1
DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re53.172
Nuevos desafíos para las universidades en países
subdesarrollados
+
Gustavo Lugones
*
Fabián Britto
**
Resumen
Las funciones tradicionales de las UUNN (docencia, investigación y extensión) se
han visto, en los últimos años, enfrentadas a nuevas demandas y han sufrido
cambios importantes en un proceso que no se ha detenido, sino que augura un
crecimiento permanente de las demandas por parte de la sociedad. a la par con la
creciente importancia del conocimiento en la vida económica. Esto implica un
crecimiento exponencial de oportunidades, posibilidades, expectativas y, en
consecuencia, responsabilidades para las instituciones universitarias.
Dicha situación ha llevado a asumir un mayor protagonismo y diversificar sus
funciones abarcando un campo de actuación más amplio y complejo, con el que han
+
Este artículo fue posible gracias a los trabajos de investigación que se llevaron a cabo en el marco
del Proyecto PICT 2016/4367 - FONCYT Agencia I+D+i.
*
Universidad Nacional de Quilmes. Correo electrónico: glugones@unq.edu.ar
**
Universidad Nacional de Quilmes. Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencia, Tecnología e
Innovación (CIECTI). Correo electrónico: fabian.britto@unq.edu.ar
2
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ampliado sus actividades, sus compromisos y su visibilidad y presencia en la
sociedad.
La relevancia del conocimiento como factor competitivo y su impacto en el
desarrollo de las naciones y el bienestar de la sociedad refuerza la importancia de
incrementar la apropiabilidad social de los resultados de las actividades
desarrolladas por el campo científico. En base a esto, este trabajo explora el
potencial que tienen las universidades de asumir un nuevo rol para catalizar
procesos de apropiación de conocimiento, convirtiéndose así en agencias de
desarrollo.
Palabras Clave
UNIVERSIDADES DESARROLLO ECONÓMICO AGENCIA DE DESARROLLO - CONOCIMIENTO
3
Revista Redes 53 ISSN 1851-7072
Introducción
El principal factor a tener en cuenta cuando se procura analizar las causas de las
desigualdades en los desempeños relativos (“competitividad), tanto entre países
como entre organizaciones (empresarias, sociales, públicas, privadas) es, en la
actualidad, la diferencia en el acervo de conocimientos, es decir, en el grado de
dominio científico-tecnológico de quienes entran en la comparación (Fuschs y
Shapira, 2005). Sin duda, el conocimiento no es el único factor, pero su importancia
se revela decisiva y creciente a lo largo de la historia económica.
Esta idea ya estaba presente en la obra señera de David Ricardo, “Principios
de Economía Política” (Lugones, Bianco, y Peirano, 2012), pero se hace cada vez
más evidente a medida que otros factores, como la disponibilidad o las facilidades
de acceso a recursos naturales o energéticos, han ido perdiendo peso frente al
papel del conocimiento, en su poder explicativo de los distintos niveles de desarrollo
de las sociedades (Chudnovsky, 1993; Reinert, 1996; Fagerberg y Srholec, 2006;
Ocampo, 2008, Chang, 2009) y de desenvolvimiento de las organizaciones
(Schumpeter, 1943; Ferraz et al., 1995; Chudnovsky y Porta, 1990).
El papel estratégico del conocimiento se fue haciendo más notorio en la medida
en que los procesos de innovación fueron adquiriendo creciente protagonismo y
difusión. Precisamente, la innovación es el modo en que los nuevos conocimientos y
los desarrollos tecnológicos son efectivamente introducidos y utilizados por
organizaciones y países para la producción de bienes y servicios
1
y se ha hecho
1
Los nuevos conocimientos (invenciones) y las adaptaciones o desarrollos de conocimientos
preexistentes se traducen, así, en bienes con nuevas características o prestaciones, cambios en los
4
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evidente que las empresas y los países que se han mostrado más dinámicos,
efectivos y persistentes en la puesta en práctica de actividades innovativas, han
logrado mejores resultados que el resto.
Esto ha podido comprobarse desde que comenzaron a realizarse de manera
generalizada los ejercicios para la formulación de Indicadores de Innovación
(encuestas de innovación) y de Investigación y Desarrollo (encuestas de I+D), a
partir de relevamientos con metodologías y criterios homogéneos que permiten la
comparación de los indicadores resultantes y la elaboración de variantes más
complejas a partir de la combinación de los mismos con otros referidos a niveles de
competitividad y desarrollo. Uno de los pioneros, en este sentido, fue Raymond
Vernon quien, además de destacarse por su “Teoría del Ciclo de Vida del Producto”
(Vernon, 1966)
2
, comparó para un conjunto de países sus series estadísticas de
inversión en I+D, con los respectivos indicadores de desarrollo relativo, encontrando
una casi perfecta correlación entre las variables.
Tiempo después, y desde la perspectiva de lo que solemos llamar el
Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo (PLACTED)
3
,
se ha señalado que sin duda toda innovación (es decir, toda incorporación de
conocimiento) es beneficiosa para los agentes individuales y también para la
sociedad en su conjunto pero que, sin embargo, hay diferentes tipos de innovación,
variadas preferencias en cuanto a qué tipo de conocimientos se busca incorporar y,
procesos productivos, en los materiales o insumos que en ellos se utilizan, en las formas en que se
organizan los mismos o bien en nuevos métodos de comercialización.
2
Es pertinente señalar que en esta teoría la difusión del conocimiento y del dominio tecnológico
tienen el papel estelar.
3
Que reivindica el aporte, entre otros, de Oscar Varsavsky, Jorge Sábato y Amílcar Herrera.
5
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sobre todo, distintas prácticas, propósitos y perspectivas en los procesos de
innovación, que conllevan diferentes implicancias para los actores y para nuestras
sociedades. Esto ya había sido advertido, en nuestro medio, por Presbich, en los
80s, cuando se refería a lo que él llamaba “dicotomía tecnológica”, según la cual hay
técnicas que aumentan la productividad (que hoy asociaríamos a las llamadas
innovaciones de proceso), mientras otras (asimilables a las innovaciones de
producto) diversifican y/o diferencian bienes y servicios (Prebisch, 1986)
4
.
Como bien lo expresara posteriormente Erik Reinert (1996) cuanto mayor sea
la proporción de bienes diferenciados en la oferta de empresas y países, más
grandes serán sus posibilidades de beneficiarse del comercio internacional. El
aporte de este economista neoschumpeteriano de origen noruego es central en
cuanto remarca que no solo obtienen ventajas los propietarios o accionistas de las
empresas que diferencian productos, sino también los trabajadores de las mismas.
La mirada neoestructuralista aportada por Ricardo Ffrench-Davies (1990) y Jo
Antonio Ocampo (1991) completa el concepto llamando la atención sobre los
beneficios para el balance comercial (mejoras en los términos de intercambio) que
implica para un país una presencia creciente de bienes diferenciados en su canasta
de exportaciones. Tanto la aproximación neoschumpeteriana como la
neoestructuralista basan sus afirmaciones en el mayor valor relativo de los bienes y
servicios diferenciados por sobre las commodities (debido, precisamente a la mayor
incorporación relativa de conocimiento), mayor valor que favorece los términos de
4
Las ideas de Prebisch en los 80s. se emparentan con las del PLACTED, así como son coherentes
con el mismo sus teorías de principios de los 50s. (en línea con las de Hans Singer) sobre el
“deterioro secular de los términos de intercambio”. El llamado “Plan Prebisch” de mediados de los
50s. expresa, en este sentido, una extraña desviación conceptual.
6
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intercambio y empuja al alza los salarios de los trabajadores a la vez que los
beneficios empresarios
5
.
En otras palabras, una creciente incorporación de conocimiento a la producción
permite fortalecer los procesos de diferenciación de producto y estos llevan a
mejoras en los beneficios de las empresas, a la vez que impulsan los salarios
medios al alza y permiten mejoras en los términos de intercambio que favorecen el
combate a la brecha externa (déficit en el balance comercial y/o en la cuenta
corriente del balance de pagos), permanente flagelo que afecta a las economías
subdesarrolladas. Las consecuencias mencionadas han podido comprobarse
empíricamente en base a evidencias concretas obtenidas en Brasil y la Argentina a
partir del cruce de los datos de las respectivas encuestas nacionales de innovación
con las estadísticas relativas a producción y comercio exterior (De Negri et al., 2005;
Lugones y Suarez, 2007; Lugones y Suarez, 2008; Lugones, et al., 2009).
Este es el vínculo entre conocimiento y desarrollo, vínculo de extraordinaria
importancia ya que permite pensar en procesos económicos que, además de
apuntalar el crecimiento, favorezcan el tránsito hacia sociedades con mayor
inclusión. Por tanto, los procesos de innovación (que implican la incorporación de
5
Desde un punto de vista socio-político no deben minimizarse las implicancias de lo expuesto en
relación con las potencialidades que encierra para la disminución del tradicional conflicto alrededor
del salario entre empresas y trabajadores. Las resistencias que hemos podido comprobar en
Argentina a aceptar estas potencialidades, tanto por parte del mundo empresario como del sindical, y
la escasa receptividad por parte de los funcionarios con responsabilidades en la gestión de la política
económica (en particular, de quienes operan en la esfera de las políticas macroeconómicas) merecen
un profundo y amplio análisis que, desde luego, debe ser multidisciplinario ya que seguramente
responden a múltiples y variados factores explicativos.
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conocimiento) serán siempre beneficiosos cualquiera sea la índole de los mismos ya
que, de mínima, impulsan mejoras en la productividad (y, por tanto, en la
competitividad) pero las ventajas serán mayores y de carácter más inclusivo si
prevalece la innovación de producto por sobre la innovación de proceso, de tal forma
que los bienes y servicios diferenciados ocupen una porción creciente de la oferta.
En otras palabras, la producción y exportación de commodities es importante
para los niveles de actividad, el empleo y el equilibrio del sector externo y requiere
de innovaciones que, en principio, se concentran en las de proceso, organización y
comercialización. La producción y exportación de bienes y servicios diferenciados
requiere de innovaciones de producto (las que, por lo general, deben ser
acompañadas por alguna o todas las restantes variantes innovativas) ofrece
ventajas aún mayores para las empresas, los trabajadores y las cuentas nacionales.
El creciente control de la producción y el comercio internacional por parte de
grandes empresas organizadas en forma de redes globales, es decir, que disponen
de tentáculos localizados en diferentes partes del mundo, ha vuelto más acuciante la
necesidad de avanzar en el dominio tecnológico y la incorporación de conocimiento
a bienes y servicios y, simultáneamente, ha incrementado las dificultades para lograr
este propósito que, sin embargo, es cada vez más necesario.
Por un lado, aparece como de gran importancia que nuestras empresas y los
distintos sectores de actividad se incorporen activamente a las redes globales si se
quiere evitar quedar fuera de los circuitos dominantes en la creación y distribución
internacional de valor. Visto desde un ángulo positivo, integrarse a las cadenas
globales de valor ofrece la perspectiva de convertirse en “jugador global” y ampliar
los mercados disponibles.
Sin embargo, no es indiferente la jerarquía de los eslabones en los que se logra
la inserción. Nuevamente, pesa en esto de manera determinante el conocimiento
8
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incorporado en los bienes y servicios involucrados. A mayor jerarquía de los
eslabones en que se logra la inserción, mayores serán los beneficios (Gereffi, 2018).
No obstante, ascender en esa jerarquía depende de manera crucial de la disposición
del conocimiento requerido para participar en las mismas, ya que los eslabones de
mayor jerarquía corresponden a los bienes más complejos, es decir, con mayor
contenido relativo de conocimiento, lo que muestra, una vez más, el carácter
estratégico del dominio científico-tecnológico (Dalle, Fossati y Lavopa, 2013).
En efecto, para las empresas de los países subdesarrollados se ha vuelto
crecientemente dificultoso acceder a los mercados de bienes y servicios de mayor
valor (diferenciados). Pesan en este sentido no solo las llamadas “fallas de mercado”
(externalidades negativas y deseconomías de escala) sino también la debilidad o
ausencia de políticas públicas que orienten las inversiones y las prioridades
estratégicas hacia rumbos distintos (que no deben ser vistos como excluyentes sino
como complementarios) de los que el mercado ofrece a primera vista. Tanto el
capital local como el internacional se orientan preferentemente al aprovechamiento
de las facilidades con que se cuenta en materia de recursos disponibles, aunque
esto nos lleve a una especialización (inconveniente a largo plazo y, sobre todo,
desde un punto de vista social) en commodities con bajo requerimiento de
conocimiento. Por su propia naturaleza, las filiales de las grandes compañías
globalizadas se radican en nuestros países, en primera instancia, para aprovechar
las ventajas de localización y explotar las ventajas de internalización (Dunning, 1994;
Chudnovsky y López, 2001).
Sin embargo, hay actividades intensivas en conocimiento (sobre todo
vinculadas a capacidades en comunicación (TICs, satélites y radares)
biotecnológicas y energéticas, en que la Argentina se ha mostrado muy competente)
que han despertado suficiente atractivo como para generar interés en invertir en las
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mismas. Esto sugiere que es posible y puede resultar fructífero alentar con políticas
públicas una mayor diversificación productiva y un escalamiento hacia mayores
niveles de complejidad tecnológica. En todo caso, como se explicita en
Santarcángelo, Porta, y Schteingart (2017: 17): el desafío sigue siendo evitar
aquellas formas de inserción internacional que impulsen un crecimiento
empobrecedor y excluyente.
Las Universidades como Potenciales Agencias De
Desarrollo
Capacidades tecnológicas y capacidades de absorción.
Para poder llevar a cabo actividades innovativas se necesita antes generar,
desarrollar, adaptar, copiar o adquirir conocimiento. A los efectos concretos,
cualquiera de estas formas (o combinación de ellas) es igualmente lida, aunque
cada una tiene distintos requisitos y variadas derivaciones, tanto para la
organización innovadora como para la sociedad en su conjunto. Al respecto juegan
un papel decisivo las capacidades tecnológicas acumuladas y las capacidades de
absorción de conocimiento (Lall, 1992; Narula, 2004), las que dependen
crucialmente de los esfuerzos que se efectúen y de los anteriormente realizados
(path dependency) para fortalecerlas (nuevamente, esto aplica de igual forma tanto a
empresas u organizaciones como a países).
De allí la importancia de las políticas públicas de apoyo a las actividades de
investigación y desarrollo y a la formación y capacitación de recursos humanos en
ciencia y tecnología. Como veremos más adelante, igual significación debe darse a
los procesos de vinculación y transferencia de conocimientos (VyT), que pueden ser
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cruciales tanto para la difusión de conocimientos científico-tecnológicos como,
incluso, para la generación de los mismos.
Es conveniente entonces poner el foco, en principio, en quienes generan,
desarrollan y/o adaptan conocimientos científico-tecnológicos y pueden cumplir
también un papel central en su difusión. Estos son, en general, investigadores que
se desempeñan en Universidades, Laboratorios, Institutos de investigación y
empresas (en todos los casos, estas organizaciones pueden ser de carácter público
o privado)
6
.
Un Nuevo rol para las Universidades.
Además de la docencia, que es la función primaria y básica de una Universidad, la
investigación se incorporó hace más de un siglo como otra actividad esencial en las
instituciones de Educación Superior (ES). De hecho, docencia e investigación se
retroalimentan y enriquecen virtuosamente. En Argentina, una parte sustancial de las
actividades de I+D se llevan a cabo en las Universidades y, de manera
preponderante, en las de Gestión Pública (UUNN)
7
. Esto nos obliga a considerar el
6
Las empresas privadas de mayor envergadura suelen contar con departamentos formales de I+D,
aunque entre las PyMes se observan también esfuerzos al respecto, si bien no es frecuente que se
destinen equipos dedicados en exclusividad a las mismas y, en muchos casos, es el propio
empresario o propietario quien las lleva a cabo. Los indicadores de I+D disponibles para la Argentina
muestran, de todas maneras, una marcada supremacía de la inversión pública sobre la privada, en
marcado contraste con lo que se observa en los países desarrollados. Es este un aspecto que es
fuente de justificable preocupación por parte de los responsables de las políticas de CyT.
7
En buena medida, estas actividades son desarrolladas por investigadores del CONICET radicados
en las UUNN.
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enorme potencial con que cuentan las UUNN para desempeñarse como Agencias de
Desarrollo.
Nos referimos a tomar en cuenta el posible impacto e influencia de las UUNN
en el territorio cercano y en la sociedad en su conjunto a partir de la generación y
difusión de conocimientos (herramientas, soluciones técnicas, servicios, ideas,
conceptos, desarrollos, prototipos y productos concretos) con la participación de sus
investigadores, sobre todo si se logra la articulación de sus actividades con otros
actores del entorno inmediato o del país, en general (Britto y Lugones, 2019).
Además del papel relevante de las UUNN en las actividades científico-
tecnológicas en Argentina, debe destacarse su presencia a todo lo largo y ancho del
territorio nacional, ya que todas las Provincias cuentan, al menos, con una UUNN, lo
que les da un extraordinario potencial para incidir positivamente en la generación y
uso de conocimiento en todo el país. Un aspecto no menor a destacar es que todas
las UUNN cuentan con (al menos) una Unidad o Área de Vinculación y Transferencia
(AVyT)
8
. Esto incrementa las posibilidades de que las UUNN cumplan un papel
central en el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas y de absorción en todo
el territorio nacional, con la particularidad de que, por su pertenencia territorial, están
en excelentes condiciones para identificar los recursos, las potencialidades y los
obstáculos específicos de cada región, tanto en términos físicos y geográficos, como
tecnológicos y humanos.
Lograr que los recursos humanos formados y que el conocimiento generado en
las universidades llegue a ser adoptados e incorporados efectiva y plenamente por
las empresas, organizaciones sociales y agencias gubernamentales para mejorar
8
Las UUNN de mayor envergadura, p. ej., suelen contar con un AVyT por Facultad o Departamento.
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sus prácticas y resolver sus problemas de desenvolvimiento y desarrollo, es la forma
de cerrar el círculo virtuoso de generacn y apropiación del conocimiento por parte
de la sociedad (Lugones, Britto y Codner, 2015).
Una herramienta clave: Los procesos de vinculacn y transferencia
Los propósitos mencionados exigen prestar especial atención a los procesos de
vinculación y transferencia (VyT). Esta “tercera misión” universitaria es la
herramienta adecuada para lubricar los engranajes de los Sistemas Nacionales,
regionales y locales de Innovación y para favorecer la concreción de las relaciones
ideadas en el llamado Triángulo de Sábato (Sabato y Botana, 1968). Una buena
articulación entre los distintos actores que intervienen en los procesos de
innovación, tanto desde el sector público como del privado y de las organizaciones
sociales, puede potenciar y enriquecer las capacidades y los desempeños de esos
actores mucho más allá de lo que lograrían cada uno por separado (Perkmann y
Walsh, 2007 y 2008; Britto y Lugones, 2019 y 2020).
En los vínculos que se establecen, p. ej., entre quienes exploran nuevos
conocimientos y/o desarrollan nuevas aplicaciones de saberes previos en sus
actividades en Universidades e Instituciones de investigación (colectivo que
podríamos resumir como “la Academia”), con quienes desde la esfera de la
producción buscan y procuran aplicar mejoras tecnológicas (usuarios de
conocimiento), ambas partes obtienen beneficios que no son sólo de carácter
económico (los habitualmente más mencionados y conocidos) sino también
intelectuales o cognitivos (los actores aprenden conjuntamente gracias a la
interacción y se benefician de otras miradas y enfoques, conocimientos específicos
de cada parte y prácticas que se complementan).
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Desde luego, esos beneficios cognitivos mutuos serán tanto más factibles
cuanto más bidireccionales sean las relaciones entre investigadores y usuarios, es
decir, cuanto más se acerquen a una agenda compartida de investigación y al
codesarrollo de conocimientos. Asimismo, esas relaciones pueden también
proporcionar ventajas sistémicas (escalamiento tecnológico de las actividades de la
zona o del país, a partir de la incorporación de conocimiento a la producción) e
incluso institucionales cuando las organizaciones mejoran sus prácticas, afinan sus
normas y aprenden a organizarse mejor gracias a la interacción. Estas afirmaciones
surgen de estudios llevados a cabo tanto en nuestro país como en el exterior, en los
que se obtuvieron contundentes evidencias respecto de los cuatro tipos de
beneficios mencionados (Perkmann et al., 2013; Britto y Lugones, 2019 y 2020).
Reflexiones finales
La idea de la Universidad como Agencia de Desarrollo encuentra sustento en que,
sobre todo en los países desarrollados, estas instituciones han comenzado a
erigirse, en articuladoras de la transición productiva, que estudian y proponen, p. ej.,
cuáles pueden ser los sectores de actividad con mayores posibilidades de expansión
a futuro y que, a la vez, derramen más beneficios a sus trabajadores (Kempton,
2015; Benneworth, de Boer y Jongbloed, 2015).
Avanzar en esa dirección con nuestras Universidades exige, no obstante,
destacar la importancia de fortalecer las competencias en planificación y prospectiva
debido al ritmo vertiginoso que asume el cambio tecnológico en la actualidad y a las
transformaciones productivas consecuentes, así como también a las modificaciones
en los hábitos de consumo. Esto produce una mutación constante en las maneras de
crear valor lo que lleva a que sea sumamente dificultoso para las empresas públicas
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y privadas, así como para las organizaciones sociales, detectar a tiempo las
capacidades que deben desarrollar.
Más aún, el sendero propuesto requiere de políticas específicas y explícitas a
nivel nacional, que respondan a una planificación que deberá ser capaz de superar
varios retos simultáneos. Por una parte, deberá resolver el siempre difícil desafío de
establecer prioridades, acertar en la definición de las mismas y lograr la aceptación
mayoritaria de la sociedad. Establecer prioridades es, con todas las dificultades que
encierra, un requisito imprescindible, sobre todo en una sociedad como la nuestra,
con múltiples demandas y necesidades insatisfechas. Deberá hacerlo, no obstante,
con la flexibilidad y la dinámica de cambio que exige el escenario descripto en el
párrafo anterior, lo que hace más compleja todavía la tarea.
Por otra parte, habrá que superar los tradicionales problemas de articulación,
tanto al interior del sistema científico-tecnológico como entre la política respectiva y
las políticas económica (macro, meso y micro), comercial, energética, ambiental,
etc., (Codner, Lugones y Porta, 2014; Baruj, Britto y Pereira, 2016), lo cual no es un
problema de fácil resolución, pero, así y todo, resulta imperioso encarar. Todos los
ejemplos disponibles a nivel internacional de casos nacionales exitosos de catching-
up tecnológico, desarrollo acelerado y cambio estructural (Suecia a partir de fines del
siglo XIX, Japón, Corea del Sur y Noruega desde la década de 1960, Australia y
Nueva Zelanda en la segunda mitad del siglo XX y, desde luego, China en las
últimas décadas) revelan trayectorias en donde el papel del Estado, las políticas
activas y la planificación (o la coordinación por parte de las Agencias
Gubernamentales) para una mayor eficiencia de las mismas ha sido una constante.
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