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DOI: https://doi.org/10.48160/18517072re54.148
De “todero” a “cangrejero”: dinámicas de co-
producción en la constitución de un modo de hacer
neurociencias
Luana Ferroni*
Resumen
En los estudios sociales de la ciencia y la tecnología en América Latina continúa
vigente el desafío por mostrar la especificidad y la creatividad del quehacer científico
en contextos definidos como periféricos. Este artículo se basa en un trabajo
etnográfico realizado en un laboratorio de neurociencias argentino. Se analiza el
proceso a través del cual un integrante histórico del laboratorio, que tuvo un cargo
técnico, fue adquiriendo centralidad en las actividades del grupo. La transformación
en su participación se manifestó en los distintos apodos con los que sus compañeros
lo fueron llamando: “todero”, “artesano medieval” y “cangrejero”. La relevancia de su
participación radicó en que desarrolló un repertorio de recursos, que incluía
herramientas, equipos, experiencias y memorias, a partir del cual se fue configurando
una forma particular de hacer ciencia. En esta dinámica de coproducción se
encuentran marcas propias de las prácticas científicas. Se concluye que las mismas
* Centro de Investigaciones Sociales (CIS) - CONICET/ IDES.
Correo electrónico: luaferroni@gmail.com
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expresan formas creativas de apropiación de la actividad científica en condiciones
consideradas adversas.
Palabras clave
LABORATORIO, NEUROCIENCIAS, CO-PRODUCCIÓN, TÉCNICO.
Introducción
En la década del ’80, los estudios latinoamericanos pioneros en el abordaje del rol
de la ciencia y la tecnología en estas latitudes utilizaron los conceptos de centro y
periferia para señalar un modo desigual de inserción en el sistema mundial de sus
comunidades. Estos trabajos discutieron con miradas que concebían a la ciencia en
América Latina como el producto de la difusión desde Europa y Estados Unidos
hacia el resto del mundo (Vessuri, 2007; Cueto, 1994). Sus aportes contribuyeron a
cuestionar distintos componentes de este esquema de transmisión, tales como la
unidireccionalidad del centro a la periferia, y la pasividad de la ciencia realizada en el
supuesto polo receptor (Matharan 2016). Más recientemente, continúa vigente el
desafío por mostrar la especificidad y la creatividad del quehacer científico en
contextos definidos como periféricos (Spivak L’Hoste y Hubert, 2012; Kleiche-dray et
al., 2019).
Este trabajo presenta un estudio etnográfico acerca de cómo el Laboratorio de
Neurobiología de la Memoria de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN)
de la Universidad de Buenos Aires (UBA) fue encontrando la manera de investigar
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con un animal no convencional en su área de estudios, el cangrejo Neohelice
granulata. Aún situado en condiciones consideradas adversas, en comparación con
las de Estados Unidos y Europa occidental, por su contribución científica logró
insertarse en el campo académico internacional.
Una persona clave en este emprendimiento fue Ángel Vidal1. Varios de los
investigadores del laboratorio me lo señalaron cuando entendieron que mi interés
estaba en comprender cuál era el modo particular del grupo de hacer, concebir y
proyectar su producción científica. Él ha sido parte del laboratorio prácticamente
desde sus inicios, ocupando un cargo técnico que sigue desempeñando en la
actualidad. Por lo cual, este trabajo aborda los procesos a través de los cuales su
participación contribuyó a darle concreción y sustento a la investigación con estos
cangrejos.
Se analiza el proceso a través del cual Vidal pasó de ser un recién llegado a
desempeñar un rol central en el grupo. La transformación en su participación se
manifestó en los distintos apodos con los que sus compañeros lo fueron llamando:
“todero”, “artesano medieval” y “cangrejero2. Este recorrido permite discutir el papel
que se le ha asignado al personal de apoyo de los laboratorios vinculado al
cumplimiento de tareas manuales, subsidiarias o fácilmente reemplazables (Shapin,
1989). Pero, también, pone en evidencia la especial relevancia que Vidal tuvo en el
desarrollo de un repertorio de recursos que incluía herramientas, equipos,
1 Los integrantes del laboratorio que aparecen en este trabajo, ante mi consulta, manifestaron la
voluntad de conservar sus nombres reales para esta publicación.
2 Las comillas se emplean para señalar las categorías nativas.
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experiencias y memorias, en torno al cual se fueron organizando las actividades del
laboratorio. En estas actividades comunes se fue configurando una forma particular
de hacer ciencia.
A continuación, argumento que, en esta dinámica de coproducción, en la cual
el conocimiento y sus encarnaciones materiales fueron, al mismo tiempo, productos
del trabajo social y constitutivos de formas de vida (Jasanoff, 2004), se identifican
marcas propias de las prácticas científicas. Particularidades que no pueden ser
entendidas como meros resultados de condiciones sociales y cognitivas predefinidas
y restrictivas. Por el contrario, ponen en evidencia la robustez cultural de los
aspectos técnicos y materiales en la que se exponen formas creativas de
apropiación de la actividad científica en estas latitudes.
El análisis antropológico que se presenta a continuación recupera de los
estudios de laboratorio el foco en las interacciones que transcurren en los sitios
donde se lleva adelante la producción de conocimiento para visibilizar aspectos que
no se presentan en las publicaciones científicas (Latour y Woolgar, 1995; Knorr
Cetina, 2005). De la etnografía realizada en ámbitos científico-tecnológicos, se
mantiene el énfasis colocado en las prácticas y en la reflexividad de quienes
protagonizan estos mundos (Hess, 2001). El trabajo de campo etnográfico se realizó
entre 2013 y 2019, y comprendió la observación participante durante distintas
instancias vinculadas al quehacer científico de este grupo, la realización de
numerosas entrevistas abiertas a sus integrantes a lo largo de todos estos años, y la
lectura de diversos textos escritos del laboratorio.
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El “todero”
En 1984, con el retorno de la democracia en Argentina, el biólogo Héctor
Maldonado3 se radicó nuevamente en la FCEN de la UBA. Después de la Noche de
los Bastones Largos4, había renunciado a su cargo docente y, en aquel entonces,
volvía al país tras diecisiete años de ejercer su profesión en Venezuela e Italia. Junto
a colegas con quienes había trabajo en la década del ’60 y con algunos de los que
integrarían la primera camada de doctores, comenzaron a armar un laboratorio que
con los años pasó a llamarse Laboratorio de Neurobiología de la Memoria.
En ese primer momento eligieron a la especie de cangrejos Neohelice
granulata, entre otras opciones, para investigar fenómenos como la memoria y la
percepción visual. Se trata de un animal que tuvieron que ir a recolectar a San
Clemente del Tuyú, ciudad balnearia en la provincia de Buenos Aires, para llevar al
laboratorio y hacer experimentos. Como no requerían el mantenimiento estable de
infraestructuras de investigación, se adecuaron al limitado presupuesto con el que
contaban en ese momento. Esta selectividad y contingencia contextual han sido
3 Maldonado se graduó de Licenciado en Ciencias Biológicas en la UBA en 1958 y se doctoró en el
University College de Londres en 1963. Entre 1966 y 1984 estuvo en el Instituto Venezolano de
Investigaciones Científicas (IVIC) y en la Stazione Zoológica Anton Dohrn de Nápoles. A su regreso al
país en 1984 fue director del Departamento de Biología en la FCEN. En 2008 fue nombrado Profesor
Emérito y Superior del CONICET. Falleció en 2010 a los 83 años.
4 La Noche de los Bastones Largos fue la jornada histórica del 29 de julio de 1966 en la que las fuerzas
policiales del gobierno militar del general Juan Carlos Onganía desalojaron violentamente cinco
Facultades de la UBA, entre ellas, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, poniendo fin a la
autonomía universitaria.
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señalados en los estudios de la ciencia y la tecnología como inherentes a las
prácticas científicas (Knorr Cetina, 2005).
En todos estos años otros grupos de científicos del país, de Uruguay y Brasil
han ido investigado a los Neohelice centrando su preocupación en distintas
cuestiones, tales como su interacción en los ecosistemas costeros. Sin embargo,
este laboratorio ha sido el único que estudió con los cangrejos estos fenómenos de
las neurociencias5. En esta área de investigación, que fue creciendo y adquiriendo
mayor relevancia pública en los últimos años (Mantilla, 2018), han sido considerados
animales “no convencionales”.
“Para resumírtelo, llegué por casualidad…Sí, por casualidad”. Así fue como
Vidal me presentó su llegada al laboratorio una de las veces que nos juntamos a
conversar en 2018. Esta contingencia no podía anticipar que de ser un recién
llegado iba a convertirse en una persona clave en la investigación con cangrejos. En
aquel encuentro Vidal me contó que después de haber hecho el servicio militar en el
año 1977, había trabajado varios años en una consultora de Vialidad Nacional como
cadete, donde al tiempo pasó a desempeñarse como dibujante. Él había hecho un
año de dibujo técnico en un colegio industrial, pero no había terminado el secundario
para ese entonces. En aquellos años, recibió la ayuda de una amiga, ingeniera civil,
quien le llevaba libros de dibujo para que fuera aprendiendo. Pero hacia los últimos
5 Un estudio bibliométrico ha establecido que los Neohelice granulata son la sexta especie de cangrejos
más estudiada en el mundo, y buena parte de lo que se conoce sobre los mismos en sus aspectos
fisiológicos y comportamentales se debe a los trabajos de quienes integraron el Laboratorio de
Neurobiología de la Memoria (Spivak, 2010).
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años del gobierno militar muchas obras públicas vinculadas a la vialidad se estaban
terminando, y se quedó sin trabajo.
Al tiempo, lo llamaron de otra consultora ya como dibujante, y trabajó hasta
1984. Año en el que nació su hijo, y fecha en la que volvió a quedarse sin trabajo.
“Un día es complicado, 6 meses son complicadísimos, fue un tiempo largo el que
estuve sin trabajo”, me dijo. En ese plazo hizo de todo: pintura, carpintería, aprendió
algo de plomería y de gasista. Hasta llegó a practicar para trabajar como colectivero.
En eso, un amigo le propuso atender en un local de sanitarios, con la posibilidad de
tomar trabajos de la gente que se acercaba a pedir distintos tipos de arreglos.
Cuando estaba trabajando en ese negocio, lo llamó la hija mayor de
Maldonado para hacer unos arreglos en la casa. Su madre y la madre de Vidal
habían trabajado juntas. Cuando fue a su domicilio, entre ella y su marido
empezaron a pensar cómo ayudarlo con más trabajo. Ella pensaba en contactarlo
con la pareja de Maldonado que se dedicaba a la escenografía y a la dirección de
arte porque “en el mundo del cine había muchas cosas para hacer”. Mientras que su
marido decía que se contactara con Maldonado para trabajar en el laboratorio.
Aunque a ella le pareciera que allí le sería más difícil conseguir trabajo ya que “¡no
había plata en el laboratorio!”.
La cuestión fue que Maldonado y su pareja lo llamaron para que hiciera unos
arreglos en su casa en el barrio de Palermo. Una de las cosas que recordaba Vidal
de aquella vez, que me señaló como algo importante para entender lo que vendría
después, fue que Maldonado estaba con su camisa color salmón en el sillón
refunfuñando, y ella le decía: “¡Sólo a vos se te ocurre hacer un laboratorio en
Argentina!”. Nuevamente, el señalamiento de que este emprendimiento se trataba de
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una cuestión algo disparatada apuntaba a remarcar las dificultades económicas
asociadas a desarrollar y mantener una infraestructura experimental de producción
científica en un contexto marcado por las sucesivas crisis financieras, y la oscilación
en materia de estímulo y financiamiento de dicha producción.
En esa ocasión, Maldonado le preguntó si podía hacerle unas “cajitas” para
unos experimentos. Vidal me contó que “decía a todo que sí. Si me preguntaban si
podía hacer la torre Eiffel capaz lo pensaba, pero si no…”. En ese momento, ya era
fines del ‘85 o principios del ‘86, el laboratorio se llamaba Fisiología del
Comportamiento Animal6, que era el nombre de la materia que Maldonado dictaba
en la carrera Ciencias Biológicas de la UBA. Esta rama de la biología analiza los
procesos y mecanismos que intervienen en el control inmediato de los
comportamientos, y el fundador del laboratorio tenía una larga trayectoria de
investigación en esta área.
Para ese entonces, el número de integrantes en el laboratorio estaba
creciendo. La que prontamente sería la primera camada de doctores del laboratorio,
junto a estudiantes de grado, estaban llevando adelante sus investigaciones. El
primer sitio que habían tenido en el 4to piso del Pabellón II de la Ciudad
Universitaria, el edificio de la FCEN les quedaba chico. Con lo cual, habían hecho
una primera mudanza a una casa de tres pisos en la calle Chenaut del barrio Las
6 La Fisiología del Comportamiento Animal es una rama de la biología que analiza los procesos y
mecanismos que intervienen en el control inmediato de los comportamientos. No estudia el
comportamiento animal en sí mismo, sino que relaciona los eventos neurofisiológicos que subyacen a
la detección de estímulos (auditivos, visuales, olfativos, etc.) con la organización de las respuestas
motoras (escape, caza, cortejo, comunicación, navegación, etc.).
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Cañitas en Palermo, próximo a la Ciudad Universitaria, que alquilaron con el
financiamiento de una Fundación y la Facultad. La peculiaridad del inmueble en el
que se propusieron armar el laboratorio residía en que allí solía funcionar un burdel.
Según Vidal, en ese momento el barrio no tenía nada que ver con lo que fue
más adelante: repleto de restaurants y bares, y edificios de categoría nuevos. Lo
mejor que había era un club, y estaban cerca del Hospital Militar. Él y la Dra. Beatriz
Dimant, una de las primeras integrantes del laboratorio, me contaron algunos
detalles sobre los cuales solían hacer bromas acerca de cómo habían encontrado la
casa donde instalarían el laboratorio y sus primeras impresiones sobre ella.
Recordaron las alfombras quemadas con colas de cigarrillos y los espejos de muy
mala calidad donde bromeaban que era mejor no reflejarse. Se acordaron también
de que algunas veces recibieron llamados preguntando por alguna Señorita. Y, sin
objeciones morales, y con sentido del humor, se solían preguntar si aquel negocio
no sería más redituable que dedicarse a la ciencia.
Las “cajitas” que le había pedido Maldonado para algún experimento fueron
perdiendo “prioridad”. ¡Había tanto para hacer en Chenaut! Vidal puso mesadas,
estantes, etc. Su trabajo fue fundamental para transformar ese burdel en un
laboratorio. Estas tareas que fueron surgiendo de forma imprevista daban cuenta de
su participación en la cotidianeidad del laboratorio. Maldonado, en tanto director del
laboratorio, le pedía a Vidal algún trabajo más cada día. En este primer momento, le
pagaba por tarea realizada. Pero si llegaba a tener otro trabajo, le daba la
oportunidad para que lo tomara.
En aquel entonces empezaron a apodar a Vidal como “el todero”, porque
literalmente sabía hacer de todo. Esta categoría sintetizaba los saberes que
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aportaba Vidal, que no se circunscribían a un tipo específico. Así, en el laboratorio
interactuaban y se combinaban distintos saberes y experiencias que suelen ser
invisibilizados o asumidos como tácitos, pero que son constitutivos de la
investigación que allí se llevaba adelante (Collins, 1985). Asimismo, esta forma de
nombrarlo denotaba que desde el principio Vidal desarrolló una mirada holística
sobre las prácticas que transcurrían en el laboratorio.
“¿Cómo te explico? Yo hasta ese momento no sabía lo que era la palabra
fisiología”. De esta manera, Vidal me señalaba su extrañamiento inicial con este
mundo científico-tecnológico. Aunque prontamente dejaría de ser un outsider7.
El “artesano medieval”
A los encargos relacionados con el acondicionamiento del sitio del laboratorio, a
Vidal se le fueron sumando tareas de diseño y elaboración de equipos
experimentales para los cangrejos. Esta forma de participación le valió un nuevo
apodo: “artesano medieval”. Lo curioso es que los estudios de laboratorios han
definido a estos sitios como unidades productivas de conocimiento científico. Se
trata de una metáfora usualmente relacionada con la producción fabril e implica la
puesta en funcionamiento de dispositivos técnicos. Sin embargo, la caracterización
de Vidal como artesano, con cierta connotación opuesta a la organización del trabajo
industrial (estandarizado y serializado), interrogaba desde sus creaciones las
7 Esta metáfora espacial ha sido utilizada en los estudios de la ciencia y la tecnología en ámbitos
médicos, en especial para dar cuenta de cómo los pacientes coproducen conocimiento en base a sus
vivencias (Marello, 2016).
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divisiones entre ciencia y técnica, arte y oficio, trabajo manual e intelectual propios
de nuestra época.
Con los equipos del experimento clásico de los estudios de este laboratorio,
se hicieron diversos descubrimientos sobre la memoria y se publicaron numerosos
artículos. La elaboración de estos equipos tuvo un carácter necesariamente
artesanal, pues al no haber otros laboratorios que investigaran en neurociencias con
los Neohelice, tuvieron que armarlos sin referencias directas de otros laboratorios y
diseñarlos especialmente para estos animales.
Este experimento tenía como objetivo que cada animal formara una memoria
con características particulares que la volvieran interesante para ser estudiada y
discutida con el resto de la comunidad científica internacionalizada que investigaba
con otros animales. Para ello, además, los equipos reconstituyeron parcialmente el
hábitat de los cangrejos en el laboratorio. Una situación de peligro que atraviesan a
diario los Neohelice y que inspiró este experimento fueron los vuelos rasantes de las
gaviotas, una de sus aves predadoras. Colocaron a los cangrejos en recipientes
plásticos naranjas, parecidos a ensaladeras, por encima de los cuales se
desplazaban pantallas grises rectangulares. Una luz encima de estos equipos
reforzaba la sombra de la pantalla para que la situación se asemejara al ocaso. Éste
era el escenario preciso en el que transcurría la actuación de los cangrejos que
medirían, por lo cual los llamaron “actómetros”. Puestos de a uno en cada
contenedor, los animales corrían asustados cuando pasaba la pantalla de la que
intentaban escapar, subiendo en vano las paredes curvas del contenedor que los
devolvían al centro. Como este estímulo aversivo continuaba sucediendo, los
cangrejos corrían cada vez menos hasta que optaban por quedarse inmóviles ante
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las nuevas apariciones del objeto amenazante que enfrentaban en soledad. A esta
asociación entre un contexto con un estímulo aversivo a lo largo del tiempo llamaron
memoria “contexto-señal”.
Vidal participó en el armado y la conexión de estos instrumentos que fueron
cambiando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, para que la corrida del cangrejo se
tradujera en material asible para el análisis cuantitativo de sus respuestas se
utilizaban púas de tocadiscos. Pero esta técnica traía ciertas complicaciones
mecánicas, así que, junto al desuso de esta máquina, las púas en el laboratorio
también fueron reemplazadas por micrófonos. También, programó las computadoras
de estos dispositivos para que analizaran los datos y ejecutaran secuencias de
estimulación y registro. Así extendió aún más sus incumbencias mostrando que su
aporte no se circunscribió a un corpus de conocimientos definido de antemano
(Carenzo y Trentini, 2020).
Durante los años que estuvieron en la calle Chenaut, muchas de las
herramientas y materiales que se utilizaron para armar las primeras versiones de
estos equipos se consiguieron en parte gracias a un subsidio que había obtenido el
biólogo argentino Dr. Josué Núñez. Núñez había trabajado con Maldonado en la
FCEN en los ’60 y en el IVIC. En aquel entonces estaba compartiendo el sitio del
barrio Las Cañitas en donde trabajaba con vinchucas y abejas. Es que tuvo una
relación cercana con el laboratorio que se expresó en colaboraciones recíprocas.
Para Vidal, Núñez fue un referente de quien aprendía y se sentía estimulado para
seguir involucrándose en las actividades del laboratorio. Tal vez esto se debía a que,
entre otras cosas, compartían las habilidades del saber artesanal que, según Sennet
(2009:180), consisten en darle concreción a la materia, reflexionar sobre sus
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cualidades y ampliar su significado. Por eso, las veces que me junté con Vidal
recordó conversaciones entre ellos dos en las que intercambiaban sobre los
materiales adecuados para los equipos, y destacaba la sensibilidad que Núñez tenía
para decidir sobre los mismos. O me contó la vez que Núñez lo esperó casi un año
para juntarse a armar y comenzar a usar un torno de origen austríaco que había
adquirido.
A fines de 1990, el laboratorio regresó al Pabellón II de la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales. Al primero de los 2 sitios8 en el que se instalaron lo
llamaron “Siberia” por el frío que hacía allí durante el invierno. Utilizaron un término
que en la jerga política alude a la región rusa de condiciones climáticas invernales
donde funcionaban campos de prisioneros y de trabajos forzados en la Unión
Soviética9. En la Facultad, por su lado, se referían a este lugar peyorativamente
como “la villa miseria”. Estas coordenadas espaciales ponían de relieve ciertas
características marginales o precarias que eran parte de las vivencias cotidianas de
sus integrantes. Podrían resultar datos anecdóticos o pintorescos, como el armado
de un laboratorio en un burdel. Sin embargo, los desplazamientos a través de estos
lugares constituirían las trayectorias de aprendizaje que se irían haciendo parte de la
historia del grupo (Lave y Wenger, 1991).
8 En 1998 tuvieron la mudanza a la locación en la que estuvieron hasta el 2018 en el segundo piso del
Pabellón II, a la que se le agregaría más adelante otro sector en el mismo piso.
9 También otros ámbitos de la producción científica se calificaron de este modo. Es el caso de la Ciudad
Universitaria de la Universidad Nacional de Rosario que se denomina “La Siberia” desde que se
construyó en una zona desolada de la ciudad. La analogía con la región rusa se justificó de modo similar
a la del laboratorio.
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Coincidentemente, el sitio en el que Vidal preparaba las piezas para los
equipos lo llamaban “taller”, al igual que el lugar de trabajo del artesano medieval.
Me explicaron que el “taller” era llamativo porque ellos mismos se ocupaban de
construir casi todos los equipos. Este aspecto los distinguía de otras especialidades
científicas, como por ejemplo las nanociencias y nanotecnologías del país en las
cuales los equipos se importan10. En este caso, el problema de los instrumentos
radicaba en competir y dialogar con otros grupos ubicados en distintas partes del
mundo que contaban con equipamientos e insumos sofisticados y costosos.
Sobre el propio trabajo con los equipos que Vidal realizaba en el “taller”, me
había dicho que se la “rebuscaba con lo que tenían”. En esta cuestión se advertía
cierta autonomía para tomar decisiones sobre la elaboración del producto y astucia
del artesano. Pero, además, en su caso se relacionaba con la idea de que “todo lo
habían hecho a pulmón”11. Esta expresión se utiliza para referirse al esfuerzo de los
científicos de esta región en realizar tareas vinculadas a las condiciones materiales
de los lugares donde llevan adelante sus trabajos, que en centros de investigación
de países como los de Europa y Estados Unidos suelen estar garantizadas por sus
instituciones científicas. También, se relaciona con el famoso “atado con alambre”,
que alude a la precariedad del mantenimiento de los equipos experimentales a la
que los científicos tienen que adaptar su trabajo. Pero esa forma de proceder podía
10 Por ejemplo, en las nanociencias o nanotecnologías el acceso a los recursos tecnológicos tiene que
resolverse a partir de distintos tipos de redes de cooperación que implican desplazamientos de
muestras o de investigadores. Ver Hubert y Spivak (2009).
11 Esta categoría nativa fue el nombre de la investigación doctoral de Adriana Stagnaro (2015).
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decirnos más cosas sobre estas prácticas de pesquisa. Un investigador histórico del
laboratorio una vez me explicó por qué quiso sumarse al mismo de esta manera:
“Mirá, lo que más me gustó fue que llegué y apenas entrabas había un taller
con herramientas colgadas, ¿no? Con esas herramientas se había construido
la ‘villa miseria’ seguramente, pero además se habían construido todos los
instrumentos con los que se trabajaba. De hecho, eso me parecía que estaba
buenísimo. Yo venía de un lugar como muy tradicional de farmacología y
fisiología, y todo lo que se hacía era como enlatado. Entonces, ver que alguien
tiene las herramientas para hacer los instrumentos para contestar las preguntas
que vos querías y que no quedabas necesariamente encorsetado por la
metodología posible…Eso fue lo primero. Después, Héctor era encantador, y
Ángel… había muy buen clima en el laboratorio” (Notas de campo, marzo de
2018).
El “taller”, que contrastaba con laboratorios que trabajaban con instrumentos ya
constituidos y para este investigador se trataba de un aspecto que limitaba la
actividad científica, era una característica que evaluaba como positiva del laboratorio
vinculada a la posibilidad de realizar un trabajo más creativo. Esta distinción ponía
en perspectiva el carácter relacional de estas marcas a través de las cuales uno de
los integrantes de este grupo se identificaba y oponía a otras maneras de hacer
ciencia, incluso diferentes a las de otros laboratorios de fisiología.
La creatividad implicada en estas prácticas puede ser pensada desde la figura
del bricolaje de Lévi-Strauss (1964). Esta lógica refiere al uso de medios y
procedimientos que se apartan de los considerados comunes. Así, se combinan
elementos eclécticos, lo que no significa que estén predefinidos, sino que desde
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ellos se crea algo nuevo (Soar y Tremlett, 2017). Las prácticas del bricolaje tampoco
suponen falta de previsión, en cambio, son el resultado del aprendizaje y del
involucramiento activo con el mundo. Con lo cual, esta forma de proceder es única y
tiene un sentido original (Tlili, 2016).
La caracterización de prácticas de investigación desde esta propuesta
analítica ha sido planteada en el estudio de otros laboratorios. Por ejemplo, Morgan
Jouvenet (2007) analizó el bricolaje como parte de la cultura profesional en la que se
ponía en valor el carácter local y situado de los dispositivos utilizados en un centro
de investigación de nanociencias en Francia. De esta manera, el autor ensayaba
una crítica a los proyectos científicos de mega escala que resultaban poco
compatibles con las incertidumbres que los equipos de estudio analizados
consideraban propias de su investigación (Jouvenet, 2007). En nuestro caso, esta
idea sobre su trabajo asociado a una manera de proceder daba cuenta de
concepciones propias sobre la investigación que se iban produciendo en la misma
búsqueda por contestar sus preguntas científicas con cangrejos. Lo que pone en
evidencia que no seguían al pie de la letra tendencias o cánones sobre cómo tenían
que investigar, ni que lo que hacían estaba determinado por el contexto en el que se
situaban.
Por otro lado, Vidal recibió diversos pedidos de piezas y equipos de otros
científicos de la FCEN, y de argentinos que se radicaron en otros países, como un
investigador que se formó con Núñez y se radicó en Alemania. Por ende, sus
productos circularon en una dirección inversa a la que se le suele atribuir a los flujos
de conocimiento. Sus trabajos llegaban a equipos de investigación de los países
llamados centrales.
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El taller del artesano medieval constituía también un espacio social que
promovía determinados vínculos a partir de rutinas de trabajo (Sennett, 2009). Se
podría pensar que el laboratorio donde trabajaba Vidal se asemejaba al mismo por
tratarse de un espacio en el que primaban las relaciones cara a cara. Referencias a
esta dimensión cotidiana del trabajo se encuentran en los agradecimientos de las
tesis doctorales de científicos que se formaron en el laboratorio, ya varios años
después de la etapa inicial del laboratorio. En general, eran los tesistas o becarios
quienes llevaban adelante los experimentos. Allí aparecían mencionados el
compartir mate, y el asesoramiento para utilizar los equipos o para sortear las
dificultades en los procedimientos experimentales (que no resultaban tan simples
como cuando se escribían en los papers).
“A Ángel, la parada obligatoria al entrar al laboratorio, por las mil veces que me salvó
de caer en la desesperación de caer en una sombra rota o un equipo rebelde, por el
alimentador, por su buena predisposición y su alegría para todo y todos” (Kaczer,
2009).
“A Ángel Vidal, además de las cuestiones técnicas, por recibirme todos los días con
un mate y una sonrisa, y evitar que me electrocute más de una vez” (Klappenbach,
2015).
“A Ángel, por las decenas de dispositivos que me hizo, y las mil veces que me
explicó cómo usarlos sin perder la paciencia. Más importante, por su nobleza
(Molinas, 2017).
Sus agradecimientos eran también un reconocimiento a Vidal por haber formado
parte de los procesos de investigación. Asimismo, se referían a distintas actividades
que transcurrían en el “taller” a partir de las cuales se puede comprender otra
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dimensión del trabajo artesanal. El uso de los equipos a menudo implicaba ciertos
enredos, y el artesano tiene una mirada de conjunto sobre la técnica y su finalidad
debido a que hace y repara (Douglas y Harper en Sennett, 2009).
Por último, pero no por eso menos importante, a Vidal se le agradecía,
“además de las cuestiones técnicas” o como “más importante”, por portar valores
nobles o alegría para con todos los integrantes del laboratorio. Con lo cual, el “taller”
constituía una instancia de cohesión social en el que se propiciaban valores que los
integrantes del laboratorio destacaban como parte del clima de trabajo en el
laboratorio, que alcanzaba a todos sus integrantes sin importar la jerarquía de cada
cual en el sistema científico.
Para concluir este apartado, se puede decir que las situaciones en las que se
utilizaban los equipos del experimento de la memoria “contexto-señal” que Vidal
había desarrollado, contar con su colaboración para sortear las dificultades de la
práctica, su presencia cotidiana en el laboratorio en el “taller”, sumado a los valores
asociados a esos objetos materiales ligados a los procesos en los cuales fueron
desarrollados, constituían experiencias comunes de quienes integraban el
laboratorio en las cuales se socializaban e iban creando una forma de hacer ciencia.
El “cangrejero”
En 1987 a Vidal se le sumó una misión especial: viajar a buscar cangrejos.
Generalmente se referían a esta práctica con el término “pesca”, aunque en
ocasiones empleaban el verbo “recolectar”, pues los animales se mantenían vivos.
Se trataba del preludio de los experimentos en el laboratorio. El viaje se financiaba
con los fondos de los subsidios que eran aprobados en distintos concursos de la
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universidad y de instituciones científicas del país. Esta opción era ciertamente más
económica que utilizar animales comprados12.
Las playas donde pescaban los cangrejos estaban en la Bahía de
Samborombón, donde el Mar Argentino se encuentra con el Río de la Plata, próximo
al Faro San Antonio. Allí se extienden unos cangrejales que quedaron incluidos
dentro de la jurisdicción turística del parque Termas Marinas, un complejo con
termas y atracciones de esparcimiento en sus piscinas y bosques, muy cercano al
oceanario Mundo Marino. Los integrantes del laboratorio viajaban a estos lugares
desde antes que existieran las Termas o el parque anterior, Bahía Aventura.
La pesca de cangrejos fue cambiando y se fue ajustando con los años hasta
transformarse en una rutina importante para los integrantes del laboratorio. En un
principio, habían contado con la ayuda de un trabajador de Mundo Marino, Don
Mariano, que pescaba animales para alimentar a los que tenían en el parque
acuático. Uno de los integrantes del laboratorio, que en ese momento vivía en una
ciudad balnearia vecina, llevaba los contenedores con cangrejos a la terminal de
micros y en Buenos Aires los iban a buscar a la estación porteña Retiro. Al tiempo
que Vidal comenzó a trabajar en el laboratorio, había cambiado su auto, y éste
constituyó una nueva fuente de trabajo, con la cual comenzó a viajar 300 kilómetros
12 Vale aclarar que esta actividad y la sociabilidad implicada en ella tuvieron consecuencias en el
abordaje que realizaban en los estudios con cangrejos. Dimant me había explicado que las pescas eran
importantes para que aprendieran que no se puede pensar al animal por fuera de su ambiente natural”.
Con lo cual no se trataba de una experiencia desconectada de las tareas en el laboratorio o
simplemente utilitaria, sino que se realizaba desde una concepción de cómo pensar a los animales en
los experimentos (Ferroni, 2020).
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hasta San Clemente y a recibir una suma de dinero por cada viaje. Al principio
llevaba un tráiler donde cargaba bidones de agua salada (previo a que pudieran
hacer el proceso de salinización del agua en el laboratorio) y los cangrejos. Este
viaje podía implicar una noche de acampe o en un hotel sencillo. Luego, pasó a
extenderse desde la madrugada hasta bien entrada la noche en un solo día13.
Las herramientas de pesca que utilizaron para recolectar grandes cantidades
de Neohelice fueron mediomundos atados a una caña que emplazaban sobre el
agua con las carnadas de restos de pescados que les proveía una pescadería. Se
trataba de una técnica habitual en la pesca comercial de cangrejos o langostas,
aunque los Neohelice no son comestibles porque su tamaño es demasiado pequeño
y tienen poca carne. Un rato después se sacaban los mediomundos y se procedía a
la selección de los cangrejos que llevarían al laboratorio. Como se trataba de
poblaciones heterogéneas, no todos los especímenes eran considerados adecuados
para los experimentos. Vidal había creado estas herramientas y preparado todo el
mobiliario necesario, que incluía entre otras cosas distintos tipos de cubas, para
trasladar a los cangrejos al laboratorio. Eran parte de los bienes comunes del grupo.
13 A estos viajes se le sumaron otros, no estrictamente vinculados a la investigación, pero sí a un gusto
compartido, que realizaron algunos integrantes del laboratorio en sus tiempos libres. Viajaban por el
país a distintos destinos en los que había sierras o montañas por donde hacían caminatas. Vidal me
presentó estos viajes como marcas” o “vetas” que definían la experiencia de hacer ciencia con ese
grupo de personas. Incluso, el diseño de uno de los equipos que utilizaron para hacer experimentos
con ratones, en base a cómo habían trabajado la memoria “contexto-señal” de los cangrejos, fue
conversado en una de esas caminatas.
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Con los años fueron haciéndose alrededor de 20 viajes anuales. Cada 15 días
3 o 4 integrantes del laboratorio (incluidos directores, investigadores, técnicos y
becarios) participaban por turnos para ocuparse de esta actividad. En ocasiones
también se sumaron integrantes del laboratorio que no trabajaban con cangrejos, y
empezaron a tener líneas de investigación con otros animales de estudio tales como
humanos, ratones, abejas, moscas y hormigas que se fueron incorporando a los
estudios del laboratorio desde 200314.
Un objeto que facilitó la coordinación de los viajes fue un cuaderno, al que
llamaban “bitácora”, en el que tomaban nota de aquellos datos significativos para la
organización de un trabajo grupal y rotativo. Su función principal podría haber sido
cumplir con una tarea organizativa, es decir, anotar qué hacía falta llevar al viaje
siguiente y tener al alcance información de relevancia para la actividad. Los varios
cuadernos que fueron sumando a lo largo de los años, incluso servían como
anotador de los gastos de la jornada que después había que rendir ante la entidad
administradora de los subsidios con los que contasen para financiar la investigación.
Pero en estas “bitácoras” había más que eso.
Los viajeros fueron volcando diversos sucesos de sus expediciones. Su tono
informal, por momentos creativo y hasta poético, contrastaba notoriamente con el
abigarrado y hostil lenguaje de los artículos científicos. Eran diarios de navegación
en los que aparecía descripta una instancia de la investigación que permanecía en la
intimidad de los integrantes del laboratorio. Lo interesante era que además de ser
14 Fueron exceptuadas de esta tarea las investigadoras que cursaban embarazos o que tenían hijos
chicos.
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una forma de registro, en las “bitácoras” se iban creando y asentando saberes del
arte de la pesca y sobre los cangrejos en su ambiente, como los cambios de estas
poblaciones en las distintas estaciones del año, los sitios en las playas donde se
encontraban en mayores cantidades, o la identificación de cangrejos con parásitos
que no seleccionaban para llevar al laboratorio. Se trataba de saberes manuales,
técnicos y experienciales de una práctica también artesanal que desbordaban lo que
plasmaban por escrito en sus investigaciones (Ferroni, 2018).
En el Viaje N.º 348, puesto en signos de interrogación probablemente por
alguna imprecisión en las anotaciones, y firmado por “Laura, Jime, Emi, Ángel y
Sabi” aparecía esta definición: “Cangrejero: dícese así a la persona que tiene más
años en la búsqueda del cangrejo del (grupo)”. La misma simulaba la de los
diccionarios de la lengua española, supuestamente transcripta a la “bitácora”. Así se
hacía referencia a otra de las formas de nombrar a Vidal, como quien tenía mayor
experiencia en las pescas de estos crustáceos.
La primera vez que viajé a San Clemente, me llevaron con el “team de los
históricos”, integrado por Vidal, y un investigador y una investigadora, para que
pudieran ir contándome la historia del laboratorio. Era la número quinientos y pico, y,
en consecuencia, gran parte de las conversaciones de la jornada versaron sobre
anécdotas de otros viajes. Habían comenzado a contar el número de pescas que
llevaban desde la primera que realizó Vidal.
Me explicaron que, al cumplirse una nueva centena, todos los integrantes del
laboratorio viajaban juntos a pescar. A estas celebraciones podían ir acompañados
por sus familias (parejas e hijos pequeños), e invitaban también a investigadores que
durante los años habían mantenido una relación de amistad cercana al laboratorio.
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Generalmente acampaban en la ciudad balnearia o en alguna zona aledaña, y allí
realizaban juegos y cocinaban. En estas celebraciones jubilosas y periódicas que
compartían entre distintas generaciones fueron recreando, retomando y
transmitiendo memorias. Tanto en los viajes de pesca, como en las celebraciones de
los centenarios, se reforzaban los vínculos colectivos entre sus integrantes y se
contribuía a generar un sentido de comunidad o de pertenencia al grupo. Vidal,
además de ser quien más sabía sobre el arte de la pesca de cangrejos, era a partir
de quien se iba contando la continuidad de este grupo.
El Laboratorio de Neurobiología de la Memoria se disolvió a partir de un
proceso de integración con otros grupos de científicos que se terminó de consolidar
en el 2018. Ese mismo año, Ángel Vidal fue promovido a Técnico Principal de
CONICET. En la actualidad, quienes integraban el laboratorio forman parte del
Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) -que depende
de la UBA y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(CONICET)- o de la FCEN. En el 2019 celebraron las 600 pescas desde que Vidal
viajó por primera vez 32 años antes.
Conclusiones
En este artículo se analizó la participación de Ángel Vidal en el Laboratorio de
Neurobiología de la Memoria como una forma de entender cómo fue que sus
integrantes encontraron la manera de investigar con un animal no convencional en
las neurociencias. El enfoque de la co-producción permitió abordar estos procesos
teniendo en cuenta los entrelazamientos entre aspectos materiales, sociales y
cognitivos.
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A los pocos años de la fundación del laboratorio, la incorporación de Vidal
contribuyó a adaptar los sitios en los que se fueron instalando, a diseñar y crear los
dispositivos experimentales, y a organizar la pesca de cangrejos Neohelice granulata
que se sostuvo en el tiempo. En el incremento de su participación se observó que
tuvo una mirada integral sobre los objetivos y las actividades del laboratorio desde el
principio, así como el carácter artesanal de su trabajo para los experimentos y en los
cangrejales. Las categorías con las que sus compañeros lo fueron apodando
sintetizaron y pusieron en valor estas cuestiones.
Precisamente, la centralidad de Vidal se debió a que tuvo un rol articulador en
los procesos de investigación del laboratorio. A través suyo se conectaron animales,
equipos y todos los integrantes del grupo, con prácticas, saberes, valores e
identificaciones colectivas.
La experiencia singular de la investigación con cangrejos de este laboratorio
analizada desde la participación de uno de sus técnicos nos permite comprender
mejor las dinámicas de la ciencia en contextos definidos en los estudios de la ciencia
y la tecnología como periféricos. El análisis de la forma de proceder en la
investigación de este grupo, expresado en sus memorias, sentidos y valores
asociados a objetos y prácticas, hizo visible la creatividad implicada en la producción
de conocimiento, y que los márgenes de acción de quienes protagonizan estos
mundos científicos son más amplios de lo que se podría suponer dada su inserción
desigual en el sistema científico internacional. Por lo cual, abordar los mundos
científico-tecnológicos desde adentro permite incorporar las múltiples adaptaciones y
apropiaciones que se llevan adelante en las prácticas de investigación. Desde allí
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podemos acercar las comunidades científicas de la región a nuestras propias
historias.
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Artículo recibido el 16 de marzo de 2021
Aprobado para su publicación el 13 de marzo de 2022