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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re56.211
Construcciones de género en la producción de
conocimiento científico sobre energía y
ecotecnologías: la necesidad de incorporar una
mirada interseccional
Alejandra Marcela Vanegas Díaz
Resumen
Existe un incremento de producciones científicas que buscan incorporar el concepto
de género en el campo de los estudios de la energía. El presente artículo pretende
analizar los distintos matices que surgen de dicho planteamiento, partiendo de
entender que la categoría “género” no emerge como “un dato de la realidad”, sino que
se construye a partir de definiciones resultantes de entramados sociales complejos.
Para ello, este texto indaga primero sobre los antecedentes de la aparición de la
noción de género en el campo de estudios de la energía y las ecotecnologías.
Posteriormente, caracteriza y problematiza los razonamientos más comunes que se
construyen en el corpus académico elegido mediante su agrupación en 3 ejes
temáticos: el supuesto empoderamiento de mujeres mediante el acceso a energía; la
construcción de tropos de mujeres del norte y del sur global; y el aplanamiento de la
UNC- IIDYPCA CONICET. Correo electrónico: mvanegas@cieco.unam.mx
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heterogeneidad del concepto de género. Para ello, se realizó una búsqueda de las
palabras “género”, “energía”, y “ecotecnologías” mediante el software libre Open
Knowledge Maps y se seleccionaron y analizaron 100 artículos científicos de acceso
abierto publicados en los últimos 30 años. Finalmente, se proponen dos herramientas
pensadas a partir de dicha problematización: la inclusión continua de académicas
feministas en equipos interdisciplinarios de investigación sobre energía y la
interseccionalidad crítica como paradigma de investigación.
Palabras clave
GÉNERO; ENERGÍA; ECOTECNOLOGÍAS; INTERSECCIONALIDAD; FEMINISMOS.
Introducción
De acuerdo con múltiples autorías, la carencia en el acceso a fuentes de energía
modernas es una limitación para el desarrollo económico y social en todo el mundo,
especialmente en países de ingresos bajos y medios (Sovacool, 2012; International
Energy Agency, 2018; Bartiaux et al., 2019; Masera et al., 2020; Mazorra et al., 2020).
Según reportes de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés),
alrededor del 13% de la población mundial no tiene acceso a la electricidad, 2.1 mil
millones de personas carecen de acceso a agua potable y tres mil millones (40% de
la población mundial) no cuentan con acceso a soluciones limpias para cocinar1
(International Energy Agency et al., 2018).
1 Los combustibles y tecnologías limpios son aquellos que alcanzan los niveles de partículas finas
(PM2.5) y monóxido de carbono (CO) recomendados en las pautas globales de calidad del aire de la
OMS. Las Directrices de la OMS para la calidad del aire interior: combustión de combustibles
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Ante esta situación, surgen distintas propuestas que presentan posibles
soluciones alternativas, las cuales son en algunos casos, resultado de procesos de
demandas sociales colectivas llevadas a cabo por sectores marginados (Ímas et al.,
2015). Dentro de estas alternativas se encuentran las ecotecnologías que, para los
objetivos de este trabajo, se entenderán como “los diferentes dispositivos, métodos y
procesos que brindan beneficios sociales y económicos a sus usuarios en armonía
con el ambiente y con referencia a un contexto socio-ecológico específico” (Ortiz
Moreno, Malagón García and Masera Cerutti, 2017: 197).
La promoción del acceso a la energía doméstica por medio de ecotecnologías
cuenta con innumerables proyectos de diversos orígenes. Sin embargo, en muchos
casos derivan en abandono o uso insostenido de los dispositivos por no satisfacer las
necesidades para las que a priori fueron creadas o por no atender las solicitudes y
procesos de las personas usuarias (Vigolo, Sallaku and Testa, 2018; Brakema et al.,
2020). Algunas autorías destacan también entre las razones de fracaso, la falta de
análisis por parte quienes ejecutan los proyectos que implementan ecotecnologías,
sobre la accesibilidad de las mismas, así como de las dinámicas y contexto de su uso
y manejo (Fingleton-Smith, 2018). Sobre este punto, desde la sociología también se
ha señalado que las investigaciones en energía han subestimado el rol de la elección
y las dimensiones humanas en los procesos de uso de energía; inclusive, han
argumentado que mucha de la producción científica en relación a este tema es
irrelevante para quienes toman decisiones políticas y empresariales (D’Agostino et al.,
2011).
domésticos proporcionan objetivos de tasa de emisión de PM2,5 y CO para dispositivos, que están
vinculados a los niveles de las Directrices de calidad del aire (WHO, 2022).
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También Wallenborn y Wilhite (2014) consideran que, la mayor parte de la teoría
del consumo de energía en el hogar ha despojado la conceptualización del consumo
de su fundamento en procesos históricos, y ha ignorado la capacidad del mundo
material, incluidos los cuerpos humanos; es decir, ignoran las experiencias de los
grupos de personas involucrados en el uso y consumo de esa energía. Asimismo,
otras autorías han hecho énfasis en la necesidad de rescatar también la importancia
del género y la identidad como preocupaciones fundamentales en la investigación y
formulación de políticas en materia de energía, ya que estas categorías, generalmente
ignoradas, median el acceso a los recursos, la exposición a los contaminantes y las
oportunidades para participar en la gestión, la política y la ciencia de los recursos
energéticos (Blake and Hanson, 2005).
El propósito de este texto es exponer algunos conceptos e ideas clave para quien
quiera adentrarse en las discusiones sobre “género y energía” con enfoque en las
ecotecnologías, desde una perspectiva feminista. Discutir con los planteamientos que
se presentaron en esta introducción es clave para formar una mirada crítica del nexo
género-energía, ya que en muchos de los estudios que aquí se desplegarán existe la
tendencia a vincular a las mujeres con la pobreza, y por ende, a la vulnerabilidad,
aportando a la construcción de "mitos de género" problemáticos ante la igualdad de
género y su relación con la energía (Listo, 2018a). Esta combinación enmascara los
fundamentos conceptuales y estructurales subyacentes a la desigualdad de género y
la pobreza que, aunque estrechamente relacionados, no son sinónimos (Masika,
2002). Los mitos de género son descritos como esencialismos sobre las mujeres y el
género, que a menudo se originan en la investigación feminista situada, pero que “se
convierten en amplias generalizaciones que operan y dan forma a la investigación, la
política y la práctica del desarrollo” (Cornwall and Whitehead, 2007; Listo, 2018a).
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Los mitos de género pueden entenderse, entonces, como una manera de
codificar el “mundo en una forma que resuena con las cosas que a la gente le gustaría
creer, que les da el poder de afectar la acción” (Cornwall and Whitehead, 2007). Es
decir, estos mitos son políticos porque producen poder a través de un discurso que
dirige recursos o acciones para sostener proyectos particulares. Por ejemplo, a pesar
de que se ha demostrado que algunos hogares encabezados por mujeres tienen una
mejor calidad de vida que algunos hogares encabezados por hombres (Chant and
Sweetman, 2012), el mito de que “las mujeres son las más pobres entre los pobres”
marca la agenda de las políticas públicas, dejando sin agencia propia y a merced de
programas internacionales a las mujeres inscritas bajo esa etiqueta.
Si bien, la incorporación de la dimensión de nero en la Ciencia y la
Tecnología ha cobrado relevancia como área multidisciplinar en la última cada, la
presente investigación propone discutir el orden simbólico2 desde el cual se establece
el vínculo entre género, energía y uso y adopción de ecotecnologías. A esos fines es
preciso considerar que la categoría “género” no emerge como “un dato de la realidad”,
sino que se construye a partir de definiciones resultantes de entramados sociales
complejos. Como se mostrará más adelante en el texto, estas dilucidaciones surgen
de las definiciones hegemónicas resultado del entramado de distintas agencias
jerarquizadas, como pueden ser los Estados nacionales, la Academia y las
Organizaciones No Gubernamentales.
2 Por orden simbólico se entenderá lo que Mary Douglas (1966) explica sobre los grupos sociales y
como estos imponen significado a su mundo ordenando las cosas en sistemas clasificatorios; es decir
“dar significado a las cosas asignándolas a diferentes posiciones dentro de un sistema de clasificación”
(Hall et al., 2010: 421).
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Tomando en cuenta que la academia misma “se constituye como agencia con
un capital simbólico propio” (Kropff-Causa y Stella, 2017: 16) que se utiliza para
legitimar criterios para lo que se entiende por género en la interpretación y el encuadre
de la evidencia empírica que después será utilizada para la política y la práctica
energética, esta investigación busca ahondar en las concepciones teóricas insertas
en el campo de estudios de la energía.
Para ello, el presente texto indaga primero sobre los antecedentes de la
aparición de la noción de género en el campo de estudios de la energía y las
ecotecnologías. Posteriormente, caracteriza y problematiza los razonamientos más
comunes que se construyen en el corpus académico mediante su agrupación a partir
de los énfasis teóricos generales que nos permiten centralizarlos en 3 ejes temáticos:
el supuesto empoderamiento de mujeres mediante el acceso a energía; la
construcción de tropos de mujeres del norte y del sur global; y el aplanamiento de la
heterogeneidad del concepto de género. Se realizó una squeda de las palabras
“género”, “energía”, y “ecotecnologías” mediante el software libre Open Knowledge
Maps y se seleccionaron y analizaron 100 artículos científicos de acceso abierto
publicados en los últimos 30 años. La elección y ejecución de este análisis se explica
en la sección de metodología. Finalmente, en el área de discusiones, se proponen dos
herramientas pensadas a partir de dicha problematización: la inclusión continua de
académicas feministas en equipos interdisciplinarios de investigación sobre energía y
la interseccionalidad crítica como paradigma de investigación.
Antecedentes de la introducción del concepto de género en
los estudios sobre la energía y las ecotecnologías
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El nexo entre género y energía ha sido poco explorado en el campo del conocimiento
científico-tecnológico. Sin embargo, en las últimas décadas se ha notado un
incremento en la incorporación de esta dimensión de análisis en el corpus académico.
Desde la Declaración de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las
Naciones Unidas en 2015, el término género ha permeado más intensamente la
literatura académica y los proyectos relacionados al acceso equitativo a la energía y
a la implementación de ecotecnologías y energías renovables (Rojas and Siles, 2014;
Kumar and Mehta, 2016; Zamora and Ortega, 2017; De Luca et al., 2018; Fingleton-
Smith, 2018; Bartiaux et al., 2019; Mazorra et al., 2020). Esto es debido, en parte, a la
vinculación del ODS número 7 -que busca garantizar el acceso a una energía
asequible, segura, sostenible y moderna- con el ODS número 5 -que tiene como
finalidad lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas-
.
Esta vinculación del acceso a la energía e igualdad de género, tanto en los ODS
como en el corpus académico, tiene también antecedentes en el enfoque basado en
la metodología de la eficiencia aplicada a las “mujeres en el desarrollo” (WID, por sus
siglas en inglés)3, y que, más recientemente ha sido objeto de críticas significativas
dentro del feminismo y de los estudios de género. Dichas críticas se han centrado en
señalar cómo, desde este enfoque, se devalúa el trabajo doméstico y de cuidado
realizado por las mujeres dejando fuera de toda consideración los aspectos no
económicos de la desigualdad, como la violencia de género, la sexualidad y los
derechos de salud reproductiva (Rai, 2011; Listo, 2018a).
3 El enfoque del desarrollo "Mujeres en el desarrollo" (WID) surgió del feminismo liberal en los EE. UU.
y Europa, junto con el reconocimiento académico del papel de la mujer en la división sexual del trabajo
(Rathgeber, 1990).
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Posteriormente, el enfoque de Género y Desarrollo (GAD) surgió como una
alternativa crítica a WID, cambiando la perspectiva del acceso y la inclusión de las
mujeres en el desarrollo económico a un supuesto análisis de género vinculado a las
metas de desarrollo globalizadas (Kaijser and Kronsell, 2014). Los académicos y
profesionales de GAD utilizaron el concepto de género como un lente para analizar las
relaciones sociales y como sinónimo de las normas sociales y políticas de feminidad
y masculinidad que dan forma a las relaciones sociales de tal manera que las mujeres
a menudo tienen menos poder y recursos en relación con los hombres (Rathgeber,
1990; Listo, 2018a). Un enfoque GAD, por lo tanto, considera los roles productivos pero
también los roles reproductivos de las mujeres (que involucran el trabajo doméstico y
de cuidado que es generalmente no remunerado), con una agenda de transformación
de la constitución estructural y social de las relaciones desiguales de género (Listo,
2018a).
Con estos enfoques como antecedentes, en 1995 surgió la Red Internacional de
Energía y Género (ENERGIA, por sus siglas en inglés), formada por un grupo de
mujeres que trabajan e investigan en el sector energético. ENERGIA formó un programa
de investigación aún en curso que reúne a profesionales e investigadores sobre
género y energía, y sus integrantes han sido pioneras en la visibilización del vínculo
entre la energía en el hogar y las mujeres principalmente, y llevarlo a la discusión en
agendas multilaterales sobre desarrollo (Clancy, Skutsch and Hanke, 2005; Clancy et
al., 2007; McDade and Clancy, 2013). A pesar de este primer acercamiento,
actualmente existen escasos análisis críticos sobre las formas en que el género se
construye en un campo que se destaca por ser multidisciplinario, pero también por
estar dominado por académicos de disciplinas que son típicamente asociadas a lo
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masculino y preponderantemente ejercidas y estudiadas por hombres, como las STEM4
(Ryan, 2014; Kahn and Ginther, 2017).
Por otro lado, la transversalización de la perspectiva de género (gender
mainstreaming5) se considera central en la práctica del desarrollo y se ha incorporado
al trabajo de organizaciones internacionales como el Banco Mundial y las Naciones
Unidas. No obstante, el entendimiento de la constitución social de las relaciones de
género y su inferencia en las dinámicas sociales situadas, rara vez se han revisado
(Jackson, 1993; Cornwall and Whitehead, 2007; Listo, 2018a).
Metodología
Para el presente trabajo, se realizó una selección de 100 artículos a partir de la
utilización del software de código abierto “Open Knowledge Maps” (OKM). Además de
los beneficios económicos que representan los softwares libres, que en su mayoría
son gratuitos, se eligió esta plataforma ya que los mapas de conocimiento brindan una
visión general instantánea de un tema al mostrar las áreas principales de un vistazo y
los documentos relacionados con ellas.
Esto hace posible identificar fácilmente información útil y pertinente, pero
también registrar aquellos discursos que no aparecen y que nos hablan de áreas de
4 STEM corresponde al acrónico en inglés que sirve para designar las disciplinas académicas de ciencia,
tecnología, ingeniería y matemáticas.
5 La incorporación de la perspectiva de género (o gender mainstreaming) es una estrategia internacional
que tiene como supuesta finalidad lograr la igualdad de género. De acuerdo con el Instituto Europeo de
la Igualdad de Género, “implica la integración de la perspectiva de género en la elaboración, diseño,
implementación, seguimiento y evaluación de políticas, medidas regulatorias y programas de gasto,
con miras a promover la igualdad entre mujeres y hombres y combatir la discriminación” (EIGE, 2017).
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oportunidad, en este caso, en el campo de estudios sociales de la energía con enfoque
feminista. Otro de los motivos por los que se eligió trabajar con la herramienta de OKM
es que no restringe el idioma en las squedas, lo cual aumenta la visibilidad del
contenido que no se escribe en inglés y amplía el acceso a materiales en otras
lenguas.
Figura 1. Open Knowledge Maps (2022). Mapa de conocimiento para investigación sobre género,
energía y ecotecnologías. Recuperado de: https://openknowledgemaps.org/.
En un primer momento, por medio de esta herramienta se realizó un mapa de
conocimiento que presenta una descripción general temática de la investigación sobre
“género, energía y ecotecnologías” basada en los 100 documentos6 más relevantes
de los últimos 30 años y que coinciden con su consulta de búsqueda. Este programa
toma los datos de otra plataforma de información llamada BASE (Bielefeld Academic
6 Las referencias bibliográficas de los artículos revisados se encuentran al final de este artículo, previo
a la bibliografía utilizada para su análisis.
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Search Engine), que proporciona acceso a más de 270 millones de documentos de
más de 8900 fuentes de contenido en todas las disciplinas (Bielefeld Unibersity
Library, 2022).
El software utiliza la similitud de texto para crear el mapa de conocimiento, pues
su algoritmo agrupa aquellos documentos que tienen muchas palabras en común, y
crea los títulos de cada círculo utilizando las palabras clave de los documentos que se
han asignado a la misma área.
En un segundo momento, se revisó cada uno de los artículos7 mediante un
marco de Análisis Crítico del Discurso -en el sentido propuesto por Van Dijk (2003),
en el que detalla que no se trata sólo de un análisis descriptivo y analítico, sino también
de un análisis social y político-. Esta metodología fue elegida ya que ha habido un
reconocimiento reciente de las aplicaciones potenciales de su uso para el campo de
estudios sobre la energía, especialmente para entender “cómo el poder político,
económico y social se entrelaza con las tecnologías y los futuros energéticos” (Listo,
2018: 10). Así, se delinearon 3 ejes de discusión para problematizar los vínculos entre
género, energía y ecotecnologías que fueron encontrados en este corpus8 y que se
desarrollarán a continuación.
7 Siendo los discursos científicos también discursos sociales, en este artículo se reconocen los términos
definidos por Yasmin Gunaratnam, quien establece que estos “están enredados en la experiencia vivida
y en las consecuencias encarnadas para los individuos y las relaciones sociales de poder que tienen
consecuencias emocionales y materiales para los individuos y los grupos” (2003:7).
8 El corpus está conformado tanto por autorías estadounidenses, europeas, africanas y asiáticas, así
como por un pequeño porcentaje de autorías de origen latinoamericano.
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El acceso a la energía es igual al empoderamiento9 de las
mujeres
Dos de los supuestos más reiterados que se encontraron en la revisión bibliográfica
realizada fueron: 1) la concepción de que el acceso a la energía era igual o aportaba
significativamente al “empoderamiento de las mujeres”; y 2) que el “empoderamiento
de las mujeres” era clave para asegurar la adopción de energías limpias (Das et al.,
2020; Jeuland et al., 2021).
Desde esta perspectiva, la mayoría de las investigaciones asocian el
empoderamiento de la mujer con “la capacidad de elegir entre diferentes alternativas”
(Das et al., 2020:2); y estas elecciones, a su vez, determinan su calidad de vida. Si
bien las decisiones pueden tomarse a nivel individual o colectivo, tradicionalmente se
han visto limitadas por normas sociales, creencias culturales, costumbres y valores
que definen los roles de género, pero estas no son revisadas en los estudios
escrutados.
Por otro lado, se asume que el acceso a energía limpia y asequible puede reducir
potencialmente la carga en el uso de tiempo que las mujeres emplean en la
recolección de agua, leña, etc. y, por lo tanto, también contribuir al empoderamiento
de las mismas (relacionándolo con el ODS 5) (Das et al., 2020; Mazorra et al., 2020).
Esto parte de la inferencia de que como las mujeres, en promedio, dedican mayor
tiempo al cuidado no remunerado y al trabajo doméstico que los hombres (ONU 2019),
el uso de tecnologías que garanticen energía limpia y segura, con menor inversión de
9 Los textos revisados tienden a utilizar la noción de empoderamiento de Friedmann (1992), quien la
considera como una estrategia alternativa a la forma tradicional de promover el desarrollo; su
interpretación de esta noción pone el énfasis en la mejora de las condiciones de vida de la mayoría
excluida” (Senso, 2011).
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tiempo, podría mejorar su calidad de vida diaria. Es notable la ausencia de un
seguimiento del uso del supuesto tiempo “ganado” con el acceso a energías limpias,
que permita dar cuenta de esa mejora en calidad de vida debido a la mayor disposición
de tiempo, o del involucramiento o no de los varones en las tareas domésticas.
Como se puede obsevar, entonces, el concepto de género se abre camino en
los estudios sobre energía ligado al “empoderamiento” de las mujeres y a la apertura
del uso de tiempo. Este tipo de datos lleva a pensar que el empoderamiento, entendido
como “una estrategia clave del desarrollo”10, es alcanzado por las mujeres cuando
accesan a energías limpias y asequibles, y a su vez, que las mujeres empoderadas
tienden a utilizar energías limpias y asequibles (Das et al., 2020). Esto, además de ser
un planteamiento tautológico, es utilizado de manera tan generalizada que a menudo
pierde sentido.
Asimismo, entra en contradicción con una visión crítica del poder como una
relación de fuerzas que se disputa constantemente en detrimento de alguna de las
partes. De hecho, de acuerdo con Falquet este deslizamiento de la noción de
empoderamiento se mezcla “con una suerte de naturalismo idealista que supone que
las mujeres hacen, necesariamente, un «buen uso» (femenino y, por lo tanto, altruista
y bienhechor) del poder” (1968: 124). Desde ese punto de vista, los conceptos de
empoderamiento y género en los textos revisados han sido caracterizados vía la
recopilación de estadísticas desagregadas por sexo11, ingresos y eficiencia
respectivamente, por lo que su intensión disruptiva o crítica ha sido distorsionada y
10 Para explorar más ampliamente la relación entre empoderamiento de la mujer, desarrollo y
globalización desde una postura crítica, se pueden revisar los trabajos de Jules Falquet (Falquet, 2017)
11 Entendiendo sexo en su conceptualización clásica como la diferenciación cromosómica-gonadal-
genital. Es decir, las categorías macho y hembra.
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pasa a ser un dato más (Baden and Goetz, 1998; Chant and Sweetman, 2012; Listo,
2018a).
Tropos del norte y del sur global12: mujeres con agencia y
mujeres desagenciadas
Como en casi toda la bibliografía revisada, el discurso de la pobreza energética aquí
analizado está fuertemente fundado en una perspectiva binaria de género, que sitúa
a los hombres en oposición a las mujeres13. No se mencionan las identidades queer o
transgénero, ni las desigualdades de género entre mujeres (o para el caso, entre
hombres). Con esa aclaración, se procede a caracterizar la literatura encontrada.
Según Chant y Listo (2012; 2018), a pesar de la evidencia mixta, los hogares
encabezados por mujeres han sido considerados como el grupo más vulnerable de
12 Si bien las nociones de “norte y sur global” resultan útiles para pensar la división
social/económica/política a nivel internacional, es posible reconocer que los entramados particulares
de cada sociedad generan matices en lo que la feminista negra Patricia Hill Collins reconoce como
matriz de dominación y que hace referencia a la organización total de poder en dicha sociedad (2000).
En resumen, existen colectivos ubicados geográficamente en el Norte Global que viven en condiciones
de opresión similares a las consideradas pertenecientes al Sur Global, así como existen colectivos
ubicados en las geografías del Sur Global que viven y generan dinámicas más afines al Norte Global.
En el caso concreto de este artículo, la idea es explorar los nodos temáticos que se forman desde
dentro de la academia, y cómo esta caracterización de género, nacionalidad de clase puede resultar
problemática.
13 Vale la pena aclarar que la mayor parte de la literatura revisada para este trabajo hizo uso de la
categoría de género como sinónimo de mujer cis. Cis es el prefijo “utilizado para nombrar a las personas
que continúan identificándose con el sexo/género que se les asignó al nacer” (Ciccia, 2020:18).
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mujeres en situación de pobreza, y se han extrapolado para representar a las mujeres
en situación de pobreza de manera más ordinaria, porque son fácilmente identificables
en términos demográficos y, por lo tanto, se pueden orientar a través de políticas
públicas generalizadas. Esto a pesar de que se ha demostrado que algunos hogares
encabezados por mujeres tienen mayor calidad de vida que algunos hogares
encabezados por hombres (Fingleton-Smith, 2018).
Ya en 1996, Cecile Jackson escribió sobre “rescatar el género de la trampa de
la pobreza”. De acuerdo con la autora, la “Agenda de la Pobreza” de ese año
incorporaba el género dentro de un nuevo concepto más amplio de pobreza (Lipton y
Maxwell, 1992) capaz de medir, evaluar y corregir el sesgo de género junto con
políticas de reducción de la pobreza basadas en el crecimiento intensivo en mano de
obra, servicios sociales focalizados y redes de seguridad. Las posiciones
multilaterales sobre género y desarrollo (GAD)14, por su parte, también enfatizaban la
pobreza de las mujeres como una justificación primaria para las intervenciones de
desarrollo diseñadas para mejorar la posición de las mujeres.
Sin embargo, Jackson (1993, 1996) argumentó en aquel momento que el
concepto de pobreza no puede servir como sustituto de la subordinación de las
mujeres, y que no se podía esperar que las políticas “antipobreza” mejoraran
necesariamente la posición de las mujeres y que no “había sustituto para un análisis
14 El enfoque de Género y Desarrollo (GAD por sus siglas en inglés) surgió como una alternativa
fundamental a la WID, cambiando el enfoque del acceso de las mujeres y la inclusión en el desarrollo
económico a un análisis de género y los objetivos de desarrollo. Lxs académicxs y profesionales de
GAD utilizan el concepto de “género” como lente para analizar las relaciones sociales, y las formas en
que el “género”, es decir, las normas sociales y políticas de feminidad y masculinidad, dan forma a las
relaciones sociales de tal manera que las mujeres a menudo tienen menos poder y recursos relativos
a los hombres (Rathgeber, 1990; Listo, 2018a).
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de género, que trasciende las divisiones de clase definiciones materiales de privación”
(Jackson, 1996: 489). Para la autora, el interés instrumental en las mujeres como
medio para lograr objetivos de desarrollo como la reducción de la pobreza podía, en
última instancia, socavar el enfoque GAD.
Por otro lado, Ryan (2014) realizó un análisis de los nichos de investigación
correspondientes al vínculo entre género y energía, y a partir de ello, delimitó cuatro
agendas pendientes: eliminar la contaminación del aire interior, fortalecer la gestión
de los recursos comunitarios, desarrollar la jurisprudencia energética feminista y
aumentar la representación de las mujeres en STEM y otros campos de los estudios
sobre energía
La agenda sobre la eliminación de la contaminación del aire intramuros tiene que
ver con el hecho principal de que la contaminación de fuentes domésticas no solo
ocasiona millones de muertes prevenibles cada año, sino que también contribuye a
múltiples incidentes de enfermedades pulmonares crónicas que se encuentran entre
las principales causas de muerte en todo el mundo (Rosenthal et al., 2017). Además,
de acuerdo con la mayoría de los estudios relacionados con esta agenda aquí
revisados la contaminación del aire interior afecta de manera desproporcionada a una
“población económicamente vulnerable y sin servicios médicos: las mujeres pobres”
(Batliwala y Reddy, 2003). La segunda agenda se refiere principalmente al supuesto
de que dar roles de liderazgo en la gestión de recursos a las mujeres de “naciones
poscoloniales donde las estructuras comunitarias actuales reflejan el pasado(Ryan,
2014: 98), contribuye a resultados energéticos y ambientales positivos. Esto en
mismo representa un problema, pues la responsabilidad de que esto sea así recae en
el género de las personas que toman el liderazgo y no en las decisiones que se toman,
o incluso, en el planteamiento original de la gestión de los recursos.
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Por otro lado, la tercera agenda sobre la necesidad de desarrollar una
jurisprudencia energética feminista, encuentra un nicho de oportunidad en la
construcción de un marco legal integral que cubra específicamente el género y la
energía. Esto suscita diversas preguntas: ¿puede integrarse un marco feminista en un
campo legal patriarcal? ¿cómo ingresa una perspectiva ecofeminista15 en el derecho
ambiental, una rama reciente del sistema judicial? ¿quiénes deciden que debe
contener un marco legal de género y energía? ¿quiénes tienen el capital material y
simbólico para legitimar dichos criterios?
Finalmente, la cuarta agenda, que busca aumentar la representación de mujeres
en STEM y en el campo energético, normalmente está abocada a aquellos territorios
en donde la escolaridad femenina es alta, y llega a niveles universitarios. ¿Cómo hacer
que más mujeres se desarrollen en ciencia, tecnología y energía si de acuerdo con el
Instituto de Estadística de la UNESCO (2021) 16 millones de niñas nunca irán a la
escuela?
Ahora bien, existe entonces una diferencia crucial entre los estudios revisados
que trabajan con las primera y segunda temáticas y aquellos que lo hacen con las
tercera y cuarta: que los datos o campos empíricos que sostienen las dos primeras se
corresponen a lo que conocemos como Sur Global, mientras que las tercera y cuarta
al Norte Global. Esto construye una tendencia redundante (y no ingenua) en la que
siempre se pensará a las mujeres pobres, indígenas, y/o rurales como destinatarias
de paquetes ecotecnológicos predeterminados, además de únicas agentes
15 Para más sobre ecofeminismos, se puede revisar Herrero, 2014, 2018; Siliprandi, 2015; Vanegas
Díaz, 2020).
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responsables de construir comunidades autosustentables16; mientras que solamente
las mujeres académicas, profesionales y mayoritariamente blancas, son construidas
como representantes genuinas de todas las mujeres en la toma de decisiones políticas
e institucionales acerca del uso y acceso de la energía.
En resumen, las comunidades académicas producen artículos y reportes, que
posteriormente serán materia prima para la toma de decisiones en políticas públicas
que, a su vez, confeccionán el discurso público crucial sobre la pobreza energética,
construyendo a las mujeres y a la igualdad de género en formas que son demasiado
simplistas, y en algunos casos, problemáticas. En el corpus revisado, la oposición
misma del uso de categorías “mujeres del sur globalen contraste con las “mujeres
del norte global” no necesariamente se utiliza para identificar agencias energéticas
desiguales que remiten a realidades políticas e históricas, sino que generan
inequidades en mismas pues no contemplan que “existen numerosos Sures, muy
diferentes unos de otros y además se encuentran algo de Sur y de Este en el Norte y
algo de Norte en el Sur” (Falquet, 1968: 24).
Aplanamiento de la heterogeneidad del concepto de género
Para Joan Scott (1988), la exclusión de las mujeres de la narración histórica -y en el
caso aquí planteado, en la produción científica sobre energía- no se soluciona
agregándolas como un anexo de la disciplina, pues “su sola presencia y visualización
pone en jaque la idea de “hombre universal” que confunde lo humano con lo masculino
y se filtra” en el lenguaje de la investigación (Tarrés, 2013: 382).
16 Para una discusión más amplia sobre los efectos de la globalización en el formateo de identidades
políticas en el campo de la producción de alimentos, se puede ver Vanegas Díaz, 2022.)
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Además, autorías como Cornwall y Rivas (2015) y Listo (2018b), se basan en
las teorías de performatividad queer y de género, para problematizar la combinación
de sexo y género, y el binario entre “hombres” y “mujeres” en la práctica de las políticas
enmarcadas en el desarrollo. De acuerdo también con Listo, este argumento resuena
con el análisis de Mohanty (2003) sobre la “Mujer del Tercer Mundo”, que según su
óptica, homogeneiza a las mujeres como salvadoras para el desarrollo, a pesar de las
variaciones significativas en la constitución de las relaciones de género que ya Scott
describía. Asimismo, aplana el significado del concepto de nero en diferentes
contextos geográficos y sociales. La esencialización del género como sexo binario
constituye otra simplificación dentro del campo de los estudios de la energía, pues
reduce la complejidad de las identidades y el poder a las categorías identitarias.
De hecho, de acuerdo con Fathallah y Pyakurel (2020), la mayor parte de los
estudios que investigan los impactos del acceso a la energía en el “género” han
utilizado dicho término para referirse al binario de hombre y mujer, pudiendo ser
intercambiado de manera arbitraria con el término “sexo”17. Por ejemplo, Pachauri y
Rao (2013) discutieron la idea de que la participación de las mujeres en proyectos
energéticos puede aumentar su poder de negociación y Oparaocha y Dutta
(Oparaocha and Dutta, 2011) informaron que la pobreza energética tiene efectos
desproporcionados en las mujeres y las niñas. Estos son estudios importantes para
visibilizar problemáticas de accesos diferenciados a la energía, pero el uso de la
palabra "género" es impreciso y no está bien definido en el trabajo.
17 Para una crítica más robusta hacia la conceptualización del sexo desde la biología, se puede revisar
el trabajo de Ciccia, quien desde su experiencia en las neurociencias, explica en su tesis doctoral que
no existe ninguna característica biológica “verdadera” que distinga a hombres de mujeres (2017).
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El género sin embargo, no es la única categoría que atraviesa las dinámicas
del acceso y uso de energía. Desde los estudios feministas negros y del campo de los
estudios étnicos, es ampliamente reconocido que el género como categoría, y como
realidad material, es fundamentalmente interseccional, es decir, que está entrelazado
con múltiples ejes de poder y desigualdad, como la clase, sexualidad, etnia, edad, la
nacionalidad y la raza (Dhamoon, 2011; Viveros Vigoya, 2016). Se considera entonces
necesario ampliar la discusión sobre el género incluyendo las otras identidades
sociales que se cruzan a través de la interseccionalidad, no solo como una
herramienta teórica, si no también desde la práctica (Benhadjoudja, 2019).
Por otro lado, la interseccionalidad también sirve como un importante correctivo
para el énfasis excesivo en la generalización de programas estandarizados que pasan
por alto la prioridad de producir afirmaciones de conocimiento válidas, programas y
recursos a individuos, grupos y comunidades que así lo demanden (Hancock, 2007).
Esto puede ser llevado a cabo a través de la inclusión continua de académicas
feministas con perspectiva interseccional en los equipos interdisciplinarios de
investigación sobre energía, pues es importante estudiar también la interseccionalidad
en las dinámicas sociales y las relaciones que constituyen los sujetos, desplazando lo
que a menudo parece un énfasis en los sujetos (y categorías) mismos como punto de
partida de la investigación.
A modo de cierre
En la introducción del libro “Reflexiones sobre Género y Ciencia” de Evelyn Fox Keller,
aparece una cita de Simone de Beauvoir escrita en 1970: “La representación del
mundo, así como el mundo, es tarea de los hombres; ellos describen desde su punto
de vista particular, que confunden con a verdad absoluta” (1989). Si bien el concepto
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de género ha ido ganando espacio en la ciencia, muchas veces el objetivo de no
perpetuar o profundizar desigualdades se va perdiendo. Ya Chant y Sweetman (2012)
advertían sobre el peligro de confundir el empoderamiento de las mujeres como
individuos, con el objetivo de las feministas de eliminar la discriminación estructural
enfrentada por las mujeres.
En este sentido, y mediante el estudio realizado hasta el momento y el análisis
global realizado, se puede leer también que la referencia a un acceso justo a la energía
y los derechos de género pasa directamente a la instrumentalidad de las mujeres para
el “desarrollo”. Además, utiliza la categoría identitaria mujer como sinónimo de género,
borrando al mismo tiempo su núcleo relacional y los distintos matices que aportan
otras categorías de opresión, como la clase, la etnicidad e incluso la nacionalidad, por
mencionar algunas.
No es el propósito aquí sugerir o argumentar que las mujeres no experimentan
de manera desigual los impactos de la pobreza energética. De hecho, existe una
amplia evidencia empírica que respalda la afirmación de que el acceso a la energía y
los recursos es una manifestación de la desigualdad de género (Köhlin et al., 2011;
Listo, 2018a). Más bien, se busca tensionar la forma en que las mujeres se construyen
en una comunidad homogénea (Mohanty, 1988) de discurso de personas académicas,
formuladoras de políticas y profesionales que abordan activamente las temáticas
energéticas, y la manera en que tales construcciones tergiversan la complejidad de la
evidencia existente, haciendo intervenciones técnicas particulares tales como estufas
mejoradas o suministro de gas o electricidad que parecen lógicas o de sentido común,
pero que borran la necesidad de intervenciones situadas. Esta linealidad genera
tensiones con una realidad que es necesario describir en su complejidad para
responder a la pregunta sobre los distintos tipos de tracciones que genera el impacto
de proyectos con esa mirada simplista en contextos cuya heterogeneidad está dada
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por las distintas formaciones de alteridad imperantes, es decir, por los distintos modos
en que se articulan las dimensiones de opresión. Una mirada desde la
interseccionalidad es entonces crucial para reconocer que los procesos de acceso y
uso de las fuentes de energía están moldeados, implícita y explícitamente, por las
estructuras de poder y las normas sociales existentes, y que las diferentes tecnologías
energéticas tienen distintos impactos y contribuciones dependiendo del contexto en el
que se piensen. Con esto en mente, el artículo busca alentar finalmente a la
comunidad de investigación sobre energía a poner mayor énfasis en las
consideraciones de género e interseccionalidad en sus equipos de trabajo.
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Artículo recibido el 26 de febrero de 2022
Aprobado para su publicación el 1 de junio de 2023