1
DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re53.184
Reseña del libro de Sheila Jasanoff (2021): La arrogancia
de la biología. ¿Puede la ciencia dotar de sentido a la vida?
Madrid: Alianza Editorial, 260 páginas.
Cesar Guzmán Tovar
*
En el cuadro ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?, el pintor
francés Paul Gauguin plasmó en 1897 su visión acerca del transcurso de la vida hacia
la muerte. En el “gran cuadro”, como lo llamó el propio Gauguin, priman las tonalidades
amarilla y azul, tal vez como una alegoría del contraste entre la luz de la vida y el frío
de la muerte. Allí, en el gran cuadro, pasamos del nacimiento al envejecimiento e
inevitable muerte con las variaciones y sutilezas de la vida cotidiana como
alimentarse, compartir en familia, establecer creencias e ídolos, proyectar sueños y
temores, convivir con perros y gatos, etc. Luego de pintar el cuadro, Gauguin intentó
suicidarse con arsénico. Falló.
El sentido atribuido a la vida es el tema del cuadro de Gauguin, y la socióloga
Sheila Jasanoff se nutre de ese interés para analizar el sentido atribuido a la vida por
parte de la biología y las ciencias de la vida. En el libro que estoy reseñando, Jasanoff
inicia su análisis con una mención al cuadro de Gauguin; y, tal como lo hizo el artista
francés, la investigadora indo-estadounidense titula su obra a modo de interrogación:
*
Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidadrida de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Correo electrónico: cgt003@gmail.com
2
¿Puede la ciencia dotar de sentido a la vida?
1
Se sirve, entonces, Jasanoff de las
incertidumbres expresadas por Gauguin para conducirnos hacia los entramados
teóricos y empíricos de la biología respecto a la vida como noción epistemológica.
Jasanoff hace un recorrido de las interpretaciones, conceptualizaciones y prácticas
que las ciencias biológicas han establecido y acaso intentado imponer desde la época
en la que Gauguin pintaba su “gran cuadro” hasta el presente.
Debo decir que no se trata de un análisis del discurso de la biología sobre la
vida; mejor aún, lo que hace Jasanoff es analizar cómo la biología, en tanto institución
científica, ha posicionado ciertas prácticas respecto al entendimiento y tratamiento de
la vida. En otras palabras, Jasanoff nos muestra en su libro cómo los investigadores
e investigadoras de las ciencias biológicas, junto con otros actores, han decidido sobre
los seres vivos. Tal vez allí la editorial Alianza encontró una buena justificación para
incluir el título del libro en la versión en español; pero lo cierto es que, como la propia
autora menciona en la única vez que usa la palabra en todo el libro, la arrogancia de
los biólogos es el resultado del proceso de reclamar una disciplina para sí (p. 14).
Es en esa reclamación histórica de la biología en donde Jasanoff centra su
análisis. Encuentra la autora que la práctica de la biología ha tenido tres momentos
diferenciables: un primer momento en donde la bioloa se practicaba,
fundamentalmente, en campo. Es la época de Lamarck, Darwin y Mendel. De acuerdo
con la autora, en este periodo la pregunta biológica por la vida se centró en su
evolución y en tratar de entenderla a partir del trabajo de campo. Las exploraciones
de Lamarck, los viajes de Darwin y las experimentaciones en cultivos de Mendel, entre
otros, forjaron una práctica del entendimiento de la vida en y desde el campo. Pero
1
En la edición original en inglés de 2019 el libro simplemente se titula Can Science Make Sense of
Life?, pero en la edición en español de Alianza se decidió publicar el libro bajo el título La arrogancia
de la biología y trasladar la pregunta como subtítulo.
3
esta práctica científica cambió radicalmente cuando la observación en laboratorio
generó una “reescritura de la vida” (p. 32).
En este segundo momento de la biología, y con el apoyo de nuevos artefactos
o de la mejora de los ya existentes, las indagaciones sobre el origen y la evolución de
la vida se trasladó del campo a los laboratorios. Fue allí, en este nuevo loci
epistemológico, en donde los científicos y científicas pudieron ver lo nunca antes visto:
las estructuras internas de los organismos como las células, los cromosomas y el
protagonista indudable: el ADN. Nuevas metodologías emergieron junto con las
técnicas de observación que se desarrollaron a la par de los instrumentos de
laboratorio.
El tercer momento del desarrollo de la biología que cambió el sentido otorgado
a la vida fue, sen Jasanoff, la industrialización y privatización del conocimiento
generado en los laboratorios. Se refiere a una nueva economía política en la cual la
biotecnología tuvo un papel preponderante. La biotecnología no solo se institucomo
ciencia, sino también como empresa. En este nuevo escenario el sentido de la vida,
es decir el “¿de dónde venimos?” y el ¿quiénes somos?” de Gauguin, es trasladado
por la Nueva Biología (así, con mayúsculas iniciales) hacia lo que la industria pueda
hacer con los microorganismos descubiertos en el periodo anterior y así, siempre
según Jasanoff, se generó un eje “entre la ciencia y la industria desligado por completo
de [las] responsabilidades políticas con la población” (p. 41). Entonces la Nueva
Biología, que se auto-diferencia de la anterior biología por su interés en una ciencia
hecha para el crecimiento económico, busca el monopolio no solo de la respuesta a
“¿qué es la vida?”, sino también a “¿para qué es la vida?”. Para dilucidar hacia dónde
apunta ese “para qué” parece suficiente recordar la dislocación de las ciencias de la
vida con las responsabilidades políticas. El discurso del progreso humano en la nueva
agenda se ubicó en el “poder” de la transdiciplinariedad (la Nueva Biología es la
4
integración de numerosas subdisciplinas de la biología) y en la amplia recepción de
recursos públicos porque esto permite organizar la investigación con miras a la
resolución de problemas, como lo había dilucidado el famoso “Modo 2” de
investigación tipologizado por Gibbons y sus colaboradores en 1994.
El punto crucial, en el cual Jasanoff se detiene, es el interés individual e
institucional en establecer definitivamente un autogobierno de las ciencias de la vida.
La clásica idea de Michael Polanyi defendiendo la plena autonomía, libertad y e
independencia para hacer ciencia se enarbola como una bandera que simbolizaría
una actitud democrática no solo dentro de las ciencias, sino también en el conjunto de
la sociedad. Es decir, una sociedad que le permita a las ciencias ejercer pleno control
sobre la elaboración de posibles respuestas sobre qué es la vida y hacia nde se
debería guiar la vida sería sinónimo de una sociedad democrática. Esta República de
las ciencias guiada por la biología no tendría dudas en dar rienda suelta a su poder
de decisión para mantener “un gobierno de científicos, con científicos y para
científicos” (p. 81). De hecho, la autora nos describe casos concretos en donde ese
ethos científico-republicano para llamarlo de algún modo se ha querido imponer.
En ese recorrido por la epistemología y la política de la biología, Jasanoff nos
presenta una descripción del rol de los diversos actores que participaron en la
definición biológica de un sentido de la vida que todos y todas debíamos aceptar. El
análisis de Jasanoff se centra en los gobiernos, en las comisiones creadas y en las
empresas constituidas como actores decisivos que acompañaron a los biólogos y
biólogas en la definición de un sentido de la vida. Es así como Jasanoff, junto con el
análisis histórico, nos plantea una comprensión sociológica de la definición sobre la
vida y cómo se desarrolló desde diversos juicios de valor que se transfiguraron en
controversias.
5
Para ello, la autora analiza cómo los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra y
Alemania establecieron criterios y límites para el desarrollo de investigaciones con,
por ejemplo, embriones humanos. En esa postura institucionalizada de la vida,
Jasanoff nos muestra sus sesgos ideológicos y los intereses políticos detrás del ideal
del “progreso humano” a través de la biotecnología. Fiel a su enfoque dentro de los
estudios sociales de la ciencia, Jasanoff plantea sus reflexiones con base en las
interacciones de los diversos actores individuales e institucionales involucrados: los
gobiernos, las comisiones creadas para el escrutinio de la labor científica en relación
con los microorganismos, los institutos públicos de investigación, los laboratorios y
empresas científicas y algunos intelectuales involucrados en el debate sobre la
investigación biomédica y sobre la bioética. El análisis es puesto sobre los juicios, los
discursos y las acciones de cada actor desentrañando las controversias y las luchas
generadas a lo largo de décadas, específicamente desde 1975 con el congreso
llevado a cabo en el Asilomar Conference Center en California, Estados Unidos. En
dicho explica dice Jasanoff se sentaron las bases de la reivindicación de la
soberanía biológica.
El recorrido de Jasanoff, sin embargo, queda incompleto por dos razones:
primero, porque se centra en las discusiones e intervenciones de los actores en los
tres países mencionados (Alemania, Estados Unidos e Inglaterra) dejando de lado a
actores de otros países del mundo, pertenecientes a la ciencia central o periférica en
investigación biomédica y biotecnológica. Aparece, entonces, un panorama
lamentablemente reducido de lo que los científicos y científicas del resto del mundo
han hecho, pensado y actuado respecto a la vida. Segundo, porque no se exploran
las redes, interacciones y circuitos de conocimiento de los científicos más allá de las
fronteras nacionales. Es como si los investigadores se cerraran a las demarcaciones
nacionales para tratar de imponer su autoridad y exponer sus argumentos, lo cual en
6
la práctica lo sabemos bien no es así. La idea misma de la república de las ciencias
trasciende las fronteras nacionales, pero Jasanoff descuida este detalle y parece que
se cerrara a cierta noción de ciencia nacional.
Aún así, el libro de Jasanoff es crucial para comprender el papel de la bioloa
en la vida pública (es decir, en la vida económica, política y cultural de algunas
sociedades contemporáneas), y cómo una nueva episteme se ha erigido buscando
imponer una verdad respecto a cómo entender, demarcar y dirigir a bíos y z, esto
es, la vida que refiere la existencia de un individuo hasta su muerte, así como la vida
en términos generales: más alde la contingencia histórica e individual. El relato de
la autora nos permite hacernos preguntas sobre las prácticas de los investigadores e
investigadoras de las ciencias de la vida y cómo dichas prácticas refieren a discursos
de verdad que seguirán influenciando de manera contundente el orden social
contemporáneo; más aún en esta tercera década del siglo XXI en donde las
ciudadanías esperan respuestas prontas por parte de las ciencias para contener
futuras epidemias y pandemias, así como el actuar acertado de los gobiernos para
minimizar sus impactos económicos. Es, en fin, un libro pertinente para rastrear hacia
donde apuntan las ciencias biológicas a través de sus promesas científicas y sus
deseos de orientar la vida en sociedad.
Artículo recibido el 15 de noviembre de 2021
Aprobado para su publicación el 8 de julio de 2022