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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re55.208
La construcción social del misoprostol en el
laboratorio: de su inscripción como protector
gástrico a su reconstrucción como fármaco abortivo
Natacha Mateo
*
Resumen
El presente artículo buscar indagar sobre la construcción socio-técnica del
misoprostol. Para ello, se indagará en cómo la construcción del artefacto que hicieron
los/as científicos/as en el laboratorio G D Searle & Co., derivó en que las indicaciones
y contraindicaciones que fueron impresas sobre el fármaco se centraran en sus
aplicaciones dentro del campo de la gastroenterología. En un segundo momento, a
partir del análisis de caso de Brasil, se hará hincapié en cómo las mujeres brasileñas
reconstruyeron las contraindicaciones de la droga al utilizarlo como un método
abortivo.
En este artículo trabajaremos con análisis de fuentes, específicamente publicaciones
médicas de las décadas de 1970, 1980 y 1990. Para poder reconstruir el contexto de
inscripción del misoprostol en el campo de la gastroenterología, se relevaron las
primeras publicaciones de fines de la década de 1970 en revistas internacionales
donde se publicaron los resultados de sus efectos antes de su aprobación. A su vez,
*
Universidad Nacional de Mar del Plata. Conicet. Correo electrónico: mateonatacha@gmail.com
2
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durante el primer lustro de la década de 1980, los ensayos pre-clínicos necesarios
para su aprobación y posterior comercialización en animales en un primer momento
y luego en humanos se realizaron en publicación de amplio impacto en el campo de
la medicina. Por último, se retoman cuatro publicaciones internacionales que analizan
las prácticas de mujeres brasileñas en relación al uso abortivo del misoprostol.
Palabras Clave
MISOPROSTOL; ESTUDIOS DE LABORATORIO; ABORTO.
Introducción
El misoprostol es un análogo sintético de un tipo de prostaglandina creado en el
laboratorio G D Searle & Co. en Estados Unidos en la década de 1970
1
. Aunque fue
inscripto como un protector de la mucosa gástrica, su uso en Latinoamérica se
popularizó en el campo de la ginecobstetricia por generar contracciones uterinas y
utilizarse como medicamento abortivo. En este artículo nos interesa, en un primer
momento, indagar sobre la construcción del artefacto que derivó en que las
indicaciones y contraindicaciones que fueron impresas sobre el fármaco se centraran
en sus aplicaciones dentro del campo de la gastroenterología. Luego nos centraremos
en cómo las mujeres brasileñas reconstruyeron esas contraindicaciones al utilizarlo
como un método abortivo.
Para ello, recuperamos los enfoques tecnocientíficos que nos permiten analizar
la producción de tecnologías en relación con las formas de vida sociales (Oudshoorn,
1994, 1998; Wajcman, 2006). En este trabajo nos interesa preguntarnos respecto de
1
Luego adquirido por la empresa Pfizer en 2003.
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la construcción de una innovación científica sobre la cual se imprimieron una serie de
indicaciones en relación a su uso como agente antiulceroso y contraindicaciones en
mujeres embarazadas por resultar abortivo, mientras que en la actualidad se utiliza
con otros fines (Grosso et al., 2013; Morgan, 2019; Zordo, 2016).
La investigación marco en la que se inserta este trabajo busca reconstruir y
analizar la trayectoria socio-técnica y tecno-cultural del misoprostol como artefacto
farmacológico, el problema en relación a sus usos y apropiaciones presente en cada
una de sus fases y los actores sociales relevantes en esta dinámica configurativa
(Bijker, 2008; Latour, 1998; Oudshoorn, 1994; Pinch & Bijker, 1987). En este sentido,
esta pesquisa se enmarca en un campo de estudios que entrecruza ciencia, tecnología
y género, entablando un diálogo con aquellos trabajos que proponen pensar artefactos
desde este marco de interpretación que atraviesa una lógica de pensamiento
constructivista y crítica al androcentrismo. Con una fuerte implicación con la teoría
feminista, en las últimas décadas han proliferado estudios sobre la historia de la
invención de las hormonas (Fausto-Sterling, 2000; Johnson, 2007; Oudshoorn, 1998,
2003; Quirke & Gaudillière, 2008) y la relación entre ciencia médica, tecnologías,
cuerpos, y género (de Lauretis, 1989; Fausto-Sterling, 2000; Haraway, 1991; Hester,
2018; Laqueur, 1990; Morgan, 2019; Suchman, 2008; Zordo, 2016).
En este artículo en particular nos interesa comenzar indagando sobre la primera
fase de la trayectoria socio-técnica y tecno-cultural del misoprostol, en relación a la
coyuntura de creación de la droga en el laboratorio G D Searle & Co, de Estados
Unidos, donde un grupo de personas científicas, en el marco de un proyecto que
buscaba sintetizar prostaglandinas durante la cada de 1970, desarrollan el
misoprostol. En la publicación de los resultados, le asignan significados que
denominarán un ‘buen uso’ o ‘mal uso’ y, luego de la aprobación de la Food and Drug
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Administration (FDA EEUU), comienza a comercializarse bajo el nombre de Cytotec tras
su patentamiento como monodroga en 1985.
En un segundo momento, haremos referencia al caso de Brasil para indagar
sobre la apropiación que hicieron de la medicación las mujeres de ese país que, en la
década de 1980, comienzan a utilizar el misoprostol en la inducción de contracciones
para producir un aborto medicamentoso. Es decir, reconstruyen las contraindicaciones
para las cuales estaba indicado en su uso prioritario.
Los estudios de laboratorio para analizar el desarrollo de
tecnologías
En relación a los objetivos de este artículo, es interesante recuperar algunas de las
conceptualizaciones propuestas por los estudios de laboratorio. Estos trabajos
surgieron en diferentes lugares de EEUU, durante la década de 1970, a partir de las
investigaciones de Bruno Latour, Michael Lynch, Sharon Traweek y Karin Knorr Cetina
(Kreimer, 1999, 2005). Su objetivo principal era ingresar a los lugares dónde se
producía el conocimiento científico para poder dar cuenta de los procesos de
construcción del mismo (Knorr Cetina, 2005; Latour & Woolgar, 1979). En esta
investigación nos interesa reponer el proceso de desarrollo del misoprostol como
protector gástrico a partir de indagar en su inscripción socio-técnica en revistas
científicas internacionales. Específicamente, buscaremos indagar, a través de una
revisión bibliográfica, cómo el misoprostol se constituyó como una nueva sustancia
química a partir de un conjunto de prácticas de laboratorio.
En esta clave analítica, Knorr Cetina (2005) nos posibilita problematizar cómo el
laboratorio es el espacio en donde se materializan selecciones de posibilidades
existentes. A través del análisis de producciones académicas, podemos identificar
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cómo esa selección aparece claramente en la definición de las indicaciones y las
contraindicaciones que llevan a que se construya al artefacto como protector gástrico.
Y posteriormente, cómo este ‘hecho científico’ se materializa a partir de la realización
de las pruebas clínicas en el área de la gastroenterología y su publicación en revistas
especializadas en esa temática. Así, la autora comprende
(…) la investigación científica como un proceso de producción. Más que considerar los
productos científicos como algo que de alguna manera captura lo que es, los
consideraremos como selectivamente extraídos, transformados y constituidos a partir de
lo que es (Knorr Cetina, 2005: 56).
En este proceso de selección, los estudios de laboratorio han aportado a la discusión
respecto de la construcción de una realidad social que se presenta como natural.
Justamente, esta idea de que las personas científicas ‘descubren algo’ esconde las
condiciones de producción de ese ‘descubrimiento’. En este sentido, biólogas
feministas han problematizado cómo la endocrinología ‘descubrió’ las hormonas
sexuadas cuando lo que hizo fue imprimir una construcción binaria de los sexos (lo
femenino y lo masculino) en la explicación respecto de las mismas (Fausto-Sterling,
2000; Oudshoorn, 1994). Dentro de esta nea de investigación que entrecruza
biología, ciencias médicas y estudios de género, nos interesa particularmente retomar
la centralidad de las ciencias de laboratorio en la construcción de las tecnologías.
Las ciencias de laboratorio tienen el poder de crear artefactos: fenómenos que no
existían antes a la invención de científicos de laboratorio […]. En este enfoque
constructivista, las hormonas sexuales no existen simplemente en la naturaleza,
literalmente son creadas por científicos de laboratorio (Oudshoorn, 1994: 42-43).
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La intención de recuperar a Oudshoorn (1994) es problematizar cómo estas científicas
y científicos crean el misoprostol en el laboratorio y le otorgan sentido. En diálogo con
estas investigaciones, los estudios feministas constructivistas aportan a la discusión
sobre el proceso por el cual se imprimen sobre el fármaco sus indicaciones y sus
contraindicaciones, y cómo éstas son interpretadas luego por los grupos sociales
relevantes en el proceso de flexibilidad interpretativa.
Al mismo tiempo, los estudios sobre controversias científicas ponen en el centro
de la discusión esta construcción tecnológica aportando diferentes marcos teórico-
metodológicos. Nos interesa recuperar, por un lado, aquellos trabajos asociados a la
teoría del actor-red impulsados por Bruno Latour y Michel Callon (Callon, 1984; Latour,
2008; Latour & Woolgar, 1979) y, por el otro, aquellos que se centran en una
perspectiva constructivista de la tecnología (Bijker, 2008; Oudshoorn, 1994;
Oudshoorn & Pinch, 2003; Pinch, 1997; Pinch & Bijker, 1987).
Consideramos que el aporte fundamental de estos estudios es su propuesta
analítica en tres etapas: exhibir la flexibilidad interpretativa de los datos científicos,
mostrar los mecanismos sociales que la limitan y que, por lo tanto, permiten que las
controversias científicas concluyan, y vincular estos ‘mecanismos de clausura’ con el
medio social más amplio (Oudshoorn, 1994; Oudshoorn & Pinch, 2003; Pinch & Bijker,
1987).
Es por ello que, luego de presentar la metodología, nos centraremos en indagar
cómo fue construido el fármaco en el laboratorio, cómo implicó una inscripción en el
campo de la gastroenterología y mo luego las contraindicaciones de la droga fueron
reapropiadas a partir de su uso como abortivo.
Acerca de la metodología
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En este artículo trabajaremos con análisis de fuentes, específicamente publicaciones
médicas de las décadas de 1970, 1980 y 1990. Para poder dar cuenta de cómo las
contraindicaciones asociadas a la medicación fueron resignificadas por diferentes
grupos sociales relevantes fue necesario reconstruir el contexto de inscripción del
misoprostol en el campo de la gastroenterología. En pos de indagar en dicho contexto
de producción de la droga, se relevaron las primeras publicaciones de fines de la
década del ’70 en revistas internacionales donde se presentaron los resultados de sus
efectos antes de su aprobación. A su vez, durante el primer lustro de la década de
1980, los ensayos pre-clínicos necesarios para su aprobación en la Food and Drug
Administration (FDA) para que un fármaco se apruebe para su comercialización debe
ser inscripta en dicho organismo que regula la seguridad, eficacia y calidad de los
medicamentos, entre otras cosas, se difundieron en revistas de amplia circulación
internacional sobre ciencias médicas, biología experimental y prostaglandinas, por lo
que también fueron incluidas en este artículo. Es decir, nos hemos centrado en
aquellas publicaciones de amplio impacto en el campo de la medicina, donde se hayan
publicado resultados de la investigación sobre el misoprostol.
Los primeros resultados donde se nombra al artefacto fueron publicados en
Journals especializados en el campo de la gastroenterología y las enfermedades
relacionadas con el aparato digestivo: The American Journal of Digestive Diseases y
Gastroenterology. Luego de que se presente el fármaco como un análogo sintético de
un tipo específico de prostaglandinas, siguiendo los protocolos para su inscripción en
la FDA y su posterior comercialización, se realizan una serie de ensayos pre-clínicos
en animales y en personas.
Los ensayos pre-clínicos realizados en animales se publicaron en diferentes
revistas en relación a sus objetivos: en publicaciones específicas de gastroenterología
The American Journal of Gastroenterology y Digestive Diseases and Sciences y
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otras especializadas en prostaglandinas en la actualidad se denomina
Prostaglandins & other lipid mediators y es una revista estadounidense centrada en
estudios básicos y clínicos relacionados con la farmacología, fisiología, patología y
bioquímica de los mediadores lipídicos. A su vez, las pruebas clínicas en mamíferos
fueron publicadas en la revista internacional Comparative Biochemistry and
Physiology, especializada en bioquímica y fisiología y la revista australiana de biología
experimental y ciencia médica que en 1987 pasaría a llamarse Immunology and Cell
Biology espacio donde se publicarían, entre otros trabajos, aquellos financiados por
las Sociedades Australianas y Neozelandesas de Inmunología.
En cambio, los ensayos pre-clínicos realizados en humanos fueron publicados
específicamente en revistas internacionales especializadas en gastroenterología. Ya
mencionamos Digestive Diseases and Sciences y Gastroenterology, pero también se
realizaron ensayos clínicos en África South African Medical Journal, América Latina
Acta Gastroenterológica Latinoamericana y Europa Scandinavian Journal of
Gastroenterology.
A su vez, para problematizar algunos aspectos en relación a la inscripción de la
droga en el campo de la gastroenterología, luego de su aprobación en la FDA, se
utilizaron dos trabajos publicados en Medicinal Research Reviews y British Journal of
Obstetrics and Gynaecology revistas con amplia trayectoria en investigaciones
médicas en general y ginecológicas en particular respectivamente.
Por último, para analizar el caso de Brasil en torno a la reapropiación de las
contraindicaciones del misoprostol en las prácticas abortivas de las mujeres,
trabajaremos con cuatro publicaciones internacionales desarrolladas en ese país
sobre el uso del Cytotec para abortos ilegales en 1993. Dos de ellas fueron publicadas
en The Lancet, una revista científica ampliamente reconocida en el área de la
medicina, fundada en 1823. La primera pesquisa fue realizada por Sarah Costa y
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Martin Vessey (1993) en siete hospitales públicos de o de Janeiro. La segunda,
publicada en el mismo número de la revista The Lancet, fue una investigación dirigida
por Helena Coelho (1993) en el hospital de maternidad más grande de Fortaleza. Los
otros dos artículos fueron publicados en dos revistas científicas feministas por
Margareth Martha Arilha y Regina María Barbosa ( Arilha & Barbosa, 1993; Barbosa
& Arilha,1993) en base a grupos focales y entrevistas a mujeres que se realizaron
abortos con misoprostol: Reproductive Health Matters y Estudos Feministas. Tres
años después, se publicó en Advances in Contraception revista oficial de la Sociedad
para el Avance de la Anticoncepción cuya especialización era la investigación
reproductiva hasta que fue discontinuada en 1999, una investigación sobre casos de
aborto séptico liderada por Aníbal Faundés (1996).
La construcción del misoprostol en el laboratorio G D Searle
& Co.
Aunque la historia del misoprostol data de las últimas décadas del siglo XX, este
fármaco forma parte de la familia de las prostaglandinas, las cuales ya habían sido
nombradas en la década de 1930 y se tenía conocimiento de que generaban
contracciones uterinas. El modelo lineal simple para explicar la innovación tecnológica
tiene una estructura clásica: investigación básica, investigación aplicada, desarrollo
tecnológico, desarrollo de productos, producción y utilización. Si concibiéramos la
innovación tecnológica a partir de un modelo lineal, podríamos pensar que el avance
farmacológico derivaría en que, cuarenta años después, cuando se realizaran
investigaciones con el fin de sintetizar estos componentes, una de sus aplicaciones
sería la posibilidad de generar contracciones uterinas cuando los y las profesionales
de la salud necesitaran de ello.
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Es decir que, basándonos en este tipo de modelos, las personas científicas que
desarrollaron el misoprostol en el laboratorio lo deberían haber pensado, también,
como un inductor de contracciones, o incluso, quienes sabían que las prostaglandinas,
en diferentes dosis, generaban contracciones, deberían haber intuido que el
misoprostol se podría utilizar para generarlas en el parto o inducir abortos tanto
completos como incompletos. Ahora bien, lo que nos interesa plantear es que esto no
sucede así porque no podemos pensar este proceso en términos lineales. En este
sentido, como sostienen Pinch y Bijker, “el fracaso en explicar el contenido de la
innovación tecnológica es el resultado del amplio uso dado al modelo lineal simple
para describir el proceso de innovación” (1987: 27). Por lo tanto, a partir de un análisis
multidireccional de la innovación tecnológica, nos preguntaremos ¿por qué aun
sabiendo que las prostaglandinas producían contracciones, los primeros ensayos pre-
clínicos solo se concentraron en su aplicación antiulcerosa?
Desde mediados de la década de 1960, muchos laboratorios estaban estudiando
las prostaglandinas. Específicamente, buscaban un proceso por el cuál mejorar su
estructura sintética que aún presentaba algunos problemas: un rápido metabolismo,
efectos secundarios e inestabilidad química. En ese marco, a principios de la década
de 1970, Paul Collins, quien estaba al frente de un equipo del laboratorio, afirmaba
que comenzamos un programa químico para sintetizar análogos de PGE, con el
objetivo de mejorar su perfil farmacológico” (Collins, 1990: 152). Así fue que, en pos
de resolver principalmente la inestabilidad química de este tipo de prostaglandinas, en
1973, quienes trabajaban en el proyecto del laboratorio G D Searle & Co. desarrollaron
el misoprostol, siendo “la primera prostaglandina disponible para el tratamiento de la
úlcera péptica y el primer rmaco encontrado efectivo contra la gastropatía inducida
por rmacos antiinflamatorios no esteroides” (Collins, 1990: 150). Desde el primer
momento, afirmaban que la nueva sustancia tenía la “ventaja” de representar una
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mejora con respecto a las otras prostaglandinas; aunque no se podía evitar el efecto
secundario de las contracciones uterinas.
Una de las ideas centrales de Latour y Wooglar (1979) en La vida en el
laboratorio, propone pensar el fármaco como dispositivo en tanto transformación
material, por estar inscripto de determinada manera. La eficacia de estos dispositivos
radica en que se grafica al misoprostol y se lo comprende directamente como
sustancia. En palabras de los autores, “el bioensayo no es simplemente un medio de
obtener una entidad independientemente dada; el bioensayo constituye la
construcción de la sustancia” (Latour y Woolgar, 1979: 77). En nuestro caso, cabe
revisar críticamente la inscripción del misoprostol como una prostaglandina de uso
gástrico, que deja de lado su potencialidad como inductor de contracciones.
En la investigación llevada adelante por G D Searle & Co. el objetivo no era
buscar específicamente un protector gástrico o un medicamento abortivo sino la
síntesis química de una prostaglandina específica, lo que nos permite identificar dos
hechos. Por un lado, que anuncian que el ensayo número SD-29333 (luego llamado
misoprostol) es eficaz para detectar la úlcera péptica y las condiciones relacionadas
a ella con facilidad, por lo que resulta probable que pueda ser aplicada en la curación
y prevención tanto gástrica como duodenal de estas úlceras. Por otro lado, que ellos
mismos advierten que genera contracciones uterinas y, en una posología adecuada,
podría ser de gran utilidad en ginecología y obstetricia. Sin embargo, el equipo de
investigación imprime sobre el fármaco la siguiente descripción:
El misoprostol, en general, muestra una selectividad mejorada con respecto a los
efectos secundarios sobre las […] prostaglandinas. […] Sin embargo, un efecto
secundario de la prostaglandina que no se ha eliminado es la actividad estimuladora
del músculo liso uterino. Aunque la actividad uterotónica no fue observada ni sugerida
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por investigaciones preclínicas, estudios clínicos recientes han demostrado que el
misoprostol puede aumentar la actividad contráctil uterina y puede poner en peligro el
embarazo (Collins, 1990: 154).
Ahora bien, cuando Collins (1990) afirma que el peligro de esta droga es que genera
contracciones uterinas y esto puede complicar el embarazo, da cuenta de cómo se lo
nombra y construye como un protector gástrico y no como un inductor de
contracciones o abortivo. Por lo tanto, podemos comprender cómo se impone la idea
de que su potencialidad como inductor de contracciones es un ‘mal uso’, por lo que
las pruebas que se hicieron antes de pedir su aprobación como droga y empezar a
comercializarlo bajo el nombre de Cytotec
2
, fueron solo para su uso gástrico. El biólogo
estadounidense Alan Templeton publicó en 1998 un comentario sobre el misoprostol
en el British Journal of Obstetrics and Gynaecology. Allí se sorprendía por el
‘entusiasmo’ que había despertado en obstetras y profesionales de la ginecología el
uso del misoprostol como inductor de contracciones a partir de una búsqueda
asociada de los términos “embarazo” y “misoprostol” en MEDLINE (un motor de
búsqueda de artículos de investigación biomédica) y sostuvo que:
Cuando la droga llegó ante el Comité Asesor de la Administración de Drogas y Alimentos
de los Estados Unidos en 1985, un crítico consideró que los efectos gastrointestinales
fueron eclipsados por el efecto abortivo de la droga y advirtió de ‘el potencial de mal uso
involuntario o deliberado por mujeres embarazadas' (Templeton, 1998: 937).
2
Robert (1975) fue quien observó por primera vez que las prostaglandinas generaban un protector de
la mucosa y nombró a ese fenómeno como “cytoprotection” (Robert et al., 1979). De ahí que se
denomine comercialmente al misoprostol como Cytotec.
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Al referirnos a que las innovaciones tecnológicas no son lineales queremos mostrar
cómo, aunque en la actualidad el misoprostol forma parte del listado de medicamentos
esenciales de la Organización Mundial de la Salud
3
, asociado a sus usos en
ginecobstetricia y no a la prevención de úlceras pépticas, el empleo de esta droga
para la provocación de abortos es producto de un devenir de su uso, y no de los
propósitos perseguidos por las investigaciones que condujeron a su síntesis química.
En este sentido, enfatizamos el hecho de que, en un principio, este “buen uso” o “mal
uso” que menciona Templeton (1998) fue una construcción deliberada de quienes
realizaron las primeras pruebas clínicas.
Los textos inaugurales sobre esta droga fueron publicados por el propio equipo
de Collins en el Laboratorio G D Searle & Co., donde se analizaron los efectos
gástricos del recién nombrado SC-29333 (Dajani et al., 1976; Robert et al., 1979). El
objetivo era indagar respecto de la posología necesaria para su uso
gastroenterológico y realizar los ensayos pre-clínicos que, como ya hemos
mencionado, durante los primeros años de la década de 1980, fueron en animales,
principalmente sapos, ratas, perros y mamíferos marinos (Bauer, 1985; Larsen et al.,
1981; Taylor et al., 1985a, 1985b).
A través del rastreo de las publicaciones científicas internacionales de ese
momento, pudimos dar cuenta de que en 1982, la nueva prostaglandina sintética que
decían prometía ser un tratamiento efectivo para la úlcera péptica, pasa a
denominarse misoprostol (Akdamar et al., 1982) y comienzan una serie de ensayos
pre-clínicos en seres humanos en el primer quinquenio de los ’80, publicados en
revistas sobre gastroenterología (Cohen et al., 1985; Fich et al., 1985; Fimmel et al.,
1984; Hunt et al., 1983; Laudanno et al., 1984; Mazure et al., 1985; O’Keefe et al.,
3
Disponible en https://www.who.int/medicines/publications/08_SPANISH_FINAL_EML15.pdf
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1985). Aunque durante toda la década de 1980 se siguieron realizando estudios
respecto de la posología indicada y el uso del misoprostol, para 1985 el mismo fue
presentado en la FDA de Estados Unidos como un agente antiulceroso. En 1986, desde
el área de investigación clínica y asuntos médicos de América del Norte de G.D. Searle
& Co, publicaron en una de las revistas s prestigiosas sobre temáticas
gastroenterológicas, Digestive Diseases and Sciences, una investigación que aseguró
el efectivo funcionamiento del misoprostol para el tratamiento de úlceras. Allí se afirma
respecto de la inducción de contracciones que,
Aunque este efecto no se observó en los estudios de misoprostol en animales,
recientemente se realizaron dos estudios en mujeres que estaban en el primer trimestre
del embarazo y buscaban un aborto legal. Se administraron dos dosis de 400 mg de
misoprostol separadas por 4-5 horas. En un estudio, el misoprostol causó un aumento
en la frecuencia e intensidad de las contracciones uterinas y la frecuencia de sangrado
en comparación con el placebo. En el segundo estudio (en el que no se examinaron los
efectos sobre las contracciones uterinas), la administración de misoprostol se asoccon
una mayor incidencia de hemorragia uterina, 2/55 (4%); misoprostol, 25/56 (45%) y
expulsión parcial o completa del contenido uterino - placebo, 0/55 (0%); misoprostol, 6/56
(11%) (Herting & Nissen, 1986: 52).
La publicación de estas consideraciones sobre los impactos constatables del
misoprostol en el marco de dichos ensayos permite observar que se tenía
conocimiento de sus efectos abortivos e incluso se realizaron estudios en mujeres
embarazadas. Ante esto cabe preguntarse por qué no se imprimió sobre este fármaco
un sentido explícito sobre su carácter abortivo, siendo desde un principio el “efecto
secundario” de la droga. Aunque el equipo de Collins (1990) recupera aquel estudio
de 1986, inscribe a ese efecto en el orden de la contraindicación médica, y afirma:
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“Como resultado de estos hallazgos, el misoprostol está contraindicado en mujeres
embarazadas, o aquellas que desean quedar embarazadas” (Collins, 1990: 166)
4
.
En tal sentido, la construcción de las indicaciones y contraindicaciones del
misoprostol en el laboratorio tiene una clara repercusión en la inscripción de la
medicación en la FDA y, por ende, en la producción y comercialización del mismo. Las
mujeres comienzan a utilizar el misoprostol con fines abortivos. Ahora bien, esto es
posible debido, por un lado, a la aprobación del misoprostol para su producción y
distribución no solo en Estados Unidos sino también en América Latina y, por el otro,
a la falta de controles en su comercialización pese a los intentos de regulación de los
diferentes países, ya que desde 1985 el misoprostol es importado en Latinoamérica.
En uno de sus últimos trabajos sobre gobernanza reproductiva, la antropóloga
estadounidense Lynn Morgan (2019) se pregunta sobre la relación entre la
aprobación, producción y comercialización del misoprostol en relación a sus usos
abortivos. La investigadora indaga sobre la inconsistencia de la falta de regulación de
la droga desde los comienzos de su fabricación por parte del laboratorio G D Searle &
4
Ahora bien, luego de que se registrara el misoprostol como nueva droga en la FDA, en los países
donde el aborto era legal comenzaron a realizarse ensayos clínicos donde se lo estudiaba en asociación
con la mifepristona, una droga que al ser un antiprogestágeno (un bloqueador de progesterona) detiene
el embarazo y luego, con algunas dosis de misoprostol, se expulsa el saco gestacional del útero. Estas
pruebas adquirieron estatus de hecho científico, y sus resultados se publicaron en revistas
internacionales de ciencias médicas como The Lancet o The New England Journal of Medicine y
revistas de amplio reconocimiento en el área de ginecología y obstetricia como BJOG: An International
Journal of Obstetrics and Gynaecology, Contraception y Fertility and Sterility (Avrech, 1991; David,
1992; Elul et al., 1999; Mahajan & London, 1997; Norman et al., 1991; Peyron et al., 1993; Schaff et al.,
1999; Thong & Baird, 1992).
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Co., que se evidencia en su emergencia en el mercado latinoamericano como parte
del régimen de aborto con medicamentos. Al respecto, sostiene que:
[El misoprostol] se usa solo y fuera de etiqueta en entornos legalmente restrictivos para
precipitar el aborto. La Organización Mundial de la Salud considera el misoprostol como
un medicamento esencial, y uno se imagina que la droga debe ser extraordinariamente
rentable. Sin embargo, el fabricante no ha solicitado la licencia del medicamento para la
salud reproductiva a pesar de la abundante literatura sobre su seguridad y uso efectivo,
en parte porque no quiere provocar controversias sobre su papel en la facilitación del
aborto […]. Se procesa a mujeres individuales por usar misoprostol sin supervisión
médica, sin embargo, los políticos conservadores que las encerrarían nunca parecen
criticar o cuestionar al fabricante del medicamento (Morgan, 2019: 115).
Esta cita evidencia aquello que Michel Callon (2008) sostiene en relación a las
dinámicas de las redes tecno-económicas. En su análisis sobre cómo la creación
científica y técnica y la consolidación y difusión de sus resultados surgen de
numerosas intervenciones entre diferentes actores, enuncia que “el objeto técnico está
siendo continuamente encastrado en varios contextos socio-económicos que
constituyen distintas configuraciones posibles de la red” (Callon, 2008: 154). En este
sentido, las tensiones analíticas identificadas por Morgan (2019) nos permiten
problematizar que, mientras la droga se utiliza fuera de indicación como método
abortivo generando importantes ganancias para la empresa farmacéutica, la falta de
regulación al respecto permite liberarla de las responsabilidades políticas que
implicaría su uso en el marco de la ilegalidad.
La autora recupera, respecto de la solicitud de aprobación de la medicación solo
para uso gastroenterológico, aquello que afirman Weeks, Fiala y Safar (2005) en un
comentario para la revista BJOG: an International Journal of Obstetrics and
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Gynecology sobre el uso del misoprostol off-label
5
. En relación a su importancia en
contextos donde no hay acceso pleno a servicios de salud sexual y reproductiva,
sostienen que:
(…) el sistema de licencias actual es inadecuado en una situación en la que el titular de
la patente decide no solicitar una indicación porque no existe interés, incluso cuando la
droga tendría un gran potencial beneficio para los pacientes (Weeks et al., 2005: 271).
La importancia de estas afirmaciones radica en que son realizadas por el médico
británico Andrew D. Weeks, y los médicos austríacos Christian Fiala y Peter Safar
luego de trabajar como obstetras en África entre 2000 y 2003 sin acceso a
prostaglandinas, y ayudar a introducir el misoprostol en la práctica clínica en Uganda,
en una de las revistas más importantes de ginecobstetricia a nivel mundial. Es por ello
que su análisis sobre la falta de regulación para su uso en ginecología y su crítica a la
solicitud de licencias por parte de G D Searle & Co. resultan centrales para
problematizar aquella primera inscripción de la medicación dentro del entramado
político en relación con la producción, comercialización y regulación de la droga:
Curiosamente, sin embargo, el principal obstáculo para la generalización del uso de este
fármaco en obstetricia y ginecología ha sido su fabricante y titular de la patente, Searle
(ahora incorporado en Pfizer). La empresa con sede en EEUU no ha solicitado licencias
para cualquier indicación de salud reproductiva, a pesar de la abundante literatura sobre
su uso seguro y eficaz. La razón es probablemente un esfuerzo para evitar discusiones
potencialmente dañinas sobre el uso de la droga para inducir el aborto. El resultado es
la denegación del acceso a un tratamiento a millones de mujeres en todo el mundo
(Weeks et al., 2005: 269).
5
Uso no indicado en el prospecto.
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Mientras Weeks et al (2005) refieren que Pfizer buscaba no quedar involucrado en las
discusiones sobre el uso de la droga como método abortivo, Morgan (2019) recupera
el nexo entre la economía y la política para problematizar su inscripción como droga
gastroenterológica pese a su comercialización off-label como inductor de
contracciones para la interrupción de embarazos.
El uso abortivo del misoprostol en Brasil
La discusión respecto del uso abortivo de la droga tiene otro eje analítico posible a
partir de la experimentación con posologías y el uso desafiante al ‘no recomendado’
por parte de la actoría de las propias mujeres. En el caso de Brasil, es central indagar
el rol clave de aquellos grupos sociales que, en la década de 1980, transformaron de
alguna manera la contraindicación del misoprostol es decir, su uso como inductor de
contracciones en una indicación en ese exacto sentido, con fines abortivos.
El misoprostol producido por G D Searle & Co. comienza a comercializarse en
Brasil en 1986. Dos años más tarde, entre 1988 y 1990, algunos grupos acusaron al
Ministerio de Sanidad de dicha nación de la falta de controles sobre el medicamento,
justamente porque las mujeres lo utilizaban para inducir abortos. Por lo tanto, el
Ministerio realiza un acuerdo con la farmacéutica para exigir su venta bajo receta
archivada, lo que deriva en una reducción de la disponibilidad de la droga (Faundés
et al., 1996). A partir de estas críticas al Gobierno brasilero es posible pensar que
desde la incorporación del misoprostol en dicho país, las mujeres lo utilizaban con
fines abortivos (Arilha & Barbosa, 1993; Barbosa & Arilha, 1993; Faundés et al., 1996;
Fonseca et al., 1998).
Dos investigaciones publicadas a principio de la década del ’90 en la revista
internacional especializada en medicina, The Lancet, estudian la magnitud del aborto
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inducido con misorprostol en Brasil. Una de ellas fue ampliamente reconocida por
lograr establecer los “determinantes y consecuencias del aborto inducido entre 803
mujeres admitidas con complicaciones en hospitales de Río de Janeiro, Brasil” (Costa
& Vessey, 1993: 1258). La otra también se realizó a partir de los registros de un
hospital de maternidad en Fortaleza entre enero de 1990 y julio de 1992. Aunque no
es posible medir la dimensión del uso del misoprostol debido a la clandestinidad de la
práctica, es posible rastrear la forma en la que fue utilizado a partir de los registros de
quienes tuvieron que concurrir a una institución sanitaria. Al mismo tiempo, un estudio
realizado por el médico brasilero Bruno Gil de Carvalho Lima (2000) sobre la tasa de
mortalidad por causas relacionadas con aborto en las cadas de 1980 y 1990
aventura que la reducción de la mortalidad materna por aborto se debe a que el
misoprostol cobra protagonismo en las prácticas de las mujeres brasileras.
En general, se puede afirmar que en 1991 el Cytotec era conocido como abortivo en
prácticamente todo Brasil, y no es posible identificar solo una fuente responsable del
proceso de difusión del uso de Cytotec entre las mujeres brasileñas que querían abortar.
Las farmacias, los médicos, el laboratorio, las propias mujeres y los medios impresos y
televisivos formaron parte de una gran cadena que creció en un proceso de
complementariedad (Barbosa & Arilha, 1993: 414).
Aunque según investigaciones de Arilha y Barbosa (1993; 1993) no es posible rastrear
el origen de dicho escenario, es posible afirmar que, durante la década de 1990, las
mujeres brasileras utilizaron el misoprostol con fines abortivos. Los lazos que
generaron las mujeres brasileras con otros grupos sociales relevantes como personas
trabajadoras de farmacia, conocidas, familiares y amistades, nos permite observar que
la práctica se extendió durante esos años.
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Dichos estudios dan cuenta que las mujeres elegían el misoprostol como método
abortivo por su precio accesible respecto de otros métodos de interrupción del
embarazo (Arilha & Barbosa, 1993; Barbosa & Arilha, 1993). También es necesario
tener en cuenta que representa una facilidad al momento de tomar la decisión sobre
la práctica al no necesitar de la intervención de profesionales de la salud (Barbosa &
Arilha, 1993). En este sentido, las autoras proponen que el uso del misoprostol facilitó
el proceso del aborto, ya que les permitió hacerlo en privacidad, con una menor y
menos traumática intervención sobre el cuerpo (Barbosa & Arilha, 1993), sobre todo
teniendo en cuenta la precariedad sanitaria a la que tenían que someterse las mujeres
de los estratos socioeconómicos más empobrecidos.
Las investigaciones mencionadas en este apartado (Arilha & Barbosa, 1993;
Barbosa & Arilha, 1993; Coêlho et al., 1993; Costa & Vessey, 1993) nos permiten dar
cuenta del conocimiento que tenían las mujeres brasileñas sobre el uso del Cytotec.
Es más, podemos advertir que son ellas quienes toman aquello que los miembros del
equipo de Collins habían llamado ‘efecto secundario’ del misoprostol como su uso
principal.
Conclusiones
En la búsqueda de problematizar cómo fueron construidas las indicaciones y las
contraindicaciones del misoprostol, resulta trascendental tomar distancia de aquellas
visiones que, desde una mirada clásica de la construcción tecnológica, no brindan
herramientas para indagar qué sucede por fuera de la linealidad. En la medida en que
aquí nos preguntamos, también y prioritariamente, por la dimensión sociocultural de
dicha construcción, estamos problematizando el desarrollo de biotecnologías desde
las perspectivas que enfatizan en su construcción social. De allí que resulte pertinente
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problematizar el misoprostol no solo en términos tecnológicos, sino también a partir
de la construcción de los hechos científicos.
En ese sentido, hemos hecho hincapié en la construcción del misoprostol en el
laboratorio G D Searle & Co., para poder analizar los mecanismos de inscripción de
la droga en el campo de la gastroenterología. Ahora bien, justamente la crítica a la
visión de la tecnología nos permite problematizar el rol de los grupos sociales
relevantes en la construcción de los artefactos y no dar por sentado que las personas
los utilizan con los fines para los que fueron inscriptos. Es decir, aunque la droga fue
pensada al momento de su registro como un protector gástrico contraindicado en
mujeres embarazadas, desde fines de la década de 1980 ya se puede comprender el
problema socio-técnico y tecno-cultural en torno a la forma en la que la
contraindicación de un fármaco se transforma en una indicación.
La clave de situar esta trayectoria en un escenario como Brasil, donde el aborto
constituía una práctica ilegal, es su emergencia como problema en un primer momento
en relación a la circulación de la información, las posologías, etc. Luego, los diferentes
grupos sociales involucrados con esta droga irán tejiendo redes en pos de conseguir
el misoprostol. De allí la importancia de explorar las implicancias que tuvo, en el
devenir posterior de sus usos, la inscripción del medicamento en el campo primordial
de la gastroenterología, y el rol fundamental del laboratorio en este proceso.
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Artículo recibido el 25 de febrero de 2022
Aprobado para su publicación el 30 de octubre de 2022