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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re58.157
Stengers, I. (2017), En tiempos de catástrofes. Cómo
resistir a la barbarie que viene, Ned Ediciones, 149 pp.
Eva Bidegain
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Introducción
En circunstancias de atravesar duelos y transformaciones de los rituales sociales que
nos ha dejado la pandemia de COVID19, el libro de Isabelle Stengers resulta
paradigmático. Potente. Premonitorio.
Titulado En tiempos de catástrofes, cómo resistir a la barbarie que viene tiempos
que vienen (Éditions La Découverte, París, 2009 primera edición en francés) es un libro
que incomoda. Una escritura que convoca al espíritu de “intervención” de la autora en
un debate necesario. Debate para salir del aletargamiento, prestar atención, ubicarnos
en la cabal condición de lo que estamos viviendo: el antropoceno, la barbarie del
mercado y sospecha de la Ciencia. Stengers advierte que no pretende definir sino
caracterizar. Nos dice “Intervenir requiere cierta brevedad, porque no se trata de
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Becaria Posdoctoral del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, Ciudad de México. Correo
electrónico: evabidegain@gmail.com
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convencer, sino más bien de transmitir”. Delinea los actores sociales que interpela con
su reflexión: los científicos, los “responsables” en los gobiernos, la corporación
empresaria financiera mercantil. Dialoga explícitamente con Carlos Marx, con Bruno
Latour e implícitamente con Donna Haraway, con Suely Rolnik y hasta con Karin Knorr-
Cetina, quien enfocó en los factores trans-epistémicos de la práctica científica.
Este libro precede a Otra ciencia es posible. Manifiesto por una desaceleración de
las ciencias editado en español en el 2019. Ambas obras están en consonancia con la
crítica a la alianza ciencia-mercado que ha sido impulsado en los ochentas con las
corrientes de Desarrollo e Innovación, y las estrategias que los sistemas nacionales de
Ciencia y Tecnología han impulsado de “vinculación con empresas”. Esto se produce en
condiciones de capitalismo financiero que la autora califica como “generación de
barbarie”.
Stengers (Bruselas, 1949) es reconocida como filósofa e historiadora de la ciencia
y la tecnología. En el trabajo que nos ocupa se centra en las “voces” autorizadas para
opinar sobre los usos e inocuidades de los avances de la ciencia. Específicamente los
Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Cuestiona que, a diferencia de otros
grupos, como los informáticos y los colectivos desde municipios, que procuran volver a
recuperar el común, los científicos no han desarrollado un modelo de cooperación sino
de competencia. Esta intervención se inscribe al calor de los debates parlamentarios,
de grupos de científicos y de colectivos de usuarios consumidores afectados sobre los
OGM en Europa. Hecho clave, dice la autora, porque coloca en entredicho la opinión de
parte de la comunidad científica, que vuelve una y otra vez a suceder con las ciencias.
Lo que llama “la Intrusión de GAIA” pone en entredicho el dispositivo de demostración
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científica. Dispositivo de saber/poder que viene imperando en la Ciencia desde la Royal
Society. En las proclamadas ciencias duras y blandas, en el lenguaje de la publicidad y
el periodismo banal. GAIA pone en entredicho los usos de la ciencia y la tecnología, los
alcances de la barbarie capitalista. Antes que una antropomorfización de GAIA,
Stengers la define como una Entidad. Es lo Vivo más allá del homo sapiens en
sociedad. Afecta a la vez que es afectada por el antropoceno. Su argumento dialoga
con una corriente de pensamiento que ha descolocado al Hombre como el centro de la
historia y como parteaguas de la Cultura y Naturaleza. Un lazo con Donna Haraway y la
condición interespecies. Con Suely Rolnik también, cuando desmenuza el proceso de
colonización y cafisheo del capital financiero del deseo y la Vida. También dialoga con
esas otras voces compiladas en “Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexievich. Estas
“otras voces” que importan en el necesario debate de la asociación mercado-ciencia-
gobierno con el manejo de la vida humana y no humana. Es la urgente necesidad de
prestar atención y crear otros mundos posibles. No nos queda otra, parece decirnos
como conclusión Stengers.
Sobre el libro
Una de las partes de la intervención de Stengers es describir un estado de
situación y a eso dedica los primeros capítulos “Entre dos historias” y “La época ha
cambiado”, donde describe cómo los autodenominados “responsables” han dicho que la
historia acabó, que hay que someterse a los hechos, al progreso. Lo hacen desde una
disposición de pánico frío. Es el imperio de la “economía del conocimiento” que,
empero, es aletargamiento, un no prestar atención a las condiciones de vida y de
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sometimiento. Es como quien se convence (y somete) con la expresión “Es lo que hay”.
Pero a eso, Stengers antepone el “derecho a sobrevivir” y tender lazos con las virtudes
de la descortesía, con la risa, con la sátira. Y llega entonces al capítulo “Acontecimiento
de los OGM”. Dicho acontecimiento muestra el desfase entre los que producen una alta
tecnología y conocimiento sobre algo concreto, los investigadores y los “responsables”,
que veían en dicho Progreso el fin de las hambrunas, la revolución verde. El
establishment científico, que tiende a vindicar la innovación industrial y a rechazar las
responsabilidades de sus daños sobre otros, fue quebrado, sentencia. Los políticos
veían que el manejo del debate se les iba de las manos: “Los científicos abiertamente
divididos, la investigación pública gravemente cuestionada, las acciones militantes
habían comenzado (…) la confianza en la experticia científica estaba en su punto más
bajo”. También develaron las patentes que vacían de interés económico vías de
investigación. Este acontecimiento fue también la participación de colectivos que
retornaron a cosas cuestionadas por la modernización y su lema del progreso. Así se
vindicaron el slow food, la permacultura, las redes de intercambio de semillas, el
decrecimiento. Los jurados populares hicieron balbucear a los expertos, subraya.
Expuestas las situaciones y los actores, una segunda parte de un itinerario de
lectura arranca con “La intrusión de Gaia”, donde GAIA no responde a una calificación
de “recurso”. Su intrusión es consecuencia de las formas en que se llevó a cabo la
relación. Es una entidad, y es “el denso conjunto de relaciones que acoplan lo que las
disciplinas científicas solían tratar por separado: los seres vivos, los océanos, la
atmósfera, el clima, los suelos más o menos fértiles”. La intrusión de GAIA no pide
respuestas ni responsables. La intrusión es trascendencia. No se puede ignorar su
existencia. En los capítulos subsiguientes “Capitalismo” y “Prestar atención”, la autora
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devela y describe cómo se ha posibilitado esta intrusión. En “Capitalismo” hace
referencia a los modos del libremercado que califica de irresponsable y que captura,
segmenta y redefine la vida, bajo la ciega confianza en el Progreso. Explora y explota
las oportunidades. Sea con la economía verde o con someter las solidaridades
creativas. Por contraposición, Stengers remarca que reconocer la intrusión de GAIA es
reconocer que no hay ni tiempo, ni elección. Y que, a la manera de los pueblos
indígenas, hay que reaprender a no ofenderla. En “Prestar atención” habla del
mecanismo que opera de no prestar atención. Y apunta que el arte de prestar atención
es saber resistir a la tentación de juzgar. “Se necesitaron catástrofes sanitarias y
ambientales para que los poderes públicos finalmente se vean obligados, en Europa, a
reconocer la legitimidad de un principio de precaución”, sentencia. El Empresario -con
mayúsculas- cree ciegamente en el Progreso y está acompañada del Estado y de la
Ciencia, - también con mayúsculas-. Este subrayado de la autora tiene la función de
marcar la fachada que esconde heterogeneidades en la práctica científica. Con el
acople Empresario-Estado-Ciencia, asistimos a la consolidación de Occidente. En el
capítulo “Una historia de tres ladrones”, la autora se ocupa del dispositivo de
demostración, que obliga a postrarse ante los hechos. Se opuso Ciencia a Opinión. El
desprecio a otras voces, a las dudas, a los interrogantes. A las precauciones. El mundo
académico se somete en la misma lógica de mediciones, hechos y postraciones.
“Ya se trate de la famosa «clasificación de las universidades», o de los criterios de
evaluación a los que en adelante son sometidos los centros de investigación y los
investigadores, son producidos por «expertos» que también son «colegas». Y los
«hechos» que retienen esos expertos, que identifican con signos de excelencia, bien
pueden ser denunciados como ciegos, no pertinentes o injustos; en nombre de la
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Ciencia y de su imperativo de objetividad, ellos fabrican una nueva definición operativa
de la investigación” (Stengers, op. cit. p.65)
La intrusión de GAIA es oponerse a este relato épico del Hombre cuyo fin es el
Progreso. La intrusión de GAIA supone dejar de confiar en el Estado y su tecnocracia
que estandariza, evalúa, ajusta. Finalmente, la última lectura es la que enlaza los
mecanismos del Estado-Ciencia-Mercado. En el capítulo “Enclosures”, nos refiere la
erradicación en el siglo XVIII de los comunes, que era esencial para la vida campesina
y señala como los colectivos de informáticos de Software Libre y los colectivos que
tienen a la gestión de los comunes, surgen como respuesta a esta enajenación. En los
últimos capítulos “Causas comunes”, “Puede ser peligroso”, “Temor a una regresión”, la
autora refiere a ese arte de prestar atención y lo utiliza con el concepto de pharmatón:
algo que puede llevar a la muerte, convertido en veneno, o a la vida, convertida en
medicina. Stengers nos dice que no se puede prever qué dirección tomarán los dos
casos que toma como ejemplos de “colaboración” para apropiarse de los comunes: los
informáticos y los que promueven la gestión de los pueblos de los comunes (agua, aire,
suelos).
En los capítulos “Necedad” o “Aprender” refiere a las dos posibles disposiciones
de prestar atención, y a dos dispositivos - “Operadores” y “Artificios”- con los cuales se
intenta deslegitimar otras voces, y por lo tanto al acto de prestar atención, atender a
lógicas que no caben en el dispositivo de demostración científica. Todo sea para llegar
a lo que, a la luz de la descripción que hace la autora, parece una utopía, con el que
cierra su “intervención: “Honrar” a GAIA, imaginar un mundo sin barbarie, con
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reconocimiento del Otro, con una práctica científica no atenta en la productividad y la
utilidad de sus conocimientos, sino en el cuidado de la vida.
Artículo recibido el 26 de abril de 2021
Aprobado para su publicación el 6 de junio de 2023