin el planteo concreto por parte de las investigadoras. Esto también sirvió
para “confirmar” que los hallazgos y las hipótesis que el IADR iba construyendo
resonaban entre las mujeres, no les eran ajenas. Así lo identifica una de sus
integrantes:
Se iban discutiendo los temas como a veces te pasa en las entrevistas. Uno tiene una guía,
pero en realidad [...] entonces a mí me sorprendió mucho en el GFI cómo ellas nos llevaron por
donde quisieron y realmente eran también los caminos por donde nosotros íbamos; entonces
decís “ah, bueno, vamos bien”.(Entrevista nº7, 2018)
Tomar en cuenta las dinámicas que se producían en las interacciones, los
diálogos cruzados y los temas que iban surgiendo resultó clave para profundizar en
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la interpretación de la información compartida y en la creación de conocimientos
conjuntos. Con esta orientación flexible, entre la elaboración de una guía y la
atención a cómo se presentaban las interacciones, el IADR buscó co-construir
conocimiento y no imponer una perspectiva única. Como plantea una integrante del
IADR, apuntaron a propiciar un espacio en donde las asalariadas rurales pudieran
leer qué estaba pasando:
() qué era lo no dicho, qué errores estábamos cometiendo nosotras, otra lectura [...] y
así pasó: reconocimos un montón de cosas [...] nos corrigieron un par de cosas y
salieron un par de cosas que no las teníamos contempladas [...] pero que ellas las
trajeron y dijimos: “ah, esto hay que mirarlo”. (Entrevista nº3, 2018)
La forma en cómo serían presentados los núcleos temáticos también implicó
instancias de intercambio y preparación entre el IADR. Definir cuáles serían los
“elementos sensibilizadores y disparadores”, al decir de una de sus integrantes, fue
estratégico para que el contenido no “sobre estimulara” y sesgara el intercambio. De
esta manera, buscaban conseguir que estos elementos disparadores las estimularan
a confirmar o contrarrestar los datos expuestos. Con esta orientación, definieron
utilizar diferentes fragmentos de las entrevistas y conversaciones mantenidas con
algunas asalariadas rurales en el trabajo de campo. Con el objetivo de ubicar el
problema planteado, estos fragmentos debían ser sencillos de comprender y no muy
extensos, teniendo en cuenta posibles dificultades de lectoescritura. La elección de
este formato se priorizó frente a otros posibles, como por ejemplo la presentación de
gráficos y números que reflejen la participación de las mujeres asalariadas rurales.
Los fragmentos utilizaban el mismo lenguaje de las mujeres participantes del
GFI, reconociendo en su narración las situaciones de desigualdad, lo que facilitó su
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entendimiento e interpretación. Así comenzó un proceso que buscaba integrar los
conocimientos de las asalariadas sus experiencias con aquellos del IADR, en una
relación dialógica, para construir una mayor comprensión y análisis al respecto de
cómo se generan las desigualdades de género señaladas. De esta manera, no
prevalece una posición sobre otra, sino que se asume la multiplicidad de
conocimiento para comprender una realidad determinada. En lugar de “hablar por”,
se “construye con”.
Cada fragmento era entregado en papel y leído en voz alta por las mujeres.
Esta lectura colectiva buscó equilibrar la participación de todas las mujeres. Así, por
ejemplo, las que eran más tímidas, una vez que les tocaba leer, podían dar su
opinión e iniciar el intercambio. Luego de la lectura, se abría el debate era motivado
por algunas preguntas que hacían las integrantes del IADR: ¿qué piensan de esto?,
¿esto suena como algo que pasa en las vidas de las personas que ustedes
conocen?, después de la información analizada llegamos a la siguiente conclusión,
¿ustedes piensan que es correcto?” (Entrevista nº7, 2018). De esta manera, se
buscaba propiciar la discusión y profundizar en sus opiniones, más allá de identificar
si estaban de acuerdo o no.
En este intercambio hay un tránsito entre las experiencias personales y las
experiencias que se perciben como colectivas. Comenzar la interpretación desde el
conjunto de estas experiencias sirvió para ir legitimando el conocimiento que traían
consigo e irse “soltando” en el intercambio. De esta manera, apuntaron a develar “lo
no dicho” y también a identificar, según una de las integrantes del IADR, “qué
errores estábamos cometiendo nosotras, tener otra lectura” (Entrevista nº3, 2018).
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Usos del conocimiento: Guía para abordar desigualdades de género en
sindicatos rurales.
Un producto final del proyecto fue la elaboración de una guía dirigida a los sindicatos
y a los/as asalariados/as rurales para trabajar las desigualdades de género. Como
plantea el IADR, la guía fue pensada “... como una herramienta con potencial para
ser trabajada en instancias de taller, donde se reflexione y discuta sobre este tema
polémico en la sociedad en su conjunto y en el mundo sindical rural” (Rodríguez
Lezica, Krapovickas, Migliaro, Cardeillac, & Carámbula, 2020, g. 99). Su
concreción encarna la hibridación de conocimientos producidos en los GFI.
La elaboración de esta guía tomó mayor relevancia mientras que el proyecto
avanzaba y el IADR iba confirmando la debilidad organizacional y las múltiples
desigualdades de género. A esto se sumó el interés y la relevancia que las
participantes de los GFI le dieron a este producto. En el primer GFI, una mujer
preguntó: “¿cómo piensan hacer el cierre del proyecto?, entregar sólo información…”
(IADR, Grupos Focales Interpretativos nº1, 2018b). La iniciativa fue altamente
valorada cuando el IADR comunicó la creación de una guía coelaborada con ellas en
este espacio, que sería una herramienta para difundir derechos y reflexionar sobre
las desigualdades de género:
Por lo menos ahora nos quedamos con una guía, por primera vez nos quedamos con algo.
Porque después de que se hizo el video de “Los olvidados de la tierra”, no hemos tenido otro
proyecto que nos hayamos quedado con algo [...] porque son todas cifras, números, yo estoy
cansada de las estadísticas. (IADR, Grupos Focales Interpretativos nº1, 2018b)
Con la guía apostaron a minimizar las asimetrías de poder que existen en la
presentación y en el tratamiento del material empírico surgido los proyectos de
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investigación. A esta valoración por parte de las asalariadas rurales, se suma la
demanda por contar con este producto en múltiples instancias de negociación
colectiva, no sólo dentro los sindicatos sino también en el ámbito de negociación de
las políticas públicas. Así, la guía se transforma en un objeto que puede expandirse
hacia otros contextos, trascendiendo los marcos formales del proyecto y del proceso
de coproducción de conocimiento.
El contenido de la guía fue el resultado de los diferentes datos recolectados y
procesados a lo largo de la investigación: las estadísticas que dan cuenta del lugar
y del no lugar de las asalariadas rurales y en qué rubros se ubican; el trabajo de
campo realizado con los dos sindicatos seleccionados; y el análisis y la
interpretación conjunta en los dos primeros GFI. Para la coelaboración con las
asalariadas rurales, el IADR organizó un tercer GFI donde trabajaron en su
contenido, en su estructura y en las formas de presentar la información. En este
espacio las asalariadas revisaron con ojos críticos el contenido y los ejemplos
seleccionados.
Este espacio fue destinado a la presentación y discusión pormenorizada del prototipo de guía
(estilo del texto, términos y ejemplos utilizados, imágenes). Esta instancia final fue muy
enriquecedora, en varios aspectos. Por una parte, la edición colaborativa permitió la realización
de un producto final más cercano a las necesidades e intereses de las asalariadas rurales. Por
otra parte, esta instancia permitió afianzar los vínculos con las compañeras referentes de
sindicatos rurales (históricas y actuales), a la vez que consolidar una real coautoría de la
cartilla. (IADR, 2019)
La forma de trabajo se organizó sobre la base de una propuesta de
contenidos realizada por el IADR. Así, comenzaron a leer en voz alta el guión
presentado e iniciaron la discusión, el intercambio y la corrección sobre la
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información seleccionada: de qué manera presentarla, cuál era el orden adecuado,
qué lenguaje utilizar, qué imágenes integrar, entre otros aspectos. Por ejemplo, con
la presentación de datos estadísticos, las mujeres pusieron énfasis en aclarar la
existencia de un subregistro de los datos: “Aclaramos que hay trabajadoras que no
aparecen en las estadísticas, como sucede en el caso de la ganadería, en que la
mujer figura como colaboradora del marido o empleada doméstica de la estancia,
pero no recibe salario” (IADR, 2019, pág. 8).
También buscaron que los datos cuantitativos, acompañados de imágenes,
sean “más amigables” para la difusión de la cartilla. Al decir de uno de los
integrantes del IADR, la idea era armar un texto breve y eficaz:
en un lenguaje muy simple, como muy orientado a que haya una interpretación bastante
directa a partir de lo gráfico, que no sea cansador enfrentarse a eso, sino que sea ameno y que
transmita rápidamente elementos de las diferentes cosas que fuimos haciendo, desde la
caracterización cuantitativa hasta explicar… bueno, tratar de explicar o discutir por qué es
importante tener esta mirada y en qué cosas concretas se plasman algunas de las
desigualdades, dificultades, obstáculos a la participación de las mujeres. Estar atento y pensar
en eventuales mecanismos o proponer eventuales mecanismos superadores. (Entrevista nº4,
2018)
Si bien la guía terminó de ser escrita por el IADR, las asalariadas rurales, a
través del proceso, sintieron que este resultado fue coproducido en conjunto a partir
de la integración de sus experiencias y conocimientos. Así, se sustenta sobre la
base de un conocimiento que cuenta con el consenso y la validación del conjunto de
actores en interacción. Este conocimiento llega a ser, como plantea Helga Nowotny
et al. (2001), “socialmente robusto” y obtiene confiabilidad científica (Funtowicz &
Ravetz, 1993; Nowotny, Scott, & Gibbons, 2001).
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En suma, la guía surge del carácter situado de las enunciaciones producidas
en los GFI, del trabajo de campo del IADR, de los datos estadísticos y del análisis
organizacional. Sus contenidos reflejan la producción de un “conocimiento híbrido”,
como plantea Hebe Vessuri (2004), construido sobre la variedad de experiencias y
conocimientos del conjunto de los actores en interacción. Este conocimiento
trasciende el espacio exclusivamente académico, donde la validez y apropiación por
parte de las asalariadas rurales participantes en los GFI resulta fundamental para su
reconocimiento y su relevancia. En definitiva, el IADR propuso desde el inicio del
proyecto transformar los resultados en un producto útil para el conjunto de actores
en interacción. Como plantea Vacarezza y Zabala (2002), esto alude a la "utilidad
social" de la investigación, donde esta se ajusta al proceso heterogéneo de creación.
Esto también es un elemento concreto en el que se materializa el compromiso de la
investigación feminista por transformar las condiciones de participación en los
sindicatos rurales.
Reflexiones finales
En la práctica, hacer investigación bajo un diseño de coproducción y
transdisciplinario implica múltiples desafíos y aprendizajes, como muestra el caso
analizado. Dejando atrás los conceptos abstractos, el objetivo era explorar lo que
sucede en nuestro contexto, cuáles son las motivaciones de los/as
investigadores/as, qué estrategias se diseñan y percepciones de los involucrados
van conformando las prácticas para contribuir al progreso de coproducción y
transdisciplinario.
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Son diversos los aprendizajes y las tensiones que logran reconocerse a lo
largo del proceso. El IADR valora la integración de diferentes perspectivas
interdisciplinarias, feministas y de las asalariadas rurales para construir nuevos
conocimientos sobre cómo se ponen en práctica las desigualdades de género en las
organizaciones sindicales. a lo largo del proceso, fueron “descubriendo” nuevas
miradas y realidades que se plasmaron en diferentes productos dirigidos a distintos
públicos: académicos y actores sociales. El trabajar en un proceso de investigación
que tenía como objetivo coproducir conocimiento también condujo a revisar sus
prácticas de recolección de información y análisis. Por lo tanto, la metodología
feminista no sólo supuso desafíos en el diseño, sino también llevó a una revisión y
una reflexión permanente en cuanto a sus propias prácticas de investigación. Este
proceso implicó como plantea un integrante “escuchar mucho, hablar poco [...]
convivir y reconocer, conocernos como compañeros” (Entrevista nº5, 2018).
Desafiando la puesta en práctica de un proceso de estas características, se
solapan algunos aprendizajes y tensiones. Por un lado, la interacción fluida con las
asalariadas rurales y la squeda por que participen como “socias” del proceso
provocó algunas tensiones en cuanto al rol y a “la intervención de la universidad”:
“hasta dónde llega el grupo, hasta dónde generamos procesos que después no
tenemos capacidad de dar respuesta” (Entrevista nº5, 2018) y cómo manejar las
expectativas de los actores involucrados directamente con el problema. Esta tensión
latente en todo el proceso también produjo aprendizajes en cuanto a los cuidados
necesarios cuando se trabaja con poblaciones vulnerables, que tienen múltiples
problemas conectados. Acordar desde el inicio los objetivos y el alcance del
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proyecto y repetir estas pautas en cada momento de interacción resultó clave para
no construir falsas expectativas al respecto de los resultados y sus posibles efectos.
Por otro lado, la integración de los conocimientos y las experiencias de las
asalariadas rurales era clave para profundizar sobre las desigualdades de género
desde distintas perspectivas que no habrían podido reconocerse sin su participación
activa. Más allá de los aprendizajes, para el IADR y para las asalariadas rurales la
integración también reconoce tensiones, ya que no se presenta de manera
automática para ninguno de los actores en interacción. Esto es algo que está
presente a lo largo de toda la planificación del proyecto, lo que también lleva a
pensar en la flexibilidad de los métodos puestos en práctica. Estos procesos pueden
llevar “más tiempo” que el que se brinda en los proyectos de investigación. Sobre
este punto, reconocen una tensión entre los tiempos formales los plazos del
proyecto de investigación y los tiempos de trabajar en conjunto con otros actores
por fuera de la universidad. El proceso de coproducción de conocimiento está
plagado de imprevistos. Por ejemplo, la integración de las asalariadas rurales como
“socias” implicó buscarlas, crear espacios de confianza, equilibrar las expectativas
del conjunto de actores y diseñar herramientas flexibles al contexto de
vulnerabilidades que traen consigo. A su vez, la interpretación conjunta de los datos
y la construcción del análisis implicaban, por parte del IADR, estar dispuestos a
revisar sus puntos de vista, dejando espacio para generar nuevas perspectivas
críticas.
Una última tensión, surge desde el ámbito académico y gira en torno a la
incomodidad de encontrarse por los problemas que les interesan y la búsqueda de
llevar adelante procesos de coproducción de conocimiento, en la frontera entre el
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mundo académico y el mundo social. Esta “identidad dividida”, al decir de Jerome
Ravetz (2001), interfiere en las prácticas de investigación y en los roles aprendidos
en la academia, para integrar nuevas perspectivas y dinámicas. De hecho, el
recorrido entre el ámbito académico y la vinculación con diversos actores sociales va
conjugando nuevos intereses y perspectivas que nutren las agendas de
investigación. Las tensiones, que por momentos se transforman en aprendizajes,
fueron fortaleciendo el proceso de investigación impulsado. La búsqueda por
identificar “nuevos problemas”, en alianza con diferentes actores sociales y
proponiendo resultados para su transformación, conduce necesariamente a pensar
en otras prácticas de investigación que aún presentan conflictos entre el ámbito
académico y las vinculaciones con actores sociales.
Se desprende del análisis realizado, algunos principios que caracterizan los
procesos de coproducción transdisciplinarios de conocimiento. Al menos tres surgen
con mayor claridad. Por un lado, un principio hacia la reflexividad. Esto, tiene que ver
con la apertura que estos procesos requieren para su abordaje, y por parte de los
actores que lo integran, no dando por cerrada ninguna etapa sino que por el
contrario estar abiertos a repensar las diferentes prácticas para mejorar su diseño y
desarrollo. Por otro lado, un principio de colaboración, reconociendo la relevancia de
la participación de todos los actores comprometidos con el proceso y apuntando a
alcanzar su real participación entendiendo que esto es un diferencial fundamental en
el proceso. Este marco de colaboración requiere de estrategias para la sostenibilidad
de diferentes espacios y la generación de confianza entre los actores a través de la
generación de nuevos conocimientos. Por último, otro principio relevante tiene que
ver con la comunicación entre los actores, en donde a lo largo del proceso se debe
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intentar construir un lenguaje común y compartido, que permita mejorar la
integración, la confianza y la participación entre los actores.
La propuesta que aquí se planteo busca aportar al proceso de reflexión,
acumulación y análisis acerca de cómo se producen estas prácticas de producción
de conocimiento en el marco de nuestras universidades latinoamericanas. Avanzar y
profundizar en este recorrido servirá para reconocer estas prácticas y elaborar
conceptualizaciones propias que se acerquen más a nuestros contextos.
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Artículo recibido el 14 de marzo de 2021
Aprobado para su publicación el 30 de junio de 2022